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Crónica del más acá

M ujeres de negro con pañuelos blancos en la cabeza. Un símbolo argentino que las noticias celebran con la clásica postal: la imagen de una ronda alrededor… del diseñador. La lectura de la foto es inquietante. Todos sus signos dibujan aquello que es tan previsible como perturbador.
Hasta allí llegó la moda.
La postal se origina en Madrid, en el capítulo latinoamericano de la Semana de la Moda, una mega exposición que reúne miles de logos que ordenan qué ponerse, qué sacarse, qué ocultar, qué mostrar. Hay tanta decadencia en esos ritos como en las misas en latín. Están fuera de tiempo y corren con prisa y torpemente, como una preceptora con tacos, para no perder el tren que suponen dirigir. La ceremonia toda es un simulacro en donde los que están dentro hacen de cuenta de que no se enteraron qué pasa afuera y protegen la inmutabilidad de su mundo con credenciales, stands, flashes, expertos, tonos, encuadres. Si el rey está desnudo, allí se lo cubre con todo tipo de recursos que lo apañan de semejante intemperie.
En ese universo, ser latino significa algo concreto. Hay que aportar el condimento audaz, ya sea por atreverse a combinar el fucsia con el amarillo –pero un amarillo ácido, carioca– o la sensibilidad social. Eso es entonces lo que representa el diseñador de la postal, rodeado de sus mujeres de negro. Un golpe de efecto oportuno, acorde con la necesidad de aprovechar ésa, su primera vez en el escenario global.
Tal vez…
 
No sé qué sería del mundo sin Youtube, pero lo que no se ve allí es lo que aún no ha sucedido en ningún lado. Por supuesto que ya alguien subió a esa telaraña un video con las mujeres de negro del diseñador. Es un registro amateur, que incluye las primeras filas de quienes lo miran, sus propias miradas y hasta algún comentario (¿o acaso la tos no es un comentario?). Ese plano ampliado, desprolijo, le otorga a la escena un efecto aun más perturbador. Las mujeres de negro llevan un ritmo de trote de caballo de exhibición: levantan elegantemente un pie, luego el otro, la vista al frente, las siliconas agitadas. La música llega en forma de ruido, así que no hay ni distracciones ni consuelo. Sólo modelos, entendiendo por esta palabra mujeres casi inanimadas.
El final se ve desde otro ángulo: el diseñador está de perfil y las modelos se escuadran detrás de él, como un pelotón que lo custodia. Hay algo en esta imagen con movimiento que no cierra, que no calza ni con los prejuicios ni con los mitos. Dos o tres play después descubro qué es.
El diseñador Pablo Ramírez es gordo, pelado y tartamudo. Lejos de ser esta enumeración un insulto, es una exaltación de sus virtudes. Si no fuera por eso, nada de él me hubiese resultado interesante. Pero esos tres signos leídos en ese contexto se convierten en rasgos de una personalidad no domesticable. Lo confirmo en su vivienda virtual, una página web que inunda mi pantalla con un rezo. No es cualquier rezo. Es una perfecta recreación de esa voz de parroquia pueblerina, que recita su credo: “Alabada sea la organza, bendito el tul, apiádate de nosotros primavera-verano…”. De fondo se escuchan campanas, voces de niños, hasta una cumbia. Es increíble todas las imágenes que ese sonido es capaz de convocar. Allí está sin duda Ramírez, su infancia en un colegio religioso, sus monjas convertidas ahora en modelos que llevan sus vestiditos negros inspirados en aquellos uniformes de sus represiones. ¿Es eso moda, diseño, alta costura?
Tal vez…
 
