CABA
La combustión del aceite
Cooperativa Aceitera La Matanza fue la fábrica recuperada de tres hectáreas y media que los trabajadores lograron rescatar durante el primer año del macrismo. Soportaron la violencia del desempleo, y el costo de poner en marcha el sueño cooperativo. Hoy cosechan sus frutos: mayor producción, más fuentes de trabajo y retiros que están por sobre el convenio de los aceiteros. Por Lucas Pedulla.

«Te la vuelo”.
Hay variables económicas que, en una tierra en crisis, algunas voces miden en riesgo país, los récords del blue, la segmentación tarifaria, los lock outs patronales o el déficit fiscal, pero que Maximiliano Correa, que no es economista sino operario aceitero, sintetizó en un concepto que nadie estudiará jamás en ningún posgrado de Oxford, Harvard o sus derivados.
-Tiro algo en los tanques de solvente y acá vuela todo, no queda nada.
El axioma se lo dijo a su expatrón, cara a cara.
Valga una breve traducción:
- Tanques de solvente: dícese del proceso que implica la extracción de aceite del grano de girasol mediante el tratamiento con disolventes, como el hexano, un material calificado como “altamente inflamable”. Es el método más usado debido al alto porcentaje de aceite recuperado de los materiales que son prensados.
- “Acá vuela todo”: dicho de una persona con dos hijos y una hija que, junto a otras 99, era obligada a trabajar en condiciones humillantes, con salarios atrasados, por fuera del convenio colectivo, y con amenazas de despidos, reacción química que acelera la combustión.
- No queda nada: expresión que refiere a las tres hectáreas y media que ocupaba Agroindustrias Madero, con silos de cemento de dimensiones surrealistas, en el límite de las localidades de La Tablada y Villa Madero, en la también surrealista La Matanza.
Correa, que no es economista, cumplió.
La chispa fue la bronca y la posibilidad.
Sus compañeros, la combustión.
Voló todo: el modelo de precarización y vaciamiento de la fábrica estalló por los aires.
No quedó nada: esa estructura humillante de Agroindustrias Madero hoy es la Cooperativa de Trabajo Aceitera La Matanza, que este julio festeja seis años de trabajo sin patrón.
Y en estas tres hectáreas y media estuvo sentado Alberto Fernández en lo que fue la primera vez que un presidente de esta tierra en crisis pisó una fábrica recuperada.
Del fósforo al Presidente, en un movimiento: todos los fuegos el fuego.





La chispa
El fogonazo prendió en 2016.
Ese año, el primero del macrismo en Argentina, el empresario Carlos de Pina convocó a todos sus empleados para informarles que Agroindustrias Madero no era “solventable”, y que de 100 trabajadores iba a dejar a 70 en la calle. De Pina era dueño en triple escala: Molinos Navarro era la propietaria del predio, que le alquilaba a Agroindustrias Madero, dueña de todas las maquinarias, y esta le alquilaba, a su vez, a Biomadero, productora de biodiesel.
“Siempre fue un explotador: hubo compañeros que se pasaron trabajando acá adentro 36 horas de corrido”, recuerda Correa. El adentro de esta fábrica implica laberintos ascendentes entre tolvas, escaleras, prensas, tableros, más escaleras, y un ruido incesante de motores que nunca parecen detenerse. “Su idea no era irse de acá, sino echar a los quilomberos y empezar de nuevo: era el boom del biodiesel y toda la producción que hacíamos era para exportación. Por lo económico, esto era súper viable”.
En 2013 los trabajadores habían logrado meter al sindicato dentro de la fábrica. El primer reflejo patronal fue casi un cliché: echó a 20 obreros. “Estuvimos parados y logramos reintegrar a los compañeros. Ahí nos pudimos armar más fuerte: de un delegado pasamos a ser cuatro. Pudimos pelear por más cosas. Lo primero fue el salario. Estábamos fuera del convenio. Y después los pagos: pagaba cuando quería, siempre atrasado. Yo entré en 2009 y siempre fue así, muy desprolijo. En los últimos tiempos hasta le parábamos la planta si no pagaba al cuarto día hábil”.
