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Gualeguaychú: cuando el río suena

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Buscan frenar la construcción de las papeleras para dialogar, y se rebelaron para ser reconocidos como interlocutores en un problema que puede afectar su vida, sus derechos y su futuro. La Asamblea de Gualeguaychú logró exhibir nuevos modos de organización, debate y acción, con una potencia tal que puso en vilo al gobierno provincial, al nacional, al uruguayo, al Mercosur, y se vienen finlandeses, españoles, la OEA y La Haya. lavaca estuvo en el piquete de la ruta 136, para comprender cómo funciona esta experiencia horizontal, sus dilemas, y cómo se ven desde allí los políticos, los medios, las empresas y una idea tantas veces contaminada de amnesia: qué significa ser un ciudadano.

Gualeguaychú: cuando el río suenaLa frontera está constituida por un acoplado cruzado en la ruta y un tractor. El acoplado tiene una bandera enorme que dice “No a las papeleras”. El tractor es como la puerta del piquete, se lo retira cuando hace falta que pase alguien. El asfalto de la ruta es un gran lienzo sobre el que los vecinos han pintado peces amarillos, pájaros verdes, corazones rojos y un lema: “Argentina tiene futuro. Defendamos nuestra riqueza natural del sucio capital”.

Pintaron también dos banderas celestes y blancas con un sol: una de Argentina, la otra de Uruguay.
En la banquina, sobre el pasto, cerca del Arroyo Verde, hay reposeras alrededor de las cuales juegan los chicos. Van llegando más y más vecinos. Cada noche, después de las 20, se congrega una gran asamblea pública. Los viernes son más de 500, o 600, y siguen llegando. ¿Ágora, polis, ecologistas impermeables al progreso? ¿Foro vecinal, piquete a la entrerriana, fundamentalistas irracionales? Ellos han decidido darse otro nombre: Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú. (Una curiosidad política o psicoanalítica: los medios los llaman “ambientalistas” y jamás “asambleístas” ni “ciudadanos”).
Anochece. La hilera de autos llega por la ruta 136 y se estaciona a un costado. Ya hay más de 200. Más reposeras, más termos, más mate. Unos metros más allá, algunos empiezan a encender fogones sobre la tierra: pronóstico de asado pos asambleario. Hay dos reflectores para que todos se vean la cara. Más allá, la oscuridad del campo, y la luz de la noche de Entre Ríos, que parece haberse quedado con todas las estrellas que ya no se ven en Buenos Aires.
Instalan un micrófono y varios parlantes. Cuando empiezan las exposiciones la asamblea sigue cada palabra con un silencio atento, cortado solo por algún bebé que llora, o por alguna acotación que le hacen al orador de turno. Muchos hablan, todos escuchan, hay un coordinador para que la secuencia no se diluya. Hay aplausos, hay desacuerdos y broncas, propuestas que se votan. La asamblea funciona con fluidez, sin monopolios del micrófono y sin jergas militantes.
Una mujer dice con naturalidad, sin arengar a nadie: “Nunca nos vamos a ir mientras se construyan las papeleras” y la noche se convierte en un estallido iluminado por reflectores, entre el asfalto pintado, los fogones y las estrellas que en Buenos Aires no se pueden ver.
Piquete con oxígeno
Pese a todos las actas de defunción extendidas a este tipo de experiencias, los vecinos de Gualeguaychú reflotaron el piquete y la asamblea como formas de buscar soluciones para problemas concretos. Alfredo Casella es uno de los que maneja el tractor-puerta del piquete. Dejan pasar a gente que va a trabajar del lado uruguayo, o a una ambulancia si fuera necesario. El último caso fue un camión con insumos hospitalarios (oxígeno, más precisamente) para Fray Bentos, Uruguay.
Esta frontera que libera el paso del oxígeno y busca impedir la instalación del veneno -por nombrar sólo uno de los límites que demarca- está inundada de mate. Casella, paisano entrador y autocrítico, dice: “Somos muy parecidos a los uruguayos. Pero la yerba de ellos es mejor, la Canarias”. Esa yerba en realidad se hace en Brasil, se toma en Uruguay y se envidia en la Argentina.
Alfredo cuenta que todo este debate empezó cuando organizaciones uruguayas como el Movitdes (Movimiento por la Vida, el Trabajo y un Desarrollo Sustentable) y Guayubira, junto a vecinos de Fray Bentos cruzaron el Río Uruguay para anunciar o denunciar ante sus vecinos argentinos la instalación de multinacionales con la intención de fabricar pasta para papel según una exitosa receta: la parte sucia del proceso en el hemisferio sur, mientras la industria, el valor agregado, la generación de riqueza y de fuentes de empleo se concentran en el norte.
“Ya en el 89 y 90 empezaron las grandes plantaciones de eucaliptos con créditos a largo plazo de los bancos uruguayos, con financiaciones del Banco Mundial. Y esto de los dos lados. Hay más hectáreas acá en Entre Ríos que en Uruguay” dice Alfredo bajo el sombrero del que no suele desprenderse.
“Después llegaron las empresas. Los españoles de ENCE hicieron el puerto para llevarse la madera. Hasta ahí no contaminan porque se la llevan y la blanquean allá, se tragan la dioxina” dice señalando el asfalto donde también han pintado un barril de dioxina “made in Europa” según reza.
“Pero después viene la finlandesa Botnia, que es más grande que todas las papeleras argentinas juntas. Es fácil saber que van a emplear millones y millones de litros diarios de agua del río para enfriar la pasta, y el agua va a salir con una cantidad de deshechos químicos que van a influir en la naturaleza, primero en los peces, después a los seres humanos. Con las dioxinas en el aire las lluvias van a ser ácidas. Todo esto va a afectar las carnes, los cereales, los arándanos, la apicultura, no nos van a querer comprar nada de lo que se produce en 100 kilómetros a la redonda”.
La prevención de Alfredo no incluye entonces lo estrictamente “ambiental” sino el perjuicio económico que amenaza el área. Pero hay algo más:
“Muchas veces nos hemos quedado callados. En la historia, digo. Me parece que tenemos que enseñarle a nuestros hijos y nietos que hay que meterse y comprometerse para tener una mejor calidad de vida”.
¿Cómo hacer para no callar? “Empezamos a reunirnos, a movilizarnos, nunca en contra del hermano uruguayo. Nos subíamos al puente. Me parece que en Uruguay mucha gente está bastante temerosa porque trabajan para el Estado, no se pueden manifestar. La vez pasada iba a haber una manifestación de unas 70 personas, de Guayubira, y mandaron 100 soldados para amedrentarlos”.
Alfredo cuenta que la asamblea nació espontáneamente, los encuentros se sucedieron en la Casa de la Cultura en Gualeguaychú. “Y mientras todos nos decían que nos bajáramos, más arriba nos quedábamos. Los políticos quieren decirnos qué hacer. Ahí está Terragno (Rodolfo) hablando pestes de nosotros. Y algunos políticos de aquí están con nosotros, pero como miembros de la asamblea”.
Más o menos cuestionados por otros vecinos, es el caso de algunos integrantes del gobierno comunal (peronistas opuestos al gobernador Busti como el secretario de Cultura Javier Villanueva o el propio intendente Daniel Irigoyen) o concejales como el radical Osvaldo Moussou.
