Nota
La crisis desde nuestra trinchera: quién y cómo la produce en el mercado de diarios y revistas
En la puerta de la sede que el Ministerio de Trabajo tiene en Callao al 100 hay una ruidosa protesta. Son trabajadores de prensa que reclaman la reincorporación de los 13 despedidos por la Editorial Perfil. Denuncian que los persiguen por organizarse gremialmente, ya que algunos de los cesanteados fueron integrantes de la Junta Electoral que organizó la elección de delegados. En el primer piso de ese mismo edificio, el padre fundador de Editorial Perfil pide la palabra. El octogenario Alberto Fontevecchia confiesa: “Yo me pregunto si ya estamos muertos, porque lo que veo por delante es un abismo”. Es su argumento para resistir otra presión: la del circuito de distribución y comercialización que reclama que la prensa comercial pague las deudas que acordó abonar en 2013.
Claudia Acuña, representante de la Asociación de Revistas Culturales Independientes (AReCIA), le responde: “Los editores independientes no estamos muertos: nos quieren matar, que es bien distinto. En todo caso lo que está en juego es si el sistema de distribución actual va morir por no dar esta batalla. La edición independiente va a seguir viva, con o sin sistema, con o sin nosotros, porque una revista independiente es producto de una necesidad social: los lectores le dan vida”.
La reunión fue convocada por Fernando Ausas, titular de la Dirección de Regulación del Sistema Nacional Integrado de Venta y Distribución de diarios, revistas y afines, que depende del Ministerio de Trabajo. El telón de fondo era una serie de cartas documento que se cruzaron entre la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas de la Capital y la Asociación Argentina de Editores (AER), que fundó Fontevecchia y hoy preside Daniel Ripoll, de la editorial Magenta. Este cruce telegráfico alcanza para medir la intensidad de la crisis actual en un sector que siempre se caracterizó por los compromisos orales. Se estaba, entonces, ante un quiebre de códigos, evidencia de que detrás del debate por la deuda había un problema enorme: ¿quién maneja este mercado?
Más de 40 representantes del sistema estaban sentados a esa mesa presidida por Ausas (por AReCIA asistieron Claudia Acuña, editora de la revista MU e Ingrid Beck, de la revista Barcelona) con ánimo de encontrar una solución al problema provocado por el único sector ausente: el dominado por los diarios Clarín y La Nación, quienes además presionaron y lograron que se ausentara su socio menor en ADEBA, el diario Página 12.
¿Quién se lleva la torta?
Durante la reunión, Ausas aportó algunas cifras clave que describen la situación actual de cada integrante del sistema y que sirven para entender lo que está en juego:
- El mercado de diarios y revistas representa anualmente entre 1.400 y 1.500 millones de pesos.
- Editores: hace 10 años las corporaciones solo dominaban el mercado de diarios. Pero en la última década compensaron la caída de sus ventas irrumpiendo en el mercado de revistas. “Su estrategia es comerse al resto. No hago un juicio de valor sobre esto, sino que simplemente describo la dinámica actual que todos los que estamos sentados acá conocemos”, apunta Ausas.
- Canillitas: según un estudio realizado por esa Dirección, solo el 12% de los kioscos del circuito alcanza a obtener una ganancia mensual de entre 11 y 13 mil pesos. Pero la mayor parte no supera los 4.500 pesos mensuales. Explica Ausas: “Hay también en ese sector una concentración marcada. En los últimos 5 años se perdieron más de 1.000 kioscos. Nuestra preocupación es que no se cierre un kiosco más, pero que tampoco se abra ninguno hasta lograr que el sistema funcione más equilibradamente”.
