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Gore Vidal: Somos los patriotas

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El escritor estadounidense denuncia la consecuencias de la Ley Patriótica y señala: «Por mucho que empeoraran las cosas, jamás creí ver a buena parte de la nación -de nosotros el pueblo, que no estuvimos representados ni fuimos consultados en un asunto de guerra y paz- manifestarse en tales números contra un gobierno arbitrario y secreto, que preparaba y dirigía guerras para nosotros, o por lo menos para un ejército reclutado entre los desempleados para librarlas». 

(Por Gore Vidal) Pertenezco a una minoría que es una de las más pequeñas del país y cada vez se vuelve más. Soy veterano de la Segunda Guerra Mundial. Y puedo recordar haber pensado, cuando salí del ejército en 1946, bueno, ya estuvo. Ganamos. Y los que vengan después ya no tendrán jamás que volver a hacer esto. Luego vinieron las dos guerras dementes de vanidad imperial, Corea y Vietnam. Fueron amargas para nosotros, ya no digamos para el llamado enemigo. Luego nos embarcamos en una guerra perpetua contra lo que parecía ser el club del enemigo del mes. Esta guerra permitía que fluyeran grandes recursos monetarios hacia el aparato persecutorio militar y la policía secreta mientras nos retenían el dinero a nosotros, los contribuyentes, con nuestro mezquino interés por la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Pero, por muy corrupto que se haya vuelto nuestro sistema en el siglo pasado -y yo viví tres cuartas partes de él-, aún nos sujetábamos a la Constitución y, sobre todo, a las garantías individuales.

Por mucho que empeoraran las cosas, jamás creí ver a buena parte de la nación -de nosotros el pueblo, que no estuvimos representados ni fuimos consultados en un asunto de guerra y paz- manifestarse en tales números contra un gobierno arbitrario y secreto, que preparaba y dirigía guerras para nosotros, o por lo menos para un ejército reclutado entre los desempleados para librarlas. De manera perceptible, ahora dejan la mayor parte del combate a los excluidos, a los que no recibieron educación.

George W. Bush, durante Vietnam, se refugió en la Guardia Aérea Nacional de Texas. Cuando se preguntó a Dick Cheney por qué evadía el servicio militar en Vietnam, contestó: «Tengo otras prioridades». Bien, otros 12 millones de nosotros también las teníamos hace 60 años. Prioridades que 290 mil personas ya nunca pudieron atender.

¿A quién culpar, entonces? ¿A nosotros? ¿A ellos? Bueno, podemos sin temor a equivocarnos culpar a ciertos traficantes de petróleo y gas que secuestraron al go-bierno desde la presidencia hasta el Congreso y de ahí, en forma por demás ominosa, al aparato judicial. ¿Cómo lo hicieron? Curiosamente los medios siempre han estado allí. Se requirió de la mayor ambición y de otros intereses para que este golpe de Estado funcionara.

Fue nada menos Benjamin Franklin quien allá por 1787 visualizó nuestro futuro con la mayor claridad, cuando como delegado a la Convención Constitucional de Filadelfia se leyó por primera vez el proyecto de Constitución. Estaba viejo, casi moribundo, no estaba en condiciones de leer, pero preparó un texto para que lo leyera un amigo. Es una declaración tan oscura que la mayoría de los libros de historia omiten las palabras claves.

Franklin apremiaba a la convención a aceptar la Constitución pese a que en su concepto adolecía de grandes fallas, porque, dijo, podía sentar las bases para un gobierno a corto plazo. «No hay forma de gobierno que no sea una bendición para el pueblo si se administra bien, y creo además que éste puede ser bien administrado por algunos años, y sólo puede desembocar en el despotismo, como otras formas han hecho antes, cuando el pueblo se vuelva tan corrupto que requiera un gobierno despótico, pues sea incapaz de cualquier otro.» Pensemos en Enron, Merrill Lynch, etcétera, en perforaciones de tarjetas electorales y en urnas de mariposa, en el hijo del juez Antonin Scalia exponiendo alegatos en la Suprema Corte ante su padre, quien no fue objeto de recusa, mientras Clarence Thomas, quien tampoco fue impugnado, escucha en silencio y su esposa trabaja ya para el próximo gobierno de Bush. Pensemos, por último, en el Colegio Electoral, pieza de maquinaria poco confiable y antidemocrática que sin duda Franklin vio como fuente de la más profunda corrupción y subsecuentes males pa-ra la república, como ocurrió no sólo en 1876, sino también en 2000.