“Lo importante acá no es que sean políticos, sino de la asamblea. La asamblea es totalmente horizontal, cualquiera puede tomar la palabra, proponer cosas. Lo digo de corazón, las mujeres nos ganan en fuerza y en voluntad. Tanto para las cosas cotidianas, como para decidir el corte y mantenerlo. La vez pasada una de ellas dijo que si no hay huevos, va a haber ovarios”.
-Hay gente que de buena que puede pensar que mantener el corte no es la mejor estrategia.
-Mire, hay algunos políticos que nos quieren bajar líneas de arriba ¿Le parece que con esta gente de las empresas se puede hablar de estrategias? Lo que hay que hacer es cortar hasta que ellos paren de hacer la planta. Cuando paren, levantamos y nos sentamos a dialogar.
-¿Y si no paran?
-Seguimos.
-Pueden estar jugando al desgaste.
-¿Le parece, che? Acá somos cada vez más.
-Pero el gobierno argentino puede apostar a que se cansen.
-Vamos a ver. Pensamos en eso. Es lo que hicieron con los piqueteros. Pero acá no hay agresión, dejamos pasar a la gente del campo. Yo mismo voy y saco el tractor. El asunto es cortar el cruce al Uruguay hasta que acepten dialogar con nosotros. El problema es que el gobierno uruguayo bajó una cortina metálica, no quiere hablar. Tabaré Vázquez hasta insinuó que habría que reprimirnos.
-¿Y qué opina de la actitud del gobierno argentino?
-(Se ríe como si uno estuviera hablando de algo pecaminoso?)
-Si ustedes están aquí, cortando la ruta, es porque demasiada confianza no le tienen.
-Ni a los de allá, ni a los de acá. Así que vamos a seguir así. No necesitamos que vengan 6.000 personas a la asamblea todos los días. Con ser los que somos está todo bien, nos vamos turnando, y que el resto quede de reserva. El día que nos movilizamos, llenamos el puente. Si ponen la piedra fundamental en Botnia, yo creo que nos van a escuchar, porque vamos a ir hasta el último metro de frontera que podamos.
Se estima que en marzo la piedra fundamental de la fábrica será colocada por la embajadora de Finlandia en el Uruguay, con la presencia de Tabaré Vázquez.
Perros, espuma, y ansiolíticos
La situación del corte de la frontera enfrentó a la gente de Gualeguaychú con situaciones inéditas. Una persona del grupo Clarín hizo lobby ante un integrante de la asamblea para conseguir que dejen regresar dos camionetas con los perros de la señora Ernestina Herrera de Noble, que pasaron sus vacaciones en Punta del Este. “Para ustedes es es-tra-té-gi-co dejarlas pasar. Un favor, ¿se entiende? Estamos hablando de Clarín, Canal 13, TN, Radio Mitre. Además los estamos tratando bien en las notas, no estamos matándolos, no les conviene ponerse en contra al Grupo”.
El caballero víctima de tal discurso, contestó con cortesía entrerriana: “Puedo ver qué hacer, pero decide la asamblea”.
Esto no conformó a la persona enviada, que volvió a enumerar las empresas del grupo. El caballero entrerriano se fue mascullando su perplejidad ante lavaca: “¿Perros? ¿Cómo le decimos a la asamblea que levanten el corte para que pasen perros? Los podrían mandar en barco”.
Quedó naufragando un dilema: ahora que supuestamente “los tratan bien”, el periódico ya ha editorializado sobre la actitud de los vecinos usando palabras como “fundamentalismo” e “irracionalidad”. No está muy claro cómo los calificarán cuando los traten mal. lavaca no pudo confirmar el actual paradero de los canes.
La recorrida por Gualeguaychú había comenzado en el bello edificio de la Casa de la Cultura, donde muchas veces se reunió la asamblea hasta que comenzaron los cortes y las reuniones pasaron a la ruta. Hay una alegre agitación en el lugar, por dos cuestiones que indican otro modo, justamente, de considerar la cultura: el piquete en la ruta, y el corso popular. El corso está potenciando viejos y nuevos esplendores. Entre otros, obligó a imprimir un cartel informativo bajo el siguiente título: “Vendedores de Espuma”.
Javier Villanueva es secretario de Cultura, representante del municipio en la asamblea, peronista del grupo Nuevo Espacio que gobierna Gualeguaychú, y sumamente descriptivo con respecto al modo en el que el sector político es visto por la asamblea: “No te puedo explicar cómo me putean, pero nos conocemos todos. El otro día me agarré una bronca y vino uno de los muchachos a darme un Alplax, un calmante (Acción terapéutica según el prospecto: Ansiolítico con acción antidepresiva. Agente antipánico, indicado para trastornos por ansiedad, y ansiedad asociada con depresión. Asimismo, está indicado para el tratamiento del pánico, con o sin agorafobia). Bueno, me hizo pensar que por lo menos no quieren que me muera”.
Tal vez la asamblea tenga acción antidepresiva y antipánico. Villanueva relata una historia de la situación. “La clase política está desprestigiada, así que recibimos palos todo el tiempo. Acá venimos del peronismo de los 70. Hicimos Nuevo Espacio, ya tenemos varios períodos intercalando intendentes. El actual es Daniel Irigoyen. Pero cobra 2.000 pesos, yo tengo un Falcon 73: acá el que está en política no lo hace por plata. Nos presentamos en la provincia, contra Busti. No nos ha ido mal, pero estamos segundos, lejos”. Villanueva pasó en el 2000 de Cultura al Programa Río Vivo, ya que consideran al río como un monumento natural que hay que defender. Se trabajó con el curso del Gualeguaychú, para evitar el trabajo de las areneras y, en general para aliviar la contaminación.
“Aparece lo de la papelera. Nos lo cuentan los grupos ambientalistas uruguayos. Hay espacios burocráticos que no sirven para nada, salvo para encontrarte. Cervezas del lado de allá, unos vinos del lado de acá, y te vas conociendo. Uno de esos espacios es la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), la gran responsable de esta situación. Es una comisión binacional. El Tratado del Río Uruguay plantea cómo convivir sobre el río y uno de los puntos dice que cuando uno de los dos países va a realizar un emprendimiento potencialmente perjudicial para las aguas, debe consultar a la otra parte para después tomar la determinación en conjunto. Eso no se hizo. ¿Quién es responsable? Los representantes argentinos en la CARU”.
Cosas de la política
En el 2003 la cuestión seguía sin estar clara. Pero como en la CARU no se había hecho ningún reclamo, las papeleras avanzaban en su proyecto. Desde el punto de vista político los vecinos de Gualeguaychú interesados en el tema comenzaron un curso acelerado de realismo mágico.
“En agosto del 2003 llegamos a la Cancillería” cuenta Villanueva. “Nos atendió el embajador Raúl Estrada Oyuela, de asuntos ambientales. El discurso fue penoso. Salimos diciendo: estamos entregados de pata y manos. Nos trató medio de loquitos. Le dijimos lo que pasaba, las miles de hectáreas de eucaliptos plantados (que proveen la madera para la pasta), ya sabíamos lo que pasaba en Pontevedra, en España, donde no se puede estar de la contaminación. Estrada Oyuela dijo: es imposible parar las plantas, no podemos meternos en la vida de otro país”.
Lógica de sillón: no se puede hacer nada. El tiempo demostró que se podía. “Él no sabía del Tratado, le explicamos que había que reclamar por lo menos una buena tecnología. Volvimos, hicimos una carta explicando todo, y hubo una nueva reunión donde además de Estrada Oyuela estaba Roberto García Moritán”.
