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Coronavirus en la villa 31 y la grave denuncia de La Poderosa: personas hacinadas, sin servicios y con hambre

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Ante la confirmación oficial del primer caso de coronavirus en la villa 31, la organización La Poderosa compartió el testimonio de la vecina, internada en el Hospital Vélez Sarsfield, en la Ciudad de Buenos Aires. «Tengo 43 años y vivo en una pieza de 3 metros cuadrados con mi padre y mi madre diabética, que tienen 85 y 84 años. Pero eso no es todo: en el mismo piso viven otras tres familias, obligadas a compartir un baño para 13 personas… ¿Cómo podríamos entonces cumplir las normas de prevención?». Compartimos el texto completo.

Coronavirus en la villa 31 y la grave denuncia de La Poderosa: personas hacinadas, sin servicios y con hambre
Foto: La Garganta Poderosa.

Testimonio de la vecina de la Villa 31,
confirmada con COVID-19, desde el Hospital Vélez Sarsfield, publicado por La Garganta Poderosa

Bueno, ante todo quiero empezar aclarando por qué prefiero resguardar mi nombre, aun cuando todos los registros oficiales ya cuentan con mis datos, porque me encuentro ahora mismo internada. Lamentablemente, hay una inmensa paranoia en los barrios y también mucha falta de información, que se traduce en miedos o en amenazas como las que vengo recibiendo desde que me diagnosticaron coronavirus. Y sí, lógicamente ahora tengo miedo yo también, por mi salud, por el hostigamiento y por la realidad en la que siguen viviendo mis vecinas y mis vecinos de la Villa 31. Para que se puedan imaginar, yo tengo 43 años y vivo en una pieza de 3 metros cuadrados con mi padre y mi madre diabética, que tienen 85 y 84 años. Pero eso no es todo: en el mismo piso viven otras tres familias, obligadas a compartir un baño para 13 personas… ¿Cómo podríamos entonces cumplir las normas de prevención? Y simplemente «un baño» no, un baño que suele quedarse sin agua, frecuentemente.

Sin poder pensar en otra cosa, tengo la sospecha de haberme contagiado en un cajero automático, porque tuve que hacer una cola durante largas horas, una cola peligrosa para mí, porque va mucha gente por día y no se desinfecta permanentemente. Traté de conseguir alcohol más de una vez, pero escasea y cuando conseguimos, vale oro. ¿Quién no quiere cuidarse? Yo me corté dos remeras para usarlas de tapabocas porque no puedo comprar barbijos, necesito esa plata para comer.

El último viernes por la noche comencé a sentir los síntomas y, sin esperar demasiado, me acerqué hasta la salita del barrio, donde me derivaron al Hospital Rivadavia; ahí me hicieron el hisopado, me tomaron la fiebre y me mandaron a un cuarto en el segundo piso, donde estuve hasta el sábado a la noche. Ahí supe que mi análisis había dado positivo y me trasladaron hacia el Hospital Vélez Sarsfield. Ahora estoy internada acá, donde me faltan frutas para comer, pero la atención es buena. Y sí, mi condición es un poco más grave por ser asmática, pero ya no tengo fiebre y me siento mejor.

Hoy, mi mayor impotencia pasa por no poder ayudar a mi familia, que depende integramente de mí. Si bien estoy desempleada, hago los trabajos que nuestro hogar demanda todos los días. Y desde el viernes no hablo con ellos, porque no tienen celular. Además, como mi madre sufrió un infarto hace poco tiempo, preferí no decirle que me dio positivo, para que no le diera un síncope; eso la mataría más rápido que cualquier virus. Por eso, mediante mi vecina, le hice saber que sí estoy internada, pero sólo por una dificultad respiratoria.

¿Por qué hablo? Porque me preocupan profundamente mi papá y mi mamá. Si bien ya se les acercaron alimentos y artículos de higiene desde la asamblea barrial de La Poderosa, a esta hora no recibimos todavía ningún tipo de ayuda del Gobierno de la Ciudad, ninguna, aunque la doctora de la salita me dijo que a mi casa llegaría una contribución de comida desde la Secretaría de Integración Social y Urbana. Pues ahora sé que no ha llegado. Es necesario que, al menos, vayan a hacerles el hisopado a mis padres en su propia casa, para no exponerlos, ¡porque todavía no los testearon! Al menos por una vez, nos tienen que escuchar.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

Vas a poder evaluar el potencial de tu proyecto, desarrollar tu historia o propuesta, pensar el orden narrativo, trabajar la realización sonora y la gestión de contenidos en plataformas. Te compartiremos recursos y claves para que puedas diseñar tu propio podcast.

¿A quién está dirigido?

A personas que comunican, enseñan o impulsan proyectos desde el formato podcast. Tanto para quienes quieren empezar como para quienes buscan profesionalizar su práctica.

Contenidos:

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Modalidad: presencial y online por Zoom
Duración: 4 encuentros de 3 horas cada uno
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Docente:

Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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