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La prisión del plan social

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Por Raúl Zibechi. La hipótesis de este uruguayo, que se resiste a definirse como periodista o intelectual, es que los movimientos sociales ganaron. El ciclo de luchas de 97 a 2002 impuso la agenda de los gobiernos progresistas latinoamericanos y hasta sus modales. Ahora, el desafío son las nuevas prisiones con las que intentan domesticarlos. Planes sociales, educación popular y militantes convertidos en funcionarios forman parte del menú que el Estado les ofrece a cambio de que “no molesten” al modelo neoliberal. Su apuesta es a los más jóvenes, víctimas preferenciales de los mecanismos de control territorial. El rol de las oenegés y los profesionales que trabajan gracias a la pobreza. La diferencia entre los discursos y las prácticas. Y otras delicias del Estado progre.

La prisión del plan socialToma el mate, enciende un cigarrillo y apaga el fósforo, pero deja prendida la mecha de una idea: “Las organizaciones sociales que jugaron un papel fundamental en el ciclo de luchas que fue del 97 a 2002, claves en la caída del gobierno de De la Rúa, son ahora engranajes de los planes sociales, o sea, de la dominación y la domesticación social”.
Puede observarse que este uruguayo sereno y profundo no compite por el trofeo sobre cómo ganar amigos, o al menos no hace demagogia hacia movimientos sociales y piqueteros a los que viene acompañando por décadas. Sus trabajos han sido plasmados en libros desde Genealogía de la revuelta hasta el recientemente reeditado Territorios en resistencia, cartografía política de las periferias urbanas latinoamericanas, que ya agotó su primera edición.
Cada uno de sus periódicos regresos a Buenos Aires suele significar la apertura de nuevas ideas, polémicas e hipótesis que plantea bajo una aclaración: “Más allá de juzgar, creo que lo importante es describir tendencias y lógicas que permitan comprender lo que está pasando”. En vista del actual panorama intelectual porteño, es una suerte que el Buquebús funcione más o menos a horario.
Zibechi trabaja en el semanario Brecha de Montevideo, es analista de política latinoamericana, sus columnas de análisis sobre política latinoamericana e internacional circulan por medios de todo el continente pero, más aún, es un investigador permanente de ciertas geografías: ese extraño territorio llamado “realidad”, las fronteras entre las sociedades y el poder, los flujos de acciones que las personas y grupos sociales van elaborando para lograr una especie de hazaña moderna: hacer su vida.
Como trabaja, estudia, se mueve y conoce de modo personal aquello de lo que habla, Zibechi es lo contrario de un opinólogo (oficio propio de algunos taxistas y, de modo más patético, de empresas periodísticas). ¿Qué es entonces Zibechi? Su primera respuesta a semejante consulta es asombrosa, y tal vez sabia: “No sé qué soy”. Mira el techo: “Periodista no. Sólo trabajo como periodista. Y tampoco me siento militante. No me siento un intelectual. Una amiga que es María Esther Giglio dice que el periodismo es un mar de conocimiento de un centímetro de profundidad. Creo que es una linda definición con la que no me siento para nada identificado. Pero bueno, no me siento como los periodistas. Ni me siento con los periodistas. No sé qué es lo que soy. Puedo ser un activista. O un colaborador. La imagen que los teólogos de la liberación han fraguado me gusta: acompañar. Acompañar a la gente y a los movimientos”.
 
La nueva clase media  
¿Por qué planteás que los movimientos sociales están en una prisión?
El punto de partida puede ser pensar que los movimientos sociales triunfaron en varios sentidos. Consiguieron deslegitimar la fase privatizadora del modelo neoliberal, la de Menem. Ese tipo de gobierno, como pudo ser el de Sánchez de Losada en Bolivia, o Cardozo en Brasil ya no corre más. Triunfaron también porque la agenda de los Estados, en gran medida, ha sido marcada por los temas planteados por los movimientos. En un sentido más sutil y menos visible, triunfaron frente a los mecanismos que había creado el Estado para neutralizar a los movimientos: la represión y, en el caso argentino, los punteros.
¿De qué modo?