Para Villanueva, García Moritán es el gran responsable de que el conflicto esté donde está. Presidió la CARU y no hizo nada en ese rol como representante argentino. El actual gobierno ascendió a García Moritán al cargo de vicecanciller, lo que hace que Villanueva se agarre la cabeza cual necesitado de ansiolíticos antipánico.
“En esa reunión García Moritán nos agredió a todos los que fuimos de Gualeguaychú. Fue tan violento que el propio Estrada Oyuela lo echó de la sala diciéndole que en esos términos no podía participar”.
García Moritán es lo que se llama un funcionario de raza, cuya trayectoria merecería ser estudiada en los cursos de ciencias políticas: fue nombrado por el menemismo, surfeó exitosamente el delarruísmo y el duhaldismo, y el kirchnerismo lo elevó aún más en la farándula del poder. El gobierno de Menem lo había nombrado ante la Comisión Binacional para la construcción del puente Colonia Buenos Aires, con resultados que saltan a la vista. También fue presidente de la Comisión Administradora del Río de la Plata y -queda dicho- de la CARU, logrando gracias a todo lo que hizo, y principalmente a lo que no hizo -según la denuncia generalizada de la gente de Gualeguaychú- ser uno de los responsables de que el conflicto en el Uruguay llegue a su actual estadio.
Villanueva considera que el canciller Jorge Taiana no está tan mal visto: “Capaz que también es un traidor, pero da la sensación de tener otro origen, ser un tipo preparado. Pero a este Moritán le conocemos la historia y cuando lo nombraron vicecanciller nos queríamos morir. Se lo dijimos a Taiana, y lo tuvo que escuchar. En eso han estado bien en el gobierno: se comen todos los garrones”.
“Nos pasó por arriba”
Durante el 2004 siguieron las gestiones, reuniones, creciente efervescencia comunitaria y una ilusión alimentada por la propia Cancillería argentina a través del entonces ministro Rafael Bielsa: el casi seguro triunfo del Frente Amplio con Tabaré Vázquez a la cabeza solucionaría todo inmediatamente. Villanueva: “Ahí perdimos un año, porque apenas ganó Tabaré se puso a respaldar a las papeleras, contra todos sus discursos previos donde hablaba en defensa de lo ambiental. Ahí quedamos desubicados muchos de los que por ahí creemos un poco en la política, porque ahora cuando te dicen que los políticos son inútiles, corruptos y mienten todo el tiempo, ¿qué contestás?”
En octubre del 2004 hubo una marcha con autos a Fray Bentos donde se entregó un petitorio reclamando el cumplimiento del Tratado. “A alguno de los muchachos se le descompuso un poquito el auto sobre el puente y ya ese fue un primer corte que hicimos” se ríe Villanueva. “Fijate que eso lo tendría que haber hecho Cancillería, pero lo tuvimos que hacer nosotros. Y lo que pedíamos principalmente era el diálogo”.
No hubo respuesta, Tabaré Vázquez asumió en marzo, respaldó la construcción de las papeleras, el gobierno argentino mantenía su política de Estado de no hacer nada, y Gualeguaychú terminó alzándose el 30 de abril de 2005, copando el puente en una manifestación que las fuentes más pesimistas calculan en 30.000 personas y otros elevan a 40.000, en una ciudad de 70.000 habitantes. (Proporciones: es como si en la ciudad de Buenos Aires se hubieran movilizado un millón y medio de personas).
Villanueva reconoce: “Habíamos calculado que podrían ir 10.000 a lo sumo, pusimos colectivos, movimos lo nuestro, pero esto nos pasó por arriba. Mucha gente fue por convencimiento, otros porque iba el malón para ese lado, pero fue impresionante”.
El grupo que se dedicaba al tema de las pasteras era hasta ese momento relativamente reducido, pero desde la movilización se multiplicó. “Ahí nació la asamblea, había un grupo de autoconvocados que la llamó, nos tuvieron que aceptar a algunos del campo político, y nació ese nuevo espacio con horizontalidad total, sin jerarquías, sólo con un coordinador que anota quién pide la palabra. Antes éramos un puñadito pero empezó a haber reuniones de 60, 80 personas, cada vez más, 200, 300, y ahora están las asambleas en la ruta que de golpe puede haber 800 personas. El tema es, ¿cómo te organizás para que 800 se pongan de acuerdo?”
El gobierno entrerriano pareció encontrar un modo de evitarlo, nombrando a algunos ambientalistas en cargos en la CARU. “Es una estrategia para romper la asamblea, con sueldos de 4.000 dólares”. La relación del gobierno comunal con el provincial es, dirían los viejos periodistas, de tensa calma. “Nosotros les disparamos, pero en este tema se trata de trabajar juntos. Siempre pasa que si uno sale en televisión te llaman después diciendo: che, no me nombraste, te olvidás que la provincia puso plata. Pero bueno, son esas cosas de la política”.
Ya a fines de 2005 los vecinos veían crecer las papeleras ante sus narices, escuchaban a Tabaré respaldando el proyecto, percibían que el gobierno argentino hacía méritos para ser incluido entre los Vendedores de Espuma. Comenzaron los cortes de 12 horas, hubo otro de 24, el de 36.
“Y ahora se llegó a este corte donde no se abonan tantas ideas, donde hay gente que quiere el corte y nada más”. Villanueva está un poco dolido porque en las últimas votaciones en la asamblea sus propuestas perdieron. Gracias a “esas cosas de la política” logró ganarse la desconfianza de los otros asambleístas.
“Para mí hay que pensar en levantar el corte como una señal para hablar, y para demostrar que venimos y nos vamos de la ruta cuando queremos. Cuando fue la reunión con Kirchner (el 10 de febrero) vino el vicegobernador Guillermo Guastavino que es de aquí, y nos conocemos el colegio diciendo que si no levantábamos el corte, Kirchner no nos iba a recibir. Ahí lo fuimos a proponer, porque yo creo que la ruta tiene un límite. Se votó y nos mataron. A los dos días Kirchner, que no es ningún opa, llamó diciendo que fuéramos a la Casa Rosada. Yo había pedido que levantaran el corte para ir, y ahora llamaba él. Tuve que ir a la ruta y pagar ese costo. Y encima cuando nos reunimos Kirchner dijo que él no había hecho ninguna presión para levantar el corte”. Villanueva se ríe: “Ahí sí que nos mató. Y bueno, hay que seguir, porque todo esto es como un juego donde siempre va a quedar mal el que está más abajo”.
El valor de la asamblea
Villanueva logró ganarse que en la asamblea lo miren de reojo, o le den ansiolíticos en el mejor de los casos. “La realidad es que la gente no se quiere ir de la ruta. Yo no le encuentro salida a esto. Si tuviéramos la suerte de que Tabaré Vázquez mañana dice que para la construcción de las papeleras, habrá que aplaudir a todos los muchachos que quisieron seguir. Pero yo creo que esta no es la batalla final, que todavía conviene hacer corte, levantar, exigir, moverse”.
Hace pocas semanas, las cosas habían sido distintas. El gobernador Jorge Busti le pidió a los funcionarios de Gualeguaychú que trabajaran para levantar los cortes: “En ese momento yo le dije que esa propuesta no pasaba la asamblea. Y después del pedido de Busti, un lunes, el martes empezamos un corte más grande, el viernes otro, y de ahí no nos fuimos más. Todo es una muestra de que acá no se responde a la parte política. Como parte de la política municipal estamos metidos adentro, discutimos, yo puedo decir: tarado, así no vamos a ganar, pero es distinto, porque es una discusión entre nosotros. Aunque yo pierda una votación en la asamblea no digo: loco, rompo”.
