CABA
Ningún santo
Crónicas del más acá. Por Carlos Melone.
A veces la soledad rutera juega a las escondidas.
Cuando el rumor de esa máquina formidable que es el automóvil se vuelve ronroneo y arrullo y la desolación de Goliat (parafraseando a Martínez Estrada) lo ocupa todo, viene el sin sentido como una caricia inoportuna oculta en los pliegues de la sinrazón.
Pensar sin rumbo ni análisis, cabalgar la sucesión de imágenes, la bruma y la paz enredados en una voluta frágil.
Mientras se camina la ruta pasa lo que no se puede comunicar, lo que no tiene nombre y, sin embargo, ocurre.
¿Ocurre lo que no se puede nombrar?
A veces la soledad rutera acompasa las tormentas beethovenianas de la vida que amenazan llevarse todo.
A veces una banquina desierta, dejar adormecer a la bestia metálica y contemplar el crepúsculo en silencio es un rato de huida de las asolaciones que siempre acechan.
A veces. Solo a veces.
No hay fórmulas y donde alguien ve belleza, otro encuentra horror. Quién sabe.
Andar solo en la infinita marea de estas tierras donde la ausencia está habitada por silentes y discretos fantasmas invita a muchos trayectos, a mucha paradoja, al inquietante ejercicio de la pregunta.
Así, con esas notas pentagramáticas, llegué una tarde cualquiera a Dudidgnac, a unos 40 kilómetros de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires. Zona agropecuaria de riquezas asimétricas e injusticias piramidales, casi como en cualquier lugar del mundo.
Dudidgnac no tiene un encanto especial, pero eso lo sabría después. En el vagabundear rutero, me metí a explorar un poco, buscando sin saber qué.
Una pequeña ciudad, con signos de prosperidad, muy urbanizada, que nació como tantas otras a la vera del ferrocarril prolijamente desmantelado por el Supremo Pontífice Carlos Saúl I, quien recientemente se encuentra de la mano de la Divinidad.
Una breve charla de ocasión con el playero en la YPF de rigor me puso al tanto de problemas de sequía, de la imposibilidad de encontrar nada abierto ya que era la hora de la siesta y del infaltable “acá nos conocemos todos”, siempre más cerca de un inofensivo mito que de una árida verdad.
Me dirigí a la plaza del centro, un clásico del diseño urbano español en damero, cosa que por supuesto en España no existe.
Vi la Iglesia abierta y me dirigí a ella.
Nada más lejos de mi persona que alguna forma de creencia en divinidades. O al menos eso creía.
Los templos siempre me generan intriga: en algunos hay bellezas arquitectónicas, en algunos se suman las ornamentales; he visto curiosidades religiosas como un dispenser de agua potable que funcionaba como proveedor de agua bendita en una iglesia de Córdoba. O curiosidades conceptuales como un largo y detallado “informe” acerca de la función de los santos en otra iglesia de Corrientes; alguna imagen del Nazareno sentado con las piernas cruzadas y un brazo apoyado en el mentón como pensando (mejor no saber en qué) que vi en la Villa Imperial del Potosí en Bolivia; eventualmente (poco) aparecen en escena personas interesantes…
Cabe recordar que la palabra interesante recorre una geografía dilatada.
Admitiré un pasado infantil donde mi mamá intentó (esforzadamente) salvar mi alma (sin éxito). Digámoslo sin arabescos: me morfé todo el catecismo incluyendo al cura que me interrogaba sobre las respuestas que debía saber de memoria; tomé la comunión con trajecito y todo y fui enviado a misa en repetidas ocasiones durante esa interminable infancia: en algunos casos bajo amenazas de castigo divino y humano y en otros casos bajo sobornos que me confundían en mi interpretación bíblica de la vida.
Así quedé. Un agnóstico desorientado.
La Iglesia es pequeña y entré con los cuidados lógicos de no interrumpir algún ritual o alguna situación de oración.
Al abrir la puerta de acceso por un instante, el pánico más profundo, los abismos infantiles y adultos más engarzados en la profundidad de lo inconsciente se presentaron en mi cuerpo. Fue un segundo en el que se me cayeron encima 2000 años de relatos demoníacos de los que no quería hacerme cargo.
Un enorme perro negro que estaba dentro de la Iglesia se acercó a mí. Un segundo (no fue más) del miedo total y absoluto que se volvió cuerpo y latido.Y fue solo un segundo porque el enorme perro negro lo era porque estaba gordo como un camión, apenas podía caminar y me movió la cola como si fuera un remo, en un claro intento por manguearme algo, lo que fuera.
Le di una galletita y se echó ruidosamente contra el confesionario, en una simbología que se me escapa.
No me dio más bola. No sé si porque quedó satisfecho o porque el esfuerzo de comer la galletita lo agotó.
Después del sofocón mítico-sociológico resolví premiarme y me fui al único local comercial que estaba abierto: una heladería en una de las calles perpendiculares a la plaza.
Un pequeño local, prolijo y sobrio al frente de una vivienda particular. Me atendió la dueña que prontamente se mostró entusiasmada en conversar.
Mientras comía mi helado, resolví abrir los sagrados portales de la información y la opinión preguntando sobre el pueblo.
“Eso de que los pueblos son tranquilos es una pelotudez” enunció en una prosa carente de metáforas y nutrida de arenosa claridad.
Pasó a contarme el pequeño infierno de motos de cada atardecer que es el pueblo y de chicos que se maman en la Plaza central “y la policía no hace nada”.
Me detalló un choreo a la cooperativa agrícola del pueblo por parte, dijo, “de una banda muy bien organizada, se llevaron toda la plata en 5 minutos y nadie encontró ni los pañuelos” (sic).
Me reportó que una de la estrellas futbolísticas que pasó por River Plate, Ignacio Nacho Fernández es de allí, que va seguido, que es “un buen muchacho, de buena familia” y luego pasó a describir a los que no eran de buena familia, incluyendo a la de su marido en un giro sorprendente de la conversación- alocución.
Porque la señora no estaba hablando de un ex marido sino del que (todavía) conserva.
Seguramente se percató de la perplejidad en mi cara por lo que reinició su análisis y empezó a contarme una extensa saga familiar habitada por una suerte de turros militantes que solo pensaban en el mal (ajeno) y de cuyos efectos solo su marido se había salvado.
Pensé en el perro negro de la Iglesia aunque no sé muy bien porqué.
Todo el discurso de mi despachante de helado era asertivo y adjetivaba sin contemplaciones. No había espacio para la duda crepuscular; para la nota desafinada; para la posibilidad del silencio. No había furia ni desprecio: todo era sentido común en su versión clásica, rocosa, inexpugnable.
La irrupción en escena de su perrita (una especie de caniche o algo así, un ser posiblemente transgénico) ladrando hasta la afonía me permitió un rápido saludo y salida sin perder las elementales reglas de cortesía. Se puede huir sin dejar de decir “buenas tardes”.
El camino de salida de Dudignac está custodiado por grupos de eucaliptos formados a su costado.
El sol se acomodaba para irse cuando me detuve a mirar la puesta.
Necesitaba estar solo, sin fantasmas, perros demoníacos ni humanos.
Ya no me banco nada.
La forma elegante que he encontrado para decir que estoy cada vez más mal llevado y veterano es: ya no me banco nada.
El sol mansito se fue apagando.
No pude pensar en nada.
Tal vez sea mejor así.
Tal vez.

Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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