Correa era uno de los cuatro delegados de la empresa. ¿Qué hizo el sindicato ante la comunicación de echar a 70 personas? “Acompañó la decisión del patrón porque dijo que era el mal menor. Su teoría: ‘Antes de quedar todos en la calle, no se metan, no hagan quilombo y que los despedidos cobren la indemnización’. Pero yo dije que no. Y ahí comenzó todo: nos agarró la euforia. Era a todo o nada”.
Este tipo de frases, en estos conflictos, también tiene su correlación práctica: ¿qué significaba a todo o nada en una aceitera de La Matanza? “Echamos al sindicato y casi le prendimos fuego el auto a la contadora de la empresa. Al otro día me llevaron a la comisaría con otro compañero porque nos denunciaron por amenazas y usurpación”.
Un día en el juzgado un trabajador de otra aceitera le preguntó si conocía a Eduardo Vasco Murúa, referente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), actualmente en la Dirección de Políticas de Inclusión Socioeconómica en el Ministerio de Desarrollo Social. Fueron a verlo, le comentaron su situación, y Murúa soltó una nueva chispa:
“Se puede”.
Correa: “Sin el movimiento no hay camino, es todo oscuro. Acá hubo mucho respaldo, que te da una inyección anímica muy grande. Uno piensa: ‘¿Una recuperada? Si ahora no nos podemos poner de acuerdo en cómo seguir, nos vamos a matar entre todos’. Pero lo hicimos, al menos en mi caso, por la rabia a todo lo que habíamos pasado. ¿Qué perdemos si nos va mal, si ya nos dejaron en la calle?”.
Los trabajadores hacían guardia en la fábrica, y comenzaron el camino cooperativo. “El sindicato nos decía que era imposible, que nos íbamos a esclavizar, que íbamos a tercerizar el laburo”, recuerda Correa, y deja el pie al remate de la historia: “Ahora, en lo que nos llevamos todos los meses, estamos en iguales y hasta mayores números que los del sindicato”. Cabe subrayar con mil crayones que el aceitero es uno de los gremios que mejor paritaria viene logrando hace años: la última revisión salarial llevó el básico inicial a $184.000 a partir del 1º de julio. Correa: “Nos metimos en la cabeza hacer todo lo posible, cuando arrancamos, para tener el retiro que nos merecemos. Y lo estamos logrando”. La diferencia es que ya no se trata del sueldo que paga una empresa, sino del fruto del trabajo cooperativo que se reparte entre quienes trabajan.
De la amenaza de 70 despidos a una cooperativa con retiros por sobre el convenio.
Correa confiesa: “Yo era uno de los 30 que no iban a echar”.





Inercia y odio
A Correa le dicen “Fino”, tiene 33 años, es secretario de la Cooperativa y parte de una nueva generación de procesos de recuperación de empresas. La historia del sector indica que fueron obreros y obreras, con una edad que el mercado laboral vomita, las personas que inventaron un camino distinto, cooperativo y autogestivo. ¿Qué empujó a Correa, con 27 años entonces y con mayores posibilidades de armar un currículum, cuando era uno de los que no iban a ser despedidos?
Piensa en tres aspectos:
“Por un lado, es la inercia y el odio: yo entré en 2009, y pensaba que si había tirado seis años de mi vida, podía un poquito más. Pero siempre era un poquito más, y otro poquito, y cuando te diste cuenta habían pasado dos años”.
“También me afectó que este fue mi primer laburo: no quería perderlo. Lo que me dio mucha fuerza fue que iba recorriendo otras recuperadas, y veía la historia de esos compañeros: no habíamos vivido nada de eso, a ellos los cagaron a palos, los metieron en cana. Estaba seguro de que se iba a poder”.
¿Y qué hay más acá del odio y de la inercia? “Mis viejos habían sido delegados y fueron echados los dos. Quedaron frustrados. Y esta era como mi revancha con ellos: poder devolverles lo que ellos no pudieron”. Se emociona: “Fue una parte emotiva porque ellos me dejaron como una ‘doctrina’, de lucha, de pelea, de no abandonar. Yo tengo dos hijos de 12 y 11, y una hija de 8: ¿qué les digo cuando llego a casa?, ¿que no luché? ¿Qué enseñanza les voy a dar si abandono? Mi vieja no quería saber nada: cuando me metí de delegado me dijo ‘pensá en tus hijos, te van a echar’, y cuando pasa todo esto me dice: ‘¿Viste, te dije?’. Ahora te voy a demostrar que puedo, pensé. Son muchas cosas: el odio, otras recuperadas, tus hijos, tu familia. Son distintas cosas que te llevan a decir ‘mandale, mandale y mandale y no aflojés’”.
