CABA
16 represores para la foto
Hoy por la mañana, tras 26 años de democracia, se presentaron en el subsuelo de los Tribunales de Comodoro Py los principales responsables de la represión organizada en esa gran fábrica de muerte que supo ser la ESMA. A las 11.10 de la mañana, dieciseis represores, esposados de a pares, entraron en la sala y tomaron su lugar sobre el costado derecho del recinto. Entre ellos se encontraban los funestamente célebres Jorge Eduardo “El Tigre” Acosta, Alfredo Ignacio “El Cuervo” Astiz y Ricardo Miguel “Sérpico” Cavallo. El Tribunal Oral Federal 5 lo conforman los jueces Ricardo Farías, Daniel Obligado, y Oscar Hergott. Durante más de quince minutos, y acompañadas de un inquietante silencio, las cámaras succionaron cada uno de los rasgos de los acusados, como queriendo llevar esos rostros a un eterno salón de la infamia. En ese lapso, la valiente voz de una mujer rompió el clima helado: “Algunos minutos para la foto y treinta y dos años para la impunidad”.
Ya sin recursos ni acrobacias con los que escudarse para desestimar el llamado de la Justicia, los represores se vieron obligados a mostrar sus caras y exhibirse ante el Tribunal. Aunque hubo una excepción: el marino Alberto “El Gato” González, de 58 años, fue eximido de su presentación gracias a un nuevo certificado de cobardía otorgado por el – muy accidentalmente- Hospital Naval Pedro Mayo. (También urdió su treta Astiz despidiendo a su abogado un día antes del juicio, pero se le adjudicó uno inmediatamente,) Con ese anuncio comenzó la audiencia, que acusó a estos altos mandos militares de crímenes de lesa humanidad, de violar el Derecho Internacional y de idear un aparato estatal para enfrentar y aniquilar la subversión. Traducido: acusados todos de secuestrar miles de personas y privarlas por tiempo indefinido de la libertad, de someterlas arbitrariamente al penoso encierro, de torturarlas para socavar información -o por el puro placer de procurar algún sufrimiento-, de cometer las más terribles vejaciones posibles contra militantes sociales o personas sólo sospechadas de serlo, de querer suprimir cualquier tipo de subjetividad, de querer borrar toda expresión de libertad del cuerpo humano y, en última instancia, de desaparecerlas. Por todo eso, y más –violaciones que no se logran descifrar con palabras-, la ESMA fue un campo de concentración clandestino tremendo. Muchos años después -una generación diezmada y otra huérfana mediante que dejaron a todo un país cojo- es tiempo de rendir cuentas.
En la primera fila (de izquierda a derecha) se ubican Donda, Capdevilla, Acosta, Cavallo, Rolón, Séller y Velazco; por detrás, Astiz, Coronel y Montes, y ya en tercera fila Pernías, García Tallada, Weber y Azic. Del lado opuesto, sobre la izquierda, la querella, formada por abogados, sobrevivientes e hijos de desaparecidos. Detrás de un ventanal plástico, extenso como el salón del juicio, aparecen los asistentes y periodistas escoltados por uniformados en posición siempre severa. Sobre ellos, desde una terraza con buena vista al estrado, se puede observar a los familiares de los acusados.
El secretario, con voz monótona y formal, lee durante más de dos horas el pedido de la querella, redactado por el Fiscal Federal Taiano, que mecha entre declaraciones de testigos algunos pasajes del libro “El Silencio” de Verbitsky y algunos documentos de organismos de derechos humanos.
