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Música poco seria

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Cuarteto de Nos. Tienen pinta de profesionales y algunos lo son, aunque el título más importante lo obtuvieron haciendo buena música con letras provocadoras. Con hits de ventas y escándalos históricos perforan el silencio de la siesta uruguaya.

N o sé contar chistes, así que perdón, porque el Cuarteto de Nos es una broma. Y como toda broma el que la conoce ya la sabe y el que no se la pierde, porque la gracia es escucharlos a ellos, que son los que hacen sonar bien esas cosas que desafinan si se las cuenta mal. El asunto se complica porque, además, se trata de cuatro tipos que hacen buena música, convierten sus shows en paródicas performances y se arrastran por la cornisa de la ironía sin miedo a estrellarse, aunque hay que reconocer que caen con elegancia uruguaya. Lo cual significa –culturalmente hablando- que hay del otro lado del río una generación dispuesta a correr el riesgo, porque lo que está en juego es la batalla por desenmascarar esa dignidad oriental erigida sobre el silencio. (Y el que vio la película Whisky entiende de qué hablo.)
Se trata, entonces, del dream team de esa selección masculina que se crió con la murga, maduró con el fin de la dictadura y soportó la persistencia de una mirada laica aunque parroquial. El resultado es que aprendieron el arte de parecer lo que no son. Es cierto: tienen pinta de tipos comunes y corrientes. Pero ojo, porque ellos sobre lo común y lo corriente hicieron su propia interpretación.
No es fácil, entonces, saber qué se escucha cuando suena el Cuarteto de Nos fuera de contexto. Este enero, por ejemplo, se convirtieron en la atracción de La Pedrera, el balneario de moda de la costa uruguaya, un antiguo pueblo de pescadores ahora super poblado por porteños con altos grados de contaminación de consumo. Y aunque ya pasaron por Buenos Aires –debutaron en el 91, en la Segunda Bienal de Arte Joven- seguramente arribarán este año con otro perfume, como el que les impregna tener ahora un video en mtv.
No es un chiste, entonces, devolverles su historia para recuperar el filo que hizo posible aquel Tajo, el barrio que inventaron con los personajes, historias y prejuicios que habitan en sus canciones ácidas, bizarras y provocadoras, que dicen lo indecible, como toda broma.
 
De cómo los hermanos Riki y Roberto Musso son nacidos y criados en el centro de Montevideo: “No teníamos posibilidad de jugar al fútbol en la calle. Entonces nos recluíamos en el cuarto del fondo de nuestra casa, que quedaba lejos del cuarto de mis viejos. De noche, en los primeros radiograbadores con casete que salieron, grabábamos programas de radio. Inventábamos gente que llamaba por teléfono, éramos nosotros dos solos haciendo, por ejemplo, paneles de poesía donde convocábamos a distintos poetas, mientras un panel especializado les daba con un hacha. Teníamos alrededor de 12 años. Luego conocimos a Santiago (Tavella), que era otro nerd como nosotros, y ya éramos tres en el cuarto. Así surgió la idea de Tajo, esa radio transmitía desde ese cuarto y desde un supuesto barrio llamado así que tomaba mucho de la realidad urbana. Después nos empezó a interesar la música y nos presentamos a un concurso llamado Estudiantina. Perdimos. Ahí conocimos a Alvin (Álvaro Pintos), era un niño prodigio, tenía 13 años. Y lo sumamos”.
e cómo Leo Masliah tuvo un efecto homicida: Yo maté a Kennedy, pero fue de rebote/ en realidad le disparé a la Jaquelin/ me pasé un poco de la raya/ en las pastillas que le di/ para clavarme a la Marliyn.
 
“Empezamos como un grupito que tocábamos covers de los Rolling, los Beatles, Creedence… Era en un momento bastante especial: por un lado, estaba el movimiento del canto popular, que no nos convencía demasiado, y por otro éramos básicamente personas que habían escuchado rock toda su vida. Teníamos el problema del idioma: rock en español era medio raro y en inglés sonábamos un poco colonizados. La solución que encontramos fue hacer un grupo de música instrumental, que se llamó El Cuarteto de Nos. Hicimos un concierto en el 80 con canciones a las que les habíamos puesto letras para joder, pero decíamos: ´Esto está mal, nos gusta a nosotros pero a nadie más´. Y un día escuchamos a Leo Maslíah y dijimos: ´Si este tipo hace esto, nosotros tenemos permiso para matar´.
 
De cómo emborrachar a un prócer fue un éxito de ventas: El día que Artigas se emborrachó / hizo cualquier cagada como un buen señor.
 
“El tema del patriotismo o patrioterismo fue abordado varias veces en canciones nuestras, pero El día que Artigas se emborrachó pasó por el poder político y sonamos… ahí vino el intento de censura, la denuncia penal del Ministerio de Educación y Cultura de aquella época, parlamentarios y ediles que nos trataban de mal nacidos, un proyecto de ley para declarar a Artigas símbolo patrio, etc., etc. Realmente nunca nos pasó por la cabeza lo que finalmente sucedió. Tuvimos un juicio penal que al final quedó en nada porque el fiscal entendió que no habíamos cometido ningún delito, pero como siguieron jodiendo después intentaron que nos juzgara la justicia militar en plena democracia, porque creían que vilipendiábamos la bandera de Artigas. Como no pudieron hacer nada, la prohibieron para menores de 18 años. Cuando la ibas a comprar tenías que presentar tu cédula de identidad, la cual quedaba registrada en la factura. Una transa horrible. Llegamos a suspender dos recitales por amenaza de bomba, llamaban a casa para putearme, a la hermana de Santiago la pararon en la calle dos tiras y le dijeron que la iban a secuestrar. Todo un Uruguay que desconocía. Cumplimos así el sueño de todo autor: llegar a meter una canción en el Parlamento. Y el sueño de todo grupo punk: que le censuren un tema.”
 
De cómo hacer un hit políticamente incorrecto: Que me chupa que la tierra / un día no se pueda habitar / cuando reviente / yo ya no voy a estar.
 
“En muchas de las letras el secreto que hay es que decimos cosas que mucha gente realmente piensa y no las dice. Y menos en público. Y por eso se ríe al escucharlas. La idea es agarrar una situación o un personaje, o lo que sea, e inevitablemente teñirlo de una cuota de sarcasmo, de sátira, de humor. Uno, finalmente, hace las canciones que quiere oír ¿no?, las que si no, no va a hacer nadie. Generalmente el público más fiel del Cuarteto es el público de cabeza un poco más amplia, que se puede llegar a reír de las exageraciones. Pero no es el mayoritario. La mayoría es gente que le gusta tal canción y después se olvida de nosotros y es público del siguiente tema de moda.”
 
De cómo el consumo consume (o por qué Drexler tuvo su Oscar): Ya tuve que ir obligado a misa/ ya toqué en el piano “Para Elisa” / ya aprendí a falsear mi sonrisa / Ya fui ético y fui errático / ya fui escéptico y fui fanático / Ya lancé piedras y escupitajos / al lugar donde ahora trabajo…
 
“Si Hollywood ya le dio un Oscar a la canción de una película sobre el Che Guevara es porque saben que el Che ya fue absorbido, comido, hasta transformarlo en una especie de figura vaciada… Porque el consumo tiene eso. El término lo dice, ¿qué le pasa a una vela cuando se consume? No queda nada. Y las cosas cuando se consumen… se consumen. Y está bueno que algo se consuma porque debe crearse otra cosa para llenar ese espacio. Es el proceso que convierte una cosa en un clásico. Pero que al mismo tiempo vacía, porque ya no tiene el mismo efecto que cuando se originó”

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