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Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino

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En uno los municipios más poblados del país, las fumigaciones en Virrey del Pino lindan con poblaciones, escuelas y arroyos. Se ve así y a escala barrial cómo contamina el modelo agrotóxico. Lo confirmó –después de tres años de recorrer hospitales– una vecina en el caso de sus hijos y su marido, con glifosato en el cuerpo. ¿Cómo se frena la máquina de enfermar personas, agua y suelos, y quién paga por lo dañado? Transiciones: de una familia desesperada, a un barrio movilizado para defender la vida y la salud. Síntomas y alertas sociales que llevaron a la primera asamblea barrial. Por Sergio Ciancaglini.

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
El campo sojero y transgénico, frente al populoso barrio Nicole. Fotos: Sebastian Smok
Campos fumigados en la matanza

Son 17 pasos.  

Esa es la distancia entre la casa de Erika Gebel, Miguel Rodríguez y sus hijos hasta el misterioso campo de soja transgénica: solo hay que cruzar la pequeña calle de tierra Luis Burela en Virrey del Pino, La Matanza. 

En ese campo se fumiga con glifosato, entre otros pesticidas. Erika no intuyó que era un problema: “Los chicos del barrio jugaban corriendo atrás del tractor. Cuando llegué yo decía: ‘¡mirá qué lindooo, cómo riegan!’ No pensás que van a estar haciendo algo peligroso delante de tu nariz”. 

La nariz de Erika sin embargo empezó a percibir ese olor ácido que flotaba en el aire, vio las hemorragias de su hijo Adrián (9 años), los brotes inexplicables que parecían sarampión pero no eran, los dolores insólitos de su marido Miguel (55), las enfermedades de sus otros dos hijos Máximo (17) y Naiara (14), los insomnios. 

Comenzó a recorrer un laberinto sanitario de tres años hasta llegar al área de Toxicología del Hospital Ricardo Gutiérrez, que mandó hacer estudios al laboratorio Farestaie de Mar del Plata. Estos determinaron que al menos Adrián y Miguel tienen glifosato intoxicándoles la vida. Los análisis mostraron además que ella misma, Máximo y Naiara tienen bajo nivel de colinesterasa, indicio de la exposición a plaguicidas. 

La Matanza limita con la ciudad de Buenos Aires. El censo de 2010 le calculó 1.700.000 habitantes: segunda población del país – la primera es CABA-, por encima de las ciudades de Córdoba y Rosario. Proyecciones del INDEC estiman actualmente casi dos millones y medio de seres en ese universo, que ahora puede incluirse en la cartografía de los pueblos fumigados. 

Erika, 42 años, es peluquera, esteticista y panadera, entre varias otras cosas. Mira el campo marrón frente a su casa con un gesto que mezcla intensidad, desesperación y un proyecto: “Me siento culpable como mamá. Fui una ignorante. Pero algo tengo que hacer”. 

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
Erika Gebel: de las extrañas enfermedades a la organización. Apenas supo que su marido, uno de sus hijos y posiblemente ella tienen glifosato en sangre, salió a anunciar en el barrio que todos están en riesgo.

Mapas de la vida privada

Coordenadas de esta historia en el Google Earth: 34º 48’ 09” S, 58º 40’ 17” W. Allí está la casa de Erika. Graduando la plataforma a unos 1.500 o 1.700 metros de altura se ve la gigantesca herradura cuadrada, verde y marrón de soja –unas 300 hectáreas dicen en el barrio– al sur del arroyo Morales. En el medio de esa herradura sin suerte se ve el barrio conocido como “Oro Verde al fondo”, donde está la casa, y del otro lado del campo sojero, hacia la derecha, el cada vez más populoso barrio Nicole.

La imagen satelital no muestra que en Nicole hay tres escuelas que reúnen unos 3.400 alumnos de lunes a viernes, ni que hay más de 5.000 almas a tiro directo de los agrotóxicos: menos de 10 cuadras (aunque se sabe que su deriva ha llegado hasta la Antártida, y son conocidos los estudios que demuestran que gente que jamás pasó por un campo transgénico tiene glifosato en sangre).

