Nota
Las Agallas de Agulla
En el porteño barrio de Belgrano, allí donde emigraron las empresas modernas en busca de glamorosa paz, la agencia de publicidad Agulla & Bascetti ha construido su edificio como un smoking a medida. En el portal, dos custodios de uniforme marrón charlan distraídamente en las escalinatas. Un pie en el primer escalón los pone en guardia. Uno se aferra al picaporte. El otro pregunta:
-¿Qué desea?
El abracadabra funciona sin necesidad de que los agentes realicen ninguna consulta. Escuchan el porqué, los datos personales del intruso y la puerta se abre con una sonrisa.
Lo que sigue es imponente.
Un pasillo eterno, paredes inmaculadas, escaleras de madera, techos de vidrios, detalles de aluminio, pisos transparentes, pequeñas butacas peludas y pálidas. Todo es nada comparado con la escenográfica luz, capaz de convertir una oficina en un templo.
Luz natural que irradia la cúpula vidriada.
Luz artificial que emana un enjambre de tubos recubiertos con láminas de acetato hasta formar una pared fantasmagórica de diez metros de largo, delante de la cual sonríe una recepcionista vestida de rojo.
A unos pasos, para la espera, han colocado un misal. El libro del fotógrafo Helmunt Newton reposa sobre la mesa que diseñó especialmente Phillip Stark para exhibir esas estampas gigantes que retratan glorias y miserias espectaculares y ajenas, en blanco y negro.
Ahí está Imán sobre unos tacos, mostrando su pubis.
Ahí está Rainiero rodeado de amigos o guardaespaldas.
Ahí está Catherine Denueve, apuntando directo a la lente con un arma.
Ahí está Carolina, la secretaria de Ramiro Agulla, explicando que debo esperar porque en los tres pisos del templo no hay una sola oficina disponible para realizar la charla.
Espero.
Mientras, la secretaria -de pie- intenta distraerme con anécdotas de lo más variadas. Sus vacaciones en Bahía, su viaje al Festival de Cannes donde la agencia ganó el máximo trofeo, su complicada rutina que la llevó a perderse, al comienzo del invierno, el momento en que la agencia decidió vacunar a todos sus empleados. Contra la gripe y para que no falten.
Espero.
Ahora es Luis Fernández el que -también de pie- habla. Es el tercer hombre de Agulla & Bascetti, su gerente administrativo, financiero y contable. Cuenta que estuvo en Miami firmando un nuevo acuerdo con la internacional y poderosa Lowe, que acaba de extender su participación en la agencia argentina. Tenía el 20 por ciento. Firmó por el doble. Y ahora Lowe pide explicaciones porque no le advirtieron que acababa de abandonarlos un cliente: Quilmes, la empresa cervecera que consume un presupuesto de 60 millones de dólares anuales en servicios publicitarios.
Espero.
Desde hace dos meses estoy esperando por esta entrevista que ya tuvo cuatro citas frustradas. Primero, porque Ramiro Agulla estaba furioso. Una revista de chismes locales había publicado una foto de su mujer al lado de Antonito De la Rúa, el hijo del presidente argentino y novio de Shakira. La noticia hablaba de una escapada a la ciudad uruguaya de Punta del Este y hasta los medios extranjeros se hicieron eco de la supuesta trapisonda. Dos semanas más y el problema surgió cuando Agulla decidió alejarse del equipo de comunicación del presidente De la Rúa, noticia que fue tapa de todos los diarios locales y que lo obligó a mantener a la prensa alejada para eludir explicaciones. El tercer intento fue frustrado por cuestiones de ánimo personal: Agulla se separó. El cuarto por cuestiones de salud. Agulla se engripó.
Espero.
Durante el transcurso del trámite me entretuve leyendo las toneladas de material publicado sobre su trabajo, su empresa, sus amigos, sus enemigos, sus pasiones, sus caprichos. Nunca, antes, un publicitario había acumulado un stock de papel impreso tal, capaz de palidecer la campaña de un político o una estrella. Agulla ganador de todos los premios nacionales e internacionales. Agulla hincha fanático de Boca Juniors. Agulla declarando su amor incondicional por su socio, Carlos Bascetti. Agulla dueño de la agencia que alcanzó el séptimo puesto en facturación, según el ranking local. Agulla artífice de la porción más original de la campaña presidencial del argentino Fernando De la Rúa. Agulla instando a los ministros del presidente a que sonrían antes de anunciar las próximas medidas de ajuste. Agulla denunciando la envidia que provoca entre sus colegas. Agulla – una vez más- subido al podio de los ganadores con Vicent Fox, en México, con Aníbal Ibarra en la intendencia porteña, con Telecom en Cannes. Agulla renunciando a su puesto de asesor presidencial por enfrentamientos con el vicepresidente Carlos Chacho Alvarez. Agulla poseedor de dos lujosos Jaguars. Hasta hay un libro que le dedica un capítulo bajo el pretexto de analizar su generación. Se llama La rebeldía pop y, como todo lo que se ha escrito sobre él, se limita a alabarlo.
Espero.
Ahora en una sala de paredes color humo con sillones remolacha, una chimenea inútil y una mesa ñata y ancha. El agente de prensa de Agulla se acomoda en un discreto wing y allí se quedará como una estatua.
Desde el pasillo llega primero su voz -canturreando- y luego él, macizo y alto, un ejemplar criollo, de estirpe aristocrática. Un gran campeón que hubiese merecido el mayor galardón de la Sociedad Rural, pero que triunfó en los 90 en los más importantes festivales de publicidad.
Habría que remontarse a los años ´60 para encontrar un antecedente del fenómeno Agulla. Por entonces, la llama de una industria argentina local y pujante prendió el fuego de la creatividad publicitaria. Refugio de pre-modernos que huían de la censura impuesta por el general Juan Carlos Onganía, los contempóraneos del Instituto Di Tella, el flower power y la píldora encontraron en las cómodas oficinas de las agencias publicitarias un rincón para ejercer de manera póetica la métrica de la sociedad de consumo. El zucumdum de Liliana Caldini, el shock de Susana Giménez y el fame guau de Chunchuna Villafañe son los hijos de esa generación del confort pop. Mujeres de pelo largo, pechos sueltos y pose provocadora que desafiaban la moral de las botas. Treinta años después, no es la revolución productiva sino las burbujas de la globalización la que ilumina el despacho de los responsables de vender gato por libre. Una llama que llama, un Jesucristo que bien podría repartir Prozac en lugar de hostias y una hincha de fútbol intoxicado de patria representan las ocurrencias de esta nueva generación. Los nietos de Onganía enorgullecerían al general con su tanda.
Espero.