El mecanismo “municipio-punteros- manzaneras” fue desbordado por la oleada piquetera, principalmente, las fábricas recuperadas y asambleas del 97-2002. No tomaron el poder ni hicieron la revolución, pero desarticularon por arriba y por abajo los modos de la dominación. Entonces los que gobiernan posteriormente a esa etapa neoliberal, no pueden pasar por alto ese triunfo de los movimientos. Y tienen que reconstituir unos nuevos modales de gobernar. A nivel de políticas generales se inicia una etapa de acumulación, que ya no son las privatizaciones, como en tiempos menemistas, sino la apropiación de la vida: minería a cielo abierto, el complejo soja, caña, palma, celulosa, forestación. A nivel micro lo que hicieron fue zurcir la herida generada al clientelismo punteril. Entonces aparece una nueva dinámica, la de los planes sociales, que intenta con éxito asumir el triunfo de los movimientos que ya no pueden ser detenidos con represión ni con punteros, y se ensayan otras formas de dominación. En esas formas, los movimientos que protagonizaron este período juegan un papel fundamental.
Me perdí: ¿un papel de dominación?
Claro, porque ¿dónde hay que reconstruir la dominación? En los territorios periféricos, de resistencia, empobrecidos. Allí los pobres habían construido movimientos sociales, que ahora son trabajados desde el poder para convertirlos en un engranaje de planes sociales. Esto quiere decir que el poder (el Banco Mundial, los gobiernos progresistas, los ministerios de desarrollo social) supieron leer esta realidad. Y así reacomodaron las nuevas formas de dominación. Insisto: las organizaciones que jugaron un papel fundamental en el ciclo 97-2002 claves en la caída del gobierno de De la Rúa son ahora engranajes de los planes sociales, o sea, de la dominación.
Pero estamos hablando de grupos que siguen reivindicando su intención de transformación social…
Esto no es nuevo. Los sindicatos creados en las últimas décadas del siglo 19 hasta los años 30, fueron duramente reprimidos. Pero ya en los años cuarenta fueron engranajes de la dominación. Y las luchas posteriores, tanto la resistencia peronista del 55 o las Coordinadoras Interfabriles en los 70, tuvieron que pasar por encima de las burocracias sindicales. Y en el Cordobazo, donde algunas dirigencias jugaron con los trabajadores, que recuperaron sindicatos para convertirlos en herramientas para su lucha. Pero además, el ciclo piquetero se inicia fuera y contra los sindicatos. Entonces no es la primera vez que pasa que quienes jugaron papeles importantísimos en la organización y lucha popular pasan a convertirse en engranajes del sistema.
¿Todos?
No. Hay organizaciones que se resisten a esto. Pero los grupos que se resisten (ciertos mtd, el Frente Darío Santillán y algunos otros), son hoy una pequeña porción del enorme mundo piquetero. Uno puede decir “sí, es mejor que en estos planes participe el movimiento piquetero, antes de que quede en manos del ministerio”. Pero en realidad es al revés: para los gobiernos las organizaciones son claves en la ejecución de las políticas sociales. Entonces las luchas por cuotas de poder o reparto, terminan siendo luchas sobre quién domestica, salvo para una minoría de grupos que tratan de dar vuelta los planes, no subordinarse. Pero son minoría.
Pero los movimientos no se perciben como engranajes del sistema, sino como un aporte. Y dicen: “Mejor que lo hagamos nosotros”.
Ése es el discurso de los dirigentes que, como pasó en el sindicalismo burocrático, utilizan muchas veces a las organizaciones sociales como escaleras de ascenso social. Cuando se le da un cargo a un dirigente social no se le da al movimiento. Los que juegan un papel destacado en el reparto de planes son un pequeño núcleo. Lo que se está creando es probablemente –entre comillas– una “nueva clase media de la pobreza”, formada por los que operan como bisagra e intermediarios entre el Estado y la gente.
 
100 millones de planes
Al hacerlo, ¿no están aliviando, se supone, la situación de sectores que están sin trabajo?
El eje de todo movimiento social y de la creación de un sujeto, es el conflicto. Por ejemplo, cuando se habla de “lucha de clases” el término “lucha” es el decisivo. El movimiento piquetero nace por la disputa de los planes sociales, que terminó cuando en 2002, después de la masacre de Puente Pueyrredón, Duhalde convoca a elecciones. Hoy la pelea por planes es una pelea sin conflicto, y lo que está en el primer lugar del orden del día es la negociación de cuotas de participación en las políticas sociales, el aspecto domesticador. En el kircherismo el conflicto se desarticula y, por lo tanto, no hay sujeto, no hay movimiento. Hay sólo una clase, la dominante, y el principal actor es el Estado. El gran éxito de las políticas sociales es haber conseguido implementar los planes sin necesidad de acudir a la confrontación.
