Nota
La ciudad que no quería ser gris: vecinos se oponen al desalojo de una huerta
El gobierno porteño busca desmontar la huerta que vecines de Santa Rita montaron en las cuadras de sus casas. En un barrio sin espacios verdes, el lugar funciona como espacio de encuentro, de juego entre niñxs y de alianza comunitaria. Además, los alimentos. Por qué molesta una huerta y todo lo que germina cuando se intenta hacer algo distinto.
En una de las actas que recibieron vecinos del barrio porteño de Villa Santa Rita dice: “Se intima al retiro de (1) maceta de goma con la leyenda ‘alimento cooperativo’ en el plazo de 48hs bajo apercibimiento de multa y/o retiro”.
Esa no es la única carta descabellada que llegó. “Llegaron varias”, dice Matías, chef, vecino del barrio desde hace ocho años, en la vereda de César Díaz al 3300. Matías está parado frente a las macetas de goma que el Gobierno de la Ciudad quiere desalojar; el plazo vence hoy lunes 22.
Los hijos de Matías juegan con otros niñes mientras él planta. El juego consiste en algo simple: correr de esquina a esquina, lo que hace bastante evidente que la huerta en la vereda no entorpece para nada el paso.
Después juegan al veo-veo.
¿Qué ven?
Cubiertas de autos que apiladas en la vereda de a dos o tres forman macetas en las que hay albaca, menta, perejil, puerro, lechuga, tomate, caléndula, repollo, porotos, apio, berenjena, albaca morada, y maíz.
En resumen: alimento.
La ciudad que no quería ser gris
Matías integra el colectivo El Reciclador Urbano donde Carlos Briganti, inspirador y maestro, impulsa huertas en la ciudad. Primero pensó en hacer huerta en la casa donde vive pero el patio lo usa como living; después en el pasillo compartido, pero fue difícil de sostener; entonces decidió salir a la calle.
En el inicio de la pandemia puso seis pilas de tres cubiertas frente a donde alquila, y un vecino le mandó una carta documento.
“A partir de eso una vecina que se crió en el barrio se quedó muy mal, habló con la hermana que vive enfrente y es dueña y ellas me alojaron las cubiertas. Pero esto es una vidriera y muchos empezaron a preguntar qué pasó”.
Como la huerta está al lado de la bicisenda la vidriera es tener de un lado los que pasan caminando y del otro, a los que pasan en bicicleta. Entonces otra vecina en la esquina de la cuadra dijo: «Pongamos acá todas las que entren”. Después otra: «Poné alrededor de mi árbol”. Y otro vecino: «Yo también quiero”.
Matías resume lo que pasó: “Se multiplicó”.
También se multiplicaron las manos que plantan y pintan las cubiertas con colores brillantes. Preparan así lo que será la vigilia para resistir la amenaza de desalojo.
Vera pinta con su hija, y relata mientras el cuento “El pueblo que no quería ser gris”, de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes. Lo resume así: “Es sobre un rey grande de un país chiquito que solamente ordenaba, y porque no sabía qué más ordenar ordenó que el pueblo tenía que ser todo gris. Hasta que un hombre vio una paloma de colores y dijo: yo voy a pintar mi casa así, entonces el rey enojado lo mandó a llamar. Pero cuando los guardias bajaron a buscarlo vieron que no era uno: eran muchos”.
Germinar barrio
El colectivo El Reciclador Urbano junto a otras organizaciones presentaron el año pasado en la Legislatura porteña un proyecto de ley para crear un Sistema de Huertas Públicas Agroecológicas. El proyecto ingresó con 17 firmas, y aún no tuvo tratamiento.
Amelia, 69 años, aloja en su frente varias de las macetas. Sale a la vereda para avisar que la noche anterior regó, y aunque ella dice no saber tanto del tema avisa que a algunas macetas les faltaba tierra y que en realidad lo mejor que le sale es germinar.
Después firma la carta que vecinos y vecinas circulan en defensa de la huerta en la vereda. Está dirigida al presidente de la Comuna 11 y pide que arbitre los medios a su alcance para que se sostenga la huerta “donde generamos un espacio verde de vínculo comunitario vecinal y además producimos alimentos sanos, con mucho esmero y amor”.
Agrega Matías: “El alimento es importantísimo, pero lo más importante es saber quién vive enfrente, quién vive al lado, estar en contacto. Saludarse. Dejar de ser extraños. Eso es una de las patas de tener alimento a la vereda. Y la necesidad de dejar de tirar cubiertas al relleno sanitario”.
Además de evitar que sean arrojadas las cubiertas son elegidas porque no pesan, resisten los rayos de sol y se consiguen en la calle.
Otro dato que aporta la carta: “La Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuenta con los peores indicadores de espacios verdes en comparación de otras ciudades de Latinoamérica. La Organización Mundial de la Salud recomienda 9 m2 de espacio verde por habitante, donde en CABA el promedio no llega a los 6 m2 por habitante y 400 mil personas residen a más de 10 minutos de un espacio verde”.
En Villa Santa Rita la situación es crítica: en todo el barrio no hay ninguna plaza.
Quizá por eso Lucas, que tiene 9 años, está contento porque dice que en la huerta conoce nuevos amigos.
La hija de Vera pasea entre las macetas con un unicornio al que le puso Florcita. Está preocupada porque no sabe si Florcita la pasó bien, pero después concluyen que muy bien.
Amelia se vuelve a asomar a la vereda con galletitas para la merienda.
León, de 4 años, en su casa le dice a su papá exactamente estas palabras: “Algo terrible. Unos nenes grandes quieren sacar las plantas. Fui con mamá y ahora tengo más amigos. Mejor que no las saquen, ¿no?”.
Nota
Mía: Cuando el arte abraza