Agulla se acomoda en el sillón y me pregunta quién soy, qué hice, qué quiero. Lleva una camisa celeste de delicado algodón, un pantalón azul, unos zapatos de raza y una espesa cadena de oro sobre el pecho agitado. Dice Agulla:
-Estuve forcejeando arriba con los muchachos. Me querían meter de prepo en una oficina.
Silencio.
-Eran cinco y no pudieron ni moverme.
Si la primera impresión es la que vale no es la demostración de fuerza bruta lo que sorprende de este hombre de 36 años, ojos hinchados, nariz roja y pelo azabache. Lo que verdaderamente sorprende es su voz, armónica, agradable, perfecta. Como un pastor entrenado, Agulla no habla: ejecuta una partitura. Una música agradable, un exquisito mix de silencios, agudos y graves. Poderosa, no por su volumen -que es exacto- sino porque apenas uno la oye sabe que va a ser muy difícil dejar de escucharla.
Dice Agulla con su voz de ángel:
-Me hicieron todo tipo de preguntas para encontrar una explicación de mi trabajo. Y en el fondo esa explicación es muy simple. Yo soy un creativo publicitario. Yo vendo tampones.
Ramiro Agulla es el cuarto hijo de Horacio Agulla, un político conservador fundador de la revista Confirmado, asesinado en tiempos de la dictadura militar. Agulla padre no era un militante de izquierda, sino un hombre que por entonces frecuentaba a los gobernantes militares. Algo que vio, algo que dijo o algo que escuchó significó su sentencia de muerte, ejecutada con cinco disparos. Ramiro tenía por entonces 14 años, era estudiante del exquisito colegio Champagnat, jugaba el fútbol, al tenis y al rugby y era flaco. Hoy figura en la lista de lo diez mejores creativos latinoamericanos y practica boxeo para transpirar los kilos que acumuló en la escalada. Y aunque todos en el mundo publicitario lo llaman “gordo”, en su cabeza, dice, todavía hay un flaco.
-Los tampones son un gran invento y los grandes inventos se venden solos. Así que, además de tampones, ¿qué vende?
-Vendo comunicación. Si digo algo no es solo sobre una marca. Es un mensaje que transforma. Eso es lo que me gusta hacer. Y es a eso a lo que me dedico: a transformar.Transformar algo que está mal en algo que esté bien. Algo que está bien en algo que esté mejor. Transformar un estado de ánimo en otro, una manera de pensar en otra, transformar circunstancias.
-Nunca había pensado en la publicidad como una herramienta de transformación…
-Nadie lo había pensado. Muchos creativos sólo se dedican a la publicidad. Yo no. Me dedico a la comunicación. La publicidad es una partecita de la comunicación, pero es una parte. Esta agencia trascendió los límites publicitarios por tener ese concepto. Esa es la diferencia. Por eso, además de ser un fenómeno comercial, forma parte de un fenómeno cultural.
-Algunos definen el estilo de publicidad que ustedes hacen como un lenguaje criollo, absolutamente local, capaz de ser comprendido y premiado en el Festival de Cannes. ¿ Le conforma esa definición?
-Si se entiende en Cannes es una suerte, pero no nuestro objetivo. Nosotros trabajamos para este mercado. No hay nadie acá que diga las cosas como nosotros porque elegimos hablarle al tipo de al lado. Algunas marcas necesitan entrar en un proceso de globalización y ese proceso es interesante, pero eso no significa que deba trabajarse pensando en el mercado global. Y mucho menos en Cannes o en los premios. Eso corresponde al mundo de la vanidad.
– ¿Cuánto pesa la vanidad en su profesión?
-Mucho: más que el profesionalismo.
-¿Usted es vanidoso?
-Sí, pero también muy profesional.
-Usted formó una dupla junto a Carlos Bascetti, algo que el mercado no logra clasificar porque, normalmente, el trabajo de un creativo es solitario.
-No. El trabajo creativo es en equipo. Los créditos son solitarios.
-¿Intentaron separarlos?
-Mil veces. Pero la manera de conservar el equipo fue, simplemente, confiando en el otro. Así fue como conseguimos todo lo que quisimos. Lo bueno es que resistimos a la presión de ser sometidos a la prueba de ver quién era el bueno y quién era el tarado.
-¿Y cómo resistieron?
– Confiando en el otro. Siempre, y a pesar de todo, conviene confiar.
-¿Es un consejo?
-Sí. En la vida siempre hay momentos en que vas a necesitar confiar en alguien.
-Cuándo asesinaron a su padre ¿en quien confió?
– En él.
– Su padre parecía un hombre muy confiado: hablaba con Viola, cenaba con Suárez Mason, les decía lo que pensaba…
-Visto así y desde hoy, uno puede decir que eso no le convenía. ¿Sabés porqué uso la frase “no le convenía”? Porque ahora me la dicen a mí: “No te conviene meterte con la comunicación política.” Y bueno, si uno pudiera ser así… encantado. Pero mi viejo no era así. Era de decir las cosas tal como las pensaba… como yo. De todas formas creo que los mártires constituyen malos ejemplos.
-¿ Por qué?
– Porque mejor es vivir
-¿Es otro consejo?
– Es un consejo que me tengo que repetir a mí mismo. Sé que si a este negocio logramos reformularlo es porque teníamos convicciones fuertes. Sé que lo inventamos de nuevo, creyendo en esas convicciones y no en aquellas cosas que decían que nos “convenían”. Sé, también, que muchas veces no reconozco los límites de esa pelea.
-Sin embargo, la creatividad publicitaria no está asociada a ideales o convicciones. Muchos creen que es un trabajo un tanto cínico.
-¿Cínico dijiste?
-Sí.
-Creo que es darle demasiada jerarquía pensar eso. La publicidad es lo más parecido a un vendedor marroquí.
-Bueno: el marroquí gana un poco menos que usted. La jerarquía, en todo caso, se la está dando el volumen del negocio que maneja un marroquí y un publicitario.
-Pero en el fondo estamos hablando de lo mismo: de un tipo cargoso que quiere venderte algo. A eso no podés llamarlo cinismo porque la intención es transparente. ¿Se entiende lo que quiero decir?
-Sí: que la operación publicitaria es obvia.
-En todo caso, ingenua. La publicidad es una operación comercial. Punto. Sin embargo, me siento responsable del trabajo que hago porque entiendo que, a través de esa transacción, podés ser un generador de conciencia. Mi trabajo es como el de cualquier otro, pero la ventana de mi oficina da a la casa de todos. Hago mi trabajo pensando en esa responsabilidad. Porque la publicidad tomada tal como es…
-… en su aspecto más prostituto…
-…es tan ingenua como un vendedor marroquí. Sin embargo, la publicidad no puede mentir. No hay pieza publicitaria que pueda engañarte más de una vez. Una buena campaña sobre un producto malo lo único que hace es que más gente, más rápido se entere… A ver: ¿de qué?
