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Onda Brukman

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El desfile de personajes de la llamada farándula que puede verse en las fotos que acompañan esta nota es producto de una invitación que formuló mu y que aspira a contar con una presencia capaz de llamar la atención sobre una noticia urgente: las fábricas recuperadas necesitan vender sus productos para así defender y multiplicar las fuentes de trabajo autogestivas. Al llamado respondieron rápida y entusiastamente cinco fans del ejemplo que sintetiza Brukman. Una cooperativa que hoy integran 65 mujeres y hombres que cosen trajes de calidad y rompen moldes de alta costura: aquellos que pretenden reglamentar lo que es posible o imposible hacer. ¿Cómo lo lograron?

Onda BrukmanSi Diego Capusotto, Mike Amigorena, Juan Palomino, Arturo Bonín, Pasta Dioguardi y mu están en este lugar, rodeados de ambos, tijeras, trajes, centímetros e infinitos percheros, es gracias a que las costureras de Brukman abrieron sus puertas para esta producción. Y lo hicieron a partir de algo obvio (¿obvio?): tienen las llaves de la fábrica. Eso se debe a uno de los momentos más simbólicos y desconocidos de la historia reciente. Ocurrió el 18 de diciembre de 2001 (se informa a niños, a extranjeros y a amnésicos, que se trata de la era del corralito, De la Rúa, Cavallo y otras irrealidades por el estilo). Ese día el señor Jacobo Brukman, en el salón del directorio de la empresa, revoleó su llavero ante 30 costureras, gritando:
–Si ustedes se creen que pueden manejar la fábrica, y que es tan fácil, ¡acá tienen las llaves!
Y arrojó el manojo sobre la lujosa mesa de reuniones. Su hermano Enrique informó:
–Yo por ustedes no voy a traer la guita de afuera.
Y se marchó dando un portazo. Las mujeres se miraron, y miraron las llaves, que el prudente Brukman volvió a guardar tras su actuación. No pretendían manejar la empresa, sólo exigían cobrar algo más que los dos (2) pesos semanales que les venían pagando por su trabajo. Parece que ellas no tenían cuentas en el exterior.
Un día después se produjeron dos noticias, una mala y otra inquietante.
La mala: no les pagarían ni siquiera los dos (2) pesos, y Jacobo Brukman, sus hermanos y gerentes, habíanse esfumado como fantasmas.
La inquietante: las costureras ya tenían su propio juego de llaves.
Capusotto, Amigorena, Palomino, Bonín y Pasta aceptaron posar para las fotos por solidaridad y/o simpatía hacia esta experiencia y reconociendo acaso que aquí hay una clave (palabra hermana de llave) que tal vez ayude a entender ciertas cosas. Brukman hoy está manejada por la Cooperativa de Trabajo 18 de Diciembre, aquella fecha inhóspita en la que se quedaron a dormir en la fábrica por una razón brutal: no tenían dinero para el boleto de vuelta a casa. Actualmente producen ambos, trajes (ambo más chaleco), pantalones, sacos sport, gabanes: mucho de lo que aparece bajo marcas como Christian Dior, Pierre Cardin o Saint Laurent, en realidad se hacía y se hace en Brukman. La diferencia: el saco que en una tienda cuesta desde 800 a 1.000 pesos aquí vale de 200 a 480.
Producen, de paso, diseños exclusivos: modelos sobre cómo entender el trabajo y estilos propios para la toma de decisiones, todo confeccionado con fibras naturales que aquí se irán detallando.
 
