Nota
Nora Cortiñas en Es La Política: “Este destrozo que están haciendo es un crimen de lesa humanidad”
La Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora fue la invitada de una nueva emisión de Es La Política, el programa producido por lavaca y Canal Abierto. Desde su inicio en la búsqueda de su hijo Gustavo hasta la crítica al proyecto económico del Gobierno actual: “Yo voy a vivir para verlos en la cárcel”. La independencia para la defensa de los derechos humanos. El feminismo. La desobediencia civil. Cómo vencer a miedo. Y qué significa la resistencia en esta época.
-Un señor alemán hace mucho dijo que las personas que luchan toda la vida son las imprescindibles. Por eso hoy estamos con una persona imprescindible. Nora Cortiñas es Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Nora -o Norita- es Memoria Verdad Justicia, rebeldía, marcha, valentía, acompañamiento, independencia, inteligencia, afecto. Es cerebro y corazón. El trayecto que va desde su hijo Gustavo a las y los 30.000. Y es la agenda en tiempo presente de todo crimen, de todo conflicto y de toda injusticia. Nora es mujer del pañuelo blanco y pañuelo verde. Y lleva desplegada una bandera: la de la sonrisa. Cree que en Plaza de Mayo, en cada jueves de ronda y verdades, hay una especie magia. Por eso queremos preguntarnos si esa magia es política.
-Te falto un adjetivo: resistencia. Las madres lo venimos haciendo desde hace 42 años, ya se van a cumplir 43. Pura resistencia. Y visceral. Salir a la Plaza no es costumbre. En todo caso hay compromiso, pero cuando amanecés, cuando te levantás cada día, todo lo que vas haciendo es política. Todo es en base a ese entorno político para sobrevivir. Eso es el estado espiritual.
–¿Cuándo te diste cuenta de ese despertar político?
-Cuando se llevaron a Gustavo empecé a salir a la calle para estas actividades políticas. Mucha gente decía, cuando nos veía o escuchaba: “Las madres hacen política”. Ahí no me daba cuenta. Decía: “No, bueno, pero la gente se confunde”. No, no se confundía. Después de mucho tiempo nos dimos cuenta las Madres que fue un movimiento colectivo, y lo sigue siendo: no es de una sola madre, cada madre tiene su rol por el tiempo y la actividad que tuvimos. Pero todo fue político, todo lo que hicimos, hasta el día de hoy. Porque hoy seguimos pidiendo y se fueron variando los títulos de los pedidos: hasta que aparezcan, encontrarnos, cada tramo era algo. Ahora tenemos que pedir qué pasé con todos: cada uno, mujeres y varones. Que los jueces abran las gavetas, que digan qué paso aquí, a quién dieron en falsa adopción a los bebés que fueron apropiados de sus madres embarazadas cautivas. ¿Qué hicieron los jueces? Pedimos que se abran todos los archivos, qué pasó con todos y cada uno de los detenidos y detenidas. Que una vez por todas se den los nombres de todos los que participaron, cuántos políticos que hoy se pavonean tuvieron que ver con la época del terrorismo de estado y con esa brutal represión. Donde la metodología es la desaparición de forzada de persona, el crimen de crímenes: es un crimen que no prescribe y no es amnistiable, que perdura en el tiempo. Todos los días el desaparecido está desaparecido.
-¿Por qué creés que no se dan a conocer?
-Todo tiene que ver. ¿Cuántos represores y genocidas hay sueltos? Y el peligro es que vuelvan a cometer los mismos delitos. No es una venganza, desde luego los crímenes los tienen que pagar. Pero es para que no estén libres para repetir esa historia tan siniestra que tuvimos en la Argentina.
-¿Cómo fue ampliándose tu mirada sobre los derechos humanos? ¿Qué relación ves entre eso que pasaba en la dictadura cívico militar religiosa con lo que pasa desde la vuelta de la democracia?
-Las Madres en realidad fuimos aprendiendo un poco qué era la política. Después tuvimos la solidaridad de organismos que se fueron formando a medida que avanzaba la represión y ese terrorismo de estado. La APDH, la Liga Argentina de los Derechos del Hombre, Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, y así se fueron creando organismos que componían políticos y políticas. Por eso no todos son iguales, y fuimos aprendiendo qué era la política. Lo que siempre nos cuidamos, al menos las Madres de Línea Fundadora, fue hacer política partidista, porque cuando un organismo hace política partidista no puede defender los derechos humanos. En realidad, los derechos humanos los violan los estados y los partidos y gobiernos, entonces si vos tenés un partidismo, ¿cómo vas a defender a las personas que le violan esos derechos? Se confunde todo, no sirve. Siempre tuvimos un criterio de no hacer política partidista, pero sí aprendimos a ver y organizar la política, a analiza la circunstancia, las actitudes y las aptitudes de los políticos, cómo tomaban y encaraban la defensa de los derechos humanos, pero eso costó muchos años.
“Las Madres fuimos las primeras feministas”
-¿Cómo vivís vos con el estallido que tuvo el feminismo?
-Yo no era feminista. No entendía el feminismo. Hace muchos años, cuando era mucho más joven, las imágenes que mandaban del feminismo eran de Europa, y yo me acuerdo de algunas fotos que las mujeres salían a la calle y para mostrar libertad revoleaban el corpiño. Decía: ¿esto es el feminismo? No entendí por muchos años. Ahora, hará hace unos años, cuando empecé a salir a la calle, cuando se llevaron a Gustavo, que además de ser una nueva ama de casa como se hacía antes (ahora eso ya no existe) me di cuenta que tenía derechos y tenía deberes. Es un poco de ignorancia de la vida fuera de las cuatro paredes de mi casa. Gustavo me decía a veces: “Mamá, vos no ves más que adentro de tus cuatro paredes”. Hasta que salí a la calle y vi de las cuatro paredes para afuera. Ahí empecé a caminar con mujeres. Y no todas las mujeres de esa época, cuando nosotras salíamos a la calle, nos querían. Algunas mujeres nos encontraban exageradas en enfrentar esa dictadura siniestra, criminal. Era una cosa un poco arriesgada. Demasiado. No las mujeres políticas que tuvimos alrededor, que también fuimos aprendiendo de ellas, de ir a los encuentros de mujeres donde intercalás tus vidas con otras mujeres y vas viendo que hay afuera de esas cuatro paredes. Digamos que ahí empezó la mirada al feminismo. Igual les voy a decir: las madres fuimos las primeras feministas, en enfrentar a la dictadura. Salimos a la calle visceralmente, no era que planificamos con un mapita y protocolo, no, salimos a la calle a enfrentar lo peor que había en el país y que eran los genocidas en esa Casa de Gobierno. Yo me doy cuenta ahora, como me doy cuenta que también nosotras ejercitamos la desobediencia civil, pero ahora me voy dando cuenta.
-Nombraste recién al miedo. ¿Qué te da miedo o qué es el miedo para vos?
