Nota
9 meses sin Facundo Castro: la falta de justicia, las nuevas pruebas y testimonios, y la preocupación de la ONU
Se cumplen nueve meses de la última vez que vieron al joven de 22 años con vida. La familia espera una resolución de la Cámara Federal de Bahía Blanca por las medidas que la jueza María Gabriela Marrón, a quien la familia recusó, se negó a implementar. En tanto, el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU le manifestó al Estado argentino su preocupación por la demora judicial y las amenazas y los hostigamientos a familiares y amigos, y le fijó un plazo de respuesta hasta el 25 de febrero. Mientras, la familia sigue incorporando nuevas pruebas y testimonios al expediente. En diálogo con lavaca, Cristina Castro afirma: “Cada cosa que aparece es un golpe al alma por saber que a mi hijo me lo torturaron, me lo desaparecieron y me lo volvieron a torturar. Espero que el sistema judicial tan nefasto que tenemos se saque la venda y haga las cosas como tiene que hacer”.

“La causa desborda de pruebas donde la mires. Sé que son avances importantes, pero para mí enterarme de cosas todos los días es un golpe al alma porque corroboran lo que sentí desde el primer momento: que a mi hijo le había pasado algo grave. Hay días que recordamos su chispa, y otros donde lloramos todos. Pero vamos a seguir peleando con uñas y dientes”. Cristina Castro habla con la misma fuerza y la convicción con la que buscó a su hijo Facundo desde el 30 de abril: hoy se cumplen 9 meses de la última vez que lo vio con vida y la encuentra exigiendo una respuesta concreta de la Justicia.
A fin de año la familia se encontró con un nuevo rechazo a su planteo de recusación a la jueza María Gabriela Marrón por “temor de parcialidad”. En noviembre, respaldada por los fiscales Andrés Heim y Horacio Azzolin, la querella apeló a la Cámara Federal de Bahía Blanca el rechazo de la misma jueza a una serie de medidas importantes para el desarrollo de la causa respecto a la participación de la Bonaerense en los hechos.
“Estamos esperando la resolución”, dice Cristina. “Confío en que lean cada parte de las cosas que mandamos y que hagan justicia, porque a nueve meses no hay un policía imputado, una renuncia de nadie y lo único que hemos tenido son amenazas. Lo que sí no quiero es que me lleve la vida como Gualberto Solano”.
Cristina habla del papá de Daniel Solano, el trabajador de 27 años desaparecido desde el 5 de noviembre de 2011 en Choele Choel (Río Negro): en 2018 fueron condenados 7 policías que hoy siguen bajo funciones, aunque el fallo no está firme a la espera de lo que resuelva la Corte Suprema. El cuerpo de Daniel sigue desaparecido y Gualberto murió sin haber llegado siquiera a la sentencia.
Respecto de las amenazas, Cristina cuenta que los amigos de Facundo que participaron de las movilizaciones por el pedido de verdad y justicia sufrieron hostigamientos. “Tuvieron multas de 220 mil pesos por las pintadas que hicieron, una locura. Los amenazan, les ponen patrullero atrás”. Otro hecho: “Un día vino el intendente de Villarino (Carlos Bevilacqua) por un acto, y un grupo de personas se encargó durante la noche de romper y sacar las banderas y los carteles con la cara de Facu”. Bevilacqua, junto al ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni, son los dos principales funcionarios políticos denunciados por la familia.
La voz de Cristina, sin embargo, se escucha tranquila. “Tuve que aprender a armarme de paciencia. A leer y a investigar muchísimo. Cada cosa que aparece es un golpe al alma por saber que a mi hijo me lo torturaron, me lo desaparecieron y me lo volvieron a torturar. Espero que el sistema judicial tan nefasto que tenemos se saque la venda y haga las cosas como tiene que hacer. Estamos asqueados de que nadie haga nada”.
Y aclara, por si quedara alguna duda: “La cara de Facu no se la van a olvidar”.
La maquinaria
Las palabras de Cristina tienen un fundamento claro: la maquinaria de impunidad que se repite en cada caso de desaparición forzada.