Sindicato y arrorró
Matilde Adorno retrocede un paso para apreciar mejor algo inédito: el actor Diego Capusotto, de traje. “Mirá qué bien que te queda”. Él se acomoda la corbata, y cual burócrata destemplado contesta agitando el índice: “Más respeto señora, que ya soy otra persona”.
Brukman actualmente puede producir 130 pantalones y 50 ambos por día. La novedad es que confeccionaron también ambos femeninos. Mientras mediáticamente se discute si hay o no un parate económico, Matilde no precisa sufrir los diarios: “Desde mitad del año pasado todo se empezó a frenar”. En la práctica, venían cobrando 300 pesos semanales, y ahora andan por la mitad. “Al no tener un patrón, dependemos de nosotros mismos. Estamos en una meseta, pero seguimos caminando, no nos van a detener” sonríe Matilde. Estas mujeres saben tanto de burócratas destemplados como de voltear vallas policiales, de lidiar con izquierdas y derechas, y –a veces lo más incierto– conformar a esa extraña raza de seres llamada “clientes” que llegan a Brukman buscando llevarse un traje que los haga sentirse otra persona, diría Capusotto, o al menos levemente más elegantes y felices.
Aquel diciembre de 2001 la felicidad no estaba de moda. Brukman tenía 115 personas en su planta, sólo 20 varones, y venía bajando los salarios que alguna vez fueron de 500 pesos semanales, a 50, 20, y –el viernes 14 de diciembre– hicieron números redondos: dos pesos. Argentina vivía un pico histórico de desocupación y recesión. Domingo Cavallo inventaba el corralito para frenar la fuga de dinero propiciada por él con la “convertibilidad”. Pero la fábrica en ese preciso momento estaba trabajando a full, con un encargo de 3.500 bermudas para la marca Port Said. Los trabajadores no entendían esa especie de saña patronal.
“Nos dijeron que nos tomáramos una semana, pero les dimos hasta el martes 18 para ir a cobrar y a seguir trabajando” relata Matilde Adorno. El horario de entrada era a las 6, lo que obligaba a varias de estas mujeres a levantarse entre las 3 ó 4 de la mañana para llegar al Once desde el conurbano. A las 7 bajaron de “Sacos” (3º piso) y de “Pantalones” (5º) a la sección “Directorio” (entrepiso), donde Jacobo hizo su show de las llaves. El gerente les propuso que se quedaran tranquilas, que saldría a buscar dinero y lo traería como solía ocurrir. Se vino la noche, y no aparecía nadie. Algunas de las costureras no tenían con qué viajar a sus casas, y otras calculaban que si se iban, no tendrían para pagar el colectivo al día siguiente. Armaron una ronda de sillas en la recepción y así, juntas, pasaron la noche. El 19 de diciembre el portero tampoco apareció, y el sereno anunció: “Yo me las tomo, les dejo las llaves a ustedes”.
Apareció luego la delegada sindical, Marcela, que fue rumbo a su máquina como si no pasara nada. Las chicas le pidieron que se comunicara con soiva, el Sindicato de Obreros del Vestir y Afines. “No sabíamos qué hacer, queríamos que el sindicato nos orientara” relata Matilde. Otra de las cosas que Brukman no pagaba era el teléfono, por lo que Marcela fue a llamar desde la calle. “Dicen que no pueden venir porque tienen muchas cosas que hacer” fue la respuesta (nadie ha podido saber qué cosas son más importantes para un sindicato que asesorar a sus afiliadas que están tomando una de las más importantes fábricas del país). Solas como nunca, las chicas Brukman hicieron una asamblea y decidieron ir al Ministerio de Trabajo. Por supuesto, caminando, con sus guardapolvos celestes. Llamaron a un abogado amigo de una de ellas para que las acompañara. Cuando llegaron al ministerio, la agradable sorpresa: ya estaba el sindicato. Al rato supieron que el soiva estaba pidiendo la quiebra de Brukman, exactamente lo que ellas querían evitar.
Se organizaron para pasar otra noche en la fábrica. Colgaron afuera algunos carteles manuscritos con consignas subversivas, tipo: “Queremos cobrar”. Al anochecer las llamó el abogado amigo. “Chicas, saquen los carteles que De la Rúa decretó el estado de sitio, así que apaguen todo y váyanse para el fondo, que no las vean porque la policía tiene piedra libre para hacer lo que quiera”.
“Adiviná quiénes se quisieron escapar primero que nadie” me consulta Matilde con esa sonrisa contagiosa. Ni idea. “Los hombres, siempre los más miedosos”. Varios alcanzaron a irse hasta que Juanita Chinque decidió hacer algo drástico, en tres movimientos.
 
Paso 1: Gritó: “De acá no se mueve nadie. Esto es nuestro y lo vamos a defender”.
Paso 2: Cerró la puerta con llave.
Paso 3: Soltó el manojo de llaves en el centro de su corpiño, y se cruzó de brazos por si alguien tenía algo más que agregar.
Al rato escucharon unos golpes cerca de la puerta. Pensaron: “Gendarmería nos viene a buscar”. Se asomaron pero no había gendarmes, ni policías. Había cientos de personas, familias, mujeres como ellas, golpeando cacerolas y tomando la calle para decir: “que se vayan todos”.
Matilde: “Estábamos tan en lo nuestro que no entendíamos nada. Los piqueteros eran los que a veces no nos dejaban pasar. Desde esos días empezamos a ver que eran nuestros compañeros”. Pasaron la noche en la fábrica, arrorró de cacerolas, llaves cobijadas entre los sueños de Juanita.
 