La profecía de Franklin se cumplió en diciembre de 2000, cuando la Suprema Corte pasó como bulldozer sobre la Constitución para seleccionar como presidente al perdedor en la elección de ese año. El despotismo está ahora sentado sin riesgos en la silla. La vieja república es la sombra de sí misma, y ahora estamos en el umbral de un imperio nuclear mundial, con un gobierno que ve su verdadero enemigo en «nosotros el pueblo», despojado de nuestra franquicia electoral. La guerra es la meta usual de los tiranos, y guerra en serio es lo que vamos a tener, a menos que -con ayuda de los bienintencionados de Europa y de nosotros mismos, despiertos por fin- podamos persuadir a este peculiar gobierno de que actúa totalmente por su maligna cuenta y en contra de nuestra historia.

La otra noche en CNN hice al admirable Aaron Brown detenerse de golpe, citando esa vez no a Franklin sino a John Quincy Adams, quien en 1821 dijo, en un debate sobre la posibilidad de que entráramos en guerra para liberar a Grecia de Turquía, que Estados Unidos «no va al extranjero en busca de monstruos que destruir». Si la nación tomaba a su cargo todos los asuntos del extranjero «podría volverse la dictadora del mundo. Ya no sería la gobernante de su propio espíritu».

Si en 2004 se nos permite realizar una elección presidencial aquí en nuestra pa-tria, sospecho que nos daremos cuenta de que el único cambio de régimen con el que requiere ocuparse nuestro espíritu recobrado es el de Washington.

El presidente Adams murió hace mucho tiempo. Y hemos estado en el negocio imperial desde 1898: habíamos prometido dar a los filipinos su independencia de España. Luego cambiamos de parecer y matamos a unos 200 mil de ellos en el proceso de someterlos a nuestro dominio.

Hace unos años hubo un significativo intercambio entre el entonces general Colin Powell y la entonces funcionaria Madeleine Albright. Como tantos civiles, ella estaba ansiosa de usar nuestras tropas contra nuestros enemigos: ¿de qué sirve tener todo ese aparato militar si no se usa? No son soldados de juguete, respondió él. Sin embargo, en aras de combatir el comunismo gastamos billones de dólares y ahora estamos en peligro de quedar sepultados bajo el peso de tantas armas.

Por lo tanto, supongo que es inevitable que, tarde o temprano, a una nueva generación se le ocurrirá la brillante idea: ¿por qué no dejamos de hacernos tontos con la diplomacia y los tratados y simplemente usamos nuestro poderío militar para dar órdenes al resto del mundo? Hace uno o dos años, un par de neoconservadores planteó precisamente esa noción. Respondí, en letra de molde, que si lo hacíamos tendríamos una guerra perpetua por la paz perpetua. Y eso no es bueno para los negocios. Luego la junta Dick Cheney-Bush se adueñó del poder. Aunque lo que más les interesa son las reservas petroleras, les gustó también la idea de jugar a los soldaditos.

En septiembre pasado el Congreso recibió del Ejecutivo un documento llamado Estrategia Nacional de Seguridad de Estados Unidos. Como observó el historiador Joseph Stromberg, «hay que leerlo para creerlo». La doctrina predica que sería de-seable que Estados Unidos se vuelva, para usar las palabras de Adams, la «dictadora del mundo». También da por sentado que el presidente y sus lugartenientes están moralmente facultados para gobernar el planeta. Declara que nuestra «mejor defensa es una buena ofensa». Luego expresa la doctrina de la prevención: «Como asunto de sentido común y autodefensa, Estados Unidos actuará contra las amenazas que surjan antes de que se formen por completo (cursivas mías)». Sin duda el general Ashcroft anda ahora por Utah arrestando a todo varón mormón antes de que pueda secuestrar ocho jovencitas para hacerlas sus esposas. patriotas

El artículo uno, sección 8, de la Constitución señala que sólo el Congreso puede declarar la guerra. Pero el Congreso entregó ese gran poder al presidente en 1950 y jamás lo ha recuperado.

Como dijo en forma tan encantadora el ex senador Alan Simpson en la televisión la otra noche, «el comandante en jefe de l
as fuerzas armadas decidirá cuál es la causa. No será el pueblo estadunidense». Así que en los temas importantes no estamos guiados por la ley, sino por la fe en el presidente, cuyas poderosas creencias cristianas predican que «la fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven»
.

En respuesta a las cosas que no se ven, la Ley Patriótica de Estados Unidos pasó como de rayo por el Congreso y fue firmada 45 días después del 11 de septiembre de 2001. Se espera que creamos que sus 342 páginas cuidadosamente confeccionadas fueron escritas en ese breve lapso. En realidad se lee como una continuación de la ley antiterrorista que promulgó Bill Clinton a raíz del atentado en Oklahoma City. La Ley Patriótica posibilita que agentes del gobierno allanen la casa de cualquier persona en su ausencia, realicen un cateo e impidan por tiempo indefinido al ciudadano averiguar si se emitió una orden judicial para ello. Pueden obligar a los bibliotecarios a revelar qué libros han sido solicitados en préstamo. Si el bibliotecario o bibliotecaria se niega, puede ser sujeto a cargos criminales. También pueden recoger los reportes de crédito y otra información confidencial sin aprobación judicial ni permiso del ciudadano afectado.