-El miedo es que siga una política de hambre como tenemos, un país con desocupados, un país pobre. Tengo miedo de que un día seamos como muchos de los países pobres y miserables del mundo. Tengo miedo que como seres humanos se vaya degradando tanto la política hasta llegar como estamos viendo ahora en Argentina el hambre en la calle, en la cara de niños, de mujeres, de hombres. Ese terror al hambre. Porque no es miedo: es terror al hambre. A la hambruna que pasaron otros países de posguerra. Nosotros no tenemos por qué. Ahora en la Rural se pasaron ventilando que somos un país para alimentar 400 millones de personas, de ser humano, y acá en Argentina los millones que se mueren de hambre hoy, en pleno siglo 21. Eso son los miedos. De que además el hambre puede provocar la ira de los pueblos y lleve a un desastre.
El miedo y la desobediencia civil
-Pensaba en la idea de desobediencia civil.
-Y que nos costó, porque se llevaron a las madres de los presos políticos. Después a las tres fundadores de Madres. A las dos monjas francesas. No fue gratis esa desobediencia.
-La “madre” en ese momento estaba en las antípodas de la idea de política y rebeldía.
-Por eso digo que fue visceral, no fue un plan político salir a la calle a buscar a nuestros hijos. Te llevan un hijo y una hija, te amputan, te sacan una parte de tu cuerpo. Ahí no medís: ¿qué miedo podes tener si te llevaron una parte de tu vida? Ahí es cómo se revierte el miedo, y viene la dicha muy fuerte que esa lucha por la desobediencia civil ante cualquier cosa que quieran frenar.
-Decías del miedo que tenés de que continúe esta política de hambre. ¿Qué pasa cuando ves que este gobierno fue electo por los votos?
-Creo que hay hacia el ser humano un manejo a través de la política. En este caso la gente va absorbiendo una propaganda y no es que la gente sea imbécil porque vota esto. Llega a un grado de inconciencia, escucha propaganda que deforma y la misma gente que es víctima de esta política termina diciendo: “no, pero yo lo voy a votar porque a lo mejor le doy la oportunidad”. Ya le diste. Cuatro años. Hay una cosa de inconciencia, no es que la gente sea ignorante y lo vota. No llega a eso. Hay otro camino que hace que escuche: por eso se invierte mucho dinero en la propaganda, por eso los que van a hacer la propaganda a los políticas estudian y hacen esos shows que vimos estos días. Y mucha gente en ese show dice: “Y bueno, es lo que tenemos”. Esa frase medio ridícula. Y no creo que la gente toda sea imbécil, ignorante. Pone el voto y hay una cosa interna que hace que lo malo lo siga probando. Un poquito para los psicólogos.
La lucha y una cerverza
-¿Este gobierno es lo que esperabas o hicieron más?
-Hicieron más. Uno sabía que era un gobierno de derecha. Tienen tantos que así que tengo miedo que a veces vuelvo atrás en las historias de los países y me hace acordar al nazismo cuando empezó. Yo no quiero ser pesimista o negativa, me resisto, digo no, tengo que tener esperanza de que el pueblo va a resistir, vamos a salir adelante, ¿pero qué? ¿Nos falta que la gente siga votando? ¿Nos falta otra etapa? Y eso sí me da miedo. Porque me hace acordar mucho a los años 74 y 75: estos días llega un amigo mío plástico, que estaba haciendo monolito para Santiago Maldonado y lo provoca gendarmería, y hacen todo un show de que lo están persiguiendo. Le tiran abajo la puerta de la casa, lo sacan a los tirones y después dicen resistencia a la autoridad. No cometió ningún crimen, lo meten preso y lo tienen sin defensa posible porque los jueces primero escuchan a la policía. Esa deformación de la realidad sí me asusta, porque estamos desprovisto de derecho. No hay Estado de Derecho: ¿dónde golpeas una puerta acá cuando corres peligro todos los días cuando salis a la calle? Porque las madres salimos a la calle y el miedo de que nos pasara algo ya les había pasado a nuestros hijos e hijas. Y así cuando le paso a Azucena Villaflor, a Ester Careaga, Mary Ponce de Bianco, que también salían todos los días a la calle. Entonces todo esto te hace volver al pasado, que yo no quiero volver. No queremos más dictadura y terrorismo de estado ni percusiones de orden político.
-¿Cómo se sale de esto? ¿Qué crees?
-Luchando. La calle. Todos los días. Llenar las calles. Todos los jueves llenemos la Plaza de Mayo. Una propuesta hago. Con carteles y carteles, que el mundo entero reciba qué está pasando en Argentina. La resistencia.
-Pensaba en tu agenda, que es la agenda social de la Argentina.
-Yo levanté la bandera de mis hijos. Recogí las banderas de los 30 mil y no voy a ningún lado por obligación: voy por compromiso. A la Plaza de Mayo los jueves, porque tengo un compromiso. Tiene magia la Plaza. Te encontrás, te mirás a los ojos, te abrazás. Yo digo que vamos los buenos. Y se encuentra la gente, a lo mejor tiene ese ratito, quizá a tomar café. O una cerveza. Según, porque una tampoco es una monja. Pero las monjas deben tomar cerveza también.
“Van a ir a la cárcel”
-¿Tenés esperanza todavía?
-Sí, tengo esperanza. Una fuerza espiritual muy grande que me da mi familia. Ya mis nietas son adolescentes y tengo un compromiso de vida y un compromiso con este pueblo que lucha todos los días como luchaba Gustavo y los 30 mil. Me olvide de contarles algo: también estoy luchando hace muchos años contra la deuda externa. No es de ahora. Ahora es obscena, no la vamos a poder pagar nunca. Pero como nos enterraron hasta acá, quizá un día al Fondo Monetario Internacional (FMI) no le importa si no pagamos la deuda. Ellos cobran los intereses que nosotros no sabemos cuánto son. Pero un día sale un paquetito, y se lo llevan con tierra y todo. Y no quieren que paguemos la deuda porque sabe que tenemos que pedir todos los días un poco más. Entonces en una ventanilla pagamos los impuestos y ganancias, en la otra están para darte la platita que pedís. Es un trueque. Y mientras tanto el hambre funde en nuestro país. Además, este gobierno, al hacer una deuda por 100 años, ¿qué se creyó que era el pueblo? ¿De piedra? ¿No pasar por el Congreso?
-No es que le salen mal las cosas: está planeado así.
-Está planeado. Le está saliendo bien. Pero bueno, así les va a ir a ellos. Van a ir a la cárcel, porque no se la van a llevar de arriba. Este destrozo que están haciendo a la república, al pueblo, y a la credibilidad de la gente es un crimen de lesa humanidad. Porque perjudica a toda la humanidad. Y no se la van a llevar de arriba. Yo voy a vivir para verlos en la cárcel, voy a hacer un esfuerzo.
-¿Qué es para vos la política?
-Es una herramienta que nos dicen que es para defender la democracia. No quiero que la política haga con el pueblo lo que se le dé la gana. No quiero eso: quiero vivir en un estado de respeto a todos los seres humanos, de respeto a todos los derechos que tenemos y que realmente se muestre que somos un país civilizado y no queremos que seguir hundiéndonos en este pozo en el que estamos ahora. Que así sea.
Mirá el programa completo acá
Nota
Daniel Solano: la Corte Suprema confirmó la detención de los siete policías condenados por homicidio