-De qué el producto es malo.
-¿Entendés?
-Entiendo que eso es verdad, excepto si ese producto es un Presidente.
-Es cierto: la política tiene esa complicación. El consumidor tiene opción: puede comprar Pepsi o Coca Cola. Pero en política no. Un presidente, aunque no lo hayas comprado, tenés que tragarlo. Pero en parte es cierto lo que vos decís: en publicidad muchas veces se ha intentado vender productos cínicamente. Nosotros no trabajamos así. Todo lo contrario. Cargamos su necesidad comercial o prostituta, como vos la llamás, de cosas que sí generen valor.
-¿Qué tipo de valor?
-Valor humano. Los productos y las marcas viven en el mismo lugar y en el mismo tiempo que las personas que pretenden que los consuman. La publicidad se tiene que enterar de eso, hacerse cargo de su época y los fenómenos culturales y sociales que ésta genera. Mi trabajo consiste en decirle a una marca qué mensaje es oportuno para que aparezca, en determinado contexto, opinando sobre estos fenómenos. Así, además de consumo, va a obtener adhesión.
– En dos oportunidades recurrió a Dios para vender autos y zapatillas. En otra usó a Jesucristo como protagonista. Todos estos mensajes generaron polémicas. Unos lo acusaron de dar golpes bajos; otros interpretaron que es mejor vender mostrando atributos divinos que modelos desnudas. ¿Cuál es su versión?
-Que los valores humanos universales venden. Siempre. El espíritu cristiano vende. La esperanza vende. El amor por el otro vende. El perdón vende. En todo caso, hay que pensar qué tan mal estamos que si nosotros hubiésemos puesto un culo nadie hubiese dicho nada. Pero cuando pretendés vender con un Cristo del 2000 es un escándalo, cuando lo que estás diciendo es: ya que te tengo que vender un auto, te hago el delivery de algo que vale, no solo de algo que cuesta.
-Suena fuerte la palabra delivery en ese contexto.
-Suena fuerte porque es clara. El delivery del culo también es claro: muestra que el mundo está al revés.
-Pero usted sabe que el mundo está al revés y juega con ese contexto. Provoca un debate porque pone a Jesucristo sabiendo que sus vecinos de tanda ponen traseros.
-Nunca provoco para el lado que no creo. Si el mundo está al revés, yo lo voy a poner al derecho. Si eso trae polémica, bueno. En ese sentido la provocación es generosa. Esta agencia no provoca por el solo hecho de ser transgresora.
-¿Usted es creyente?
-Sí, creo en Dios.
– Y, por lo visto, también omnipotente…
-Tengo convicciones fuertes. Creo que las emociones básicas funcionan. El mundo cambia alocadamente, pero la gente cree en las mismas emociones básicas: la familia, el amor, la tolerancia, los hijos. Cuando hablás de esos valores es como un bálsamo. Pensá, por ejemplo, por qué funciona Homero Simpson. Funciona porque a su lado está su mujer y su familia, que lo redimen con su amor. Si no los tuviese no sería nuestro personaje favorito porque se transformaría en uno de los estúpidos del bar del que ni nos acordamos el nombre. Todos necesitamos un personaje donde depositar nuestra miseria, pero también alguien que sea redimido para hacernos creer que, pese a todo, siempre va a haber una persona que nos quiera. La gente quisiera que el mundo de sus afectos sea así. Tener la libertad de amarse u odiarse con la seguridad de que no se van a perder el uno al otro. Siempre que la gente vea algo así lo va a abrazar.
-¿ Dónde aprendió eso?
-En la vida. En mi familia. En mi padre.
-¿Su ingreso al mundo de la política también es una herencia paterna?
-Vi la política en mi casa, absorbí mucho de eso aunque era chico. Pero creo que también lo hice porque para mi vender un presidente es algo muy fácil.
-¿Fácil?
– ¿Construir un padre ideal? Te lo hago en cinco minutos.
– ¿Tan fácil como para, incluso, llegar a México y vender a Fox?
– Más fácil me resulto en México porque veía las cosas desde afuera. Apenas llegué me di cuenta que querían convencer a la gente de algo que todos ya sabían, pero que no se animaban a hacer. Tenían miedo. Miedo de cambiar. Miedo por haber sido sometidos durante tanto tiempo por un sistema cuasi nazi, como el PRI, que los extorsionaba a fuerza de pistola y comida. La única manera de resolver esa situación era fraternalmente. Mi consejo fue: “díganle que saben que tienen miedo y que los van a cuidar. Sólo así se van a sentir seguros y los van a votar. Háganles saber que entienden lo que les está pasando”. En ese momento, la campaña se limitaba a decir: “hace 70 años que estamos tragando la misma sopa”. Y a mí me parecía una barbaridad. A nadie le gusta que le digan que desde hace 70 años es un estúpido. Si hace 70 años que querían cambiar y no podían… por algo será.
Agulla se acerca muy lentamente hasta quedar a una distancia adecuada. Ni muy cerca ni tan lejos. Lo importante, supongo, es que su mirada llegue directa y que su voz – suave, pero firme; deliberadamente teatral- se escuche sin ninguna posibilidad de distracción. Recién entonces, comienza a repetir un discurso cuya principal virtud es que, desde la primera palabra, parece tener como interlocutor a la Historia. Dice Agulla que le dijo así a Fox:
-“Estuvimos muy bien en no cambiar durante estos 70 años porque el momento es ahora. Y es ahora porque estoy yo, Vicent Fox (la equis suena como un trueno), el hombre de dos metros de altura. Hicieron muy bien en esperar hasta este momento (el tono ahora es paternal), pero este momento termina acáNo cambiamos antes porque yo no estaba. El PRI termina donde empiezo yo (otra vez el dedo en el pecho. Fin del discurso). ..Ahora sí… Ahora sí… (retrocede en el sillón, cambia el tono de voz, deja en claro que el que habla ya no es Fox sino alguien -cualquiera- que acaba de escuchar al candidato). Ahora sí puedo votarlo porque lo que está diciendo ese hombre es que yo tenía razón antes y tengo razón ahora”.
-Lo primero que se me ocurre al escucharlo es que debe pasarse la vida buscando a alguien que diga esas cosas con su misma voz.
-Siempre.
-Porque la única manera de decir ese texto, sin que suene hueco, es con la interpretación que acaba de hacer.
-Siempre, en algún momento de las campañas, cuando leo los textos de los discursos para que el candidato entienda el tono, hay alguien al que se les escapa la frase: ¿porqué no te presentás vos?
-También pienso que esa voz es capaz de convencer de cualquier cosa ¿Qué no sería capaz de vender?
-Un corrupto, el racismo, una guerra, un político en el que no crea.