- Distribuidores: los recorridos denuncian que tienen costos mayores a los ingresos y que esta dinámica los llevó a endeudarse al punto del colapso: “Ya no podemos cumplir con nuestras obligaciones”, sintetizó el representante de la Sociedad de Distribuidores de Capital. “Tenemos un costo fijo de 0,90 centavos por ejemplar, pero hay títulos que tienen el 90% de devolución. Y esa devolución no deja un centavo para pagar esos costos: produce deuda”. ¿Cómo se produce esta deuda? Hay editores que recaudan (y mucho) a través de la publicidad, y no de la venta, pero necesitan exhibir en los kioscos ejemplares como estrategia de marketing, para conseguir más publicidad. Como el circuito de distribución sólo cobra un porcentaje sobre cada ejemplar vendido, sin venta no hay ingreso. Lo sintetizó así un veterano integrante del sindicato de canillitas de la Capital: “Los empresarios la hacen y se la llevan toda. Y encima, lloran”. Señalan los canillitas: “Los trabajadores tenemos una herramienta para resistir y esa herramienta es la fuerza. Es la única que nos dejan cuando ni se sientan a hablar. El piquete que hicimos el año pasado fue lo único que le dobló el brazo a Clarín y La Nación, algo que ningún otro sector sentado en esta mesa logró hacer, pero para eso necesitamos organizaciones gremiales fuertes y no que el Estado se meta en nuestras internas”.
- Representantes: “Cada vez hay menos títulos en el sistema”, describe un integrante de la Asociación que nuclea a quienes tienen la llave para que las publicaciones entren al sistema de distribución. La respuesta de la representante de Arecia: “Sabemos que en los últimos años la estrategia de Clarín y La Nación fue la de crear un sistema paralelo. Ese sistema reparte directamente en los kioscos sus títulos, eludiendo así pagar el porcentaje al Centro de Distribución, que es en realidad el que está endeudado. A la vez, presiona a los canillitas para que acepten comercializar sus productos a menor porcentaje, logrando así entre 11 y 15 puntos menos de lo que abona una revista independiente al circuito”. A continuación, colocó sobre la mesa una docena de revistas que se editan y venden en kioscos, pero no pueden ingresar al sistema comercial. ¿Por qué? Porque algunos representantes no les abren la puerta. “Sabemos que la estrategia de concentración incluye una estrategia de expulsión y que algunos de los representantes forman parte de ese juego. Esto condena a estas revistas a tiradas bajas, porque ningún editor independiente puede recorrer con la mochila 5 mil kioscos”. Una integrante de la Asociación de Representantes aportó otro dato: “Y cuando una revista funciona, la compran y la sacan del sistema, como pasó con el caso de la revista Susana, que la compró La Nación”. También sucedió con Rolling Stone (creada por Andrés Cascioli) y otra docena de títulos hoy editados por el grupo de revistas de La Nación. La táctica: cuando detectan que una revista funciona comercialmente, la acorralan hasta tragarla. “¿Esto, entonces, no es un atentado a la libertad de prensa?”, se preguntó la representante.
La salida es la calle
La reunión tenía un objetivo concreto: dar a conocer un plan integral elaborado por Ausas para sacar de la crisis al sector. La respuesta la sintetizó Alberto Fontevecchia: “Todos los que estamos acá sentados, sumados, representamos el 35% del mercado. No se puede descargar toda la problemática económica del sector en el 35% por una sencilla razón: no la puede pagar. No tienen volumen para producir esa respuesta”.
Daniel Ripoll, de AER, completó: “Y más cuando ese déficit lo produce el otro 65%”.
La representante de Arecia dijo entonces: “Los que estamos acá, por diferentes motivos, estamos dispuestos a no dormir si es necesario para encontrar una solución que conforme a todas las partes y saque al sector de esta crisis. La pregunta del millón es: ¿cómo hacemos para que el acuerdo que alcancemos acá todos los que estamos comprometidos con sacar al sector de la crisis, lo cumplan también los que quieren ponerlo en crisis? ¿Cómo hacemos para sentar a Clarín y La Nación a esta mesa? Pensemos si, entonces, no tenemos que llevar esta mesa a la puerta de Clarín y La Nación. Pensemos que hacer público este debate es nuestro deber, porque finalmente los que pagan los mayores costos son los lectores. Pensemos en que hay que decirle a Página 12: vos no podés estar hoy en otro lado. Pensemos que para salir de la crisis no hay que poner solo plata: hay que poner mucho trabajo y mucho huevo”.
Se escuchan los sonidos de los bombos que, en la calle, reclaman por los despedidos. Es la música de fondo de una de las tantas cosas que están en juego: la variable de ajuste de la prensa comercial nunca son sus ganancias, sino sus trabajadores.
Ahora el debate regresa al punto de partida: las deudas del pasado.
No hace falta decir más. Nos vamos, a trabajar, por el futuro.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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