Cosas que no se ven desde las alturas virtuales: Erika y Miguel tienen cinco perros, cinco gatos y un sauce llorón que ella plantó en el pequeño jardín de esa casa autoconstruida por la familia con maderas y con ilusiones. Hay sillas humildes que acomodan para la charla con una hospitalidad de otros tiempos. Hay una pequeña huerta en la que creían estar cultivando acelgas sanas, y funciona allí la panadería y casa de venta de comidas La Potranca donde, además del pan, la pareja amasa las incertidumbres y organiza un delivery no solo de alimentos, sino de información. 

“Nos casamos hace 18 años con libreta roja y todo: no hay que tener miedo a fracasar” dice Erika. Vivían en Palermo. “Miguel trabajaba como herrero, yo atendía más de 200 clientas de estética corporal y peluquería. Siempre fui inquieta, me gusta leer, aprender cosas”. Nacieron Máximo, Naiara y Adrián. 

Una transformación: “Nos vinimos hace 9 años por varios motivos. Comprar en Capital es imposible. Y yo quería salir de la contaminación de la ciudad”. Se queda pensando: “¿Te das cuenta de lo que dije?”.

Su historia: “Trabajaba muchas horas y estaba muy adaptada. En un momento dije: basta, quiero disfrutar de mis hijos. Busqué un lugar accesible económicamente, donde los chicos pudieran tener animales, donde pudieran correr y gritar. No un departamento donde se quejan los vecinos si hay ruido” describe la mujer que había decidido adaptarse a otra cosa. “Vine a ser feliz, normal. Igual que todos. A tener una vida”.  

El lugar: “Aquí se mezclaba población, salita médica, colegio, y además teníamos tranquilidad y el aire libre. Yo decía: suerte que estamos frente al campo. Hoy lo pienso y me quiero morir”. Construyeron la casa. “Todas las plantas que ves las pusimos nosotros”. Miguel, que escucha la voz cantante de Erika, además de herrero había sido panadero. Ella trazó la estrategia: “Le dije: vos hacé el pan, que yo lo vendo”. 

Los amaneceres con pan caliente. Miguel: “Hay que arrancar 4 de la mañana, o antes”. Erika se agenció una bicicleta para hacer las entregas barriales. Se mudaron su mamá Silvia, con su pareja Rodolfo (“mi papá de crianza y afecto”), e instalaron el kiosco Chiki junto a La Potranca. “Yo sigo manteniendo muchas cosas de estética y de peluquería. Hay que sumar”. 

Hacía panes rellenos, bizcochitos, pan dulce, cremonas, pastafrolas. “Pero vino la pandemia y sumé comidas: canelones, sándwiches, milanesas, filet de merluza, empanadas, pizzas, hamburguesas de zapallo y garbanzos, de lentejas y remolacha. Dejamos de lado las facturas, porque por la pandemia no podía salir a vender porque era muy arriesgado para la salud”. Otra vez la sorpresa por sus propias palabras: “¿Ves la ironía de lo que estoy diciendo?” 

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
Familias en Nicole, con el campo sojero a 10 metros a sus espaldas.

¿Cómo anda el nene? 

En 2015 su hijo Adrián tenía 3 años. “Empezaba el jardín de infantes y tuvo que usar lentes. Ya tiene 5 de aumento. No ve nada el nene. Y me decía ‘me arde la vista’. A Naiara le pasaba en la garganta, y le lloraban los ojos. Máximo tenía problemas de broncoespasmos, pero venía con asma de antes, así que yo no sabía si era eso. Y a todos nos sangraba mucho la nariz”. Ella misma se brotaba: “La piel, el cuello, por todas partes”. 

Miguel sentía un dolor extraño: “Yo tenía un hormigueo en el cuero cabelludo, en la piel. No es un dolor normal, y la sensación de que el ojo se me iba a ir para afuera. Cuando vas al médico te dan una pastilla y listo. Pero no se te va”. 

La odisea de Erika: “Llevaba a los chicos a la guardia del Hospital 32 (Simplemente Evita) o a la salita de Oro Verde. Y después sacaba turno con el médico de cabecera de la salita. En Capital los habían atendido en el Gutiérrez, mis hijos tienen todo desde siempre: historia clínica, controles, chequeos. Pero cuando vine dije: ¿Para qué me voy a ir al Gutiérrez si acá hay médicos que los van a atender? Yo confié. Error”.    

Les decían que los problemas podían ser producto de la alergia. “La consulta era un trámite. ¿Cómo anda el nene? Bueno, lo pesamos, lo medimos, lo auscultamos, chau. Tráigalos la semana que viene a ver cómo siguen”.  