-¿Todavía cree en De la Rúa?
– Es un tipo en el que creo. Podrá gobernar bien o mal, pero no creo que sea una mala persona.
-¿A Chacho Alvarez también le creía?
-A Chacho lo quiero, pero qué sé yo… En un discurso de De la Rúa puse una frase que creo que lo explica. Escribí: “Nos comportamos como una juvenilia política ansiosa, impaciente, díscola y desconfiada”. Creo que Chacho contribuyó mucho a eso. Chacho tiene un tempo psicológico confuso. Tiene que aprender a ver. Construye castillitos de naipes y, luego, los rompe. El no sabe cuándo los va a romper, pero lo va a hacer. Algo en él siente que renace a través de la destrucción. Inconscientemente busca ese renacimiento, así que siempre va a provocar una destrucción consciente.
– Ahora parece un experto en psicología política
-Es que la conducta humana es transparente. No hay muchas maneras de comportarse. El repertorio es él mismo: papá, mamá y el sexo. No hay más. Lo que quiero decir es que siempre uno va a terminar convirtiéndose en lo que mejor conoce. Aunque lo haya combatido -y ésta es la parte más humillante- termina ahí. Salvo que haga mucho, mucho esfuerzo, va a terminar comportándose como mamá o papá.
-¿Eso quiere decir que usted va a terminar dirigiendo una revista?
-Eso no sería nada. Lo que no tengo es que terminar muerto.
-Sin embargo, alrededor suyo hay mucha vida: polémicas, dinero, prestigio, premios. ¿Por qué entonces esa respuesta tan Shakespeare?
-Es que Shakespeare escribió todo lo que hace falta saber sobre esto.
-Su generación parece muy afectada por la muerte.
-Es una generación que está buscando referentes. Yo me siento uno. Cuando voy a un recital, me gritan !Aguante Agulla!
-¿Por qué cree que lo alientan?
– Porque el discurso mío es más creíble que el de Chacho Alvarez. O el de estos políticos que creen que la política es sólo de ellos. Es como si la Iglesia creyese que Jesucristo es sólo de ella.
-Lo cree.
– Pero Jesucristo es de todo aquel que lo abrace sobre su pecho. Y la política es de quien quiera ayudar. Y si no sabemos nada de política, mejor. Porque lo mejor que le puede pasar a la política es la ignorancia: le daría paso a la imaginación. Esta clase política ya se las sabe todas. Y todas no alcanzó. Noooo alll-cannn-zó. Tipos como estos no pudieron cambiar la historia de este país. Hacen faltan nuevas ideas.
-¿Es una idea nueva entrar a una reunión de gabinete y decir “cambien esas caras”?
– ¿Cómo voy a entrar a una reunión para decir eso? Esas son reuniones formales, no puede entrar alguien así como así.
-Pero ¿lo dijo?
-Se lo dije a un grupo, en medio de una conversación. Luego, te operan y lo que dijiste se convierte en otra cosa y esa otra cosa es lo que sale publicado.
-¿Qué quiere decir con “lo operan”?
-Operaciones políticas. Manipulaciones. Los políticos ni se enteran cuando una operación está en marcha porque andan todos con las yararás colgadas al cuello: ya están acostumbrados. Entonces, las operaciones no funcionan porque ni se avivan. Es genial: sólo las sufren los que no son como ellos.
-¿Está arrepentido de su trabajo como asesor presidencial?
-Quise ayudar con un gesto netamente patriótico. Aunque acá esa palabra ya casi no exista. Profesionalmente era un desafío y desde ese punto de vista estoy contento.
-¿Le interesaba el marketing político?
-Nunca quise ni leer un libro de marketing político. Si los hubiese leído jamás hubiese hecho “dicen que soy aburrido” porque estaba prohibido. Durante un mes y medio pasé a ser el tarado número uno: todos se reían de mí, anunciaban mi caída. En los foros de marketing político lo ponían como ejemplo de lo que nunca hay que hacer. Hasta vino el norteamericano Nick Morris y dijo que le había arruinado la campaña a De la Rúa. Y ahora, con el triunfo y el tiempo, resulta que tienen que agregar un capítulo a los libros. Profesionalmente eso me deja tranquilo y feliz, porque hice una contribución. Personalmente, lo hice porque quería ayudar al país. Y punto. Sé que perdí tiempo, perdí plata y hasta desgasté mi prestigio en esa tarea.
-¿El poder no tiene prestigio?
-No. El poder construido desde la política no: es sospechado. En cambio, desde mi actividad profesional yo soy inapretable. Soy un empresario exitoso que construyó su empresa en base a sus ideas. ¿Quién puede reprocharme algo?
– Desde ahí, desde donde está sentado usted ¿ cómo se ve la Argentina de los próximos años?
– Veo que chocamos. Veo que el fenómeno cultural de este principio de siglo va a ser la renovación de toda esta clase política. Veo que De la Rúa es el penúltimo presidente de esta clase.
-Desde ese punto de vista su campaña más interesante ha sido la del intendente Aníbal Ibarra, un joven político sin muchos antecedentes.
-Claro, porque la ciudad de Buenos Aires se salteaba en esa elección a toda una generación. Además esa campaña me ayudó a confirmar que la opinión publicada no es importante.
-¿A qué se refiere?
-Lo que publican los periódicos es para que lo lean los políticos. Nadie más se conmueve frente a ese tipo de opinión. A la gente no la afectás con información, sino con comunicación. Ibarra me decía: “no me vas a poner en el spot al lado de un bombero porque mañana todas las radios y los diarios me van a criticar”. Que te critiquen nomás. La gente va a ver otra cosa. Te va a ver en acción, sacándote el saco, en medio del quilombo, con un look Tarantino, dispuesto a levantarte a las dos de la mañana. Al día siguiente todos empezaron: blablabla, blablabla, cómo va a hacer esto, blabla, es poco serio, blablabla… blabla… bla… ganó. Y ganó porque la gente no los oye.
-¿ A quiénes no oye?
– No escucha a los interpretólogos, ni a los opinólogos, ni a nadie. Sólo escucha la emoción, no la información.
-Sin embargo, la emoción se puede inducir, construir, manipular. La información…
– (Me interrumpe con sólo mirar fijo)
-Okey: es cierto. La información también puede manipularse.
-Recién hablamos de operaciones, por ejemplo.
– ¿Usted no está haciendo una operación cuando fabrica una emoción?
-Mirá: no me cuelgues el cartel de cínico porque realmente no lo soy. Yo no tengo dudas de que soy el bueno y los aparatos partidarios son los malos. Ya lo probaron. Son malos. Sólo por eso, si quiero tener la oportunidad de probar que soy el bueno, me la tenés que dar. Pero además, porque nadie te opera si no ve en vos una amenaza. Y la única amenaza hoy, en política, es ser el bueno de la película.