Mike y las exitosas Brukman
Amigorena logró participar en esta producción a través de unos 70 mensajes de texto intercambiandos con mu mientras grababa Los exitosos Pells, y su llegada a Brukman generó un revuelo de aquellos: la fábrica se llenó de hijas, sobrinas y amigas que miraron asombradas al actor. Mientras Mike posa con elegantes bermudas, las chicas Brukman siguen repasando su historia. El 20 de diciembre de 2001 volvieron al Ministerio de Trabajo, caminándose otra vez media ciudad. “Mientras esperábamos veíamos banderas en la calle, gente marchando, la policía, los gases lacrimógenos. Nosotras arriba llorábamos”. ¿Por los gases? “No, de miedo y de no saber qué iba a pasar”. El Ministerio suspendió sus actividades e inactividades habituales, mientras las fuerzas del orden se dedicaban a reprimir y matar ciudadanos en las calles. “Volvimos corriendo a la fábrica. Seguíamos esperando que alguien de la empresa apareciera, pero nada”. Así pasaron Navidad y Año Nuevo, bancadas por las familias y por colectas de comida que hacían en el barrio.
En enero llegaron los señores de Port Said reclamando sus bermudas. “Decidimos hacerlas, y así pagamos la cuenta de luz y la del teléfono” recuerda Matilde. En febrero los Brukman aparecieron por televisión reclamando que les devolvieran la fábrica. En marzo de 2002 se intentó el primer desalojo.
Las fuerzas del orden llegaron pertrechadas con seis patrulleros. En la fábrica había tres trabajadores (dos mujeres y un hombre), incluyendo a Juanita, con su hijo Miguel de 25 años. Matilde: “La policía estaba segura de que estaba lleno de gente durmiendo, piqueteros, militantes. Dijeron que despertaran a todos y que salieran. Juanita les dijo que le iba a tomar tiempo, y mientras tanto Miguel se coló por atrás a lo de un vecino que casi lo mata porque pensó que era un ladrón, pero terminó prestándole el teléfono y nos fue llamando a todos. Los vecinos también salieron a defendernos. A los 5 minutos la calle Jujuy era una multitud”.
El segundo desalojo, en noviembre de 2002, incluyó una actitud menos educada: la policía. En Brukman había cuatro personas. Una de las trabajadoras con su hijita de 9 años. Matilde en el 3° piso y otro de sus compañeros en el 5°, descansando. Uno de los trabajadores llegó para iniciar los relevos, y al abrir la puerta se le abalanzaron por la espalda, lo tiraron al piso y se colaron estos agentes de la ley encapuchados y rompiendo puertas con sus Itakas. Apuntaban hacia todos lados a sus inexistentes enemigos como en las series norteamericanas. Matilde, que tiene el sueño pesado, seguía durmiendo, hasta que uno de los valerosos encapuchados la despertó apuntándole con la escopeta y a los gritos. “Dejame que estoy muy cansada” contestó ella. “Yo pensaba: ¿esto será una pesadilla?” Finalmente se la llevaron, así como a sus compañeros y a la nena. Se volvió a armar la cadena de presión, la gente reclamando en la calle. La policía estaba por colocar un candado en la fábrica y una de las trabajadoras le dijo: “No lo ponés”. El defensor del orden insistía y la trabajadora agregó: “Te dije que no lo ponés porque te vamos a hacer mierda”. Cabe señalar que la mujer se llama Delicia: “Terminamos echándolos a las patadas. No es una forma de decir. Patadas reales, y les volaban las gorras”.
La fábrica fue retomada.
El tercer desalojo fue el más violento, en la Semana Santa de 2003. Una multitud, incluyendo partidos de izquierda y movimientos piqueteros, se congregó para retomar la fábrica. Cuatro de las trabajadoras, Matilde, Delicia, Celia y Estelita, tiraron al piso las vallas policiales para ir hacia la puerta, pero entre la represión y grupos de provocadores que fueron a ejercer su oficio, todo terminó mal: persiguieron a los manifestantes, honrándolos con gases, balazos, palos y detenciones que implicaban algo parecido a lo que había ocurrido en el Puente Pueyrredón con dos piqueteros asesinados a mansalva: la intención del establishment de asustar, reprimir, criminalizar y domesticar cualquier protesta.
 