Pero esos movimientos mantienen sus discursos y principios aparentemente idénticos, o parecidos, a cuando peleaban en la calle.
Pero es un discurso que sustituye al conflicto. No hay necesidad de luchar para conseguir planes, porque el gobierno no sólo está abierto, sino que fomenta la participación en el reparto de dinero, tarjetas alimentarias y muchas más. El gobierno de De la Rúa y antes el de Menem confrontaban con los movimientos y éstos le arrancaban planes al Estado. Hoy se consiguen muchos más planes yendo a tocar el timbre al ministerio correspondiente. Deja de haber lucha social. Los planes desarticulan cualquier sujeto o colectivo y, por lo tanto, resultan domesticadores.
¿Sería mejor, entonces, que no haya planes y sí conflicto?
No, lo que pasa es que cambió la lógica. Grosso modo, puede decirse que los espacios de disciplinamiento han colapsado: la familia, la escuela, el cuartel, la fábrica. Hoy en día camadas enteras de la población, millones de personas, no atraviesan esos espacios, o lo hacen muy parcialmente. La familia y la escuela están en crisis, entonces el Estado necesita formas de control a cielo abierto. Esto es lo que planteaba Gilles Deleuze hace veinte años. La gente no pasa por lugares de encierro, entonces hay que ir a los barrios y casas a controlar y disciplinar. Como el Estado no puede abarcar a millones de personas, recurre a las organizaciones sociales y a los mecanismos que utilizaron siempre, como la educación popular. Esa estatización de la educación popular puesta al servicio del control es uno de los grandes triunfos del progresismo, que se sostiene gracias a los planes sociales. El plan “Hambre cero” en Brasil abarca al 30% de la población, 50 millones de personas. Pero en los estados pobres del nordeste, llega a 2 de cada 3 brasileños, el 65%. En América Latina no menos de 100 millones de personas reciben planes sociales.
¿El plan social no funciona como un derecho para gente en situación vulnerable?
Los planes sociales no son derechos universales. No tenés derecho a la salud. O sea, solucionan problemas básicos, pero no te dan derechos. Es una reconversión de la dominación. Si el Estado tuviera la intención de cumplir lo que sus propios discursos plantean, se lucharía por derechos universales como el derecho al trabajo. Pero no todos tienen ese derecho. Los trabajos que se consiguen son sumergidos, de pésima calidad, mal pagos y en condiciones de precariedad total. Y otros no consiguen nada. Al no cambiar esa condición estructural, las personas siguen subordinadas, pero ahora cosumen. Tienen algo de educación y salud, pero su condición de estar en el sótano no ha cambiado. Y eso sólo puede cambiar en un proceso de constitución de sujetos, de lucha y de conflictos, que modifique la relación de fuerzas en la sociedad. La novedad de los planes del Cono Sur es que el papel asignado a las organizaciones sociales en esta tarea es fundamental. Llevan la política concreta al territorio concreto.
Pero se perciben como mecanismos de liberación, o al menos eso dicen…
Un movimiento que tiene un discurso de liberación, antiimperialista, pero es vehículo de las políticas sociales del Estado, en la práctica cumple la misma función que siempre cumplieron las burocracias sindicales. Los modos son distintos y han cambiado las épocas, pero el objetivo es parecido. Lo cual me hace pensar que el próximo ciclo de luchas va a tener que pasar por encima de estas organizaciones, porque más allá del discurso tienen prácticas verticales; aunque asuman metodologías de la educación popular, pueden ser autoritarias, discriminatorias. Y es la política del Estado aterrizada en territorios específicos y concretos, que fueron territorios en resistencia, donde el objetivo central no es modificar las condiciones estructurales de la pobreza, sino neutralizar la capacidad de los pobres de transformarse en sujetos políticos. Y desarticular a los movimientos.
Pero si no son los planes sociales, ¿cuál sería la opción?