Mía es una obra de teatro que podríamos encuadrar dentro del biodrama o autoficción. Y es mucho más: es grito, es abrazo y, también es un espejo. La actriz y médica psquiatra Mercedes Bertuzzi expone en escena su propia historia: una situación de violencia machista que sufrió por parte de una ex pareja. Este sábado 18 de marzo y en el marco del 8M, esta obra testimonial se presenta en MU Trinchera Boutique a las 21 hs, entradas a la gorra.
“Los primeros años, luego de salir, fueron de mucha confusión, angustia y mucha bronca. Escribir me permitía depositar esas emociones en el texto. El primer objetivo fue descargar. Siempre estuvo el deseo de poder denunciar a través de ese texto que iba escribiendo, pero no estaba segura de si iba a encontrarle la forma. En el proceso empecé a entrenar con Marina Otero, ella hace autoficción, y ahí algo se destrabó, la vi, vi la obra”, cuenta Mercedes. Al terminar de escribir el texto, tomó conciencia de que no era exclusivamente autorreferencial sino que involucraba la historia de muchas otras. Así tomó coraje para llevarla a la escena. “En cada función se me acercan decenas de mujeres emocionadas a abrazarme diciéndome ‘somos muchas’. Todas pasaron por una situación de violencia o acompañaron a otra mujer que la pasó. Siempre termino la función con ganas de gritar cada vez más fuerte el texto de esta obra. Siento que estoy entregando mi historia al colectivo y eso hace que ya no me pese, ya no lucho contra ella. Cada mujer que se identifica con la historia se la apropia un poquito y le va dando más cuerpo al personaje de Mía”.
Con sus herramientas artísticas, Mercedes logró una obra poética, sin golpes bajos, con ironía y momentos muy divertidos.
En una escena, dos niñas juegan a ser actrices, prueban vestuario y declaman en nombre del amor. Las palabras son extraídas de las típicas canciones románticas de cantantes famosos, las que hemos aprendido y cantado a lo largo de los años. “Para quienes fueron víctimas, no es fácil hablar. La violencia nos deja mudas, vacías, solas, no hay palabras que alcancen para explicar. El arte nos habilita un lenguaje a través del cual poder decir lo indecible, nos devuelve la voz, en la forma que cada una elija expresarse. Y para quienes son público, adentrarse a la temática desde una propuesta artística creo que les permite hacerlo sin tantas resistencias. Te permite escuchar con otra disponibilidad. El relato atravesado por la dramaturgia, la música, los cuerpos. Mantiene su fuerza y su crudeza, pero es amortiguado de ternura, poesía, risa. Y eso permite que hablemos de violencia con personas que quizás no se acercarían de otras formas”.