La izquierda del cogote
La gente de Brukman quedó fuera de la planta, y resolvieron instalarse a media cuadra, en la plaza de Jujuy y México. Fueron 6 meses. El lugar se convirtió en un símbolo de lucha para los partidos de izquierda. El pts puso una carpa, e incorporó a Celia Martínez a sus filas (una peronista de toda la vida, sin militancia, con una enorme fuerza). Aparecieron carteles de Celia como candidata a diputada, con guardapolvo celeste y señalando que pertenecía a Brukman. Sus compañeras empezaron a sentirse acosadas por las exigencias de partidos que rodeaban la carpa de banderas más que de soluciones, y que terminaron literalmente a las trompadas entre ellos, confirmando cierta tradicional tendencia de la izquierda a subdividir las subdivisiones hasta los límites del mundo microscópico. “Los del pts con uno de los muchachos que estaba más cerca del po, se agarraban del cogote, cualquier cosa” explica Matilde. “Nos dio lástima y al final dijimos que Celia podía hacer afiches pero sin el guardapolvo y sin decir que era de Brukman. Un señor del pts nos reclamaba por la plata que pusieron para la carpa, así que se la terminamos pagando. Trescientos pesos”.
Muchos trabajadores no participaron en aquella resistencia en la plaza. “Se iban a buscar trabajo a otro lado, pero las que quedamos seguíamos recorriendo facultades para pedir para nuestro fondito de huelga y tratando de ver qué hacer” dice Matilde. La propia Celia fue uno de los nexos con el abogado Luis Caro, denostado por la izquierda, que alguna vez casi participa en listas electorales de Aldo Rico (moda vigente), luego aliado a la Corriente Clasista y Combativa (maoísta) en diversos entuertos legales, católico militante, y uno de los más hábiles gestores de las leyes que permitieron que decenas de fábricas de todo el país fueran expropiadas en favor de las cooperativas obreras. Sus detractores le adjudican intenciones de dominio sobre las fábricas, aunque tal cosa no se ha verificado (y cuando hubo diferencias con él, caso del diario Comercio y Justicia de Córdoba, prescindieron de sus servicios). El problema para cualquier intento de hegemonía sobre estas fábricas es la fuerte tendencia al funcionamiento asambleario y democrático, lo cual les permite, guste o no, decidir lo que los propios trabajadores prefieren.
 
¿De quién es Brukman?
En octubre de 2003 se logró la expropiación en un acto inolvidable en la Legislatura porteña, con las costureras cantando “Brukman es de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode”. Por los pasillos andaban tanto Caro como Miriam Bregman del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos, y otros abogados de los partidos que venían acompañando esta saga. También estaban allí los obreros de Zanón, de Neuquén, los de Ghelco de Buenos Aires, y de muchas otras fábricas sin patrón. Los guardianes de la ley no habían querido dejar entrar a las costureras. Delia, 70 años, contó luego: “Mientras empujábamos le mordí el brazo a un cana”. Celia contestó: “Cuando lo vea la esposa”. Entraron.
Hubo legisladores que plantearon que esta lucha entroncaba con las mejores tradiciones del peronismo, otros la vincularon elogiosamente a las gestas anarquistas de comienzos del siglo xx, al 17 de Octubre, a la resistencia peronista, al Cordobazo, al 19 y 20. Las chicas Brukman se mordían lo que les quedaba de uñas (porque las palabras eran bellas pero la expropiación no llegaba) hasta el conmovedor recuento de votos. Votaron desde la izquierda hasta el macrismo, pasando por el pj, el ari y hasta cavallistas . En contra estuvo Julio Crespo Campos (de la fallecida Unión de Centro Democrático, ucede) que denunció una conjura piquetera de izquierda, mientras las costureras lo ovacionaban a las risotadas. Por un día no hubo doctrinas, dogmas ni religiones. Las trabajadoras, simplemente, tenían razón. Y el voto era la consecuencia de todo lo que habían sido capaces de defender, hacer y decidir juntas, hasta peleadas. Ahora se quedaban con los medios de producción, con la fábrica. Matilde hacía un gesto de alitas con sus manos, la garganta estrujada: “Me siento en el aire. ¡Qué pelotuda! No puedo ni hablar” anunció dejando llover su emoción. Y Celia añadió una celebración de la vida: “Vamos a la carpa a comer chorizos”.
 
