Nota
La ocupación de Wall Street en clave argentina
Desde el 17 de setiembre hasta hoy un grupo cada vez más nutrido sostiene la ocupación simbólica de Wall Street. Las asambleas diarias llegan a reunir más de 2 mil personas y por lo menos 200 duermen desde hace 15 días allí para sostener el acampe. El movimiento se ha expandido a Chicago y San Francisco y es probable que en los próximos días sume más ciudades dispuestas a expresar así su indignación. La consigna que los reúne es simple: «Somos el 99%». Una forma de señalar cómo el 1% se ha privilegiado con la crisis. Marina Sitrin, abogada, profesora universitaria y, sobre todo, activista, es una entrañable amiga de los movimientos sociales argentinos. Ha pasado varios años en el país, escrito un libro sobre las asambleas y sus formas de organización horizontales, que ha tenido versiones en castellano, inglés y griego. Marina está ahora mismo formando parte de este movimiento que sostiene la ocupación simbólica de Wall Street. En diálogo con lavaca, cuenta cómo se generó y qué resonancias de la experiencia argentina hay hoy en juego allí.
El origen
Nos cuenta Marina: «Desde julio de este año, en el parque Tompkins, en el East Village, se venían reuniendo unas 100 personas en una asamblea semanal donde se debatían los alcances de la crisis y las posibles alternativas para superarla. Allí se comenzó a hablar de la ocupación de Wall Street, al comienzo de una manera muy potencial». Así nació el lema que la impulsó y que se transformó en la consigna que se gritó el día que se concretó: «Un día, una semana… vamos a ocupar Wall Street».
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En varios recitales que se llevaron a cabo en las semanas previas, ese grito se hizo presente tanto desde el escenario como desde el público.
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Luego, comenzó a agitarse desde Internet, por grupos como Anonymus. Finalmente, fue el 17 de setiembre cuando se hizo realidad. «Se decidió ocupar una plaza sobre la calle Brodway, porque está en una zona gris de criminalización con respecto a la normativa oficial: es una plaza de propiedad privada con acceso público. Eso nos permitió eludir la orden de desalojo, ya que en la ciudad de Nueva York está prohibido dormir en plazas públicas y esa norma vigente hubiese autorizado de por sí la represión. Al estar allí, la policía sólo puede actuar si los dueños del predio lo solicitan, cosa que por ahora no han hecho supongo que porque no quieren verse involucrados en una represión salvaje». El problema es que allí no se puede instalar ningún tipo de equipo que requiera electricidad. «No tenemos sonido ni posibilidad de proyectar nada, por ejemplo. Pero las restricciones han permitido que surjan soluciones muy creativas. Por ejemplo, en las asambleas utilizamos lo que llamamos «el micrófono del pueblo». Esto es: alguien habla y todo el grupo repite lo qu esa persona dice palabra por palabra, amplificando su voz. En los hechos, el grupo funciona como un nivel de aprobación en sí mismo, porque pone más énfasis en aquellas palabras que lo representan y mucho menos entusiasmo en las arengas del aparato político.» Aquí Marina resalta la primera lección de la experiencia argentina: «Estamos muy atentos a que no nos copen los partidos políticos, como sucedió en Argentina y ahora en Grecia. No queremos que la ocupación se convierta en un auditorio para que la izquierda grite sus consignas, sino en un espacio de creación y diálogo, de pensamiento y acción colectiva y horizontal.»
Sumando apoyo
Aquel primer día se hizo una asamblea para decidir qué hacer: si quedarse o volver al día siguiente. «Mientras lo estábamos charlando, comenzaban a llegar más y más personas con bolsas de dormir, hasta que fueron más de 200 y nos demostraron, en los hechos, que había voluntad de quedarse allí. Al principio eran todos muy jóvenes, chicos recién salidos del secundario. Los más afectados por la crisis, sin duda, porque ninguno de ellos tenían en su horizonte la posibilidad de continuar con sus estudios o conseguir un empleo. Pero con el correr de los días la composición fue variando y sumando diferentes edades, clases y sectores sociales.» También fueron sumando apoyos: dos veces los visitó Michael Moore (les dijo «Todos tenemos que ocupar nuestro propio Wall Street»), una Susan Sarandon y otra Colllin Powell. Sin embargo, la ocupación no fue noticia en los medios hasta que circuló por Internet la filmación de la brutal represión policial dirigida especialmente hacia las mujeres. «Cuando las imágenes de chicas muy jóvenes detenidas y maltratas por la policía comenzaron a circular por toda la red social, los canales de tevé comercial acusaron la presión y las primeras noticias sobre la ocu pación aparecieron en los noticieros», cuenta Marina.
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Ayer recibieron un apoyo que consideran clave: el del sindicato de transporte. «Tiene 38 mil miembros que en su asamblea anual y por unanimidad votaron el apoyo a la ocupación de Wall Street. Muchos miembros de sindicatos están aquí apoyando, no sus dirigentes, pero ese apoyo desde abajo se transmite como presión a las cúpulas. Por eso creo que en los próximos días otros sindicatos terminaran haciendo pública su adhesión».
Un mes, un año
La ocupación tiene ahora 17 comisiones que organiza su vida y una rutina diaria. Todos los días, cuando suena el primer timbre de la Bolsa de Valores de Wall Street una multitud se moviliza hacia las puertas del mayor centro del capital especulativo del planeta y grita su indignación. En esas movilizaciones ya fueron detenidas 100 personas. «Ochenta el sábado pasado. Fueron retenidas por 24 horas y liberadas con cargos leves. Lo peor fueron las condiciones de detención: muchas mujeres fueron retenidas en los camiones policiales durante más de 10 horas, sin agua, sin aire y sin saber qué les esperaba. Pero cuando las soltaron, regresaron a la plaza a sumarse a la asamblea. Ninguno de los detenidos dejó de venir al acampe. »
Marian se sorprende porque la mayoría de los participantes no tiene experiencia política «pero sin embargo tiene muy claro cómo quiere organizarse.» Asambleas, horizontalidad: «Nunca se debatió cómo era mejor organizarse: simplemente se hizo así, como si esa fuera la forma natural de estar juntos para hacer este tipo de cosas. En eso creo que la experiencia argentina fue fundamental. Sin embargo, acá pocos saben lo que pasó en Argentina, o en Chiapas, ni siquiera en Seattle hace 10 años. De eso estuvimos hablando ayer en la plaza, cuando organizamos una charla sobre movimientos sociales. Fue para mí muy intenso ver cómo jóvenes de Estados Unidos escuchaban los relatos que yo había registrado de asambleístas argentinos en diciembre de 2001».
Marina define así el panorama cotidiano de esta ocupación: «Esto comenzó con un grito utópico: un día, una semana…vamos a ocupar Wall Street. Ahora estamos diciendo: un mes, un año… Pero todos los días tenemos la sensación de que estamos construyendo lo que haremos mañana, por lo tanto no podemos hacer pronósticos, sino estar acá, construyendo juntos cómo continuar.»
Más info en
www.nycga.net
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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