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Senegalesxs en La Plata: las vidas negras
Este registro es parte de un trabajo del colectivo SADO de La Plata, llamado La tierra quema adentro. A través de fotos y textos retratan la vida de lxs senegalesxs en Argentina, más acá de su condición de vendedores ambulantes: qué representa ser negro aquí y en el espacio público, las razones por las que migran y los sueños y deseos de una comunidad cada vez más organizada.
Por Victoria Irene – Sado.
Cheikh Gueye es senegalés, tiene 42 años y hace seis vive en la ciudad de La Plata. Al igual que les sucedió a muchas otras personas, su trabajo se vio interrumpido por los meses de cuarentena más estricta y conseguir el dinero se le sigue haciendo difícil: su trabajo es la venta ambulante sobre Calle 12 -la más comercial de la ciudad-, que depende de la posibilidad de consumo de la gente y de los incisos 132 y 133 del Código Contravencional Municipal, que data desde 1985 y prohíbe la venta en el espacio público.
Desde que el gobierno nacional tomó las medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio, lxs senegalesxs vieron la venta callejera restringida. A pesar de que la mayoría cumplía los requisitos para cobrar el IFE a través del ANSES, solo el 2% pudo acceder a la ayuda estatal según el Espacio Agenda Migrante 2020. Algunas personas y organizaciones sociales como La Ciega -colectivo de abogadxs populares-, y la Coordinadora Migrante iniciaron una campaña solidaria para conseguir alimentos y dinero. Con eso, Cheikh y sus compañeros compraron lo necesario, y lo repartieron. Contaba él sobre el principio: “Cada uno decide si sale o no sale a trabajar. Como soy portavoz de la comunidad, el primer día escribí al whatsapp del grupo para que supieran las condiciones, porque cada uno debía asumir los riesgos por lo que decida. Un cuarto de los chicos no está saliendo, tiene temor. Es cierto que algunos se quedaron sin plata, pero en una casa hay cuatro o cinco que tienen ahorros y comparten”.
La pandemia acá en Argentina, como en el mundo entero, profundizó desigualdades varias que, por estructurales, no solo resurgen con fuerza en momentos de crisis (sanitaria y económica) sino que dejan huellas en la organización posible para superarlas.
De eso también habla esta historia.
¿Y tú por qué migras?
Casi la mitad de lxs senegaleses que residen en la ciudad de La Plata entraron al país a través de Ecuador, porque hasta el año 2015 la visa no era solicitada en aquél país. El resto ingresó por Brasil, a través de una visa obtenida en la embajada brasileña en Dakar; otrxs por pasos fronterizos cercanos a través de Chile o Bolivia. En cualquiera de los casos, el ingreso a Argentina fue de manera irregular, ya que es condición de ingreso tener el visado.
“Nosotros no estamos ilegales, el tema es que la actividad que hacemos es irregular”, aclara Cheikh. “Acá no es tan grave como en Europa: allá por no tener documento te pueden deportar”.
Cheikh recuerda que Senegal no tiene embajada en Argentina ni ninguna institución ni convenio que permita plantear una formalización de la estadía. Argentina tampoco tiene embajada en Senegal. “Por eso, la policía igual puede estar molestando todo el tiempo, pidiendo papeles, maltratando, armando causas”, sigue Cheikh. “Una vez que llegás y te enterás de que no hay convenio como en el resto de los países del Mercosur, aprendés que tenés que pedir refugio. No te lo dan en el momento, pero te van a dar un documento que te va a durar 3 meses y lo vas a renovar, hasta que se resuelva tu situación de refugio. Por eso es muy difícil encontrar a un senegalés que esté irregular, porque todos tenemos ese documento para estar en el país. Lo que pasa es que dentro de esta situación hay unos que tienen la nacionalidad, otros que solo tienen el DNI argentino, y otros que todavía están esperando… Yo tardé como tres años en tener un documento”.
Cheikh llegó a La Plata en junio de 2014, después de un largo periplo de seis años entre España e Italia, que culminó con su deportación a Senegal. La primera vez que dejó su casa fue en 2006; el destino: la ciudad de Barcelona. El Estado español al expulsarlo le impidió volver a pisar ese país por el término de cinco años. Así fue como estando un año en Senegal con su familia y sin trabajo surgió la posibilidad de venir a Argentina e intentar mejor suerte.
¿Por qué Argentina?
Yo vine porque acá estaba mi tío. En ese momento había un convenio, y si tenías el pasaporte de Senegal podías entrar en Ecuador sin el visado y entonces podías entrar en micro a Argentina desde ahí. Me dije “voy a probar, si me va bien me quedo, sino me vuelvo a Senegal y veo cómo volver a España o Italia”. Y por suerte no me va mal acá. Estoy haciendo cosas que allá en Senegal no podría hacer.