¿Qué significa responsabilidad?
¿Para qué sirve un patrón? Matilde suelta otra carcajada. “Acá te das cuenta de que no sirve para nada. Más que un patrón lo que se necesita es organizar el trabajo. Una vez que se aprende, todos pueden hacerlo”. Así, estallan cientos de libros de management y de especialistas en recursos humanos. El latrocinio de llevar ejecutivos a dramatizar situaciones límite a estancias turísticas, o conectarlos con ex rugbiers sobrevivientes de los Andes, para aprender cómo superar obstáculos, para estos trabajadores sería absurdo: lo llevan en la sangre, están genéticamente vacunados para enfrentar el desastre.
Con las universidades han tenido una relación de afecto y apoyo estudiantil. Una cátedra de Diseño colaboró para que Brukman tenga su propio logo. Algunos cuervos revolotean la zona ofreciendo proyectos de comunicación por los que les piden fortunas, bajo la promesa siempre incierta de incrementar la clientela.
Todo, en cualquier caso, se discutirá en asamblea, y las mujeres van anotando en un pizarrón que funciona como mural informativo las novedades que se van produciendo.
La relación con el Estado es otro molde laberíntico. “Nos dieron subsidios y pudimos comprar algunas máquinas, y no mucho más”. El Ministerio de Desarrollo les mandó gente a comprar trajes. “Así vendimos unos 54” estima Matilde. Ahora están gestionando la confección de guardapolvos, al menos parte de los 3 millones que el Estado manda hacer para los niños. ¿Esa idea se le ocurrió a algún funcionario? Delicia tose de la risa: “Nunca se les ocurre nada, y todo lo ven negativo. Nosotros pensamos y vamos y vamos. Las compañeras me mandan a mí porque soy muy picuda”.
Otra idea: que Brukman fabrique los uniformes para pilotos y azafatas de Aerolíneas Argentinas. El secretario de Empleo del Ministerio de Trabajo, Enrique Deibe, es el que quedó comprometido a dar alguna respuesta. El marido de Delicia, oficial planchador Juan Carlos Righini: “Uno no les ve voluntad política”. Delicia: “Vos fijate que es una época en que los patrones están licenciando y despidiendo gente por la crisis y nosotros, en cambio, estamos pensando cómo incorporar más trabajadores”. De los 45 iniciales de la Cooperativa, ya pasaron a 65, lo cual implica un crecimiento de casi el 50% de empleo genuino.
¿Cuál es la diferencia de trabajar con y sin patrón? “Somos mucho más responsables” informa Matilde. “Con el dueño trabajás, pero me voy a mi casa y no pienso más en nada. En cambio ahora no tengo nunca la mente tranquila. Pienso qué hacer, cómo mejorar”. Juan Carlos repite la palabra: “Tenemos que ser responsables. Todo depende de nosotros. No hay un capataz que te persiga con el látigo. Yo trabajo en una máquina para planchar cintura de pantalones. Con patrón me dedicaba sólo a eso. Y si no había trabajo, me sentaba a esperar. Pero ahora, si terminé mi trabajo, sigo con las piernas, o plancho sacos, o me voy a abrir costuras de pantalones. Todos podemos hacer todas las tareas porque somos responsables”.
Llamativamente, parecen usar la palabra responsabilidad en su sentido menos momificado: no como obediencia a obligaciones, sino como capacidad de dar respuesta. Juan Carlos reconoce que si fuera por comodidad, trabajaría con patrón. “El tipo paga la luz, compra los insumos, yo ni me caliento. Pero elijo esta supuesta incomodidad, ¿sabés por qué?” dice, y se toca la cabeza: “Por conciencia obrera. ¿Por qué vas a regalar todo lo que hicimos juntos? Los que empezamos esto, no lo queremos terminar”.
Brukman trabaja un 90% á façon: cualquier marca los contrata, les entrega los insumos, y les paga la mano de obra para determinadas prendas. “Eso es menos ganancia para nosotros -dice Juan Carlos-. No tenés el patrón adentro, lo tenés en la vereda”. Matilde: “Por eso estamos buscando que se conozca más lo que hacemos, pero sabemos que lleva tiempo porque en el fondo esta etapa recién está en los comienzos”. Esa sensación de algo inicial, de algo con potencial, es tal vez otra fibra 100 x 100 made in Brukman.
 