El teléfono suena y marca el fin del combate. Ya es de noche, pero la agencia igual brilla. Recién entonces me doy cuenta que lo que la ilumina no es el sol, sino un potente, enceguecedor spot.
Nota
Hospital Bonaparte: agumentos versus fake news para evitar el cierre de una institución modelo
De un día para otro, el gobierno anunció que cerraría el único hospital de salud mental de AMBA, amparándose en la fake news de la supuesta baja tasa de pacientes. Esta medida sería publicada en el Boletín Oficial el día lunes. Mientras tanto, las y los trabajadores de la institución ubicada en Combate de los Pozos 2133 permanecen adentro del edificio, en estado de alerta y asamblea, convocando a distintas actividades de apoyo hoy y mañana, y se preparan para dar una conferencia el lunes.
En diálogo con lavaca desmienten una por una las mentiras del gobierno, y cuentan lo que implica el eventual cierre: dejar sin trabajo a 612 trabajadores y trabajadoras, y también y sobre todo a la deriva a miles de pacientes por casos de salud mental, adicciones y en situación de calle que son atendidas regularmente en el Hospital o en uno de sus tantos dispositivos. Por qué el Bonaparte es un hospital modelo, y el sentido de pertenencia de quienes allí trabajan como un plus en una lucha que recién comienza.
El Hospital Laura Bonaparte -fundado en 1974- se encuentra hoy en peligro tras la decisión administrativa de parar el ingreso de pacientes a la institución, y el trascendido de que el lunes que viene se publicaría un Decreto anunciando su cierre definitivo. Esto fue comunicado por el ¿ex? director del hospital, Christian Baldino, a las y los 612 trabajadores, y no fue desmentido por el Ministerio de Salud que, al contrario, emitió un comunicado plagado de errores.
Gabriel Hagman, psiquiatra con 11 años en la institución, cuenta el estado de situación actual: “Estamos sin novedades desde ayer al mediodía hasta ahora. Estimo que va a ser así de acá al lunes, al menos que haya un problema con la permanencia que estamos sosteniendo en el Hospital. No nos vamos a mover hasta el lunes y hasta que sepamos algo más”, dice mientras preparan una convocatoria a las puertas del edificio, Combate de los Pozos 2133, con diferentes actividades de apoyo:
La última novedad data de ayer: “Lo de ayer es una indicación de cierre de las internaciones: no ingresa ningún paciente más por indicación del Ministerio de Salud, y en consecuencia de eso se cierran los ingresos de pacientes. Eso implica que ni la guardia ni la demanda espontánea cumplan funciones. En esa misma comunicación, pero de manera verbal, no por vía oficial, nos dijeron que se cerrará el hospital”.
La comunicación del cierre de las internaciones llegó primero vía el director Baldino, y luego formalmente mediante el sistema de tramitación digital del Estado, el famoso GDE, sin previo aviso: otro acto de inhumanidad. Luego llegó el trascendido del cierre definitivo: “Eso empezó a cobrar más dimensión en la medida en que todos los medios que dieron cobertura consultaron a fuentes de Ministerio y empezaron a decir que iban a derivar pacientes – cuenta Gabriel–, que el Ministerio se iba a hacer cargo de la cobertura y alguna otra explicación de por qué hacen lo que hacen”.
¿Qué explicaciones dieron? Fake news. Para intentar justificar la decisión de avanzar con el cierre, en el comunicado el Ministerio aduce una “baja tasa” de internaciones –supuestamente, 19– cuando en verdad el Bonaparte se encuentra a tope de internaciones con 37 internados en tratamiento de alta complejidad.
Los números de la verdad: “Respecto a los números, el comunicado de Ministerio es una doble falacia. Una respecto al presupuesto asignado, y otra sobre los pacientes atendidos. Es una tasa rara, no se entiende a qué refiere: las estadísticas son abiertas y son continuamente revisadas por el Ministerio. Los números reales los tienen. Por Ley de Transparencia se sabe cuál es el presupuesto aprobado por este mismo Ministerio”, analiza sobre la jugada. Los supuestos 17 millones destinados al Hospital no serían tales.
¿Cuáles son los verdaderos números? Gabriel: “El número de pacientes en el cálculo que estamos manejando es de 25 mil consultas por año. Esto incluye a los 37 pacientes internados actualmente y una asistencia a la guardia que puede llegar a 7 estaciones diarias, ingresos que pueden llegar hasta 3.000 consultas al mes y 140 personas que retiran medicamentos por día. Y la asistencia en consultorios externos es enorme: hay alrededor de 30 profesionales y de agenda completa hay 300 pacientes diarios. Los números son infinitamente mayores a hablar de 19 personas”.
Hacé clic acá para seguir las redes que crearon las y los trabajadores para difundir el plan de lucha.
El desmantelamiento como política
La única política del Ministerio de Salud es el desmantelamiento. Al nulo manejo del brote histórico de dengue (así como su inacción ante el brote que viene) y por las denuncias a los recortes de medicamentos para pacientes oncológicos, ahora se suma esta decisión que deja a la deriva a los pacientes más vulnerables: aquellos con padecimientos de salud mental.
El Ministro de Salud, Mario Lugones, lleva apenas una semana en su puesto, tras la salida de Mario Russo (quien se fue aduciendo “razones personales”, aunque se supo que su eyección tuvo que ver con internas con Santiago Caputo, además de las inacciones expuestas arriba). Lugones debutó con la idea de cerrar el Bonaparte y también con la de pedirle la renuncia al Consejo de Administración del Hospital Garrahan, cuyos trabajadores se encuentran también en pie de lucha.
El Bonaparte ya venía siendo objeto de distintos tipos de recorte, al igual que otras instituciones de salud y del Estado en general. Entre otras cosas, las contrataciones pasaron a renovarse de manera anual a trimestralmente, lo cual provocó que hubiese la misma cantidad de renuncias que de cesanteos. En la última tanda de renovación se dieron de baja 32 contratos, es decir: el gobierno despidió a 32 personas.
Con menos profesionales en este nuevo trimestre, las paritarias del sector cerraron al 1% en el último mes: las más bajas de la historia. Así y todo, se mantenían las tareas y los puestos de trabajo, y por eso la decisión intempestiva de cerrarlo igualmente sorprende. Aunque la única política del Ministerio de Salud sea el desmantelamiento.