¿Y tú por qué eres negro?
Entre los grupos de migrantes suelen darse dos dinámicas para juntarse: la primera se da por identidad, por parentesco, por amistad, por región de origen; la segunda toma alguna forma de la sociedad que lxs recibe. Ambas suelen cruzarse. En Argentina, la población senegalesa cuenta con las dahiras, las tontinas y las asociaciones civiles organizadas por criterio de nacionalidad.
¿Cómo se forma comunidad? Responde Cheikh: “Para nosotros la comunidad no es como una asociación que tiene sus reglas. A la comunidad la definimos como un grupo de senegaleses que estamos acá, nos conocemos y estamos en contacto, pero cada uno busca su manera de sobrevivir. Somos algo más de 260 personas en La Plata, 5000 en el país.
¿Qué tienen en común?
No sé qué decir, porque no compartimos muchas cosas. Lo que más compartimos es la religión. Los domingos nos reunimos para practicarla. Y también, mientras que estamos acá, compartimos la solidaridad. Pero no compartimos el trabajo: cada uno busca su manera de ganarse la vida.
La migración senegalesa en Argentina está hipervisibilizada respecto a otras migraciones: ser negrxs en un país que a través de sus instituciones, su historia y su idiosincrasia se piensa blanco, otorga a la negritud un caracter extraño y exótico. La condición perfecta para esto es la situación laboral en la vía pública y su exposición permanente: el 95% de lxs senegalesxs trabajó o trabaja en la venta ambulante, según datos del estudio “Agencia y Asociacionismo en contextos de violencia institucional: el accionar de migrantes senegaleses en la Ciudad de La Plata (Argentina)”, por Sonia Raquel Voscoboinik y Bernarda Zubrzycki. El 4% restante pudo trabajar en la construcción de obras a través de un vínculo con la UOCRA-La Plata. El sindicato empleó tanto a senegaleses con residencia permanente como con residencia precaria, tal como la Ley nº 25871 de migraciones permite. Solo un 1% está intentando autogestionar el propio oficio, como Bamba Gueye, que abrió su taller de costura y vende a través de su IG @bamba_afric barbijos, pilusos, riñoneras y ropa interior. O como Astou Ndeye, que montó un local de comida senegalesa, ampliando lxs comensales que en principio eran solo de la comunidad.
En la calle o en las ferias, con puestos o ambulando, lxs senegalesxs venden a sol y sombra bijouterie, relojes, billeteras y artículos para celulares. Otros venden carteras, medias y sandalias. También gorras y anteojos de sol en verano, o guantes y bufandas en invierno. Dice Cheikh: “Eso es un problema, porque también hay mucha gente que piensa que hay una persona que está por detrás, que nos paga y nos manda a trabajar. Y eso no es así. Yo cuando llegué a Argentina, me encontré con mi tío y él para ayudarme a trabajar me entregó lo que hacía, me compró carteras y todo lo que estaba vendiendo, y me dijo: “Esto es lo que estamos haciendo, vos fijate, si te gusta, seguí. Si no te gusta, cambialo”. Y yo también, cuando llegó mi hermano Djiby hice lo mismo… No es obligatorio vender sí o sí lo que venden todos, pero es lo que tenemos a mano”.
¿Y tú por qué te organizas?
A mediados de 2018, en La Plata los operativos de Control Urbano y de la policía se incrementaron y se volvieron más sistemáticos. A más de la mitad de lxs senegaleses les retuvieron y les robaron la mercadería en venta, y nunca pudieron recuperarla. Sólo a unos pocos les entregaron un acta contravencional. Como respuesta a la violencia policial e institucional la Coordinadora Migrante, organizaciones de DDHH y vecinxs, organizaron un mitín para frenar un poco la violencia desplegada.
Ahora, en plena pandemia, mientras la humanidad atraviesa la peor catástrofe del siglo XXI, lxs senegalesxs salen a vender igual, como muchísimxs trabajadorxs de la economía informal. Y el riesgo no es menor: sin permiso, la policía responde a la orden del día y más de una vez los expulsa, les saca lo que venden y los obliga a empezar de cero. Los ahorros que intentan guardar, con la que compran comida o que envían a sus familiares, cambia su destino y se gasta en nueva mercadería.