Erika habló con una amiga de su hermano. “Está en algo relacionado con los pueblos fumigados, y me puse a ver por Internet. Esto fue hace unos tres años. Crucé al campo y le pregunté a Omar, el cuidador, si lo que tiraban era tóxico. Mi hijo mayor jugaba en el campo desde que vinimos y nunca nadie me dijo ‘no vengan, está envenenado’. No ves que estén fumigando con una protección, con una máscara de gas. Omar me aseguró que no había problema. ‘Tiran un veneno pero no te preocupes que no pasa nada. Y los bidones que tienen un olor feo los dejamos en el galpón de allá para que no molesten’, me dijo”. 

Un día Omar se fue. “No sé por qué motivo. No lo vimos más. Y a los cuatro meses supimos que se murió de un infarto. La esposa murió también ahí nomás. Yo no sé qué les pasó, pero seguro que tenían glifosato en el cuerpo, y hoy sé que una de las cosas que te puede provocar es problemas cardiovasculares. Pero claro, no le iban a hacer una autopsia para ver si tenía agrotóxicos. Ellos estaban bien, trabajaban, tenían menos de 60 años. Nadie supo explicar lo que le pasó a esa pareja”. 

Rodolfo, el padrastro de Erika, agrega un dato sobre el presente: “El otro día hablé con uno de los que trabajan en el campo, y me dijo que además del glifosato tiran 3 o 4 venenos más, los mezclan porque ya no hacen efecto”. Argentina ya supera los 500 millones de litros de agrotóxicos fumigados al año, lo que la convierte en el país más fumigado per cápita del planeta.   

En 2018 Adrián tenía 6 años. “A lo de la vista y la nariz se le sumó que tenía broncoespasmos y otitis. Tuvo un brote que parecía sarampión. Pero no era, y tampoco nadie activó un protocolo para sarampión. No sabés cómo tenía la piel ese nene, y la fiebre. Era invierno y yo lo metía en palanganas con agua fría. Lloraba, inflamado, le picaba todo, le ardía la cara. Ahí dije: basta de la salita y el hospital de acá, y lo llevé al Gutiérrez. Pero tampoco sabían qué decirme”. 

Sostiene Erica que hay un concepto que deja hipnotizados a los padres: “Te dicen ‘vamos a ver cómo está el estado de salud’. Vos te quedás tranquilo. Decís: lo van a ver, a cuidar. Le ponen el estetoscopio, le tocan la panza, esas cosas, pero no buscan la causa. A todos los médicos les dije que vivíamos frente a un campo de soja con fumigaciones, pero nadie dijo nada. Tampoco se activó ningún protocolo. Yo había sido una ignorante que no entendía lo que significaba eso. Pero los médicos no son ignorantes, saben al toque lo que le pasa a un chico. Y sin embargo no te dicen ni investigan nada”. Si los hospitales públicos definen así al estado de salud, tal vez haya que inventar una medicina que diagnostique la salud del estado. 

La mujer tuvo un nuevo brote, pero de desesperación. ¿Qué representa cada ida al Gutiérrez? Erika sale en moto del barrio con sus hijos hasta la casa de un vecino donde deja el vehículo para toma un colectivo, un tren y otro colectivo. “Son unos 140 pesos ida y vuelta cada uno. El viaje son tres horas y media o cuatro de ida y otro tanto de vuelta. Cada vez que voy tengo un gasto promedio de 1.500 pesos. Llevo una vianda para los chicos y yo voy tomando mate”. Por su vida porteña Erika puede quedarse en casa de una familia conocida y viaja a veces un día antes. “Yo tengo esos recursos, y como mis chicos siempre se atendían en el Gutiérrez, no me mandan de nuevo para mi casa. Pero imaginate otra gente de La Matanza, ¿cómo hace?”. 

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La ronda del nacimiento de la asamblea vecinal.

El estudio

Pero ni siquiera en el Hospital Gutiérrez encontraba respuestas, hasta que pudo abrir sus propias puertas. “Fue en 2019. Sale mal un estudio de anemia de Naiara, y la doctora de adolescencia me dice que la vea una endocrinóloga porque piensa que puede estar afectada la tiroides. Pero me enojé, le seguía preguntando, y entonces la doctora me dice: ‘bueno, contáctese con pueblos fumigados, busque en Internet ’”. 

