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Denuncia y reacción: ataque a los Chicos del Pueblo
Un adolescente de 16 años del Movimiento Nacional los Chicos del Pueblo fue secuestrado, lo amenazaron a punta de pistola y le dijeron: “Deciles que se dejen de hacer pelotudeces porque sino vamos a ir a quemar la imprenta, la panadería y la Casa de los Niños.” La respuesta fue un abrazo simbólico que militantes sociales, de derechos humanos y gremiales le dieron a la organización en una conferencia de prensa.
El jueves 24 de julio comenzó muy mal para todos aquellos que conviven en el Hogar Juan XXIII de la obra Don Orione, en Gerli, Avellaneda.
Esa mañana, uno de los pibes que salía temprano a realizar sus actividades cotidianas fue interceptado a pocas cuadras del hogar por un auto que se desplazaba a alta velocidad y del cual se bajaron un par de personas con el rostro tapado. Lo metieron por la fuerza dentro del automóvil y comenzaron a dar vueltas por las calles del Gran Buenos Aires. Mientras, la patota le colocaba un revólver en la boca del joven de 16 años.
“Deciles que se dejen de hacer pelotudeces porque sino vamos a ir a quemar la imprenta, la panadería y la Casa de los Niños.”
Esto fue todo lo que le dijeron. Pocas palabras cargadas de inmenso significado.
Los secuestradores se referían así a los distintos emprendimientos que se llevan a cabo desde la Fundación Pelota de Trapo, institución vecina del “Hogar Juan XXIII”, tanto en espacio como de prácticas. Ambas organizaciones pertenecen al Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo que impulsa la campaña “El hambre es un crimen: ni un pibe menos”.
Transcurrió aproximadamente media hora desde que este joven fue secuestrado hasta su liberación, en la estación Remedios de Escalada. Desde allí – con todo el miedo encima – volvió al hogar por sus propios medios y contó lo sucedido, muy clarito: la amenaza fue contra una imprenta (la palabra) una panadería (la comida) y un hogar de niños (la vida).
Con un gran abrazo
El lunes 28 a las 12 del mediodía, diversas organizaciones convocaron a una conferencia de prensa para repudiar esta amenaza y la privación ilegítima de la libertad de uno de sus pibes.
Fue en la paradigmática Parroquia Santa Cruz del barrio de San Cristóbal. Un territorio cargado de historia y de memoria. Hacia allí, entonces, decidieron ir muchas organizaciones y militantes para acompañar en un abrazo simbólico a sus compañeros de Pelota de Trapo, del Hogar Juan XXIII y a todos los pibes que caminan junto a ellos.
El padre Luis Espósito, director del hogar, fue quien inició la conversación. Sentado a su lado, estaba Alberto Morlachetti, coordinador nacional del Movimiento de los Chicos del Pueblo. “Si el objetivo era intimidarnos y decirnos que nos callemos la boca, nosotros hoy venimos a decirles que no bajamos los brazos, sino todo lo contrario, porque nosotros seguimos denunciando que El hambre es un crimen y que no tiene que haber ‘Ni un pibe menos en la Argentina.”
Ambos agradecieron la presencia de tantos compañeros y gente amiga que se acercaron a brindar su apoyo en el marco de tanta tristeza. Así estuvieron presentes Nora Cortiñas por Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora y Alba Lanzilotto de Abuelas. También el padre Luis Farinello, Hugo Yasky, Víctor de Genaro, la actriz Cristina Banegas, entre tantas otras personas, organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos y sindicales.
Morlachetti también hizo referencia al nefasto episodio que ya habían tenido que sufrir en el mes de abril, cuando una patota de ocho personas armadas, estilo grupo comando, entró en la imprenta Manchita de Pelota de Trapo, ocupó los tres pisos y se lanzó a proferir amenazas. La relación es inevitable.
Pero Morlachetti explicó también cómo se sigue adelante:
“Cuando uno tiene un compromiso de sangre con el pueblo y un compromiso de amor por la hermosura, como decía alguna vez don Pablo Neruda, este tipo de actos no pueden hacer mella en el ánimo de aquellos educadores que están dispuestos a dejar el alma en cada uno de nuestros niños que gimen en la Argentina”.
Así, tanto el padre Espósito, como el coordinador del Movimiento de los Chicos del Pueblo, coincidieron en que el miedo está presente. Pero miedo por los pibes, por su futuro, “miedo por esa vena abierta que no termina de cerrarse”. Por lo tanto, – afirman – si con este acto buscaban intimidar, lo único que queda es seguir andando.
Dijo Morlachetti:
“No nos queda otra cosa que marchar. Si Naciones Unidas, en su informe del estado mundial de la infancia de 2008 dice que Argentina muere cada año 25 chicos por día por causas evitables, sino lo hiciésemos nada no estaríamos cumpliendo con nuestro deber, con nuestra condición humana. Entonces, no podemos dejar de marchar, como no podemos dejar de tener miedo. Pero si no confiamos en ese amor que nos une a los compañeros y a los hermanos, si no nos abrazamos en la calle que es el único lugar donde uno deviene en compañero, entonces, la vida está perdida”.
Morlachetti se permitió citar a Serrat : “Sin utopías, la vida es un ensayo general para la muerte”. Luego, dejó planteado cómo han decidido pararse frente a las intimidaciones: “Ni un paso atrás, con ternura venceremos”.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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