Para Villanueva la asamblea tiene un valor “que sería una locura intentar desactivar. Yo hago críticas pero tampoco sé cómo salir de este problema sin desmovilizar, y conseguir resultados”.
-¿La presencia de los medios cambió a la asamblea?
-Claro, mucha gente se siente importante porque sale en la tele. Hay gente que se puede enamorar del micrófono.
-Le pasa a demasiadas personas, incluyendo a casi todos los políticos. Pero al margen, si la asamblea no hubiera hecho lo que hizo ¿qué hubiera pasado?
-Sin la presión de Gualeguaychú acá no pasaba nada. Lo reconoció el propio Rafael Bielsa a quien le rescato cierta franqueza en el discurso.
Bielsa es el ex canciller caído en desgracia en el kirchnerismo. Otros integrantes de la asamblea piensan que Bielsa fue el gran responsable de que el conflicto llegara hasta aquí, tanto si sabía lo que pasaba, como si no lo sabía por haber sido desinformado por sus funcionarios (cosa que Bielsa parece haber dado a entender cuando estuvo en Gualeguaychú). Actualmente Estrada Oyuela se ha puesto a favor del discurso de la gente de Gualeguaychú: “Primero nos echó flit (antiguo insecticida), pero ahora cambió. Me parece que quería el cargo de vicecanciller pero lo eligieron a García Moritán, así que no sé cómo seguirá ahí la cosa”.
Villanueva critica a la asamblea “porque a veces te abuchean, y aunque después se callen el abucheo ya entra a jugar. O por ejemplo, Adolfo Pérez Esquivel propuso hacer un gesto de los dos lados: el nuestro era salir de la ruta. Además de que la votación fue a favor de seguir el corte, y ganó por paliza, mucha gente decía. ¿y este quién se cree que es para pedir eso?”
Las asambleas, si gozan de buena salud, presentan esa característica: hasta los premios Nóbel pueden resultar cuestionados, no existe necesariamente la obediencia a ninguna instancia. Villanueva:
-Yo te confieso que estoy desconcertado. Creo que habría que presionar en otros ámbitos, armar por ejemplo una caravana a Buenos Aires de 2000 autos, armar un flor de bolonqui en la Panamericana y en pleno centro, y te garantizo que todos se van a enterar. Pero ni lo puedo proponer, porque nadie quiere salir de la ruta.
-¿Vino la izquierda? Una acusación que se hizo en las asambleas del 2002 en Buenos Aires es que la izquierda aparecía para dominarlas, y terminaba rompiéndolas.
-No hay lugar para eso porque todo el mundo se conoce. Vinieron unos chicos del Partido Obrero, creo, divinos, pero con una idea de la realidad medio difícil. Yo pensaba que acá en el gremio docente, por ejemplo, donde yo estoy, tenés gente de esa que está en contra de todo. Pero esos no van a la asamblea, porque ahí te exponés mucho. Si van, los vuelan enseguida.
-¿Qué clic hicieron ustedes, como políticos, para sumarse a la asamblea cuando lo habitual es que los partidos políticos quieren controlar esos espacios? ¿Es lo que ustedes buscan?
-No, nos metimos como Estado pero hay un espíritu de participación en Gualeguaychú, está lleno de agrupaciones. No digo que no haya individualismo, pero también hay muchas ganas de participar. Lo único incómodo es que cada tanto te dicen: los políticos son tal o cual. Y yo digo: pará, ¿me lo estás diciendo a mí?
-El político tiene una secuencia perpetua: campaña- elecciones- gestión. La asamblea implica lo que usted dice, que lo pongan en tela de juicio.
-Y uno se tiene que acostumbrar. Ya te digo, muchas cosas no me gustan, pero yo creo que la gente tiene que estar, y es un deber nuestro saberla convocar y saber cómo sumarnos. En la época del 2002 acá había asambleas gorilas, de ahorristas, y después vino el fenómeno Blumberg (Juan Carlos Blumberg convertido en adalid de la “mano dura” y las leyes represivas tras el secuestro y asesinato de su hijo Axel). Ahí había gente con la que no me sentaría ni a hablar. Pero esto es distinto porque hay mucha gente común, gente del pueblo, que no está manijeada. También es cierto que todo el mundo decide igual y a veces hay un tipo que estudió, que es experto, y su voto vale igual que el de uno que no sabe.
Tal vez el problema es que los expertos, como los que Javier mismo menciona de la Cancillería, han hecho tantos desaguisados que deben revalidar sus títulos ante quienes sólo conocen los efectos de sus decisiones. El tema que deja traslucir la asamblea es que sólo mostrar títulos no alcanza para generar confianza. Dice Javier:
-Te pongo un ejemplo. Bielsa propuso que alguien de la asamblea tuviera un puesto pago en la Cancillería, en las comisiones de estudio. Y la asamblea lo rechazó diciendo que quiere seguir siendo independiente para poder seguir cuestionando.
-¿Ese criterio de independencia en qué consiste?
-En que la asamblea no quiere estar atada a nada. Y yo mismo lo pregono desde mi lugar político. La asamblea es la asamblea, y hay que venir a pelarse acá adentro.
Cuando el gobernador Busti decidió armar un recital con Soledad Pastorutti, Víctor Heredia y Tarragó Ros como forma de sumar música al conflicto, la asamblea rechazó la idea de hacer el show en otro lado. “Que vengan al corte. Nos quieren desmovilizar, de acá no nos movemos”. Una nueva demostración del grado de confianza que los políticos y funcionarios han sabido ganarse entre la ciudadanía, que parece preferir que se vayan con la música a otra parte.
Gatos locos
Uno de los expertos que revalidado títulos ante la asamblea es el ingeniero Héctor Rubio, nacido en Gualeguaychú, mudado a Buenos Aires durante 30 años y ahora otra vez en su terruño.
-En el origen había un problema de contaminación grande en el propio río Gualeguaychú. Mi hijo tiene una agencia que estudia impacto ambiental y descubrimos lo siguiente: se invitaba a los turistas a bañarse en el río, pero el código de agua para recreación dice que pasando las doscientas partes por millón de materia fecal, el agua ya no es aconsejable. ¿Sabe cuánto había?
-No quiero imaginarlo.
-Dele. Diga un número.
-Quinientos.
-Siete mil. Y había tramos del río con medio metro de materia fecal estacionada. Por hacer las denuncias querían declararme persona no grata porque atentaba contra los intereses turísticos.
-¿Y lo de las papeleras?
-Empezó a través de contacto con la gente del Movitdes, que propuso crear una red ambientalista. Hicimos una ONG llamada Ñandubay, muy mal vista por todos lados. Se descubrió plomo en la desembocadura del Gualeguaychú sobre el Uruguay, pero todo se tapaba, nadie quería hablar de esas cosas. El primer grito por las papeleras fue en el 97, con una que se llamaba Transpapel que creo que era de origen canadiense. Mientras tanto el Banco Mundial ya estaba poniendo plata y créditos para impulsar la forestación con eucaliptos. Uruguay tiene unas 700.000 hectáreas ya sembradas y en Entre Ríos hay 1.200.000. No era para escarbadientes. Era para papel. Le daban gratuitamente las plantitas a cualquiera. Un paisano que tiene su chacrita en la punta del cementerio plantó eucaliptos porque ese era el negocio. ENCE, la empresa española, empezó a hacer el puerto para mandar todo a Europa.
