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Cementerio online
Crónica del más acá
L as Provincias Unidas del Río de la Plata son un lugar raro, casi siempre desconcertante. Inviernos cálidos o nevados, veranos indecisos, pobres durmiendo en el pedestal de los poderosos, poderosos que no lo son tanto y los que lo son no parecen… una suerte de feria de las tinieblas aunque con cierto colorido. En función de semejante especulación y aprovechando un descuido de mi guardia psiquiátrica, el sábado me fui al Cementerio de la Recoleta.
Pero antes, como buen nieto de la era digital, entré a la página del cementerio. Si, admito que la idea de la página web de un cementerio me parecía bizarra. Bueno: me superó la bizarría de la propia página, auspiciada por el Ministerio de Cultura de la Ciudad (muchachos, aflojen un poco…).
Se ve que la redactora tenía algunos problemas de síntesis e información histórica, ya que la sección Famosos, de Oliverio Girondo enuncia sus fechas vitales y que escribió Espantapájaros. Nada más. Pobre Oliverio. O que el único mérito de Silvina Ocampo (además de estar en la Recoleta) parece haber sido casarse con Bioy. O el mismo Bioy, que parece que plagió una novela porque le gustaba una prima. Además de eso, nació y murió. Desopilante. O Cané, que aparece en escritores por haber perpetrado Juvenilia y no como mentor de la “célebre” Ley de Residencia, entre otras bellezas. Y hay una secuencia de fotos de un gatito tomando agua que me hizo pensar en cambiar mi medicación. (Y les dieron un auspicio…)
Igual salí. Nada mejor para levantar el ánimo que una buena caminata por un camposanto. Pero no por cualquier camposanto, porque hay pocos santos en la Recoleta. Pero vamos despacio: a la entrada, no un muerto si no un vivo me sacó por un mapa orientador 6 mangos para una fundación que no tengo idea que es lo que hace. Pagué como corresponde a cualquier idiota asumido.
Gatos. Varios gatos. Como el del la foto de la página. Indispensable aclarar en los tiempos presentes que me refiero al querible cuatro patas doméstico. Gatos bastante feos, bastante ordinarios e indiferentes a todo. Pero todos gordos… ¿qué comerán?….puajjjjj.
Por supuesto, tumbas. La mayoría severos edificios sepulcrales con un cierto tono de decadencia, en muchos completamente evidentes. Bóvedas descuidadas, no hay flores (en la única tumba que vi flores fue en la de Evita), algunas arquitecturas fantasiosas y cocoliches, con neptunos (si, neptunos) y nereidas y ángeles y una pintoresca bóveda con una calavera al frente como la de los piratas. Para que no te queden dudas. Y varias con un llamador en la puerta. Gente optimista.
Por supuesto que uno tiene allí un recorrido por los fiambres más célebres de la historia argentina. Largo para enunciar, me tiento de decir “están todos”… Sarmiento y Dorrego y Rosas y Roca y… Se pueden hacer muchas reflexiones, pero que me parece que le pertenecen al terreno de la literatura y no del periodismo. Digo Yo que no pertenezco a ninguno.
Mucho apellido del ilustre patriciado nacional, pero todo, insisto, en un tono de descuido, envejecimiento, como de una gloria que aún en la muerte, ha terminado. La vieja oligarquía no parece interesarse en sus templos necrológicos. Tal vez son los tiempos de los cementerios parque, de las cenizas arrojadas al aire.
Dos perlitas: la familia Saenz Valiente tiene en una bóveda a una amada sirvienta del siglo 19. Pero la enterraron del lado de afuera, no sea cosa que alguien piense que la muerte elimina las jerarquías.
La otra: el mausoleo de la familia Leloir contradice en todo la imagen que (algunos) tenemos de sacrificio y abnegación de Don Luis Federico (Premio Nobel de Química para algún distraído): un mamotreto inmenso, con una enorme cúpula, columnas, granito pulido y un despliegue pomposo, fanfarrón y ligeramente patético ante las alas de la muerte.
Hay varios así, pero no es el tono dominante. Algunos son un mestizaje de época con signos decadentes, como el de Carlos Pellegrini, entusiastamente defendido por la guía oficial, que además da -aparte- una curiosa versión histórica acerca de la muerte de Aramburu, que está ahí nomás. Turistas, turistas y más turistas (¿Qué van a ver?). Aprendices-estudiantes de guía junto a su profesor, aniquilando el recuerdo de Mariquita Sánchez de Thompson, pero ya mejorarán.
Qué cosa. Los ritos funerarios y las honras a los muertos es una marca de humanidad. De las primeras, de las más antiguas, de las iniciáticas en el gigantesco esfuerzo para, justamente, humanizarnos. ¿Dé que humanidad habla uno cuando entra a lugares como estos?
Salir de la Recoleta reflota la misma pregunta. Hay están todos. Sobre todo los Otros. Los restos del patriciado porteño que se niega a countries. Sentados en restaurantes donde una parrillada para dos sale 290 pesos y los menús son bilingües y las chicas que atienden parecen modelos. En el Village gente tomando el solcito, gente pasando en rollers que salen un sueldo mío, gente paqueta, arreglada, porque todos pasaron por el chapista.
Unos están adentro de los enormes paredones. Otros afuera. Todos juntos. Adentro y afuera.
No puedo evitar pensar en Evita dentro de la Recoleta. Algo me hace ruido en el estómago. Me entró frío.
Raro el clima en las Provincias Unidas.
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La pequeña gigante
“El gobierno tiene que escuchar la crítica sana. No creerse que siempre hay mala leche detrás de las protestas”, dice Nora Cortiñas. Una posición que ha generado debates en su propia organización, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Sus ideas sobre los organismos, los partidismos, la autonomía y otras altas costuras.
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El principio del fin
La reconversión de San Telmo. Al ritmo de la especulación inmobiliaria y la demanda del turismo, el barrio explotó. Los especialistas calculan que ya la mitad está ocupado por extranjeros y que el ritmo de los desalojos aumentará. Por lo pronto, ya hay 23 padres y madres detenidos por resistirse a pagar el triple. Y el macrismo lanzó su negocio de reciclar el barrio.
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Efectivo al toque
A nueve meses de instalada, la empresa finlandesa gana un millón de dólares por día, pero la ciudad tiene el índice de desocupación más alto de Uruguay y casi duplica la media nacional. Floreció la industria de los juicios laborales, se hundió el turismo y creció la incertidumbre sobre el futuro. Otra forma de decirlo es que se agravaron los problemas que Botnia prometía solucionar. Sin embargo, en territorio uruguayo pronto se van a instalar tres pasteras más, una cerca de Colonia y otra en un corazón turístico muy ligado a los argentinos: el departamento de Rocha, para usar el puerto de La Paloma.
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