Salió pensando: “de este hospital no me voy”. “Asocié: veneno, glifosato, me fui a Toxicología. Fijate que no me mandaron del propio hospital, que era lo lógico, sino que se me ocurrió a mí que no sé nada. Toqué el timbre. Les dije: nos pasa esto, esto y lo otro y vivimos frente a un campo fumigado. Me hicieron pasar, expliqué todo. Nadie me habló de alergias, y nos mandaron a hacer estudios en enero de 2020. Nos sacaron sangre y orina y las mandaron a analizar a Mar del Plata. Pero antes de saber los resultados, empezó la pandemia. Llamé y llamé mil veces, hasta que ahora me los dieron supongo que porque terminó la pandemia. ¿Terminó? Ya ni sé”.           

El pasado 30 de septiembre la familia pudo confirmar que el pequeño Adrián y su padre tienen glifosato en sangre en porcentajes considerados alarmantes aunque la doctora Delia Aiassa, genetista de la Universidad de Río Cuarto, dice a MU que “no hay una dosis admisible, nada de eso tendría que estar en el cuerpo”.      

Dos detalles. 

  • El estudio plantea que el glifosato es no detectable en el resto de la familia, lo cual no quiere decir que no esté presente. “El parámetro de medición de ese laboratorio marplatense (Farestaie) es muy alto, por lo cual no detecta dosis menores que pueden ser igualmente dañinas” explica la bióloga Alicia Massarini. Erika: “Es posible que lo tenga, como mis otros hijos, porque nos dio colinesterasa baja”. Aiassa agrega sobre esa enzima: “Cuando disminuye la colinesterasa quiere decir que hay exposición a compuestos organofosforados”. O sea, buena parte de los pesticidas que se utilizan actualmente. 
  • El estudio solo busca glifosato, con lo cual no se detectan los otros pesticidas que forman parte de las fumigaciones (y de los cuales daría cuenta la baja colinesterasa) y que pueden estar no solo en el aire sino incluso contaminando el agua. En los barrios de Oro Verde y Nicole más expuestos a las fumigaciones, todas las casas tienen agua de pozo de poca profundidad (35 o 40 metros). En lugares fumigados como Lobos ya se descubrió que por las fumigaciones están contaminadas incluso las fuentes de agua corriente. 

Erika, al salir de la burocracia de una medicina un tanto hipoacúsica y afónica, pudo hablar con una de las toxicólogas del Hospital Gutiérrez: “Es espeluznante cuando te sientan y te dicen: ‘las muestras salieron mal, tu hijo y tu esposo tienen glifosato. Tu marido está muy comprometido’. Yo le digo: ‘¿Y qué tratamiento hay?’ ‘No hay tratamiento’. ‘¿Pero cómo se desintoxica?’ ‘No lo sabemos, hay que ir viendo’. Me dice: ‘¿Tuvo convulsiones tu marido?’ Pensé: ‘¿vos me estás diciendo que mi marido puede convulsionar, o mi hijo de 9 años?’ Yo en el barrio vi vecinos con convulsiones, es terrible. Estaba con Máximo que estuvo llorando tres días convencido de que su papá se iba a morir. Y no podés ir a la farmacia y decir ‘deme el desintoxicante de glifosato’. Lo único es parar de fumigar y que el cuerpo pueda empezar a reponerse”.

Matanza tóxica. Fumigaciones y glifosato en los cuerpos en Virrey del Pino
La familia: Erika, Miguel y sus hijos Máximo, Adrián y Naiara. La vida contaminada por agrotóxicos.

Efectos de los agrotóxicos

La toxicóloga funcionó como una doctora House o una Sherlock Holmes que ayudó a darles sentido a todos los signos y pistas que la familia venía sufriendo: “Me explicó que esto afecta al sistema nervioso central, que puede provocar autismo, problemas de la glándula tiroides, y ahí puede estar la causa del bajo peso de mi hija. Me habló de falta de concentración, hiperactividad, insomnio”. Cuenta Erika que en el Gutiérrez le pidieron que hablara sobre Adrián en su escuela, la 210. “La directora me dijo: ‘tu hijo tiene problemas de aprendizaje y de atención, pero acá les pasa a todos los chicos’. Yo la escuchaba y no lo podía creer. ¿Qué son, chicos de otro planeta?”