Los siete policías condenados a prisión perpetua por el asesinato de Daniel Solano, el joven salteño de 27 años desaparecido en Choele Choel el 5 de noviembre de 2011, fueron detenidos tras el rechazo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a un recurso de queja de los efectivos, y así deberán empezar a cumplir la pena en prisión por primera vez desde la sentencia. El juicio concluyó el 1 de agosto de 2018, pero desde entonces los oficiales Sandro Berthe, Pablo Bender, Juan Barrera, Pablo Albarrán Cárcamo, Pablo Quidel, Diego Cuello y Héctor Martínez estaban en libertad, a la espera de la resolución de la Corte. “Nunca los sacaron de la policía: tenían libertad, cobrando sueldo y portando armas”, dice Leandro Aparicio, uno de los abogados de la familia Solano, que subrayó su “satisfacción” por el fallo: “Uno está golpeado, pero esto da energías para poder avanzar. No hay muchos casos que se detengan a 7 policías”.
La desaparición de Daniel se produjo tras un episodio de violencia policial en la vereda de un boliche de la ciudad. Antes había reclamado por su sueldo y el de sus compañeros como trabajadores rurales de la empresa Agrocosecha, tercerizada de Expofrut Argentina. Aparicio: “Fue un homicidio más allá de la desaparición, y fue un homicidio en un contexto de trata de personas, que está denunciada en la justicia federal de Roca, como está denunciado el narcotráfico, pero la causa no se mueve como se debería. Está parada. Pero esto va a servir para darle un impulso a toda esas cuestiones pendientes”.