Otra alarma se encendió dos semanas atrás, cuando el vocero presidencial Manuel Adorni anunció el traspaso de hospitales nacionales a las jurisdicciones locales. Al único Hospital que nombró fue al Bonaparte. Hortencia Cáceres, jefa de guardia, ex jefatura de consultorios externos, desde el 2016 en el Hospital, cuenta:“Dentro de los organismos descentralizados somos el más chico, pensamos que nos iban a traspasar a la Ciudad. No había ningún tipo de confirmación ni tampoco desde el Gobierno de la Ciudad sabían nada. Entonces lo que nosotros creemos es que la intención del cierre va en línea del desguace que se está haciendo desde el Estado y el Ministerio de Salud sea solo un rector y esté por fuera del presupuesto los descentralizados. El Bonaparte es el que menos presupuesto tiene, y empezar por acá es uno de los puntos más débiles: se está metiendo con la salud mental”.
Cómo trabaja el Bonaparte
Cuenta Hortencia sobre lo que está en juego: “Nosotros tenemos muchísima población que está en situación de calle y nosotros le brindamos la atención, es un grueso muy importante en nuestra población. Pero últimamente también estamos recibiendo también personas que no están pudiendo pagar la prepaga: a esas personas también las estamos absorbiendo nosotros”.
El cierre del Bonaparte no contempla un plan B: no es una reestructuración ni se plantearon instancias intermedias. “Es dejar a la deriva no solo a los 620 trabajadores que somos hoy en día sino también a los miles de pacientes que hacen tratamientos”, remata Hortencia.
Gabriel Hagman relata desde adentro: “Hay que entender que es muy difícil para la población a la que nosotros apuntamos acceder al sistema de salud. La problemáticas de salud mental es una problemática de lazos; son personas que están solas, con niveles altos de vulnerabilidad. Una gran parte son personas con consumo problemático. Lo que se ha construido en todo este tiempo es un hospital abierto, que rompe esas trabas de acceso, y acompaña: hay muchísimas personas y familias para las que el cierre significaría un impacto muy grande”.
El Bonaparte es un hospital modelo en el abordaje de la salud mental. Su universo implica el seguimiento de tratamientos de internación y ambulatorios, de consultorios externos, de hospital de día; los 365 días del año una guardia de lunes de 8 a 20 que atiende con demanda espontánea; y de 20 a 9 una guardia interdisciplinaria que sostiene la posibilidad que cualquier persona que llegue sea atendida o sea derivada.
Además: tiene equipos territoriales que hacen operativos; tiene una casa en el barrio Zavaleta con asistencia a familias; y hasta hace 3 meses también tenía una presencia diaria en Isla Maciel, cerrada tras la decisión de la gestión actual de eliminar el dispositivo y trasladar a los profesionales al Hospital. Esa población difícilmente viaje hoy de la Isla a la sede central.
¿Qué hay detrás de esta jugada perversa? Gabriel lo piensa en relación a otros momentos históricos con decisiones parecidas e intenta avizorar, en medio del shock, qué tipo de modelo insalubre se está planteando desde el gobierno nacional: “Hay un antecedente trunco respecto a la instauración de la cobertura universal de salud que fue muy resistida y que tiene que ver con pensar distinto cómo se financia la salud. Quieren correr al Estado como el prestador, el que genera equilibrio y equidad de que la salud sea pública, igualitaria y de calidad. Seguramente viene más por ahí: por el lado de las tercerizaciones y las privatizaciones encubiertas”.
La fortaleza de la lucha
Hortencia relata que las y los trabajadores se encuentran en “vigilia permanente”, haciendo actividades culturales en la puerta del Hospital, con permanencia adentro en turnos rotativos (el Bonaparte sigue atendiendo) hasta el día lunes en el que, en teoría, saldría el decreto. Ese día se convoca a una conferencia de prensa a las 11 horas en la puerta del edificio.
Hoy la calle de Combate de los Pozos sigue llena. De médicos, psiquiatras, psicólogos, licenciadas en educación, residentes, ex residentes, ex trabajadores de Hospital que sienten que el Bonaparte, por ser un hospital modelo, es un lugar de pertenencia. Eso, dice Hortencia, es una fortaleza en este proceso de lucha que parece recién comenzar: “Es un hospital modelo a nivel de cómo se aplica la Ley Nacional de Salud Mental. Por eso para nosotros es un orgullo enorme el Bonaparte y vamos a demostrar eso: lo mejor que tenemos es seguir organizados para evitar el cierre”.
Gabriel coincide: “Es difícil, es shockeante. Nos cuesta mucho asimilarlo y pensar cómo se puede seguir. Hay algo muy notorio que es el altísimo compromiso de los laburantes del Hospital con el proyecto de salud que representa. Eso se nota mucho y ha posibilitado sostener en instancias muy difíciles que el hospital siga existiendo. Tenemos muy claro por qué estamos acá y qué estamos haciendo. Está claro que se trata para todas y todos de nuestro trabajo, pero a la vez es el hecho de que uno tenga la convicción de que mucho de cada uno está puesto en ese trabajo. Tiene que ver con lo que uno cree, con el tipo de práctica, de garantizar el derecho, que hace que no sólo están tocando un hospital: nos están tocando a todos y a todas. Y eso me parece que es un poco lo que se reflejó ayer y hoy: no tardamos ni un minuto en generar una convocatoria que a la media hora teníamos miles de personas en la puerta de Hospital, con compañeros de otros hospitales, de otros sectores. Hay apoyo. La salud mental es algo importante, serio; nos damos cuenta que se están metiendo con algo muy sensible. El involucramiento personal que cada uno tiene con esto que hacemos es una fuerza que va a hacer que el costo que tengan que pagar será mucho más alto del que imaginaban”.
Nota
Volvió Julian Assange: “Me declaré culpable de haber hecho periodismo”
El fundador de Wikileaks dio hoy su primer discurso público desde que fue liberado tras 14 años de encierro. “Puede que mis palabras fallen o mi presentación carezca de brillo, el aislamiento me ha pasado factura, estoy tratando de aliviarlo y expresarme en este entorno es un desafío”, comenzó disculpándose ante la audiencia. Acompañado de su esposa y abogada, trazó un detallado racconto de lo que representa su caso hoy, haciendo eje en los peligros de la persecución al periodismo y los límites a la libertad de prensa; señaló a la justicia, a la inteligencia y a los poderes “transnacionales” como parte del esquema de amedrentamiento, a favor del ocultamiento de la verdad: “Veo más impunidad, más secretismo, más represalias por decir la verdad y más autocensura”, sintetizó. Resumimos aquí sus palabras incómodas, que volvieron a ver y echar luz.
Por Bernardina Rosini
Estrasburgo, Francia. En el Consejo de Europa y bajo la mirada atenta de los parlamentarios de 46 estados de la organización de derechos humanos de Europa, habló Julian Assange. Es el primer discurso público que realiza desde su liberación el pasado mes de junio, tras 14 años de encierro —primero en la embajada de Ecuador en Londres, y luego en la prisión de Belmarsh, en el Reino Unido—, enfrentándose a la extradición a Suecia y a Estados Unidos.