Y no aflojaron.
Lo más grande que hay
El camino no fue fácil. El deseo cooperativo comenzó en 2016 pero los primeros ingresos fueron en 2018. Nahuel Llanes tiene 40 años, hace 15 que trabaja en el sector de molienda, y cuenta esos dos años “tremendos” enfrente de un tablero que muestra con colores y dibujos un mapa: indica sensores, variables, revoluciones de las norias, zarandas, cocinas, el sector donde se inicia el proceso que prepara el grano de girasol para sacar el mayor porcentaje de aceite. “¿Sabés lo que es estar dos años parados?”, pregunta. “Si una semana a un trabajador le cuesta la vida, imaginate dos años, sin llevar siquiera noticias a tu casa. Veníamos ocho horas acá por nada, ni para cargar la SUBE, y esperando alguna noticia de la jueza”.
¿Por qué seguir? “Soy una persona de mucha fe, y esa fe te da un regocijo. Otra cosa fue venir y ver que hay un grupo de personas que la está pasando tan mal como vos. Si aflojás, los perjudicás también a ellos. También está el pensar que puede haber un futuro si nosotros luchamos. Y lo principal es la familia: sin la familia, uno decae”.
Hicieron changas para llevar algo a sus casas (construcción, remisería, fletes, basura), y entre la desesperación y la fe, cuando estaban por firmar su primer convenio de producción autogestiva, la jueza les falló en contra. Correa: “Se me desmoronó todo. Sabíamos que si poníamos a girar la rueda, no parábamos más. El dueño también sabía, y por eso arregló con la jueza”. Movilizaron al juzgado y lograron conseguir la continuidad, pero el empresario con el que iban a firmar quedó desconfiado: decía que las máquinas no funcionaban y quería verlas en marcha. “¿Cómo hacemos si no tenemos un peso?”, pensaba Correa.
Y el milagro llegó: de tanto llamar a proveedores, consiguieron uno que tenía cuatro camiones de semillas. “Era un muchacho que también había quedado con bronca porque el dueño le quedó debiendo mucha plata. Le dijimos que traiga los camiones cuanto antes. Acá necesitás diez camiones por día, pero ya con esos cuatro podíamos armar todo para poner en marcha las máquinas y que venga esta gente empresaria”. Así fue y así la rueda empezó a girar.
Llanes se emociona al recordar qué implicó: “Acá me subestimaron, me maltrataron laboral y psicológicamente. Cuando era nuevo me mandaban a barrer debajo de la lluvia, o me verdugueaban de mil maneras. La cooperativa es otro mundo: antes éramos más egoístas con nosotros mismos, pero hoy nos hermanamos entre todos, y si hay un problema es del colectivo”.
Ramón Ávalos –35 años, 14 en la fábrica, sector prensa, tres hijos– coincide: “Para poder salir necesitamos un objetivo común, siempre a la par, porque si no tiramos todos de la misma rienda esto se va al carajo”.
Eduardo Escobar –40 años, 17 en la empresa, operario, dos hijos– también es maestro de tableros y no duda: “Trabajar sin patrón es lo más grande que hay”.
El alma en el cuerpo
En la entrada de la fábrica hay un bar con productos cooperativos que funciona, también, como bachillerato de adultos. Lo gestiona un grupo de vecinos que lleva adelante un espacio llamado Galpón Cultural. Correa explica: “Nos dieron una mano grande en visibilizar el conflicto en el barrio: la fábrica estaba mal vista por los olores y esto fue un cambio radical. El olor a ácido se sentía desde la rotonda de La Tablada. Nosotros invertimos y ahora estamos saliendo de la categoría de ‘agente contaminante’. En ese proceso, lo cultural fue clave”.
Afuera del bar se escuchan motores: de aquellos cuatro vehículos iniciales a este julio de cumpleaños en el que no paran de entrar y salir camiones (cada uno con 30 toneladas de granos de girasol), Correa refleja ese flujo en números de producción por día:
400 toneladas de molienda en pellet de girasol (alimento para animales).
100 toneladas de aceite refinado.