Entre esas cuestiones, en abril habrá audiencias por la acusación a otros cuatro policías, entre ellos Tomás Vega, a quien la familia lo señala como el “nexo” con la empresa: “Vega estuvo cuando le pegaban a Solano en el boliche. Vio todo eso. Y fue el que estuvo a cargo de la investigación los primeros día de la desaparición”.
Daniel sigue desaparecido. Gualberto, su papá, murió en medio del juicio, sin poder llegar a la sentencia por homicidio, y fue el principal motor de la causa que denunció la desaparición forzada y la connivencia judicial y estatal bajo un reclamo concreto que repitió una y otra vez a lo largo de seis años y medio: “Quiero encontrar el cuerpo y llevarlo”. No se detuvo un día: hizo huelgas de hambre, inició acampes y se encadenó al juzgado para exigir respuestas. Así reveló la trama de explotación laboral en Río Negro, la corrupción judicial que cubrió el caso y logró la detención de los oficiales que hoy están presos. Aparicio lo recuerda: “Nosotros tenemos esperanza de que el cuerpo aparezca. Algún policía capaz que se puede quebrar, o Vega mismo, sabiendo lo que se viene, puede dar información. Hemos hecho lo imposible para que aparezca el cuerpo”.
Compartimos la investigación de MU sobre este caso:
Nota
Sí, podemos: 20 años del No a la Mina de Esquel