El 12 de septiembre de este año, se publicó un video desde la cuenta de twitter del intendente de La Plata, Julio Garro. “No vamos a parar hasta dar con los mafiosos que se esconden detrás de la venta ambulante” decía el tuit. En segundos el vídeo fue estrella en redes sociales. Fue compartido por 1.353 personas. 45 segundos de imágenes, una edición arbitraria: senegaleses vendiendo. Corte. Senegaleses siendo requisados. Corte. Titulares de Infobae, TN, Clarín. Corte. Senegales discutiendo con la policía. Corte. La música que acompaña es digna de una serie de acción y suspenso en Netflix. Entremedio se mechan discursos: “¿Son sólo vendedores ambulantes? No todo es lo que parece, denunciamos una red ilegal que mueve un negocio millonario”. Los logos de cierre ponen el broche. El escudo del municipio y el escudo de la Policía Bonaerense.
Pero el video tiene un antecedente. El 31 de agosto, Virgina Pérez Cattaneo (Secretaria de Control Ciudadano) radicó una denuncia en el Juzgado Federal n°1 de La Plata, solicitando que se investigara la comisión de los delitos de “trata de personas con fines de explotación laboral, tráfico de personas, asociación ílicita, falsificación y reproducción de marcas, encubrimiento de contrabando y evasión tributaria”. Para el municipio de la gestión de Cambiemos lxs senegalesxs son víctimas y son responsables.
El INADI, la Comisión Provincial por la Memoria, La Ciega y la comunidad senegalesa hicieron una conferencia de prensa para alertar sobre la campaña de comunicación y la denuncia penal por considerarlas “racistas, estigmatizantes y discriminatorias”.
El 18 de septiembre, en el catorceavo aniversario de la segunda desaparición de Jorge Julio López, el centro de la ciudad de La Plata fue testigo de un acontecimiento único: unxs 150 senegales, levantando banderas y pancartas, se sumaron a la marcha para exigir memoria, verdad y justicia por López. De repente la calle vio parir un nuevo mestizaje, desde la organización política y solidaria, donde las causas se vuelven comunes y se hacen visibles las redes que por estos territorios hace tiempo se tejen.
Y el 12 de octubre, día del inicio de la conquista y exterminio sobre América, día del Respeto a la Diversidad Cultural en nuestro tiempo, bajo la consigna Migrar no es delito, trabajar es un derecho se convocó a la celebración de un festival antirracista, para compartir desde el arte con música, poesía, audiovisuales, fotografía y danza. Y organización y resistencia.
¿Y cuál es tu deseo?
En Senegal, al momento de contar esta breve historia, hay 15.551 personas contagiadas de Covid-19, según informa la Organización Mundial de la Salud, 14.254 pacientes recuperadxs y 321 muertxs.
En el presente, para frenar el avance de la pandemia, el gobierno liderado por Macky Sall mantiene cerradas sus fronteras, restringe en algunos niveles la asistencia escolar y limita la apertura de ciertos rubros. Pero la circulación es libre: ya no tienen obligación de no salir, como hasta hace un mes atrás, cuando prevalecía un severo toque de queda nocturno.
En Beude Forage, ciudad donde vive la familia de Cheikh, aún no hay casos registrados, porque no están en una ciudad tan grande como Dakar, Touba o Rufisque. Su familia, como miles de familias alrededor del mundo, atraviesa este extraordinario momento con desconcierto y con muchísimas limitaciones para realizar las actividades que antes hacían diariamente. Deben cuidar sobre todo a sus mayores, que son muchxs. Se suspendieron los transportes públicos, para viajar solo hay unas pocas excepciones, se cerraron los mercados y las mezquitas. Los rezos son puertas adentro.
Cheikh brinda un panorama: “Hospitales públicos hay, pero no es un país rico donde el gobierno pueda ayudar a la gente para que no le falte nada. No es que no tengan agua, pero siempre hay algunos lugares que sufren mucho más que otros. A mi familia le afecta, porque si yo no trabajo y no gano plata no puedo mandarles para lo que ellos necesitan. Ahora que cuesta vender, lo único que puedo garantizarles es la comida, para que no se queden con hambre, eso sí que lo voy a conseguir. Estoy intentando que todos los meses les llegue. Se hace difícil… Nosotros en mi familia somos cinco hombres que estamos fuera, acá estoy con un hermano y en Italia tengo tres más. Entre todos juntamos la plata de la familia, y aparte yo les tengo que enviar dinero a mi madre, mi mujer y mis hijos, para comprar zapatillas, ropa, un celular, lo que sea”.
Antes de migrar Cheikh vivía junto a su esposa e hijxs en la casa que le dejó su papá. No tienen casa propia: en su familia son diez en el mismo espacio. Compartían el hogar con otrxs hermanxs, sus parejas e hijxs -a veces una casa tiene entre diez y quince personas conviviendo-. En la convivencia se suman sus tres hermanas y su mamá. Sus otros hermanos están viviendo en distintos países, para ayudar, como Cheikh.
