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El conflicto del casino: el gremialismo antisindical

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Después de la última represión de la Prefectura Naval a los trabajadores despedidos del Casino de Puerto Madero, los gremios del SOMU y Aleara en lugar de apoyar a los empleados salieron a respaldar a la empresa. Aquí uno de los delegados en conflicto revela el por qué: uno de los sindicatos está conducido por un diputado macrista y el otro, por un militante tan oficialista como el misterio Cristóbal López, el petrolero de Santa Cruz que le prestaba los aviones a Néstor Kirchner y ahora es propietario del casino.

Después de dos meses de conflicto en el Casino flotante, los dos sindicatos fuertes del sector, el Somu y Aleara, intentaron dar por terminado el tema con una salida inesperada. En una conferencia de prensa, los gremios (uno macrista y otro kirchnerista, y que se suponía estaban enfrentados a muerte), aparecieron juntos para anunciar que los despedidos no serían reincorporados y que intentarían «llegar a un acuerdo económico» para aquellos que se quedaron sin empleo. Según los dirigentes gremiales, la situación ya está prácticamente normalizada.
Pero en el ingreso al barco del Casino la prefectura sigue montando un cerco, junto al cual grupos de trabajadores siguen manifestando. También continúa el acampe de despedidos en la pirámide de Mayo y la Catedral metropolitana. Allí dicen cosas como éstas: «No es cierto que la mayoría haya arreglado». «Todo el enfrentamiento intersindical entre el SOMU y Aleara siempre fue una pantalla para beneficiar en sus negocios a Cristóbal López» (empresario kirchnerista que en los últimos años se ha quedado con el paquete mayoritario del Casino). «Que los sindicatos se hayan aliado para darnos la espalda no fue ninguna sorpresa».
Algunas pistas para entender el panorama:
El SOMU es el sindicato obrero marítimo conducido por Omar Suárez, hoy ultraalineado al kirchnerismo por intermedio de Hugo Moyano. Suárez había sido del riñón de Luis Barrrionuevo, hasta que se cruzó de vereda y se pasó al moyanismo. Ahora está identificado con los Kirchner a tal punto que en los meses previos a la campaña presidencial, cuando todavía no estaba definido quién del matrimonio sería el candidato, pintó la zona del puerto y el bajo con consignas que decían «Con él o con ella, Kirchner presidente. Somu conducción. Omar Suárez”. En esta línea, Suárez es también un aliado de López, dueño mayoritario del negocio del Casino flotante.
El otro sindicato que debiera representar a los trabajadores, Aleara, tiene como líder a Daniel Amoroso, diputado macrista de la ciudad, que controla el gremio desde su creación, en el ’99. En los últimos tiempos, Amoroso puso a su frente a su cuñado Ariel Fascione, quien según se dice tiene como mejor antecedente en el ramo el haber sido remisero. Los trabajadores del Casino flotante están afiliados a Aleara, aunque se organizaron con un cuerpo de delegados que superó a la conducción, frenó despidos, consiguió por su cuenta un convenio colectivo de trabajo y ganó para los empleados la caja de propinas. Hasta que SOMU y Aleara se enfrentaron en lo que parecía una durísima pelea por su representación, en la que Suárez reivindicó a los trabajadores como marineros propios por trabajar sobre el agua. Este enfrentamiento marcó los últimos dos años de la historia del Casino flotante.
-¿Por qué ahora están juntos?
Dice Hernán Lopardka, delegado y despedido del Casino: «Cuando decimos que la pelea entre los sindicatos era una pantalla, apuntamos a que el SOMU, por su vinculación con el kirchnerismo, buscó así bajarle el precio al Casino para que Cristóbal López le comprara el 50 por ciento de la empresa a los españoles de Cirsa Corporation. No había una pelea real». Lopardka señala otro motivo por el que los sindicatos hicieron las paces, este del lado macrista: «El gran tema de Amoroso es que el cuerpo de delegados del Casino es un frente de oposición fuerte en Aleara, y hay elecciones programadas para el año que viene, él se ve venir que pierde la conducción. Por eso está apoyando estos despidos, que incluyen al cuerpo de delegados actual y además a los que se perfilan para ser el futuro cuerpo de delegados».
En el ámbito sindical circula el rumor de que Amoroso, ahora distanciado de Mauricio Macri, se quedaría sin la banca de diputados en el próximo recambio, por lo cual se prepara para volver de lleno al sindicato. Su currículum tiene algunos puntos sorprendentes: en el ’99 fue uno de los fundadores de la cooperativa de trabajo Delta, que daba servicios de charters y remises al Casino, y en la que participaba Noemí Rial, hoy Secretaria de Trabajo del kirchnerismo. Amoroso fue además empleado del Ministerio de Trabajo. Sus contactos con el poder tal vez expliquen el despliegue de la Prefectura y la posterior represión cuando hace diez días el Casino reabrió sus puertas manteniendo los cien despidos, y el cordón que desde entonces sostiene esa fuerza «para garantizar el libre acceso» de las combis en las que la empresa traslada diariamente a los que no adhieren al paro.
En la Plaza de Mayo, Víctor, Juan Manuel y Pedro, tres despedidos que se encadenaron a la reja de la pirámide, desmienten que de los 100 empleados que se quedaron sin trabajo la mayoría haya acordado su desvinculación: «Sólo una decena aceptó la indemnización, el resto es gente que no había sido echada y que se acogió al retiro voluntario». Junto a los que protestan hay una alcancía para el fondo de huelga.
A pesar de las manifestaciones de la dirigencia sindical, el conflicto por los despidos del casino no parece con una salida cercana. En principio, el cuerpo de delegados convocó para este lunes a las 17 en el Parque Lezama a un chalecazo en el que los cesanteados, con su uniforme de trabajo, buscarán mostrar que no son, como dicen los gremios, un par de casos aislados. «Vamos regulando las acciones, porque la pelea es larga y tenemos que mantenerla en el tiempo», dicen en el campamento de Plaza de Mayo.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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