Esquel está cumpliendo 20 años del histórico plebiscito en el que por más del 81% de los sufragios la comunidad votó «No a la Mina» y rechazó así la instalación de la megaminería en la región. A qué le dijeron que «Sí», desde la nota histórica que se hizo desde MU en uno de los tantos viajes, el primero, a la madre de muchas batallas.

El 23 de marzo se cumplieron 20 años del rechazo a la megaminería en Esquel, símbolo de lucha contra los proyectos contaminantes, inconsultos, impuestos en silencio y con violencia, y símbolo también de la democracia participativa, la organización y una lucha que se contagió a otros lugares del país.
En estos días hubo recitales, charlas, caminatas, marcha el 23 de marzo, y este domingo culminará la celebración con un ascenso al cerro Calfu Mahuida, un modo de simbolizar ese contacto permanente de la comunidad de Esquel con la naturaleza.
La historia viva cuenta que un puñado de vecinas y vecinos, que fueron cada vez más, comenzaron a reunirse, a estudiar la situación, a ir a escuelas, clubes, barios, difundiendo capilarmente, en una movilización a la vez inmensa, lo que se estaba tramando para hundir a Esquel en la megaminería. El 4 de diciembre de 2002 fue la primera marcha que reunió a más de 6.000 personas. Nunca desde entonces se dejó de marchar el 4 de cada mes.
Esa creación de movilización involucró otro hecho histórico: se había formado la Asamblea No a la Mina, grupo apartidario, horizontal, democrático, diverso, expresión de las nuevas formas de organización social que emergían en el país tras la crisis de 2001.
El mecanismo asambleario en el que participaba todo el que quisiera, llevó a presionar la situación hasta obtener la posibilidad de la que se celebraron ahora 20 años: el 23 de marzo de 2003 se realizó un plebiscito en el que la comunidad rechazó por más del 81% de los votos al proyecto que intentaban imponer la empresa Meridian Gold y el Estado. Esquel hizo nacer aquel No, pero además generó un contagio en diferentes lugares en que se manifestaban conflictos ambientales en todo el país (Gualeguaychú, Famatina, Andalgalá, como emblemas de una actitud ciudadana no ha dejado de crecer hasta hoy frente a diferentes situaciones territoriales, de salud, y hasta de derechos humanos). Se ponía en foco al modelo extractivo.
Desde aquellos años Esquel ha pasado por situaciones de todo tipo que han sido reflejadas tanto en lavaca.org como en la revista MU:
- la intención de dar vuelta la decisión de la población a través de campañas de acción psicológica y desinformación;
- el espionaje a vecinas y vecinos que integraban la Asamblea, por parte de la AFI, como forma de amedrentamiento y control social;
- las presiones políticas y hasta laborales que sufría toda persona involucrada con el proceso asambleario;
- el contagio fundamental de la acción de Esquel a toda Chubut, que se pobló de asambleas en todo el territorio, incluyendo a las comunidades de pueblos originarios, siempre rechazando los proyectos y negociados minero-estatales;
- las trampas legislativas detectadas cuando se obtuvo la foto del diputado Gustavo Muñiz (del Frente para la Victoria) chateando por celular con el gerente Gastón Berardi de Yamana Gold, la empresa que había asumido el proyecto para impedir y ningunear la Iniciativa Popular presentada por la ciudadanía para que se convirtiera en Ley;
- las represiones a los manifestantes en Rawson, cuando la lucha debió concentrarse en la capital provincial; el acoso mediático a toda esta movida en defensa de la naturaleza por parte de buena parte del sistema mediático, dependiente de pautas publicitarias estatales y privadas.
- Y, por nombrar algo de lo más relevante en los últimos tiempos, el Chubutazo, o “Chubutaguazo”, con que la provincia movilizada logró dar vuelta de un modo comovedor en 2020 un nuevo intento de legislación que bajo el disfraz de una “zonificación” provincial buscaba lo de siempre: ir por la minería. La ciudadanía logró tumbar esa intentona y reponer la ley que prohíbe los megaproyectos extractivos.
- Otro detalle de estos tiempos: ya hay una tercera generación de integrantes de las asambleas participando plenamente, un sub-17 que demuestra el alcance de todo lo que se ha realizado, también desde el punto de vista inter-generacional.
Esquel fue el nacimiento de la resistencia de Chubut, que no significa solamente un rechazo al saqueo y la contaminación, un No, sino también múltiples Sí:
- Sí: sí a la vida.
- Sí a la reivindicación por la positiva de otras formas de producción que no impliquen la destrucción.
- Sí a la necesidad de licencia social para cualquier proyecto, de cuidado de ambiente como forma de preservación de la vida y el trabajo.
- Sí a nuevas formas de relación entre lo humano y la naturaleza. A nuevas relaciones también entre las personas para plasmar la idea de que el agua vale más que el oro, y de que el futuro es posible.
Como homenaje a todo eso aquí puede verse la primera de las notas publicadas en MU sobre la asamblea de Esquel: “La madre del No”, para conocer esa experiencia histórica hecha de resistencia, inteligencia, generosidad y, también, alegría.
Nota
24 de marzo de 2023: Que la memoria (los) ilumine
Crónica de un nuevo 24 de marzo desde la voz de la gente, que habla de todo: de cuánto estaba el chori la marcha pasada a cuánto está hoy; de la pesificación de los fondos jubilatorios y de las elecciones por venir; de las dos marchas, y de la realidad. La necesidad de seguir enfrentando al fascismo, ¿cada vez más presente?, y la energía que da la calle. El recuerdo de Hebe, la presencia y las palabras de Nora Cortiñas, la partida sin condena de Carlos Blaquier. Lo pendiente: los juicios aún en curso, la falta de respuestas del Poder Judicial y de la política, les desparecides de hoy. La presencia de niñas y niños como herencia de una sana costumbre: memoria, verdad y justicia, ahora y siempre.

Y si de vos
“Octubre 1976”, de Ana María Ponce, desaparecida.
me dijeran que no exististe,
les gritaría que me quedan,
tus ojos tristes,
tu caminar lento,
tu sonrisa apenas esbozada,
tu caricia leve,
y una espera,
una larga espera
de la que no volveremos
nunca,
o tal vez sí…

Ahora es marzo de 2023.
24 de marzo de 2023.
Un pibe alto camina lento, con ojos tristes; el frente y el dorsal de su musculosa negra, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi abuelo”. Al lado, su mamá, camina lento, con una sonrisa apenas esbozada. Su musculosa gris, cuenta: “Son 30.000 y uno es mi papá”. Caminan lento porque hay un océano de cabezas, pies y corazones que se dirigen desde el Congreso de la Nación hacia Plaza de Mayo, a reivindicar la Memoria, la Verdad y la Justicia, a 47 años de la noche más sombría.
El pibe alto se llama Thomas Aballay y sostiene un cartel que contiene la foto de su abuelo, cuya sonrisa es tan ancha que parece desbordarse de la imagen. Se lee: “Jorge Oscar Tanco, detenido desaparecido, 16/09/1976”. Dice: “Pertenezco a la agrupación de Nietos de desaparecidos, conmueve un montón estar acá. El Nunca Más no debe quedar en el aire, por eso hay que seguir luchando”. Lo escucha su mamá, Maika Tanco, la hija de Jorge. Plantea deudas de esta democracia en relación a los castigos por los crímenes de lesa humanidad: “Necesitamos hablar no sólo del pasado, sino del presente y del futuro. La cárcel para los genocidas debe ser definitiva; cárcel común, no que estén en sus casas. Además, los juicios están retrasados. En los últimos cuatro años no hubo adelantos significativos y eso quedó manifiesto en que el empresario Carlos Blaquier acaba de morir sin ser juzgado por su complicidad con la dictadura. 47 años después, no es justicia. Y él ni siquiera la tuvo; falleció como inocente, y no lo fue”.