Inventario de moldes
Miguel, aquel chico que saltó la medianera para alertar a los vecinos sobre el intento de desalojo en 2002, hoy es modelista de Brukman. Estudió en la Unión de Cortadores. Muestra unos moldes, que son los cartones que dibuja y corta una máquina, una matriz, para hacer las prendas según los distintos talles. La paradoja es que Brukman misma ha sido una ruptura permanente de moldes, para poder apropiarse de estos cartones que Miguel muestra orgulloso. ¿Qué moldes se rompieron? Algunos apuntes para pensar.
 
Molde patronal. Funcional al esquema “patrones ricos y empresas quebradas”, que honra deudas según la Doctrina Magoya.
Molde sindical. Según el cual no hay trabajadores si no hay patrones.
Molde judicial y policial. Las consideraban usurpadoras. Las mujeres supieron cuándo hacer volar gorras, correr de la represión, o burlarse de los encapuchados. No pudieron con ellas.
Molde de mercado. El desafío de crear formas nuevas de organización, estilos de trabajo y maneras de vender es un problema permanente: en qué medida la lógica de mercado los subordina, o logran subordinarla, para que no les quiebre un proyecto de existencia.
Molde de Estado. Salieron de la dependencia de los planes sociales que son un modo de domar a los movimientos y a estas experiencias.
Molde teórico. No había libros ni doctrinas ni recetas sobre cómo pelear y gestionar una fábrica sin patrón (y si hubiera habido, ninguna de ellas hubiera sido lectora de tal ensayo). Desde la desesperación y el abismo, inventaron su propia solución.
Molde individual. Aquí han preferido claramente las variantes grupales para encarar juntos los problemas.
Molde de izquierda, que como sugieren teóricos autocríticos y diversos transeúntes, tiende con preocupante frecuencia a tener más banderas que personas, más discursos que acciones, y más eslóganes que ideas, pero aun así pretende dirigir al resto.
Molde impotente. Según el cual todo esto era impracticable, insustentable e imposible.
 
Y rompieron el molde que busca victimizar a las personas, tenerles lástima y condescendencia, como un cliché que en realidad busca convencerlas de que están en una situación inferior, para así controlarlas. Hasta que se demuestre lo contrario, estas mujeres eligieron una forma de rebeldía que no está hecha de queja, sino de alegría.
¿Cómo lo lograron? Una hipótesis de Matilde: “Aprendimos a reventarnos discutiendo y peleando entre nosotros, pero después nos quedamos tomando mate y embromando todos juntos”. Pero de la pelea al mate, ¿cómo se llega? “Puede haber muchas ideas que no nos unen, pero al final buscamos lo que sí nos une. Y eso es la fábrica”. Delicia: “Nos une el trabajo”.
Matilde revela algo más: “Si me enojo con lo que dice alguien, no es que me enojo con la persona, sino con lo que dijo”. Con un entramado de confianza, y la mutua necesidad de supervivencia, ese desplazamiento es el que permite lo que Delicia llama “respetarnos aunque estemos en desacuerdo”. El otro detalle, según Matilde: “Aquí no hay presidente, no hay uno que mande. Eso es lo que nos hace más fuertes”. La discusión es entre personas que se saben diferentes, pero no hacen de esa diferencia una cuestión de poder.
 
Página en construcción
Matilde asegura: “Soy re-buena vendedora”. Le pido entonces que me “venda” por qué es mejor comprar cualquier prenda producida en estas condiciones. “Porque no hay intermediario. Esto es literalmente directo de fábrica. Y vendemos lo mejor, para poder seguir adelante. Tenemos el mejor precio, el precio justo, porque acá no hay un patrón que se la quiera llevar toda”.
¿Y cómo vendería Matilde las ventajas de una fábrica sin patrón? “Está dirigida por los propios trabajadores. Cuando la empresa es tuya, ponés todo tu espíritu en eso, no lo hacés así nomás. Nuestro empeño es para que el trabajo sea perfecto”. En www.brukman.com.ar se lee con palabras sentidas eso que aquí se percibe a cada momento: “El amor por lo que hacemos, nuestra trayectoria, y la pasión por nuestra fuente de trabajo son la garantía en la excelencia de nuestros trajes”.
El link “actualidad” de la web propone una frase aun mejor: “Página en construcción”. Eso es Brukman desde hace años, una actualidad en construcción. Una fábrica para que almas de todos los talles se sientan como nuevas cada vez que se miran al espejo.
 
 
 

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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