Cada vez que Mía fue presentada en distintos teatros —Mercedes quiere que la obra circule y abra a la reflexión— los comentarios de personas del publico se multiplican: “Presencié ese mismo diálogo”, “sentí exactamente eso”, “estuve en pareja con un tipo igual”. No solo es reparador para ella sino para muchas. “Romper el silencio es imprescindible. Me sigue sorprendiendo la cantidad de mujeres que se acercan después de la función a abrazarme emocionadas por haber ‘contado su historia’, estuvieron ahí mismo o acompañaron a otra. De todas las edades, todas las clases sociales. Es escalofriante, es triste. Pero es también esperanzador encontrarnos. Ya no nos estamos quedando calladas, estamos denunciando y estamos convencidas de cambiar esa realidad. El haber sido víctima de violencia ya no queda solo como una herida que duele y mejor callar y olvidar. Hoy somos víctimas enojadas, creativas y sobre todo, en red. Compartir Mía me abrió los ojos a eso… Es mi historia, es la de muchas otras y, por suerte, es parte de la historia que estamos modificando”.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143
Sábado 18 de marzo a las 21 hs
Actúan: Mercedes Bertuzzi, Juliana Gotta, Gonzalo Pungitore, María Tibi
Entradas “a la olla”.
Podés reservar en este link:
Nota
Punitivismo y feminismo en el caso de Lucía Pérez: una mirada sobre esa falsa dicotomía

La abogada trans Cristina Montserrat Hendrickse analiza por qué es falsa la dicotomía que pretenden instalar sectores que siempre trabajan para categorizar las divisiones del movimiento feminista. Así crean grietas sociales que les permiten alentar congresos, investigaciones y polémicas de las cuales viven.
Por Cristina Montserrat Hendrickse
Una corriente muy minoritaria de los feminismos entiende que reclamar la sanción penal del femicidio es una actitud punitivista.
Llegan a tal conclusión partiendo del concepto de que el castigo refuerza la violencia.
Evidentemente la idea de la que se parte es correcta, pero el error de la conclusión reside en asociar pena a castigo. En no distinguir la finalidad de la pena que impone nuestro Derecho de la triste realidad de castigo que significa la ejecución efectiva de las penas privativas de libertad.
Los feminismos en nuestro país se encuentran justificados jurídicamente en la Convención Contra Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) incorporada a nuestra Constitución en 1994; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra La Mujer (Convención de Belem do Pará) que es un tratado internacional de jerarquía superior a las leyes; y las leyes nacionales y provinciales que reglamentan a estos tratados.
Nótese que la convención de Belem do Pará obliga a los Estados a “sancionar” la violencia de género, además de prevenirla y erradicarla. El marco jurídico “sancionatorio” por excelencia es el Derecho Penal.
De allí que en nuestro sistema de derecho pretender eludir o abolir la punición de la violencia de género resulta jurídicamente anticonvencional, y por tanto anticonstitucional.
No por ello se deja de valorar el aporte del antipunitivismo feminista en cuanto sostiene que el castigo refuerza la violencia. Pero el problema del antipunitivismo reside en cuestionar al sistema (de origen convencional interamericano) de sanción de la violencia de género, y no al sistema de castigo que en los hechos (y apartándose del Derecho) sucede con la aplicación de la pena.
En efecto, la finalidad esencial de las penas privativas de la libertad es la reforma y la readaptación social de los condenados (art. 5.6. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, también incorporada a nuestra Constitución en 1994), sin olvidar el mandato de que “…Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas…” (artículo 18 de la Constitución Nacional). De ambas reglas de jerarquía superior surge que la finalidad jurídica de las penas no es el castigo, como erradamente lo entiende cierta expresión del feminismo antipunitivista, sino la resocialización.
De allí que se impone una diferenciación entre “antipunitivismo” y “abolicionismo” que permita distinguir: si se pretende que la pena no se constituya en castigo sino como resocialización (antipunitivismo); o si se pretende abolir todo tipo de pena (abolicionismo penal).
La primera debería hacer foco en una reforma penitenciaria feminista, que lejos de reforzar el patriarcado lo deconstruya, no aboliendo las penas, sino modificando su ejecución a la finalidad que el impone el Derecho.
La segunda implicaría la abolición de todas las prisiones; y además, el desafío de construir respuestas ante los crímenes o lo que cada sociedad considera crímenes.
Evidentemente el castigo refuerza la violencia. Por lo que el mismo debe ser eliminado del sistema de ejecución penal, pero no el sistema de sanción; salvo que se sostenga el abolicionismo, teoría también respetable, pero que resulta anticonstitucional en nuestro sistema de Derecho, al menos en materia de violencia de género ya que la República Argentina se obligó ante la comunidad interamericana a sancionarla.
Toda decisión que se aparte de ese compromiso violentaría el sistema jurídico argentino y comprometería a nuestra Nación frente a la Comunidad Interamericana exponiéndonos a ser destinatarios de reclamos, cuando no de sentencias condenatorias, ante el sistema interamericano de Derechos Humanos.
En resumen: debatamos sobre las cárceles, no sobre las penas.
Cristina Montserrat Hendrickse
Nota
Pergamino: sentencia contra los agrotóxicos y triunfo de la comunidad frente a un intendente

La Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la distancia de 1.095 metros dentro de las cuales están prohibidas las fumigaciones terrestres con agrotóxicos, y de 3.000 metros para las aéreas. De ese modo denegó el recurso de amparo presentado por el intendente pro agronegocio de Pergamino, Javier Martínez. La denuncia original había sido presentada por Sabrina Ortiz (en la foto principal), vecina de Pergamino, que en su reclamo contra el envenenamiento cotidiano que sufrían ella, su familia y sus vecinos, y sin encontrar quien la defendiera legalmente, terminó recibiéndose de abogada para encarar sus propias causas. La sentencia de primera instancia había sido dictada por el juez del juzgado penal 2 de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo.
Frente a la ratificación de la Corte dijo a Sabrina Ortiz a lavaca, entre otras cosas:
- “Se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa”.
- “Celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.
Publicamos además la nota completa realizada en la revista MU.
Por Francisco Pandolfi

Un fallo de la Corte Suprema de Justicia ratificó la distancia de 1.095 metros de prohibición de fumigaciones terrestres y de 3.000 metros para las fumigaciones aéreas, denegando el recurso de amparo que había presentado nada menos que el intendente de Pergamino, Javier Martínez, pretendiendo fumigar en todas partes, pese a las denuncias sobre los efectos de los agrotóxicos en la comunidad, el suelo, el aire y el agua.
El fallo en primera instancia, apelado por Martínez, había sido del Juez Carlos Villafuerte Ruzo, titular del Juzgado Penal Número 2 de San Nicolás, en septiembre de 2019, como medida protectoria paliativa urgente frente a las masivas fumigaciones.

Quien realizó la denuncia original ante la justicia federal fue la activista ambiental y abogada Sabrina Ortiz, también víctima de los agrotóxicos. Ante este fallo de la Corte Suprema de la Nación, explica a lavaca: “Esperábamos la resolución desde hace bastante tiempo, con muchas expectativas, pese que los últimos fallos que ha tenido la Corte en materia ambiental no han sido para nada alentadores. Sin embargo, para nosotros era casi seguro que iba a fallar a favor. Se me vinieron un montón de situaciones a la cabeza, sobre todo por cómo comenzó esta causa, por la salud de mis hijos, por las afectaciones que tuvieron, con las afectaciones que tuve en mi cuerpo; se me vinieron a la mente un montón de recuerdos de personas que la pasaron muy mal, personas que ya no están incluso, que fueron víctimas de este modelo y que perdieron la vida por esta causa. Fueron recuerdos muy tristes, muy angustiantes, dolorosos, del vivir cotidiano, de hecho todavía están en controles mis hijos y hay un montón de gente que la sigue sufriendo”.

Relata también con asombro: “Me da mucho dolor, que sea el propio municipio el que intenta ir en contra de la salud de las personas. Me da mucha impotencia que el intendente Javier Martínez sea quien quiere que nos fumiguen en la cabeza. Al mismo tiempo, celebro por duplicado porque cada batalla que damos tenemos oponentes muy fuertes, corporaciones, intereses políticos, corrupción, sectores del agronegocio. Entonces, en parte estoy feliz porque aunque sabemos que la solución sería que sea agrotóxicos cero para todo el mundo, no sólo para esta región, podemos decir que es un pasito más que estamos dando hacia el buen vivir”.
Aquí, el viaje, la investigación y la nota completa sobre la situación en Pergamino publicada en la revista MU: La capital del veneno.
https://lavaca.org/mu163/mu-en-pergamino-la-capital-del-veneno/

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