Lo que plantea Maika, minutos después lo confirman en números desde Sobrevivientes, Familiares Compañerxs y Amigxs del Centro Clandestino de Detención «El Olimpo”, emplazado en el barrio porteño de Floresta: “Hoy, 8 de cada 10 condenados por delitos de lesa humanidad están en sus casas cumpliendo las penas que debieran completar en cárcel común”. Desde que se reabrieron los juicios, entre 2006 y 2022 hubo 283 sentencias dictadas, 1115 personas condenadas y 171 absueltas. Hay 15 juicios en curso y 75 causas aguardan fecha de debate. En relación a la falta de celeridad, se debe a la escasez de tribunales orales disponibles. Un ejemplo es el proceso judicial por las violaciones de derechos humanos en el Centro Clandestino “Puente 12”, en La Matanza. El debate, pactado para principios de 2022, recién comenzará el próximo 3 de abril “por cuestiones de agenda”.
Como el mundial
El olor a humo que emana de decenas de parrillas acompañan toda la marcha. Hay olor a chori, hay olor a un pueblo que, pese a ser una fecha que evoca la peor de las crueldades, se hermana, se abraza. Se trata de una fecha para encontrarse y reencontrarse, con unx mismo y con el resto. El barro que se multiplica con el paso de las horas en varios sectores de la Plaza de Mayo refleja la masividad de la cita ineludible. Hay mil banderas de organizaciones sociales, de partidos, de sindicatos; pasacalles, stencils, graffitis viejos y que acaban de nacer; bombos, cánticos, intervenciones artísticas; hay sueños compartidos: “La importancia de estar acá es mostrar que la derecha, los milicos, la policía, no tiene la cancha libre; desearía que fueran menos, pero no lo son, siguen teniendo mucho poder. Entonces, la única defensa que tenemos es la calle”, alza Cecilia, 69 años, de Florida Norte. Y profundiza: “Hay que apuntar a la igualdad social como eje; tenemos alimentos para millones de personas, pero la mitad de nuestra población infantil es pobre. Alguien se la está llevando y es contra ellos que debemos pelear”.
Antes de empezar a marchar, Norita Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, le dice a la lavaca que está “con mucha fuerza para seguir pidiendo Memoria, Verdad y Justicia”; le dice que “el país está cada día peor, porque este gobierno, gobierna para los ricos, y hay que resistir en la calle”; le dice que pasó su cumpleaños (93, el 22 de marzo) “muy feliz, llena de abrazos y de afecto, pero la felicidad nunca es completa y será así hasta encontrar a Gustavo (su hijo, desaparecido)”; dice que el compromiso “debe ser hasta morir” y antes de terminar la charla, en medio de un intenso calor, propone ir tomar una cerveza al final de la jornada.

Lucía Iérmoli tiene 35 años y está embarazada de seis meses. “Las conquistas hay que defenderlas acá, contra el poder concentrado que sigue creciendo. No estar un día como hoy marcaría una ausencia. Que reviente de gente esta plaza es un logro de todas, de todos. No sé cuántos lugares en el mundo tienen un día que reivindique la memoria”, dice, con voz tierna y con Vera en la panza, que también sigue creciendo. A su lado, su amiga Alejandra Spinetta, 59 años, agrega: “No se puede no estar acá; si uno falta, si no se compromete, es dejarle el lugar para que avance la derecha”.
A unos metros, Laura, de 66, está contenta. Muestra una vitalidad que está recuperando, a medida que avanzan las horas: “Es mi primera movilización después de la pandemia; estuve muy enferma, durante muchos años, pero hoy sentía que debía estar con mi pueblo y no me arrepiento: me llena de energía”.
Detrás, una imagen bellísima que retrata a Hebe de Bonafini, en el primer 24 sin su presencia física. Está con sus dos hijos, chiquitos, ambos desaparecidos. Una frase acompaña el cuadro, a 40 años de la recuperación de la democracia: “El día que me muera no me tienen que llorar. Hagan una fiesta en la calle, porque hice lo que quise y peleé con todo como quise”.

El 24 de marzo de 1995 a las 6 de la mañana llegó al mundo Victoria Rossi. “Victoria por la frase del Che, de ‘hasta la victoria siempre’, por el concepto del triunfo del pueblo”, rememora Viqui, a metros de la Catedral vallada, en su cumpleaños 28. “A partir de que empecé a militar en el centro de estudiantes del secundario, sentí que los 24 de marzo ya no había lugar para festejos personales, sí para abrazos, sí para estar con mi gente, pero desde un lado más colectivo”. Su mamá y su papá, militantes de izquierda, venían a las marchas mucho antes de que se decretara feriado, allá por 2022: “Desde chiquita fui consciente del valor que tenía esta fecha y me acuerdo que en cuarto grado fue el último cumple que festejé en la escuela. Sin embargo, estar acá es lo más importante en este día; un año no vine y algo me faltó. Decidí que esa sensación no la quiero sentir más”. Y asocia: “Más allá de que esto no sea una celebración, vivo un 24 de marzo como lo más parecido a ganar un campeonato del mundo, porque hay un gran motivo para juntarse: hay orgas, partidos, familias, parejas, gente que va de la mano con quien quiere y eso tiene que ver con la búsqueda de la libertad por la que peleaban las y los desaparecidos”.