Por último, toda esta actividad anticonstitucional no tiene la menor conexión con el terrorismo. A principios de febrero el Departamento de Justicia filtró la Ley Patriótica II, conocida como Ley de Refuerzo de la Seguridad Interna, con fecha 9 de enero de 2003. Un Congreso que no debatió apropiadamente la primera ley aprobará en forma abrumadora esta expansión ilegal.

Algunas disposiciones: si un ciudadano estadounidense ha sido acusado de apoyar una organización considerada terrorista por el gobierno, puede ser privado de su ciudadanía aun si no estuviera enterado de que la organización tenía vínculos con terroristas. En la ley II también se incluyen normas que permiten más búsquedas y espionaje telefónico sin orden judicial, así como arrestos (sección 201). Si un ciudadano trata de defenderse para conservar la ciudadanía con la que nació, los agentes federales que llevaron a cabo la pesquisa ilegal con la bendición de los altos funcionarios del gobierno son inmunes a toda acción legal. Es de suponerse que a un estadounidense nativo privado de su ciudadanía se le podría deportar, como se puede hacer con un extranjero. También, de acuerdo con un veredicto reciente de un tribunal federal, esta nueva atribución del procurador general no es susceptible de revisión judicial. Puesto que el estadounidense privado de su ciudadanía no puede, por supuesto, obtener un pasaporte, los considerados maquinadores de la agencia de seguridad doméstica autorizan al procurador general a deportarlo «a cualquier país o región independientemente de que ese país o región tenga un gobierno». Los casos difíciles en los que no haya un lugar donde ir pueden quedar en suspenso indefinidamente.

Mientras que la Ley Patriótica sólo negaba a los extranjeros el derecho a un proceso justo y los sujetaba a deportación arbitraria, la Ley Patriótica II incluye ahora a los estadounidenses en la misma categoría, con lo cual elimina de un plumazo todas las garantías individuales.

Nuestro gran historiador Charles Beard escribió en 1939: «El destino de Europa y Asia no ha sido confiado por Dios al cuidado de Estados Unidos, y sólo el engaño, los delirios de grandeza, las fantasías vanas, el hambre de poder o un deseo de escapar de nuestros peligros y obligaciones domésticos puede hacernos suponer que la Providencia nos ha designado su pueblo elegido para la pacificación de la tierra.


«Los estadunidenses que se niegan a saltar a ciegas hacia la vorágine de la política europea y asiática no son derrotistas o neuróticos. Dan prueba de cordura, no de cobardía, de pensamiento adulto en oposición al infantilismo. Intentan preservar y defender la república. Estados Unidos no ha de ser Roma o Gran Bretaña: ha de ser Estados Unidos.»

* Ensayista, historiador y novelista estadunidense. Su libro más reciente: Dre ming War: Blood for Oil and the Cheney-Bush Junta (Sueños de guerra: sangre por petróleo y la junta Cheney-Bush).

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La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

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Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.

Por Franco Ciancaglini

Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:

  • su salud era cada vez más delicada;
  • los medicamentos oncológicos no llegaban;
  • y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.

Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.

Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Mary junto a Nora Cortiñas.

Contaminada

María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.

Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.

La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.

Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.

Contaminada

La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.

Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.

Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
En Plaza de Mayo, con una bandera contra la megaminería contaminente en Chubut.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:

  • “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
  • “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
    También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».

Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”

Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.

En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Lidia y Mary, durante el acampe del Malón de la Paz en Buenos Aires, hace dos años.

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”

Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:

  • “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
  • Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.

Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.

Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.

Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”

El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Carlos Ponce, Mary y Lidia Campos: una amistad atravesada por la lucha ambiental del sur del país.

Abandonada

Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.

Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.

Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».

Sino miren este video.

María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”

El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.

Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.

Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.

Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”

Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”

La respuesta era obvia: mal.

Insurgente

Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.

Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.

El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».

Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.

Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Un cartelito que le hicieron tras su muerte, Clarisa y Agus, que lo dice todo: «Se lo hicimos porque ella era doña cartelitos, y lo dejamos con ella».

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.

Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.

Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.

Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.

La muerte es el abandono.

La muerte es el olvido.

Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.

odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.

Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.

Mary: gracias.

Hasta mañana.

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Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

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El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.

Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año. 

El camino de la in-justicia

En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia. 

La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.

Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero. 

Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10. 

Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo. 

Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.

 La pericia tendrá como objetivos precisar:

-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;

-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil; 

-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.

-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.

El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena. 

Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.

Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.

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Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.

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