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Al ritmo de la autogestión

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La Unión de Músicos Independientes. Se organizaron con un objetivo concreto: defender la libertad creativa. Lograron bajar los costos de grabación, propiciar la derogación de leyes y hasta demandar al Jefe de Gobierno porteño por “atentar contra la música en vivo”, luego de Cromañón.

A sí como hay músicos que necesitan de discos maravillosos, shows inolvidables, escándalos rutilantes, muertes tempranas y un sin fin de razones para ser recordados, hay nueve rockers vernáculos que van a quedar en la historia como la línea fundadora de la Unión de Músicos Independientes (umi). La primera organización de músicos encargada de desarrollar el espacio musical autogestionado nació cuando Cristian Aldana (El Otro Yo), el cantautor Diego Boris, Pablo Masciotra (Leviathan), Gustavo Zavala (Tren Loco), Carlos Alonso (Uno x Uno), Osvaldo Padrevecchi (Padre), María Rosa Rosolen (Llajtaymanta), Eduardo Balan (Culebrón Timbal) y el guitarrista Ulises Butrón se juntaron por primera vez en el año 2000 para socializar algunas inquietudes sobre los modos de producción de sus obras. Lo primero que les llamó la atención fue que cuatro de ellos fabricaban discos en el mismo lugar pero pagaban valores diferentes. “Al principio, nos juntamos para negociar un precio, pero enseguida planteamos la necesidad de ponerle un marco legal a esa negociación”, recuerda Diego Boris, el actual presidente de la umi.
Día a día durante estos siete años de trabajo a pulmón, la umi se ha ido consolidando como la única asociación civil sin fines de lucro que busca agilizar los mecanismos de producción, distribución y difusión de las obras. Para esto, conquistó una serie de convenios con estudios de grabación, masterización, service de equipos, diseño gráfico, merchandising, diseño web, publicidad y con cualquier sector que tenga que ver con el ejercicio del oficio. Desde su fundación, 2 millones de discos ya fueron fabricados a través de un acuerdo especial con Masterdisc, la fábrica más importante del país. Boris saca la calculadora: “Les estamos mandando un promedio de 70 mil discos por mes, lo que equivale a 70 artistas que pagan menos, por mil copias, que una compañía multinacional que hace 30 mil del mismo título”. Aunque prefiere no dar detalles sobre las cifras reales de los costos, revela que cada artista paga un 30% menos cuando toca el timbre en Masterdisc de parte de la umi.
Más allá de la vital importancia de los acuerdos comerciales, Boris se encarga de remarcar que el corazón de la autogestión late al ritmo de la democratización de la información. “Durante mucho tiempo nos hicieron creer que un músico podía llegar a perder la inspiración por saber cuánto cuesta hacer un disco u organizar un recital. Los que nos decían eso eran justamente los tipos que después se quedaban con la guita. No está bueno creer en el prototipo del músico bobo. Si cuando vamos a una carnicería, nos dicen que el churrasco cuesta 30 mangos, no lo vamos a comprar. Bueno, con más razón no deberíamos firmar contratos que hipotecan parte de nuestras vidas, en los que cedemos regalías, derechos de autor, derechos de intérpretes… la ingenuidad no te hace más artista, porque sólo es un valor en medida que potencie lo creativo y no una situación económica traumática”.
Cualquier banda (o solista) que desee sumarse a los 2.100 asociados, debe llenar una solicitud, pagar una primera cuota mensual de 4 pesos y participar de una charla de dos horas. Allí se les explica cómo funciona la umi y cómo deben relacionarse con los entes reguladores de los tres tipos de derechos que les corresponde cobrar; los de intérpretes (a través de la Asociación Argentina de Intérpretes, aadi), productores (Cámara Argentina de Productores e Industriales de Fonogramas, capif) e intelectuales (Sociedad Argentina de Autores y Compositores, sadaic).
 