De esas 100, 75 son a granel y 25 de envasado, que comercializan con las marcas El Cortijo (aceite de girasol) y Lago Espejo (aceite de mezcla).
Los números reflejan también decisiones cooperativas: al retomar la producción había solo dos turnos de molienda. Correa: “Trabajábamos 15 días de corrido, 12 horas cada jornada, y sin franco, porque la fábrica necesitaba continuidad: no podíamos frenar porque el costo era inmenso. Empezamos a llamar a otros compañeros”. Cuando comenzaron a mover la rueda, no llegaban a 50 trabajadores: hoy son 100. Sumaron un turno más y recuperaron el sector de envasado, que había sido cerrado por el patrón: “Ahí trabajan hoy 11 compañeros”.
Todo esto es lo que le contaron al presidente Alberto Fernández el 5 de mayo de este año, cuando visitó la fábrica en el marco del Encuentro Federal de Empresas Recuperadas. Ese día recibieron, además, a 2.000 personas de cooperativas de distintas provincias, impulsaron la nueva presentación del proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas y lanzaron el ReNacER (Registro Nacional de Empresas Recuperadas), herramienta para conocer el detalle de un sector que reúne a más de 400 experiencias, con más de 18 mil trabajadorxs.
Correa: “Para las cooperativas fue un orgullo la visita, demostrando la viabilidad de las empresas recuperadas. No sé si es por el trabajo de la Dirección, pero creo que el movimiento está más instalado en la calle. Y da alegría ser parte de esa construcción: somos una parte grande de la economía”.
Fernández dijo en la aceitera: “Hay que darle las herramientas a la economía popular para que siga creciendo”, pero estos meses estuvieron atravesados por las discusiones de planes sociales vs. trabajo. Piensa Correa: “Estamos constituidos como cooperativa de trabajo, pero somos una empresa recuperada. Desde ese rol generamos mucho más que el propio Estado porque recuperamos y generamos trabajo genuino, inserto en la cadena alimenticia: durante la pandemia fuimos una de las actividades esenciales. Nunca se había apostado a invertir en este sector, a comprar maquinaria, recién ahora se está viendo. Es posible generar, con la misma plata de los planes, puestos de trabajo: si demostramos que siendo 100 coatíes pudimos poner en funcionamiento una planta con estas dimensiones, ¿cómo ellos que son ingenieros o economistas no pueden recuperar algo como Vincentín, por ejemplo?”.
¿Horizontes del movimiento? Además del proyecto de ley –cuya esencia es facilitar los procesos de recuperación de las fábricas–, Correa plantea la jubilación: “Yo soy joven, pero tenemos muchos compañeros de 70 años. La cooperativa acompaña con un retiro, porque se jubilan con la mínima: de un ingreso aceitero pasan a cobrar la mínima, que es de $37.000, es como volver a quedarse sin laburo. Hay pedidos de reuniones, pero hay que actuar: tenemos que volver a tomar despachos”.
Otra vez, un concepto: su traducción en un derecho recuperado se está escribiendo.
Una pista se entiende en el sector de refinado. Allí está Cristian Gaitán, 32 años: había entrado en 2008, se fue a una empresa constructora y regresó en 2020. “Nunca me adapté, y cuando mis compañeros me dieron el ok para volver, me volvió el alma al cuerpo”, dice, pañuelo en la cabeza, delantal blanco, con una sonrisa de tres hectáreas y media: “Acá trabajaron mi hermano y mi papá que falleció en mayo: es mi segunda casa. La cooperativa representa que esto es nuestro: ¿qué mejor que hacer algo tuyo, propio, con todo el cariño del mundo?”.
Y rescata una palabra, hoy tan perdida en esta tierra en crisis, pero que entre los silos de cemento quizá revele un secreto de esta historia que no hace falta traducir:
“Estar acá es un orgullo”.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
CABA
La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

- Revista MuHace 4 semanas
Mu 205: Hay futuro
- CABAHace 3 semanas
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”
- #NiUnaMásHace 3 semanas
Femicidios en julio: la noticia es el horror
- ActualidadHace 3 semanas
Mendoza movilizada: sábado de caravanazo contra la minera San Jorge
- ActualidadHace 4 semanas
Mapuches en Neuquén: 10.000 personas movilizadas contra la represión y en apoyo a las comunidades originarias