-Cuántos eran los que trabajaban en el tema.
-Cuatro gatos locos.
Rubio logró ir a Pontevedra, España, y olfateó que algo andaba mal. “La gente que vive frente a la ría donde está la papelera, te recibe por el lado de atrás de la casa, porque el frente lo tienen totalmente sellado por el olor a huevo podrido y la contaminación. No me lo contaron, lo vi en el lugar”.
Contaminación: el hielo de Finlandia
El ingeniero no sabe qué responder con respecto a las ventajas uruguayas por instalar estas pasteras:
-No se entiende, les dio zona franca para que no paguen impuestos, firmó convenios donde si alguien perjudica la imagen de las empresas, el propio gobierno las tiene que indemnizar, modificaron leyes como la que decía que a 200 kilómetros de la cabecera del puente no podían instalarse emprendimientos industriales. Para mí lo tienen arrinconado a Tabaré entre las empresas y los partidos opositores que firmaron todo eso.
-¿Cómo ve al gobierno argentino?
-Nunca tuvo idea de lo que estaba pasando. Y los políticos de acá también jugaron a desmovilizar en un momento, por ejemplo en la reunión con Kirchner cuando decían que había que levantar el corte para poder ir a la Casa Rosada. Acá lo fundamental es entender que el gran traidor que nos hizo perder un año y pico fue Bielsa.
-Hay otros, del gobierno municipal, que lo defienden.
-Es una vergüenza que lo hagan. Dijo que iba a parar la construcción, iba a hacer de todo, le creímos, y no hizo nada de nada.
-¿Y Busti?
-Otro. Ganó las elecciones en la costa del Uruguay porque se subió a este tema. El día de las 40.000 personas estaba en Paraná. Le avisaron que la cosa era grande, lo trajeron en helicóptero. Pero como no pudo ponerse adelante en la marcha, al final se fue. Busti siempre quiso desmovilizar, pero un día nos llevó a la casa de Entre Ríos en Buenos Aires a dar una conferencia de prensa y se empezó a jactar de haber sido él el que empezó toda esta movida. Yo escucho esas cosas y me quedo sin saber cómo contestar. Y fue Busti el que empezó a decir que había que hacer un estudio de impacto ambiental, y esa es la trampa en la que caímos todos.
-¿Por qué?
-Porque me juego la cabeza de que un estudio de impacto ambiental va a decir que son contaminantes, pero se pueden controlar. Y esos controles son de tal envergadura, que en países como los nuestros son impracticables.
-¿Para usted qué sería lo ideal?
-Lo que siempre dijo la asamblea: no a las papeleras, ni siquiera con controles.
-En los diarios dicen que los finlandeses fabrican pasta en su país, y tienen un standard ambiental maravilloso.
-Lo que hace la española ENCE lo vi yo. Y los finlandeses tienen el ochenta por ciento del tiempo su territorio congelado, con lo cual los vertederos se depositan debajo del hielo de los lagos. Ricardo Carrere, el uruguayo que es una eminencia en el tema de la forestación, visitó Finlandia y no le pudieron contestar ninguna de sus dudas y planteos sobre cómo es el proceso y la contaminación. Aquí va a estar fluyendo por el río: la contaminación no la vamos a poder meter debajo de ningún hielo.
Modelo de subdesarrollo
Para Rubio hay intereses argentinos que juegan a favor de las papeleras de Fray Bentos: “Somisa les vendió la misma producción que lo que Uruguay compra en todo un año. Y los que se pusieron a plantar eucaliptos como materia prima del lado entrerriano, ahora están esperando para vendérselo a las papeleras”.
Con respecto a los eucaliptos, el ingeniero explica que se trata de un árbol “que chupa alrededor de cien litros de agua por día, no permite que crezca nada alrededor. El tema es que se hace la pasta, la parte más sucia del proceso, todo lo llevan para Europa y el papel lo van a hacer allá. El valor agregado allá”. Queda descripto un modelo de desarrollo típico, con tendencia al monocultivo y, para colmo, monocultivo depredador de otras producciones.
Rubio considera que desde varios puntos de vista, la pelea es desproporcionada: “No es un conflicto con Uruguay, sino contra un capitalismo internacional que decidió usar al Uruguay como fuente del papel que va a consumir el mundo”. Con ese criterio geográfico, el ingeniero observa otra característica: “Uruguay tenía todo tremendamente atado, y pasó lo que pasa en esta parte del mundo: uno se entera de la verdad cuando todo está hecho. Lo que pasa es que empezamos a gritar, y se encontraron con una oposición que nadie tenía en sus planes”.
La trastienda de las reuniones
Las experiencias que le ha tocado vivir en estos tiempos son una fuente de asombro para el ingeniero Rubio:
-Usted va a las reuniones en Cancillería, por ejemplo. Pero una cosa es la reunión en sí, donde se guardan los modales y se dicen unas cosas, y después termina, salís, y charlás con todos los mismos de un modo muy distinto.
-Ahí se dice la verdad.
-Exactamente. Ahí hablan en serio.
-¿Por ejemplo?
-La gente de Cancillería misma me dijo, afuera, informalmente, “a La Haya no podemos ir porque perdemos antes de empezar”. No creen en serio que eso vaya a servir para algo. O por ejemplo, Greenpeace hizo la propuesta de que se puede controlar la planta, hacer la producción limpia, un circuito cerrado de agua. Estrada Oyuela tiró la propuesta en la Comisión Binacional para ver cómo la tomaban los uruguayos. No lo dijeron abiertamente, pero les pareció bien, factible. Sin embargo, a la siguiente reunión estaban totalmente en contra.
-¿Cuál era la explicación?
-Ninguna, pero cuando salimos le pregunté a uno de los muchachos uruguayos: ¿por qué se cerraron otra vez con lo de Greenpeace si la vez pasada les pareció razonable? Me contestó: “porque en esta reunión los uruguayos ponemos la cara pero el discurso lo dictan las empresas”. Eso da la pauta de cómo se manejan las cosas en la política.
-¿Y del lado argentino?
-Lo mismo. Usted fíjese que en la Cancillería nos dijeron que teníamos que tomar conciencia de que nos vamos a convertir en los chicos malos de la película por hacer los cortes.
-Pero Taiana mismo les dijo que siguieran movilizándose.
-Claro, pensando en provocar un acuerdo en la comisión binacional. Pero cuando eso no ocurrió, nos agarran afuera de la reunión y nos dicen: ojo, que ahora los medios de difusión se les van a poner en contra, porque el gobierno maneja los medios.
-Pero parecería que el gobierno no los cuestiona tanto.
-Lo que querían era advertirnos que nuestra posición finalmente va a tener esa contra, y que el gobierno la va a manejar con los medios. Y uno lo nota, lo que nos costó salir en los medios fue tremendo. Nadie nos quería atender. Y ahora hay radios, una Radio 10 o algo así, que nos dicen cosas muy pesadas, nos atacan todo el tiempo. Se ve que el gobierno les va marcando línea y lo que tienen que decir. Es evidente. Bueno, me lo advirtieron ellos mismos en esas charlas informales.
-El gobierno argentino nunca se preocupó por lo de las papeleras, ni le parecía mal que se instalaran, hasta que estalló lo de la asamblea, a la que hasta ahora no pudo desmovilizar. ¿Puede ser que la diferencia entre Argentina y Uruguay no sea tanto lo que opinan los gobiernos, como que en un país hay una asamblea activa y en el otro no?