Ideas de ayer a hoy
Un hombre cuarentón camina de la mano de su hija. Ambos tienen puesta el mismo modelo de remera que exige “Juicio y castigo”. La diferencia es que una es talle X y la otra es talle S. Expresa Lucas: “Estamos acá por dos motivos: por responsabilidad social y porque mi papá es uno de los 30 mil”. ¿Qué utopías de su viejo hay que traer al presente? “Nunca dejar de hacer política seria y trabajar mucho en los barrios”. Se va a seguir marchando, siempre de la mano de su hija. En su espalda, de su mochila cuelga un pañuelo blanco que denuncia: “Pablo Córdoba, desaparecido”.

Ana Valverde escucha atentamente el documento leído por el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Tiene 72 años, milita hace 54 y lleva bien alto un cartel con la foto y el nombre de Patricia Gaitán, desaparecida por la última dictadura cívico militar eclesiástica. “La principal pelea de los 70 que hay que dar hoy es cómo lograr la unidad de las y los laburantes”. Dice que es jubilada y protesta porque “el gobierno nacional acaba de confiscar el fondo de garantía de sustentabilidad que estaba en dólares y que por un DNU lo pesificó. Esto no perjudica a quienes ahora somos jubilados, sino también a ustedes, los más jóvenes”.
–¿Vos aportás? –me pregunta.
–Sí.
–Bueno, te acaban de afanar.
Un pasacalle grita: “30.000 razones contra el FMI”; un cartel pegado con engrudo sigue la línea: “Basta de extorsiones del FMI”; desde arriba del escenario, en el documento que leen los organismos de derechos humanos, se agita: “El Poder económico es el gran ausente de este proceso, y su impunidad la seguimos pagando como pueblo, porque nos siguen sometiendo a la miseria, buscando un enriquecimiento sin límites y sin importar los costos”. Abajo, la inflación arrasa. Alberto es de Avellaneda y atiende una parrilla que instaló en la esquina de Avenida de Mayo y Carlos Pellegrini: “En la marcha pasada, el chori estaba 150 pesos, cobrándolo caro; hoy, yo lo tengo 700, como barato; en otros puestos está hasta 900”. A 50 metros, Viviana está sentada en un banquito. En el piso, sobre una lona, expone pañuelos blancos y azules, con la consigna “Nunca Más”. “El año pasado estaban 250 pesos, hoy 500”. Agrega: “Fue muy floja la venta, hoy se vendió mucho menos que en 2022”.



La primera actividad que arranca el 24, a media mañana, y la que cierra, a eso de las 20, se da en Plaza de los Dos Congresos. Es un festival por la memoria donde cantan bandas de heavy metal, que se organiza desde hace 16 años. Quien presenta a las bandas se llama Fernando Ricart, tiene 52 años, un pelo larguísimo y un padrino que estuvo detenido desaparecido: “Se lo llevaron por ser delegado, como si eso fuera un delito. Estuvo un mes y medio desaparecido, pero el daño que le hicieron fue para siempre. Se lo llevaron siendo uno, y me devolvieron a otra persona. Nunca se recuperó”. Andrés, 39 años, escucha la música pesada junto a su hijo de 6. Lleva una remera que se pregunta qué hicieron con Santiago Maldonado. Le pregunto qué ideas de la militancia de los 70 serían importantes que hoy sean prioridad: “Se perdió la perspectiva de un cambio revolucionario real; el peronismo tiene su eje en la Justicia, como si no fuera parte de este sistema que hay que cambiar de raíz; mientras que la izquierda partidaria sigue en la pelotudez, discutiendo en el Congreso sobre concepciones marxistas de hace tiempo, sin pensar en el cambio social actual”.