Su sueño es construir su propia casa en Senegal. Y una vez que termine de hacerla, piensa juntar dinero para poner una panadería, oficio que aprendió cuando era joven de la mano de otro tío. “Ese es mi deseo. No es para todos igual. Por ejemplo, hay chicos que están casados con argentinas. Para mí se van a quedar acá toda su vida. Yo quiero que nos vaya bien en este país, que cada uno pueda cumplir su sueño, que todos puedan conseguir su documento para volver a ver a su familia en Senegal y que puedan regresar, hasta que llegue el momento en que se decida no volver más”.
Cheikh, como la mayoría de lxs senegalesxs, pertenece a la cofradía islámica mouride.
Para quienes son musulmanes, el Ramadán -en el noveno día del calendario lunar árabe-, es la celebración del acontecimiento más especial.
El Korité, la fiesta que inicia el calendario, no fue posible este año.
Pero nada les impide el festejo del descenso del cielo a la tierra de la palabra de Dios: el Corán.
Puertas adentro reciben las bendiciones del Ramadán: quienes estén en buen estado físico deben ayunar a lo largo del mes, sin distinción de género.
Como lo prescribe el Corán, el ayuno diario empieza antes del amanecer y termina con la puesta del sol.
Hay sacrificios y hay recompensas.
-El ayuno es más que abstenerse de comer o tomar algo durante el día.
Es un momento de contemplación y devoción, como dice el Profeta Mohammed. Cheikh reza con la ayuda de Muslim Pro, la app más popular entre senegalesxs. Suena el adhan, y Cheikh inicia la oración.
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Un lugar en el mundo. Alpa Corral, Córdoba, después de los incendios
En un pueblo serrano, reserva de bosque nativo, conviven las lógicas, estrategias y responsabilidades que grafican qué enciende y quién apaga los fuegos. Las particularidades y las sospechas. La organización y el rebrote. Lo que se pierde y lo que se revela cuando las llamas rodean.
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Chubut contra la megaminería: la rebelión del NO
La situación de Chubut empeora minuto a minuto con la decisión del gobierno provincial y la presión nacional por aprobar la minería a cielo abierto pese al rechaza y la falta de licencia social. Es uno de los conflictos sociales más impactantes de la época. Ante una nueva avanzada de la minería en una provincia rica pero fundida por la clase política, las comunidades se movilizan planteando que no hay licencia social para las falsas soluciones que promueven las corporaciones, el gobierno provincial y el nacional. Todos los ”Sí” de Chubut: democracia genuina, agua, trabajo digno, naturaleza, bienes comunes, salud, defensa de la vida y de otros modos de producción.
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Tulliworld: abusos y percepciones
Por Nancy Aruzza
“El discapacitado se abusa” es una afirmación que suelo hacer. A partir del momento en que empecé a formar parte ostensiblemente de la legión tullida, empecé a observar con detenimiento el comportamiento de otres tullides. Antes, sospecho que les ignoraba como buena bípeda normal que era.
La persona tullida suele estar convencida de que nadie ha sufrido tanto como ella; entonces, con esa convicción, se maneja con cierta impunidad en algunas situaciones. Claramente, el entorno familiar, primero, y el social después aceptan con indulgencia el abuso pensando, en muchas ocasiones, “qué le voy a decir si mirá cómo está…”
Ejemplo clásico: si estoy en una fila aguardando a ser atendida habrá siempre alguien que intentará obligarme a pasar primero. Ante mi negativa, generalmente se dirá con vehemencia: “¡Pero es tu derecho!”. Y yo responderé: “Es mi derecho pero no es mi obligación”, con una sonrisa forzada.
Por supuesto ha habido quienes me han querido ceder el lugar con sincera amabilidad y han aceptado tranquilamente mi agradecimiento y mi negativa.
Pero siempre está el representante del ejército de la buena conciencia (en mi experiencia, siempre varones cis de más de 40 años) que no conciben la posibilidad de que me rehúse.
El factor sorpresa también actúa, claro. Quizá la mayor parte de les tullides aceptan con gusto suprimir la espera aunque tengan la misma posibilidad que el resto de aguardar pacientemente. Y ahí es cuando se activa eso de “estoy tullide y sólo por eso merezco pleistesía” por un lado y el ya mentado “qué le voy a decir si mirá cómo está…”, por el otro.
Ambas actitudes me colman de hartazgo. Ciertas estrategias de manipulación no son sólo propias de les tullides, claro, pero cada quien haga su lista como tarea.
Atravesar situaciones complejas, incluso dolorosas y traumáticas, no necesariamente nos convierten en humanes maravilloses, mejores que aquelles que no han atravesado lo mismo.
Intentar sacar ventaja jugando con la lastimosa percepción que puede existir sobre nosotres sólo logrará que esa percepción se perpetúe.
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