-Es así, totalmente. El gobierno argentino acaba de tomar noticia de todo esto. La semana pasada fuimos al Congreso y los diputados no sabían de qué les estábamos hablando. ¿Cuál es el problema, por qué nos peleamos con los uruguayos? Me pedían mi mail para hacerme consultas. No tienen ni los datos más elementales. Y que me los pidan ahora para mí es peor todavía: es para morirse. Porque el momento de hacer algo en serio era hace dos años, cuando ni nos atendían el teléfono. Mire: ya le podría plantear un caso similar. En la Patagonia se están plantando miles y miles de hectáreas de pinos de una variedad especial para hacer la pasta para papel. Como aquí antes se plantaron eucaliptos. Entonces, dentro de equis tiempo, va a aparecer por la Patagonia la empresa que diga: ustedes tienen la materia prima, nosotros hacemos la producción. ¿Usted se imagina que algún gobernante va a hacer algo al respecto?
-Si esa empresa les dice que va a haber una buena inversión, sea cierto o no, los gobernantes van a ir felices a poner la piedra fundamental.
-Y si la gente del lugar arma una asamblea, volvemos a tener lo mismo de Gualeguaychú.
-En estos casos siempre se busca al culpable. ¿De quién diría usted que es la culpa?
-De los gobiernos. El gobierno uruguayo tendría que haber cumplido el Tratado del Río Uruguay y avisar a la otra parte que estaba autorizando la construcción de plantas que pueden contaminarlo. Y el gobierno argentino tendría que haber actuado a tiempo, porque la información la tenía, haciendo cumplir el tratado. Lo podrían haber denunciado hace dos o tres años. En el 2002 o 2003 Uruguay le dio la autorización a ENCE y Argentina no hizo nada. Después aparece Botnia, le dan el permiso, y tampoco la Argentina dijo nada. El gobierno miró para otro lado, no le dio bola, y por eso Bielsa es el culpable al decir que él iba a solucionar todo con Tabaré. Mire cómo lo solucionaron.
-¿Por qué Argentina miró para otro lado? ¿Por estar de acuerdo con que las empresas se instalen y produzcan? ¿Por una mentalidad amoldada a dejar que las empresas hagan lo que quieran?
-Puede ser. Sobre el Paraná hay diez papeleras, y nueve habría que cerrarlas ya mismo si somos coherentes.
-¿Qué sería ser coherentes?
-Algo que le da temor a la Argentina, como por ejemplo reclamar un tremendo control a otro país, cuando vos para adentro sos un relajo.
-¿Cómo ve la cuestión hacia delante?
-No sé. La fuerza de la asamblea no está manejada. El gobierno tendría que manejarla. Con un buen proyecto y el apoyo consensuado de la asamblea, esto se arreglaría.
-Pero usted mismo decía que los gobiernos son los culpables de la cuestión porque nunca les interesó resolverla. Si el gobierno manejara a la asamblea ¿qué pasaría?
-Estaríamos hablando de cualquier otro tema.
-Se puede pensar que la asamblea, al decidir el corte, permitió que se vea claramente un modelo de crecimiento que queda encubierto por los discursos progresistas de estos gobiernos.
-Estuvimos más de un año pidiendo entrevistas con Kirchner. Cuando nos recibió nos palmeó mucho la espalda, pero nadie toma el problema en serio. Ese es el drama.
-¿Cuál es el horizonte de este conflicto?
-Para mí se van a terminar instalando las papeleras, nosotros mordiéndonos la cola de la bronca por no poder pararlas, y empezando a sentir el famoso olor a huevo podrido. Para mí, no tendrían que instalarse, pero yo como ingeniero sé que hay posibilidades de hacerlo más o menos bien.
-Me perdí. ¿La asamblea, quiere que las plantas se hagan bien, con lo que se llama tecnología limpia, o que no se hagan?
-Gualeguaychú no quiere papeleras acá enfrente.
-O sea, tampoco acepta la idea de una producción limpia, como la que usted mencionaba por parte de Greenpeace.
-No. Aquí no se quiere a estas industrias. Pero eso no quiere decir que no sepamos que las plantas se pueden controlar. Pero hay que hacerlo con una seriedad, una firmeza y un nivel tecnológico, que ni Argentina ni Uruguay pueden llevar a cabo. Pero la asamblea no quiere ese tipo de industria. Ni quiere ese tipo de forestación que es un desastre en campos que son muy buenos para la agricultura y la ganadería. O algo que está funcionando muy bien, la producción de miel con abejas, ya sabemos que Europa no va a comprar nada que esté en un radio de 100 o 200 kilómetros alrededor de la planta. Y la parte turística. Ningún balneario va a poder tener la aceptación que existe ahora, con semejantes vertederos delante de la nariz. Sinceramente, no sé qué actitud va a tomar la asamblea.
-Cómo va a hacer, incluso, para evitar el desgaste.
-Sí, porque ahora empiezan las clases. Mucha gente no va a poder estar en el corte todo el tiempo. Vamos a ver hasta cuándo podemos aguantar. El gobierno apuesta al desgaste para pasarnos por encima. Pero la verdad es que nada les dio resultado. Pensaban que esto se desarmaba. Ojo, nosotros también lo pensábamos, y nos sorprende lo que está pasando. Yo soy uno de los históricos, y estoy asombrado. Y muchos de los históricos ligados al gobierno provincial hicieron lo posible para desarmar la asamblea, desarmar el corte, de acuerdo a lo que les pedía Busti. Y no pudieron. Nos sobrepasó a todos. Los políticos están desconcertados y no se atreven a enfrentar a la asamblea. Ni nosotros nos imaginábamos que esto podía llegar a tener tanta fuerza.
De la peluquería al corte
Otra vez en el corte en la 136, siguen llegando autos, bajan las reposeras, los chicos salen corriendo, se movilizan los termos, se comprueba el sonido para el micrófono, la gente pasea por esa ruta que ha hecho suya.
Sira Muñoz convida facturas. En el corte no parecen hacer falta ansiolíticos antipánico, ni antidepresivos. Debe reconocerse que tampoco hay trastornos de ansiedad. Sira va con su pechera verde y su gorra (que dicen No a las papeleras) sus anteojos y su tono afable. Se ha ganado el cariño de todos en la ruta. Cuenta que desde hace más de un año se metió en las reuniones y debates en torno a este tema, ahora participa en los cortes, para lo cual abandonó su trabajo en una peluquería. Acaso por oficio, descubrió que el mejor modo de difundir el conflicto fue “de boca en boca”. Es posible que la peluquería haya sido un semillero de activismo por esta causa.
Cree, como tanta gente repite en Gualeguaychú, que los vecinos uruguayos están condicionados en sus opiniones por la gran cantidad de empleo estatal. “Allí les lavaron la cabeza” dice, argumento que difícilmente facilite ganar amigos en la otra orilla, donde más de uno acaso piense lo mismo de los argentinos.
Sira, de todos modos, es un caso testigo de una actitud de la asamblea que consiste en no dividirse con quienes hay desacuerdos (sean representantes del gobierno local o provincial): no dejar a nadie de lado. Comparte facturas, sonríe tras sus anteojos y se va a trabajar en el baño ecológico que los vecinos están construyendo pensando que el piquete puede durar mucho más tiempo que el que nadie podía imaginar hace apenas unas semanas.