Rocío y Darío viajaron desde Tandil junto a su hijo Amadeo, de un año recién cumplido, para sentir en vivo y en directo la marcha que tantos años recorrieron cuando vivían en Buenos Aires. “La memoria se construye desde la cuna y las Madres y las Abuelas son la escuela”, recuerda ella. “La mejor manera de reivindicar a las y los desaparecidos es seguir su camino: el trabajo de base que se hacía en esos años”, recuerda él, que al igual que su bebé lleva puesta una remera de Diego Maradona. A su lado está Belén, una amiga de la pareja que por primera vez es parte de esta movilización: “En Tandil es diferente; hay un espacio fuerte y comprometido con los derechos humanos, pero es una ciudad mayormente oligarca; para mí es muy fuerte estar acá. Más que nunca debemos mantener viva la memoria y para eso hay que movernos”.
Memoria en este momento
Hay un graffiti recién pintado en la estación de subte Lima, de la línea A, que reza: “Memoria en este momento”.
Aparece también en paredes, en carteles y en diversos reclamos. Elizabeth tiene 70 años y lleva colgado un cartel que pide “Libertad a Assange, una verdad sin mordaza”. Lo relaciona con el 24 de marzo: “En el caso de Julian, se condena la libertad de expresión, no hay derecho a la información de la población y se expone cómo se persigue a la gente cuando se descubren los secretos de los gobiernos”. Detrás de ella, un stencil negro exhorta: “Abran los archivos secretos de la Dictadura”. Elizabeth tiene tres compañeros desaparecidos: Mónica Epstein, Hernán Abriata y Klaus Zleschank. “De ellos, además de recordarlos, hay que seguir su ejemplo: militar por una mejor redistribución de los ingresos”.
El recorrido desde la 9 de Julio hasta la Plaza de Mayo está acompañado por afiches de la organización La Poderosa con un encabezado: “40 años alimentando la democracia”. Se da en el marco de un proyecto de ley que impulsa el conglomerado de asambleas villeras para que se reconozca con un salario a las más de 70 mil cocineras comunitarias que trabajan en el país sin percibir un salario. ¿Qué implica el reconocimiento laboral? “Un salario ligado al Mínimo Vital y Móvil como base; acceso al aguinaldo, vacaciones, seguridad social, cobertura contra riesgos en el trabajo por enfermedades y maternidad, por invalidez y vida, retiro, acceso a la jubilación y guarderías”, expresan desde el movimiento.
Uno de esos afiches lo tiene a su lado Francisca, que vive en la calle y ahora está delante de un kiosco de diarios cerrado. Tiene una bandeja de arroz por la mitad y una voz que pide escucha: “Se la pasa muy difícil acá”. Y en un puñado de palabras, esgrime una deuda sustancial de la democracia: “Pensemos, ¿cuántos políticos en los últimos años hablaron de la situación de calle, de las villas? Eso dice mucho de cómo estamos”.

Detrás de su lente, la mirada de Oswald, colombiano de 41 años que hace 14 vive en Argentina, fotografía a un pueblo que recuerda sin parar. “Es imposible estar acá y no compararlo con mi país. Allá, pese a que no hubo una dictadura tan marcada, la serie de gobiernos de derecha y los paramilitares han desaparecido a más gente que en cualquier dictadura del cono sur”. Añade: “Por eso es tan importante valorar lo que se consiguió acá. En mi país, el miedo y la violencia aún imposibilita la unión de familiares de víctimas para reclamar en conjunto. En el último tiempo la juventud comienza a jugar un rol clave y para esto la Argentina es un ejemplo a seguir”.
Sobre Avenida de Mayo, un gazebo contiene a un grupo de “peruanos autoconvocadxs” que vocifera por la “dictadura que vive Perú”. Más de 60 caras se alternan con cintas de luto negro, en un antimemorial que estremece. Son las “víctimas del Estado Peruano”. Merly tiene 36 años, nació en Parcona Ica y hace 20 vive en Argentina. “Estamos acá porque también queremos decir Nunca Más. Las muertes tienen rostro y la mayoría son de pueblos originarios, del sur del país”.
Carolina, de 23, muestra su juventud caminando rápido, para no perderle pisada a sus amigos que van un poco más adelante. “Recordar a los desaparecidos de la dictadura es luchar por los desaparecidos de hoy. La derecha sigue avanzando y no lo podemos permitir”. A pocos metros de la Plaza de Mayo, donde desemboca la enorme movilización, Daniela, de 35, vende hamburguesas veganas. En el frente de su heladerita de telgopor está pegado un cartel con los colores de la diversidad, que se pregunta: ¿Dónde mierda está Tehuel? “No se puede aceptar tener desaparecides en democracia. El Estado define de quién se ocupa y de quién no, discriminando a las identidades trans. El racismo sigue, nunca se fue”.

Pablo está a pasos de la Pirámide de Mayo. Tiene 36 años, una militancia desde la juventud y un miedo que le recorre el cuerpo: “La democracia vuelve a estar en riesgo; las voces que la amenazan vuelven a tener más peso, que se traducen en persecución, en proscripción, en prohibición”. Suma: “Sufrimos salarios de miseria que sólo lo podremos dar vuelta con una transformación obrera y un pacto social que resguarde un piso que la derecha busca perforar. Para esto, hay que poner el cuerpo como en los 70, porque salvo en determinados momentos como el 2001 o la reforma jubilatoria del macrismo, no pudimos hacerlo en unidad”. A su lado, lo escucha Fidel, su hijo de 8 años.
–¿Por qué estás acá? –le pregunto a Fidel.
–Por la desaparición de los compañeros.
La tarde empieza a caer, la multitud a desconcentrarse y, mientras las paredes siguen pintando preguntas, también se escuchan versos que alimentan la memoria.
Se que algún día dejaré de pertenecer al mundo,
“Poema para no morir”, de José Beláustegui, desaparecido.
y nunca más podré escribir,
ni hacer el amor,
ni disfrazar la naturaleza con un poema,
ni viajar en los libros,
ni exponer mis ideas.
Por eso en este poema dejo, mar, cielo y luna
mariposas, besos y sirenas,
y me dejo a mí,
porque cuando muera seguiré viviendo en estos
versos.

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