¿Cuál es la diferencia entre autogestión e independencia?
Es lo mismo, pero nosotros preferimos hablar de autogestión para ser más precisos. Es que el término “independiente” se ha vaciado de contenido: tn habla de “periodismo independiente”. Por otra parte, la autogestión también nos diferencia de los sellos independientes y, desde ya, de las multinacionales. La nuestra es el músico autoproduciendo su disco o un espectáculo.– responde diego Boris.
Generar facilidades para editar discos ¿redunda en una baja en la media artística, como algunos sotienen?
Es mentira. Cuanta más gente practique cualquier actividad, hay mayores posibilidades de que haya una excelencia a futuro. Por ejemplo, en Argentina es popular el fútbol y salen jugadores que se venden a nivel internacional. Todo lo contrario sucede con, no sé… el béisbol. Además, creo que está bueno que todo aquel que tenga una inquietud artística, tenga la posibilidad de desarrollarla. Después, cada uno verá si hace de eso una profesión, una forma de vida o si se queda simplemente en un impulso. Lo importante acá es que exista un lugar que pueda dar respuestas a ese impulso porque vivimos en una sociedad llena de frustrados. Nosotros no elegimos la música para ser resentidos, sino para ser más felices. Entonces hay que evitar los fantasmas del tipo “si yo hubiese podido”.
¿Cómo se relacionan con otras entidades como el Sindicato Argentino de Músicos (SAdeM)?
Con el sadem nos diferencian muchas más cosas que las que nos hacen parecer. Por empezar, el Sindicato de Músicos no tiene músicos en su conducción y si no tocás ni sacás discos no te sirve de nada estar en la Unión porque no tenés ningún beneficio. Cuando definíamos qué era la Unión nos dimos cuenta de que no había nada parecido, entonces empezamos por la negativa: no es un sindicato, no es un grupo de contención terapéutica… es un grupo de músicos que se juntan en pos de la libertad artística. Un sindicato vendría a defender al obrero de la patronal y nosotros no tenemos ese conflicto porque no tenemos jefes.
 
Las diferencias entre unos y otros se hicieron irreconciliables cuando el sadem impulsó la reglamentación de la Ley 14597 o Ley del Ejecutante Musical. El 19 de mayo de 2005, el Poder Ejecutivo sancionó el Decreto 520/05 para poner en marcha el Estatuto Profesional del Músico. El sadem se postuló para ser la entidad encargada de matricular a todos los músicos del país. Eso sí: antes de darles el carnet iban a tener que pasar por un examen de “idoneidad musical” supervisado por el guitarrista de blues Miguel Botafogo. El diezmo anual (o “caja recaudadora”, según Boris), fue fijado en 96 pesos. Un año después, el presidente Néstor Kirchner derogó la ley, luego de que 1.300 músicos de todos los géneros se autoconvocaran en el Hotel Bauen para exigir la anulación.
Alentada por el triunfo, la Unión fue en busca del campeonato cuando, en febrero de este año, demandó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Representada por el mismo Diego Boris y por el abogado Esteban Agatiello (tecladista de Richter), acusó a la gestión de Jorge Telerman por atentar contra el desarrollo de la música en vivo, después de Cromañón. “Nosotros podemos tolerar que el Gobierno haga la política cultural que quiera con la guita que tiene. –aclara Boris– Lo que no vamos a permitir es que anule las herramientas que tiene la sociedad para expresarse”. Esta reacción al cierre indiscriminado de lugares llegó al máximo tribunal de justicia porteño, que aceptó la demanda por tres votos a dos. El pasado 12 de septiembre hubo una audiencia pública con las tres partes: los demandantes, la apoderada del Gobierno, María Cristina Mascialino, y su abogado Víctor Zamenfelt, y el fiscal Luis Cevasco, que adoptó una posición oficialista acusando a la umi de pretender una “anarquía normativa”. “Es ridículo pensar que la música puede ser un elemento peligroso para la sociedad. ¿Por qué no se puede tocar en un café mientras no sobrepase el volumen fijado en la habilitación? ¿Por qué no se puede tocar en un café mientras no haya más gente de la permitida? Yo creo que con que les declaremos inconstitucionales un par de ordenanzas, le vamos a poner un freno a este accionar abusivo de los gobernantes de turno. Sería una victoria para nosotros porque somos músicos sin ningún tipo de aparato”.
De las cenizas de la polémica Ley del Ejecutante Musical nacieron los Músicos Argentinos Convocados (muc) para concebir una Ley Nacional de la Música. La idea medular es que la actividad artística comience a ser considerada un derecho. Para ello, proponen crear un Instituto Nacional de la Música que arme un circuito estable a través de un sistema de otorgamiento de vales de producción. “Queremos que la circulación de la música no quede reservada exclusivamente para el negocio, para que se relacione un poco más con lo artístico y no sólo con lo económico”, completa Diego. La idea es que el Instituto (autónomo, por lo menos en la teoría, desde el punto de vista partidario) tenga sedes en todo el país para poder satisfacer (también) las necesidades culturales de sectores con menos recursos. Los mismos sectores que no fueron tenidos en cuenta por los programadores del cancherísimo ciclo captavotos Verano 07 que –dicho sea de pasó– pagó jugosísimos cachets con dinero del Estado.
“Si el Instituto llega a funcionar, parte del rol de la umi va a comenzar a achicarse”, se aventura Boris. Es que la umi no tendría razón de ser si los músicos pudieran desarrollar su oficio en dignas condiciones. “La umi nació para dar respuestas al tiempo que nos tocó vivir”, concluye Diego. Desgraciadamente, todavía sobran las preguntas.

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