La política de desechos humanos
Unos pasos más allá María Elena Marchiolli es de las que va mirándolo todo, confirmando que todos estén bien, hablando con cada uno. Anda en ojotas caminando la ruta, y alguna vez sorprendió diciéndole a la asamblea que si no hay huevos, habrá ovarios. Dice que el corte es una trinchera, pero sin embargo no habla con estilo de barricada sino con una enorme serenidad, se permite emocionarse, y decir todo lo que hay que decir sin apelar a tonos pomposos.
Tiene tres hijas: las mayores (Soledad y Fernanda, 29 y 30 años) en Buenos Aires, y la menor (Lisa, 27) en Montevideo. “Tengo que llevarle ropa y no puedo ir, porque tengo que dar el ejemplo. Si nadie cruza, yo tampoco. Yo sé que me dejarían ir en auto, pero jamás lo haría”.
María Elena trabaja del lado uruguayo de la frontera, en el peaje:
-Me vienen a buscar hasta la trinchera, yo voy, trabajo y vengo. No hay casi movimiento y todos, mis compañeros uruguayos y yo, estamos re preocupados por el tema del trabajo. Son mis compañeros y mis amigos.
-La paradoja es que usted participa en un corte que pone en riesgo su propio trabajo.
-Pero las cosas hay que hacerlas. Yo estoy segura de lo que estoy haciendo porque sé lo que va a pasar. Fray Bentos es un pueblo muy pintoresco que vive del turismo y ha venido creciendo, que ahora lo matemos con esto sería terrible, se van a convertir en pueblos fantasmas. Pueblos sombríos.
-¿Cómo empezó la asamblea?
-Muchos grupos estuvieron trabajando el tema del medio ambiente, los mismos grupo uruguayos nos avisaron de la instalación de estas pasteras y nació una asamblea ciudadana, como le pusimos. Porque somos todos ciudadanos.
-Asamblea, como las que surgieron en el 2001 y 2002.
-Tal cual. Y todo esto es horizontal, todos hablamos, opinamos, todos tenemos el derecho y se respeta la opinión de la mayoría. A mí siempre me interesó el tema del agua.
-¿Por profesión?
-No, yo siempre fui empleada, fui productora de seguros, pero me interesaba el tema porque una ve que si se contamina el agua, es algo que no se va a poder reponer. ¿Y sabe qué pasa? Como las clases sociales se van dividiendo cada vez más, la brecha entre el pobre y el rico es cada vez más grande, va a haber un momento en el cual el tema va a ser quién va a poder comprar el agua y quién no. En realidad, ya está pasando. Todos pagamos por el agua y si esto sigue así, va a empeorar.
-¿De qué modo?
-Hace muchos años que vienen con todos estos planes. Primero fue la globalización en la cual los grandes capitales se adueñaron de empresas y nos dejaron a todos estos pueblos de Sudamérica sin trabajo, como para empobrecernos y dejarnos con la materia prima y el recurso humano. Y ahora viene la otra etapa que es llevarse la materia prima, y dejar el desecho humano. Porque cuando dejan toda esta contaminación va a quedar gente enferma, y otra gente degradada.
-Desechos humanos: le parece que la cuestión llega a esos términos.
-Sí, porque te quitan todo, te enferman y te van matando. Sudamérica es riquísima, Argentina también, pero matan el valor humano. Duele mucho cuando veo que mucha gente no se da cuenta de lo que nos van a hacer, porque nuestros descendientes e van a ir degradando cada vez más. Los niños (mira a los chicos que nos van gambeteando mientras hablamos) sin la alimentación necesaria, sin los recursos necesarios, ¿qué van a ser?
-…
-Esclavos. Esclavos de estos grandes emporios que vienen a llevarse todo y a someternos a través del hambre
-¿Cómo es la relación de la asamblea con los partidos políticos?
-Nunca se ha permitido que los partidos quieran adueñarse de la asamblea. Yo no soy política y una de las cosas por las que acuso a todos los políticos que estuvieron, a los que están y seguramente a los que estarán, es que no han podido. El gobernador se ha querido hacer cabeza de la asamblea en algún momento, prometiendo cosas, y de golpe da vuelta el discurso porque lo manda el Presidente a que nos levanten de la ruta porque no saben cómo sacarnos. Vinimos a la ruta, después fuimos apoyados llámese por el gobierno, Busti, la cancillería, Kirchner a través de otros funcionarios. Pero resulta que ahora quieren que salgamos de la ruta y todavía no nos han dado soluciones. Quiero decir: si vinimos acá a matar un monstruo, yo quiero ver al monstruo muerto antes de irme. Si no al pueblo se le da un sabor de que siempre es derrotado.
-El gobierno les genera desconfianza.
-A mí sí. Eso de ir a La Haya son todos papeles, y no me da ninguna confianza lo que hagan. Si no era por la asamblea, acá no pasaba nada. Si era por ellos, que se construyan las pasteras, que sigan haciendo lo que quieran, a nadie le interesaba lo que eso iba a producir en la naturaleza y en el ser humano.
-Pero hace lo que hace la asamblea, ¿no es política?
-Si la vida pública es política, esto es política. No sé, lo que yo digo es que nuestra misión es que las papeleras no se instalen. Además creo que este es un momento importante, porque esas empresas son la apertura para que se sigan colocando muchas más en Latinoamérica. Y me parece que no es un problema de Argentina, Uruguay, Gualeguaychú o Fray Bentos. Es un tema del Mercosur. Algunos dicen que no conviene ir al Mercosur a buscar soluciones porque ahí está Lula y qué sé yo. Pero entonces yo le digo a Lula y a todos los otros: pónganse a hablar un poquito en serio, esto parece un campeonato de truco donde gana el que miente más. Aquí hay que ganar con las cartas en la mesa y mostrar a los pueblos por qué traen semejante monstruo.
-No parece que se pueda lograr semejante sinceridad. Se diría que a veces son como vendedores de espuma.
-Mire, si son tan inoperantes que no saben atraer capitales genuinos para instalar empresas genuinas, es problema de ellos. Cuando se postularon para presidentes en cada país, prometieron cosas buenas. Quiere decir que saben que hay cosas buenas en el mundo, por eso hicieron esas promesas.
-Es como un teorema: las cosas buenas existen, pero antes de las elecciones. Otra promesa es la de las papeleras: ¿qué pasaría si lograran demostrar que pueden trabajar sin contaminar, o contaminar menos?
-Sí, claro, nosotros decimos: que salga agua bendita por los vertederos. Y bueno, si realmente lograran demostrar que el agua que van a verter al río puede ser tan limpia como dicen, cosa que sabemos imposible, veremos. Pero también hablamos de evaporación de gases en el trayecto de la pasta celulósica: van limpiando ese puré y lo elevan a 180 grados para disolver productos químicos y hay evaporaciones de gas. No sé cómo se garantiza que haya poca contaminación.
-¿Cuál cree que es la estrategia del gobierno nacional frente a este problema?
-Quieren que nos desgastemos, como hicieron con los piqueteros. Y comprando cabezas. Es súper evidente cómo compran.
-¿De qué modo es evidente?
-Lo tenemos a un D’Elía (Luis D’Elía, ex piquetero y flamante funcionario del gobierno, además de declarado kirchnerista). Lo ves en la televisión. Cuando lo ves peinado de peluquería, con las uñas bien arregladitas, rostro tratado en algún spa o esas cosas, te muestra cómo es la persona. Y después se compra ropa cara, y sonaste. Empiezan con el poncho y después se ponen Armani. Ya sabemos cómo son, y esta historia la hemos vivido siempre.