El escenario elegido por Assange para su regreso a la vida pública no pudo ser más simbólico. El fundador de WikiLeaks es una figura emblema de la libertad de expresión, y lo expresado esta mañana no fue tanto una declaración personal como una advertencia sobre los peligros que enfrentan el periodismo y las democracias hoy.
Sentado junto a Stella, su esposa, madre de sus hijos y su representante legal, Assange expuso con voz pausada pero firme. Esta aparición fue una excepción dentro de su esquema de recuperación: “La experiencia del aislamiento durante años en una celda pequeña es difícil de transmitir. Te quita el sentido de identidad”, dijo Assange. “Tampoco puedo hablar todavía de las muertes por ahorcamiento, asesinato y negligencia médica de mis compañeros de prisión. Puede que mis palabras fallen o mi presentación carezca de brillo, el aislamiento me ha pasado factura, estoy tratando de aliviarlo y expresarme en este entorno es un desafío”, se disculpó ante la audiencia.
Periodismo en el banquillo
Julian Assange no brindó más detalles que aquella mención sobre su encierro. Su mensaje, claro y directo, apuntó más bien al papel del periodismo en las democracias contemporáneas y al ataque sistemático que éste sufrió en las últimas décadas.
“Finalmente elegí la libertad por sobre una justicia irrealizable”, afirmó Assange al explicar por qué aceptó el acuerdo que lo liberó: “Quiero ser totalmente claro: no soy libre porque haya funcionado el sistema. Soy libre porque me declaré culpable de haber hecho periodismo” y detalló: “Me declaré culpable de buscar información de una fuente. Me declaré culpable de obtener información de una fuente y me declaré culpable de informar al público cuál era esa información. No me he declarado culpable de nada más”.
En sus palabras Assange no solo reflejó su lucha personal, sino que también expuso una verdad más amplia: el sistema judicial, que debiera proteger la verdad y la libertad de prensa, se convirtió en un instrumento para silenciar o inmovilizar oponentes. ¿Nos suena?
“Después de años de encierro y enfrentar una pena de 175 años de prisión sin ninguna solución efectiva, no podré buscar justicia por lo que me hicieron debido a que el gobierno de los Estados Unidos insistió por escrito en su acuerdo de culpabilidad en que no puedo presentar una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos o incluso en virtud de la Ley de Libertad de Información”.
La intervención de Assange resaltó las fallas fundamentales del sistema legal internacional, que fue utilizado como arma en su contra. “La persecución transnacional es una amenaza real”, subrayó. Los poderosos, según él, han aprovechado los vacíos y contradicciones en las normativas internacionales para perseguir y reprimir a quienes exponen sus crímenes: “Molestamos a uno de los poderes constitutivos de los EE.UU.: el sector de la inteligencia, quienes tuvieron el suficiente poder para forzar una reinterpretación de la Constitución americana. Mi ingenuidad fue creer en la ley; después de todo, las leyes son solo trozos de papel y pueden reinterpretarse por conveniencia política”.
“La criminalización de las actividades periodísticas es una amenaza para el periodismo de investigación en todas partes”, alertó Assange, llamando la atención sobre el peligro que representa este tipo de persecución para la democracia y esperando que su testimonio sirva para visibilizar las debilidades del sistema de garantías existente. Además de señalar los desafíos por delante, Assange compartió su análisis sobre el periodismo y las noticias desde que está en libertad: “La verdad parece ahora menos discernible y lamento todo el terreno que se ha perdido durante ese período de tiempo. Cómo se ha socavado, atacado, debilitado y disminuido la expresión de la verdad. Veo más impunidad, más secretismo, más represalias por decir la verdad y más autocensura”.
La persecución transnacional y el impacto en la libertad de expresión
Julian Assange es más que una figura en el ojo del huracán. Su caso sienta precedentes peligrosos para la libertad de expresión y para la justicia a nivel global. En su discurso ante el Consejo de Europa, Assange denunció la persecución feroz que ha enfrentado, no solo como individuo, sino como un periodista que expuso verdades incómodas. “Ningún individuo tiene la menor esperanza de defenderse de los vastos recursos que puede desplegar un Estado agresor”, afirmó con dureza, señalando cómo su lucha contra el aparato judicial estadounidense revela la fragilidad de las garantías jurídicas cuando un poder decide imponer su voluntad extraterritorialmente.
Assange también reflexionó sobre la naturaleza del periodismo y el rol de quienes buscan la verdad: “Entiendo el debate que hay a la hora de diferenciar a un activista de un periodista. Para mí, la clave es ser siempre preciso. Todos los periodistas deben ser activistas de la verdad”. Este comentario enfatiza la importancia de no solo informar, sino también de actuar con responsabilidad, profesionalismo y precisión en un mundo donde la información se ha convertido en un campo de batalla.
Lo que comenzó como una acusación de espionaje se transformó en una guerra jurídica que desafía los límites del derecho internacional. Assange dejó en claro que la criminalización del periodismo de investigación, especialmente cuando involucra a potencias mundiales, es una amenaza latente. A través de su caso, se desvelaron las inconsistencias y abusos de los sistemas legales, los cuales se tornan herramientas para reprimir voces disidentes en nombre de la seguridad nacional.
La situación que Assange tiene resonancias directas con los procesos de lawfare que afectaron a figuras políticas América Latina, y la violencia creciente contra periodistas críticos del gobierno de nuestro país. El uso de herramientas legales como mecanismo de persecución política y judicial para silenciar voces críticas interpela nuestra actualidad. En su intervención, Assange también subrayó la necesidad de una respuesta colectiva: “Es vital estar juntos para hacer frente a las amenazas a la libertad de prensa”, en un llamado a la unidad frente a la creciente represión a nivel global.
La advertencia de Assange no debiera diluirse: los derechos de quienes exponen la verdad están bajo ataque, y las democracias que no los protegen se arriesgan a morderse la cola. La criminalización del periodismo no solo pone en peligro la libertad de expresión, sino que erosiona los pilares de sociedades abiertas e informadas.
Lo que está en juego es el futuro del periodismo y su capacidad para desafiar el poder: eso es lo que, una vez más, nos dejó claro Assange hoy.
Gracias.