Agregó la toxicóloga en su enumeración dos posibilidades más: el cáncer, y el daño genético sobre todo en los menores por la exposición a los plaguicidas. El daño genético es efecto de un ataque a nivel cromosómico que potencia el riesgo de padecer cáncer a mediano y largo plazo, así como enfermedades cardiovasculares, malformaciones en la descendencia y abortos a repetición, entre otras consecuencias. En Dique Chico, Córdoba, las investigaciones de la doctora Aiassa determinaron daño genético en el 100% de las muestras tomadas en niños expuestos a los agrotóxicos. La toxicóloga permanece en el anonimato ya que informó a Erika que dejaría de atenderla si su nombre trasciende: a esas presiones están sometidas también las familias fumigadas, cuando en realidad el sistema sanitario debería estar alertando a toda la población afectada. 

El reciente informe de la Sociedad Argentina de Pediatría “Efectos de los agrotóxicos en la salud infantil” (que puede leerse y descargarse completo buscándolo en www.lavaca.org) enumera, entre otras consecuencias de las fumigaciones: cáncer, disrupción endócrina, enfermedades neurodegenerativas, trastorno del neurodesarrollo infantil, malformaciones congénitas, tumores cerebrales, disfunciones del sistema nervioso central, autismo, problemas cardiovasculares, trastornos de conducta, leucemia, hipotiroidismo, asma bronquial, trastornos reproductivos. Erika: “No solo están dañando a mis hijos sino también a mis nietos. ¿Qué hago? ¿Quién se hace cargo?”. Le pregunto qué busca. “Que paren de fumigar, y que paguen por todo el daño que están haciendo”. Habla básicamente de esa escurridiza noción que expresa una palabra: justicia.

Barrio en movimiento

Erika supo la verdad de lo que pasaba con los agrotóxicos y su familia y al día siguiente, viernes 1º de octubre, salió a avisarle al vecindario lo que no le informan el Estado, la salud pública, la privada ni los ex medios periodísticos. 

Los intentos de contacto de MU con el municipio encabezado por Fernando Espinoza encontraron dos argumentos: los funcionarios no hacen declaraciones “en on”, y aducen no poder tomar cartas en el asunto si  alguien no hace una denuncia, cosa que la familia ya concretó. Habrá que ver si ocurre lo mismo que en situaciones como la de la virulenta contaminación del CEAMSE, del otro lado del arroyo Morales, o de Klaukol, empresa que sigue contaminando y reduciendo el vecindario como en sus mejores tiempos. En esos casos se supone que interviene el OPDS (Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible) aunque todo sigue igual. En el tema de la fumigación tampoco intervienen, al menos hasta ahora, defensores del pueblo, hospitales, organismos de derechos humanos, universidades, iglesias. El mayor apoyo es el del sindicato docente de La Matanza. Pero ni las autoridades de las escuelas parecen tomar el asunto como propio pese a que la Técnica 13 (secundaria), la 210 (primaria) y el jardín de infantes 1000 reúnen unos 3.400 alumnos cada día en el barrio Nicole, a 700 metros del campo fumigado. 

Mientras tanto Erika y Miguel recorrieron al barrio. “Yo dije: en vez de quedarme llorando salgo a la calle, le aviso a la gente. Una chica acá a la vuelta me dijo que le duele toda la cara y que tiene como una rigidez muscular. De eso también me había hablado la toxicóloga. Otra vecina me contó que tuvo cáncer, le sacaron todo el tumor, pero se sigue sintiendo enferma y nadie le explica nada. Otra de acá atrás tiene cinco hijos, imaginate. Alguna gente me miraba medio raro. Yo les decía: podemos estar envenenados. Pero algunas me miraban como si estuviera loca”. 

Toda madre desesperada en la historia argentina suele ser tratada de loca, aunque sea la única lúcida. Le hicieron una entrevista junto al campo, y enseguida se acercaron unos hombres, uno de los cuales llevaba una escopeta. “Eso te muestra cómo actúan. Estás sacándote una foto y ya agarran las armas”. 

Miguel bajo el sauce: “En el Fernández me explicaron que los agrotóxicos actúan lento. Yo hoy parece que estoy bien, pero tengo el glifosato en el cuerpo que me provoca todo lo que te contamos, y más adelante puede ser peor todavía. Pero el vecino te ve bien, y dice: no pasa nada”. Ejemplo: Rodolfo, el padrastro de Erika que vive también frente al campo fumigado, parecía estar bien y tranquilo cuando hablé con él para esta nota, pero tuvo un inesperado infarto pocos días después del que por suerte se está recuperando. Erika: “En el hospital dijeron que es por el estrés. Él no estaba estresado. No puedo esperar otra cosa de los médicos. Pero creo que está totalmente relacionado con la fumigación”.   