Una semana antes del desfile con pañuelos en Madrid, Ramírez había presentado en Buenos Aires otro “concepto”, entendiendo esta palabra como el hilván que zurce el vaivén de las modelos por la pasarela. Me lo cuenta una amiga, directora de una revista de modas, y lo veo en la pantalla de la web. Allí está la actriz Adriana Aizemberg, con mangas artificiales y esponjosas, escoltada por un guitarrista que hilvana valsecitos, relatando el paso de las mujeres. El título del desfile es “Pueblo” y su consigna: “Antes muerta que desarreglada”. Lejos de la épica política, evoca una resistencia doméstica. Los vestiditos, entonces, se inspiraron en batones y la oración recitada por Aizemberg los contextualiza: “largo de pollera decente, escote pudoroso, tablitas inocentes…”. Todo rociado con un aroma muy Puig que mi amiga –la especialista en moda– confirma: “Ramírez nació en Navarro”.
Me cuenta que esa marca de origen está presente en toda su producción. “Sus temas –me explica– son lo obrero, lo religioso, lo cotidiano. Cuando estalló la crisis de 2001 hizo su desfile más conmovedor. Fue en el Museo de los Inmigrantes y se llamó ‘Clase’. Ahí ya usó pañuelos en la cabeza, pero atados en la nuca. No creo que haya habido demagogia en esa puesta, porque es algo que realmente lo conmueve. Ahora no sé cuál es el link de Ramírez con las Madres porque nunca hablé con él de la dictadura.” ¿Son ésos temas de conversación en ese universo?
Tal vez…
 
Ramírez tiene su tienda en la parte menos aristocrática de San Telmo, frente a la Cámara de Propiedad Horizontal y la Dirección Nacional de Normalización (prometo algún día entrar a ese edificio con nombre de tapa de Barcelona). Puerta al medio, vidriera a cada lado, detrás de cada vidrio hay un solo maniquí con un vestido negro. Adentro todo es blanco, del piso al techo, y todas las prendas son negras, salvo una pequeña mancha blanca que rompe la lúgubre hilera de perchas. Las dos empleadas también llevan uniforme negro. No son tontas y son bellas.
Los vestidos de noche de la última colección, me informan, cuestan entre 2.800 y 4.500 pesos. Los cortos, entre 1.900 y 2.600. Me entregan la gacetilla que los presenta. Dice textualmente:
“El estilo pobre-chic es el punto de partida de esta nueva colección simple, austera, rigurosa, marcada por el devenir de las crisis y de un presente complicado, escasez de recursos, corte de gas y electricidad. Paradojas de un país llamado rico que hace un tiempo fue fundado en esperanzas, promesas y trabajo.” Pregunto por la postal de Madrid y las vendedoras me responden que, precisamente, a eso se refiere la gacetilla. ¿Es ésta una proclama destinada a doñas que abonan miles por un recatado vestido?
Tal vez…

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Diario sin motocicleta

A raíz del estreno del documental dirigido por su hijo, reproducimos una nota sobre Rogelio “Pajarito” García Lupo: testigo de la historia en tiempo real, formó parte del grupo de jóvenes que ingresó al nacionalismo, pasó por la Cuba revolucionaria, y se conmovió con el peronismo en resistencia. Ese fue el trayecto que Rogelio “Pajarito” García Lupo compartió con Rodolfo Walsh, su amigo, a quien recuerda como un periodista ético e interesado en temas que los medios ignoraban. Perón, Frondizi, Scalabrini Ortiz, John William Cooke, Jauretche, la noche del 17 de octubre, lo que los jóvenes nacionalistas pensaban de Evita, Jorge Masetti, Operación Masacre, Héctor Ricardo García, el Che Guevara, el diario de la CGT de los Argentinos…

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La memoria de Rogelio “Pajarito” García Lupo. A raíz del estreno del documental dirigido por su hijo reproducimos una nota originalmente publicada en la revista Mu #8, de septiembre 2007: San Walsh.
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Uruguaychú

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El efecto de la industria pastera ya se hace sentir. Falta agua por el monocultivo, hay intoxicados y se redujeron los puestos de trabajo. El resultado es el surgimiento de asambleas ciudadanas que comienzan a organizar el rechazo al modelo pastero que impulsa el gobierno del Frente Amplio. Por primera vez habla uno de los obreros intoxicados: “Es imposible que esto no contamine”.
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El código criminal

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Javier Buján es juez contravencional, presidente de la Asociación de Magistrados y académico. Tiene, además, un pensamiento propio sobre la legislación que debe hacer cumplir: “Este Código lo que tiene es un problema de legislación, no de aplicación”. Su explicación: “Se ha querido penalizar la pobreza, más que solucionar los conflictos de la Ciudad”. Por qué considera que las actas constituyen una forma de registro para controlar la calle, cómo analiza la letra de los artículos que persiguen la prostitución y la venta ambulante. Y cómo funciona, en los hechos, esta máquina judicial.
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LA NUEVA MU. Tomar el futuro

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