En septiembre, el Juzgado Federal N°2 de Bahía Blanca dio a conocer los principales puntos del informe integral que presentó el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), luego de los estudios de autopsia sobre el cuerpo de Facundo, hallado por un pescador en un cangrejal de Villarino el 15 de agosto. “Se trató de una muerte violenta, por no ser natural”, fue uno de los resultados del informe, que aclaró: “El avanzado estado de esqueletización del cadáver limitó las posibilidades de conocer el modo de la muerte, no pudiendo la ciencia forense determinar con rigor científico si se trató de uno u otro modo de muerte violenta: suicida, homicida o accidental”.
La perito de la familia, Virginia Creimer, firmó entonces en disidencia parcial, ya que argumentó que no hubo posibilidad que la “querella ejerciera su derecho desde el punto de vista científico” del informe, que tampoco determinó la fecha de la muerte.
En este contexto, las querellas de la familia y de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) criticaron a la jueza federal María Gabriela por rechazar una serie de medidas de prueba que habían solicitado junto a los fiscales Andrés Heim (Procuvin) y Horacio Azzolín (Unidad Especializada en Ciberdelincuencia), que se sumaron en septiembre al fiscal federal Santiago Ulpiano Martínez, recusado dos veces por la familia.
Los fiscales habían solicitado el secuestro de 50 teléfonos de oficiales y el allanamiento de sedes policiales de Villarino, entre otros puntos. La jueza los rechazó. “La decisión se funda en una arbitraria y antojadiza interpretación de la prueba y expresa claramente una temprana valoración que sólo puede arrojar un resultado: el cierre de la causa sin conocer la verdad de lo que ocurrió con Facundo”, cuestionó la CPM. “Ante la gravedad institucional de este hecho, el Estado tiene la obligación de realizar una investigación profunda, expeditiva y eficaz; sin embargo, la actitud de la jueza Marrón es diametralmente opuesta y de seguir este camino, sólo será garantía de impunidad”.
La querella presentó un recurso de queja ante la Cámara Federal de Bahía Blanca, que aún no expresó su fallo. En tanto, la CPM, que confirmó que la “hipótesis más robusta sigue siendo la desaparición forzada seguida de muerte” y que esta es una valoración que las querellas comparten con los fiscales, aclaró que en su rechazo la jueza Marrón busca desestimar pruebas claves:
- La pequeña sandía de plástico de Facundo, regalada por su abuela, hallada en el destacamento de Teniente Origone.
- El pedazo de turmalina hallado en un patrullero de la policía local de Bahía Blanca, el mismo móvil que el 8 de mayo, “sin razón alguna y alejado decenas de kilómetros de su radio de circulación”, estuvo detenido durante 35 minutos a 800 metros del lugar donde el pescador halló el cuerpo. Según los AVL, además, el móvil se geolocalizó aproximadamente tres horas en diversos puntos del cangrejal.
- El allanamiento al domicilio de la expareja de Facundo sin orden judicial.
- La amenaza y el hostigamiento al excuñado de Facundo, como reveló lavaca.
- La persecución e intimidación a testigos, abogados y familiares.
- La presentación de testigos falsos o que declararon en la causa sin informar que eran policías.
Estos detalles se suman al contexto de irregularidades de la Policía Bonaerense:
- La infracción de los oficiales Jana Curuhuinca y Mario Gabriel Sosa el 30 de abril a las 10 de la mañana en Mayor Buratovich. Los abogados revelaron que, en las “múltiples pruebas” que se sumaron a la causa, una de ellas es un mensaje que recibe Sosa en referencia a Facundo, después de la infracción, que dice: “Si se hace el pajero, bajalo”. Y Sosa responde: “Dale”. Luego, ese patrullero se desplaza y se detiene unos minutos en Buratovich, “contradiciendo la versión policial que refería que ese móvil nunca se había movido” del lugar.
- Los tres testigos que le dijeron a Cristina que vieron que Facundo subía a un patrullero, sobre la Ruta 3, pasando la entrada de Mayor Buratovich, explicaron que habían ido previamente a la Comisaría pero no les quisieron tomar la denuncia. El abogado Aparicio señaló que esos testigos hoy están “aterrorizados”.