La única salida alternativa a los planes sociales es con una reforma agraria, sacar la soja del medio, volver a que haya cientos de miles de campesinos en sus tierras, volver a hacer fábricas y tener empleos dignos, legítimos. O sea, una etapa que el capitalismo considera superada. Eso es el neoliberalismo. Hoy Argentina es un país exportador de productos primarios para mercados europeos, norteamericanos y asiáticos: soja, minería, etc. Ya no es un país industrial, entonces no va a haber trabajo. En vez de modificar esa situación estructuralmente, dando empleo, se les aseguran migajas. Y al hacerlo, se está desarticulando su capacidad de resistir. Concretamente es lo único que le preocupa hoy al capital: que no molesten.
 
La nueva camada
Lo que cuenta Zibechi se comprueba en historias como la relatada en mu, número 2, en marzo de 2007, sobre la actitud del gobierno ante un movimiento social de Bajo Flores. Uno de los militantes de ese movimiento, pese a su entusiasmo con respecto al oficialismo, estimaba: “Te dan lo suficiente como para que no te mueras, pero nunca tanto como para que levantes la cabeza”. Zibechi: “Lo particular de estos casos no es sólo que dan migajas, sino cómo las dan: del puntero clásico se pasó a un puntero colectivo, la organización social, que además es más respetada, legitima al poder, y da mejores resultados”.
¿Por ejemplo?
Logran una acción preventiva, Evitan que en los territorios se generen bolsones de resistencia al Estado, como fueron los propios piqueteros en su momento, que ahora están en esta otra función. Y a esa malla de las organizaciones sociales, se agregan -al menos en Uruguay- las nuevas estrellas: no sólo la oenegés (organizaciones no gubernamentales) sino los asistentes sociales, los sociólogos, los antropólogos, ciencias creadas para intervenir en el territorio de los otros, los diferentes y no controlables, los no-ciudadanos.
¿Y cuál es la función de estas estrellas?
Hacen relevamientos del territorio, encuestas, detectan situaciones, planean infraestructuras, cloacas, tendidos de redes eléctricas, que la propia organización social lleva a cabo. Lo que hace diez años era un espacio de resistencia contra el Estado, pasa a ser brazo ejecutor de las políticas estatales. Los dirigentes manejan las cuadrillas y ordenan el trabajo, hacen el papel de capataces. Otros se resisten, seguro. Y por fuera de todo este sistema quedan los no integrables: ladrones, drogadictos. Pero por sobre todo jóvenes pobres que no se integran a esos modelos, y terminan siendo carne de gatillo fácil.
Parece un relato sin salida.
Yo creo que hay espacios nuevos, las comunidades que se oponen a la minería a cielo abierto, los bachilleratos populares, los propios movimientos que no se amoldan a esta domesticación, cantidad de experiencias concretas que son elementos de reactivación del campo popular. Y aparece una nueva camada de jóvenes que no participaron en el ciclo anterior de luchas. Gente que en 2001 tenía 10 ó 12 años. Ellos son los que pueden llegar a modificar esta situación, al irrumpir con nuevas organizaciones o incluso en las viejas. Ahí hay un elemento de esperanza. No es fácil, pero estamos mejor que a principios de los 90 donde todo era un desierto.
Pero la agenda mediática habla de otro tipo de conflictos, los del sistema político: sectores más de derecha contra otros más progresistas. El mal menor, etcétera.
Pero el juego del poder en la cúspitde del Estado, el juego electoral, no debe confundirse con los sistemas de dominación. El fondo del problema es que no hay reconstrucción del aparato productivo, ni inserción en algún terreno de las nuevas tecnologías capaz de incorporar sectores importantes de trabajadores, no hay un ciclo de dinamismo económico que no esté asentado en la soja y la minería. Mientras el modelo sea ése, con tan poca vocación de producción industrial, seguirá siendo cada vez más excluyente. Y así no hay arreglo.
 
El uruguayo agrega una última desconfianza: “Resulta que la defensa de los pobres, por la que desaparecieron a 30 mil personas, ahora cambió de bando. Ahora nos quieren convencer de que se los defiende desde el Estado. Antes el discurso se centraba en defender el orden, y para eso había que combatir la subversión. Esto se resumía en matar a los que luchaban junto a los pobres. Ahora se trata de defender el orden, y para eso se hacen políticas sociales para aliviar a los pobres, pero sin la menor participación de ellos mismos. No se los considera sujeto. Siguen siendo objeto. Antes lo fueron de las iglesias y los militares. Ahora de las políticas progres”.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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