Es imposible no perderse entre tanto castellano opulento y descarnado, entre esta verba carente de sentimientos. Como otras personas cerca mío, no puedo evitar sentirme molesto y se me ocurre que una buena duda es preguntarse si será verdadera justicia que para el Estado todo ese sufrimiento y amargura quede sepultado en una biblioteca inagotable de fojas y declaraciones; si es verdadera justicia que Astiz, Acosta y sus compinches puedan mostrarse así, como están, inmutables, casi –diría- serenos ante las personas que torturaron o que mandaron a torturar con tanta naturalidad como quien manda a su hijo a comprar leche, (de hecho, en la audiencia se recalcó que en la dictadura no hubo excesos, que dentro de ese marco todo remitía a la normalidad de un método); si será justo que los familiares de los represores puedan visitarlos, allí, en las cárceles por las que irán rotando, cuando tantos hijos no pueden visitar a sus padres desaparecidos siquiera en un cementerio, y deben recordarlos mirando hacia un lugar cualquiera del Río de la Plata. En esta escena, que uno no puede ver sin conmoverse hasta las tripas, hay una violencia feroz y contenida, caras que se encuentran después de largo tiempo, un dolor que persiste y que no será calmado por ninguna condena.
Cavallo y Acosta, mientras dura la lectura, se pretenden estoicos, acomodando la vista fija en un punto lejano y perdido. Por momentos, con posturas seniles y gestos de cordero, los otros acusados intentan generar algún tipo de lástima. Pero bien se sabe que fueron, que son, lobos rancios de una antigua dictadura.
Durante la audiencia, cuyo comienzo estuvo dirigido a los crímenes cometidos por Donda, se repasó lo ya conocido y siempre increíble; que en la ESMA los presos podían leer carteles que decían “Avenida de la felicidad”, o que sostenían “El silencio es salud”, y era allí donde los interrogaban y violaban, encapuchaban, electrocutaban con 220 volteos, quemaban con cigarrillos hasta forjar heridas ulceradas y penosamente los sumergían en agua hasta que perdían la conciencia. El secretario lee una declaración de un sobreviviente que cuenta como el médico, de alias “Tommy”, recomendaba seguir con la tortura pero con “prudencia”. En ese momento Astiz arroja una mueca de risa y asiente, muy conforme. Y todo sucede con una impunidad insostenible, y es imposible no querer escupirlo, como a Cavallo, cuando leen sobre el método de sus torturas y él se rasca la nariz, abstraído.
Se narró el caso de Basterra, de Fucman, de Jara de Cabezas, de Graciela Alberti, de Brodsky, de Reboratti, de Barros y de Villaflor, entre otros. A las 13, se llamó a un cuarto intermedio hasta las 14:30 (fue en verdad hasta las 15:20), y en ese lapso, en la calle, se instaló una camioneta desde la que hablaron madres, hijos y sobrevivientes, exigiendo una vez más el juicio y el castigo a los culpables. Se mencionó aquella frase de Walsh que refiere de un crimen peor que el de las torturas y las desapariciones, el de “la miseria planificada” del neoliberalismo y en consonancia, que en las grandes multinacionales -Terrabusi, Deheza- también había centros de detención. Se descubrió a los cuerpos militares y empresariales jugando un mismo juego.
En la vuelta al recinto los acusados parecen más relajados; están contentos. Se saludan cómplices con sus señoras, quienes, bien vestidas y plastificadas, agitan sus manos desde el balcón superior como despidiendo a su hombre, que se aleja en algún micro. Se continuó con la imputación a Donda y en los minutos finales se comenzó con la de Montes, marino y luego Ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura.
Del juicio a estos resabios del jurásico se espera un castigo aleccionador (¿el castigo es una enseñanza?), recuperar algunas preguntas vitales y evitar la amnesia artificial. Pero la justicia avanza a pasos de tortuga, y uno quisiera pegarle algunas patadas en el caparazón para que camine o ruede más rápido, pero hay un problema: es una estructura intangible. Por eso mismo, para condenar tanto exterminio físico y otro más complejo – uno psíquico, íntimo, que sufren los sobrevivientes- se debieron esperar muchos años y sortear algunas miserables barreras como la ley de Obediencia Debida y los indultos “para pacificar el país” del execrable Carlos Menem. En tanto, uno de los orígenes de todo este horror planificado, el hecho mismo del golpe militar de 1976, todavía queda impune, como un suceso natural y necesario de la Historia.
Y así quedaron muchos, deseando el próximo paso de la tortuga, que se dará el 16 de diciembre, también en Comodoro Py.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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