Miguel y Erika recorrieron con MU parte del barrio Nicole conversando con familias integrantes de la colectividad paraguaya principalmente, cuyas casas lindan con el campo fumigado. Livio, uno de los tantos albañiles que habitan allí: “Sé que se usan venenos. Tendrían que estar mucho más lejos. Es un peligro”. Alicia, embarazada de 5 meses: “No sabía lo que esto puede causar. Tengo turno dentro de 10 días en el hospital. Voy a preguntar. Ojalá no pase nada”. Erika les dijo a las mujeres: “Yo lo explico como puedo chicas. No quiero asustarlas. Pero la verdad, asústense, porque esto es re grave”. 

Un maestro y delegado de SUTEBA, Norberto Mondalier, le propuso a Erika seguir difundiendo lo que ocurre en el barrio. “Se me ocurrió llamar a una asamblea” dice ella, a cuyo nacimiento asistió MU el 16 de octubre, frente al complejo de escuelas (13, 210 y 1000). Asistieron 25 personas a ese primer encuentro de Vecinos Envenenados por glifosato-La Matanza.

Norberto recordó allí que se dijo siempre que el campo era de la familia del ex intendente y ex vicegobernador bonaerense Alberto Balestrini, fallecido en 2017 luego de quedar postrado siete años por un ACV. El rumor barrial (el municipio asegura que no puede brindar información) plantea que el campo fue vendido. “No se sabe quién es el patrón” dice Norberto. “El patrón del mal” contesta una mujer velozmente.      

Un vecino plantea que hay que andar con pies de plomo. Erika dice que no. “Ya estuve años andando con pies de plomo. ¿Para qué me sirvió?” Alguien propone hacer el reclamo para que la naciente asamblea sea recibida por funcionarios de Salud Pública municipal y provincial. Una vecina sugiere no hacer volantes: “Nunca los leo, los tiro. Mejor hablemos con la gente”. Se plantea que se pueda invitar a científicos e investigadores que le expliquen a la gente los efectos de lo que está pasando. Emiliano vive cerca del CEAMSE y cuenta: “Mi abuelo murió de cáncer, mi mamá tiene cáncer, mi sobrina tiene autismo, otro vecino al lado de casa se murió también de cáncer. Y hace unos años nadie tenía esas enfermedades. Lo que me da impresión es que hay cada vez más cementerios. Ya son tres, uno al lado del otro. Si no nos juntamos a hacer algo, estamos en el horno”. 

Una mujer pide que la difusión sea clara, para que todo el mundo entienda. Siguen recordando casos de muertos y enfermos. Juan Silva, delegado de la escuela 210, me cuenta sobre los trastornos del espectro autista y de hiperactividad en las aulas. “No puedo decir si la causa es ambiental. Pero al menos habría que investigarlo”.  

Alejandra relata que estaban discutiendo en Nicole cuestiones de seguridad e iluminación: “Pero es mucho más grave esto que no tener una luz”. Otra mujer reconoce que entró casi en pánico al escuchar las denuncias de Erika: “Hace 15 años que estoy respirando aquí, y puedo tener el veneno adentro. Quedo para lo que la asamblea diga de hacer”. Un hombre agrega que lo que están haciendo confronta con corporaciones y poderes muy grandes, noticia que no parece sorprender a nadie del grupo. 

La historia no concluye aquí, apenas empieza. Miguel y Erika lograron algo infrecuente: transformaron un problema aparentemente individual, en una cuestión comunitaria. Lo familiar, en algo social. Se convirtieron en un medio de comunicación y la asamblea recién nacida simboliza ahora la posibilidad de no resignarse al mundo tóxico. 

Erika mira a ese círculo de personas: “El miedo no nos va a liberar del veneno, ni nos va a hacer más felices. Lo único que va a lograr es que nos gobiernen por el miedo”. El grupo queda en silencio. Y ella agrega: “No hay que tener miedo de hablar. De lo que hay que tener miedo a esta altura es de callarnos, y de quedarnos sin hacer nada”.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

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A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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CABA

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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