Nota
Crónica de una causa armada: condenaron por “usurpación” a 7 integrantes de una comunidad mapuche
Después de agradecer a la Gendarmería, “que nos facilitó las instalaciones” (ya que las audiencias se realizaron dentro de un Escuadrón de esa fuerza), la Justicia Federal condenó a 7 mujeres de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu por una supuesta “usurpación” de hectáreas pertenecientes al Parque Nacional Nahuel Huapi. La comunidad plantea que se trató de una recuperación que incluso fue homologada por el propio juez Hugo Greca que ahora firmó la condena (y agradeció a Gendarmería). La síntesis de la ausencia de justicia según una de las abogadas: “Tenemos una Justicia armada a medida del poder, que no tiene que ver con los gobiernos sino con los grandes intereses turísticos y de la megaminería”. Pese a la condena, la prisión de las mujeres queda en suspenso. Lo que molesta en el sur, la postura de las condenadas y una causa armada que tiene en el medio otro crimen impune: el de Rafael Nahuel. La voz de una de las acusadas tras la sentencia: “Nos quiere cortar la vida y viene por todo. Acá estamos y acá estaremos nosotras, mujeres y niños, porque eso es lo que más les molesta: que sigamos resistiendo”.
Por Francisco Pandolfi
Unos segundos antes del veredicto, se obsequiaron algunos agradecimientos, verbales y sin pudor.
“Primero a Gendarmería Nacional, que nos facilitó estas instalaciones. También al Comandante Principal García, jefe del escuadrón, y al Comandante Mayor Morales. Nos dieron comodidad, café, agua, nos mantuvieron bien”.
Ahora sí, después de las palabras de juez Hugo Greca (titular del Juzgado Federal de Coronel Roca), las condiciones parecían dadas para la lectura de una sentencia sobre un juicio exprés, que sólo tuvo tres audiencias. Exprés XXL. Exprés al cuadrado. Un juicio oral que arrancó el jueves pasado.
Que continuó el viernes y que finalizó hoy, con los últimos testimonios, los alegatos y con un fallo que se pronunció en un ámbito inapropiado: el escuadrón 34 de Gendarmería, en la ciudad rionegrina de Bariloche. Un salón que estuvo revestido para la ocasión: rodeado de un desmedido despliegue de efectivos de seguridad.
La causa (armada)
Este lunes se juzgó a siete integrantes de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu, por la usurpación de un predio de siete hectáreas del Parque Nacional Nahuel Huapi, en septiembre de 2017. Una rectificación a la palabra “usurpación” la hace la comunidad, porque plantea el quid de la cuestión: no lo llaman usurpación, sino recuperación. “Nos acusan de usurpar nuestro territorio”. Y explican: “Fue parte de una reivindicación ancestral con el objetivo principal de estar en el territorio donde está nuestro Rewe (sitio sagrado de conexión con otras energías) en donde la Machi (guía espiritual y sanadora del pueblo mapuche), se levantó hace siete años en la lof Lafken Winkul Mapu”.
En ese proceso de recuperación, el 25 de noviembre de 2017 fue asesinado uno de los integrantes de la comunidad: Rafael Nahuel recibió un disparo por la espalda, del grupo Albatros de la Prefectura Naval. Por ese crimen fueron condenados cinco prefectos a 4 y 5 años de prisión.
Antes de comenzar el juicio, desde la defensa que llevó adelante la Gremial de Abogados y Abogadas, habían anticipado: “La sentencia ya está redactada y firmada, de antemano. Vamos seguramente a una condena porque todo esto forma parte de una ofensiva instrumentada hacia el pueblo mapuche”. La presunción tenía un basamento evidente: la causa judicial la reactivó el actual gobierno nacional al erradicar un pacto preexistente que reconocía al Rewe como sitio sagrado. El juez Hugo Greca –el mismo que hoy dictó el veredicto– había homologado el acuerdo conciliatorio firmado en junio de 2023 entre Horacio Pietragalla, secretario de Derechos Humanos de la Nación en ese entonces, y Alejandro Marmoni, expresidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).
El fallo
En los alegatos, desde la Gremial exigieron la absolución, apoyándose en los tratados internacionales y las leyes nacionales que amparan los derechos mapuche. Y expresaron que el juez tenía “la oportunidad de aportar al proceso histórico”, así como abonar a “una solución dialogada y pacífica. Si hay condena, el conflicto territorial y de cosmovisión va a seguir”.
Sin embargo, luego de los agradecimientos a Gendarmería se escuchó “la condena de dos años de prisión cuya ejecución se dejará en suspenso” a Martha Luciana Jaramillo, María Isabel Nahuel, Yéssica Fernanda Bonnefoi, Romina Rosas, Mayra Aylén Tapia, Joana Micaela Colhuan y Gonzalo Fabián Coña, por considerarlos coautores penalmente responsables del delito de usurpación.
La farsa actual
Gustavo Franquet es uno de los abogados defensores. Desde Bariloche le dice a lavaca: “Esta condena compromete internacionalmente al Estado, por violar todo tipo de tratados y convenciones nacionales e internacionales, inclusive la Constitución Nacional. Que los condenen por usurpación es negar su realidad de pueblo originario, es negar su propia existencia, es negar sus derechos particulares. Con esta resolución se ponen del lado colonialista, así que por supuesto que vamos a apelar, y si es necesario iremos hasta la Corte Suprema”.
Una de sus compañeras, Laura Taffetani, agrega sobre la resolución del juez Hugo Greca: “El juicio fue una farsa y forma parte de esta nueva versión de la Campaña del Desierto que venimos denunciando hace años. En las audiencias quedó claro el desequilibrio que hubo entre la querella de Parques Nacionales y la Fiscalía en comparación a nosotros. Todo lo que pidieron ellos fue todo lo que el juez condenó, excepto el tema del Rewe. El fiscal había pedido que los miembros de la comunidad no pudieran ir al lugar sagrado, y eso el juez no lo aceptó”.
En relación a lo que muestra la condena: “Tenemos una Justicia armada a medida del poder, que no tiene que ver con los gobiernos sino con los grandes intereses turísticos y de la megaminería”.
Después de la sentencia, en la puerta del cuartel de Gendarmería se improvisó una ronda donde hablaron las mujeres mapuche, en medio de un viento bien patagónico –de esos que no entienden de primaveras: “Aunque nos hayan condenado en suspenso, esta lucha no se termina acá, hay que seguir por el Rewe, por todos nosotros y por nuestros pichis (pequeños)”, dice María Nahuel. La Machi Betiana Colhuan Nahuel –que era una de las acusadas pero en la primera audiencia fue absuelta porque era menor en 2017–, continúa, con énfasis: “Esta lucha viene de nuestros ancestros y la continuaremos. No nos vamos a rendir, seguiremos firmes hasta que dejemos esta tierra. Otras comunidades se levantarán y vamos a resistir desde los distintos territorios”.
Romina Rosas fue la última en tomar la voz y en dar su propia sentencia: “No tenemos que bajar los brazos pese a que el winka (blanco invasor) nos quiere cortar la vida y viene por todo. Acá estamos y acá estaremos nosotras, mujeres y niños, porque eso es lo que más les molesta: que sigamos resistiendo, con nuestra verdad y con nuestras palabras”.
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