- La denuncia que la familia hizo a los funcionarios municipales de Villarino, a quienes acusaron de entregar un informe de tránsito falso donde no estaban los testigos que señalaron a la Bonaerense en Buratovich, pero sí a la testigo que dijo haber alcanzado a un joven hasta las vías, primero el 27 y luego el 30.
- Los mensajes de WhatsApp borrados por los policías sospechados.
- Las huellas de vehículo detectadas en el salitral de Villarino donde apareció el cuerpo de Facundo, además del estado intacto de la única zapatilla encontrada.
La CPM describe: “Una maquinaria policial puesta al servicio de generar impunidad”.
El abogado Aparicio dice a lavaca: “Más allá de las medidas que la jueza Marrón no permitió, y cuya decisión fue apelada por los fiscales Heim y Azzolin, quedó muy clara su actitud: con la cantidad de evidencia que hay, otro juez más sensato debería pedir detenciones. Vamos a volverla a recusar en febrero y, también, ampliar la denuncia sobre el fiscal Martínez a la Procuración. Si bien sabemos que son medidas que no tienen un efecto inmediato, tenemos que hacerlas porque la causa va a durar, no puede archivarse: tenemos medidas de prueba que nos refuerzan y amplían el número de personas involucradas, no sólo de la desaparición sino del encubrimiento”.
La causa por la desaparición de Facundo ya suma 5000 fojas y los abogados Leandro Aparicio y Luciano Peretto siguen sumando pruebas y testimonios al expediente. Uno de ellos es un testigo de identidad reservada. “Refiere que los funcionarios de Villarino sabían el 1 de julio, o sea antes de que las denuncias se hicieran públicas, que la gorra de Facundo estaba en el destacamento de Teniente Origone. Ahí entendés porqué la Municipalidad después manda un informe falso respecto a los tres testigos”.
Además, en las últimas horas recibieron el informe que detalla con gráficos y secuencias las geolocalizaciones de los móviles policiales de Villarino el 30 de abril. “Vamos a analizarlo”, dice Aparicio. “Eso se complementa con otro informe respecto al teléfono de Facundo, que se prende el 1 de mayo a la vuelta de la comisaría de Bahía Blanca, donde secuestran el móvil. Los policías, en tanto, tenían todos los mensajes borrados”.
La preocupación de la ONU
La CPM solicitó la intervención del Comité contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas “ante las dilaciones en la investigación”. La respuesta llegó el 25 de noviembre en un documento firmado por el jefe de la Subdivisión de Tratados de Derechos Humanos, Ibrahim Salama, donde le requiere información al Estado argentino sobre las preocupaciones que los expertos le refirieron respecto del caso. Cabe recordar que la desaparición también involucró la participación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que había dictado medidas cautelares ante la situación de gravedad y riesgo de daño irreparable a los derechos de Facundo.
Las preocupaciones del Comité:
- “A pesar de que se han localizado los restos del Sr. Astudillo Castro, no se han esclarecido las circunstancias de su desaparición y muerte, y no se ha identificado a los perpetradores de dichos hechos”.
- Las irregularidades policiales, el hallazgo de la turmalina y el collar, la identificación de rastros biológicos en un móvil, y las contradicciones de los relatos de los efectivos respecto a que Facundo nunca estuvo bajo custodia.
- Las amenazas a testigos y a los abogados de la familia.
- La obstaculización de la familia en las diligencias judiciales.
- Que la Bonarense fue apartada 60 días después de la desaparición.
- “De igual manera, según la información de la que dispone el Comité, a pesar de que la justicia federal asumió la competencia en la investigación de la desaparición del Sr. Astudillo Castro, existirían filtraciones de información relacionada con la investigación”.
En ese sentido, el Comité le requirió al Estado:
- Adoptar todas las medidas cautelares y de protección para familiares y amigos de Facundo.
- Preservar su vida y permitirles desarrollar las actividades referidas a la investigación sin violencia ni hostigamientos.
- Adoptar todas las medidas para que sus familiares tengan apoyo de alimentación, vivienda, salud y educación para llevar una vida digna.
El Estado argentino debe responder a estos requerimientos antes del 25 de febrero.
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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