-¿Existe el riesgo del desgaste de la asamblea, en la medida en que no haya respuestas? Usted dice que es a lo que apuesta el gobierno.
-Pero ellos se tienen que mirar primero en el espejo. Si no, Cristina (Fernández de Kirchner) no sería senadora después de 20 años, se habría desgastado. Y el marido salió a batallar para que su señora vuelva a ser senadora y cambie de un asiento a otro: no se ha desgastado, porque tiene otras aspiraciones. Y bueno, la aspiración nuestra es voltear todo esto, y nos llevó a estar en la ruta. Las mujeres somos constantes en esas cosas.
-Aparecería el ejemplo de las Madres de Plaza de Mayo.
(María Elena mira a la barricada, piensa, y hace una crítica que muestra un modo de interpretar lo ocurrido en los últimos años)
-Sí, pero si el doctor Kirchner les sacó el pañuelo blanco de las cabezas a las Madres, no vaya a querer tener mujeres con pañuelos verdes porque esta forma de capital nos va a matar a nuestros hijos y nuestra gente.
¿Qué es la libertad?
María Elena reconoce que la creación de la asamblea y toda la actividad que nació a partir de allí les cambió la vida a muchos de los vecinos de Gualeguaychú: “Totalmente, siempre hablamos con los que venimos a hacer el aguante. ¿Sabe qué? (Se emociona, se pone anteojos oscuros para disimular las lágrimas) No queremos estar en nuestras casas. Queremos estar acá. Yo no me puedo ir sin recorrer todo, ver que todos estén bien. A veces, cuando hay mucha gente, aprovecho y me voy a dormir, y después vengo a las cuatro de la mañana. Yo digo que es como en el velorio: a las cuatro de la mañana se fueron todos y se queda la viuda sola con el muerto”.
Nació en Basavilbaso: “Pero elegí vivir acá. Y ahora elijo quedarme. Yo podría hacer las valijas e irme, mis hijas ya se fueron. Pero tengo todo un sentimiento con este lugar”.
-¿Cómo funciona la asamblea?
-Y… hay luchas, cada uno quiere imponer su idea. Me parece que después de voltear a las pasteras, toda esta enegía tenemos que aprovecharla en seguir limpiando la casa. Por ejemplo, aquí se usan agroquímicos prohibidos en los Estados Unidos.
-La asamblea es ambiental, pero antes es ciudadana. Usted hablaba de la brecha entre ricos y pobres. ¿Una asamblea podría tomar ese tema, como toma las cuestiones ambientales?
-Seguro, e podrían generar fuentes de trabajo, buscar créditos para emprendimientos y proyectos. Hay créditos y nadie te los informa para hacértelos accesibles. Otro asunto es que llevamos mucho tiempo con gente que no ha trabajado. Gente que no sabe trabajar y no sabe crear, porque entre la desocupación y los planes sociales los levaron a ese desastre de estar esperando, y no crear nada. Una cosa pasiva. Yo digo que al pan hay que ganárselo. Cualquier ser sobre la tierra busca su alimento, un árbol, un pájaro. El ser humano tiene que aprender lo mismo. Lo contrario es degradarlo y tenerlo por inútil.
-¿Qué luchas hay en la asamblea?
-Hay gente que se quería bajar el día que el presidente Kirchner supuestamente mandó a decir que levantáramos el corte. Después lo negó… esto es encontrar quién fue el primero que mintió. Él desmintió, y quemó toda la tropa para abajo. Entonces los demás mintieron cuando dijeron que no nos recibían, o mintió él cuando dijo que no había dicho eso.
-Pero ni así lograron evitar el corte.
-Es que yo dije que conmigo no tiene que hablar, que hable con Tabaré. Y yo me quedo hasta que hablen y paren las papeleras. Esa es su misión, no hablar conmigo. Y otros decían había que hacer un gesto. ¿Y ellos? ¿Qué gesto hacen todos los demás?
-¿Qué pasa si se hace muy largo?
-Estamos viendo de qué forma hacemos turnos, hay mamás que están haciendo el aguante y tienen chicos que van a empezar a ir a la escuela, hay gente más joven que puede venir en distintos horarios, y vamos a hacer turnos. Pero yo no sé qué va a pasar, porque todo esto se ha ido haciendo, se ha ido haciendo. Eso es lo más efectivo. Lo que creo es que hasta que del otro lado no paren las papeleras, vamos a seguir acá. Lo bueno es que las voces del Uruguay ya se están levantando. Porque si algo lo va a movilizar a Tabaré es su propio pueblo.
-¿Qué voces?
-Hay gente de Fray Bentos, de Mercedes. Nadie puede decir “porque no” cuando pedimos que nos expliquen por qué no contaminan. Eso no se le puede contestar ni a un niño. Nosotros decimos que contaminan por tal y cual cosa. Botnia no da informes ciertos, no se puede hacer una evaluación de acuerdo a los informes que dan ellos, sí el sistema que van a utilizar que es el Kraft que es el más contaminante.
-¿Cuál cree que es la ventaja de organizarse como asamblea?
-En otras cosas que se arman, comisiones, partidos, o qué sé yo, siempre hay presidentes, secretarios, y de pronto esa comisión o partido resuelve algo y todos los demás socios o integrantes tienen que acatar, obedecer, y esperar a las próximas elecciones o recambio de autoridades si algo no les gustó.
-Un sistema representativo. Se delega el poder para que los otros hagan las cosas.
-Bueno, ni hablar, no queremos eso, queremos organizarnos pero no que haya uno que hagan y los otros que obedezcamos. Mire lo que pasó en la Argentina donde siguen estando todos los que queríamos que se fueran. Mis hijas fueron de las primeras que salieron con las cacerolas en Buenos Aires, pero a esta gente de la política no les entra nada, no se mueven del sillón, son terribles. Vos ves al Presidente que dice que vamos a ir a La Haya. Se cree que somos idiotas, ¿qué es eso? Van a estar años hasta decidir algo, y acá con las plantas instaladas ya va a estar todo contaminado. La gente enfermándose, los animales envenenados, las plantas muriéndose, todo con un olor insoportable, mientras esperamos lo que digan en La Haya.
-Parece haber una diferencia entre los vecinos que se sumaron en los últimos tiempos, que son más radicales con respecto al corte, y los “históricos” que empezaron toda esta movida y quieren más flexibilidad en la medida.
-Puede ser que algunos que están desde un principio tengan un poco de miedo. Yo no, ¿qué me puede pasar? Pero a alguna gente de la asamblea medio que los asustó la concientización que ellos mismos transmitieron a la gente. Se habló del tema, se explicó, se difundió, y al final la gente se sumó y ahora quiere que la cuestión se solucione en serio.
-Y los históricos sienten que ya esto no lo pueden manejar. ¿Será que ayudaron a generar conciencia, y tal vez por eso mismo la gente de la asamblea ahora se permite no hacerles caso?
-Sí, eso es lo que está pasando. Pero se puede manejar la cosa en este sentido: la gente escucha, razona, piensa bien, y elige lo que quiere. Eso es conciencia. Por ahí puede no estar de acuerdo con alguno de la asamblea que quiere ser un poquito más blando, compaginar, pensar que si aflojamos nosotros capaz que aflojan ellos. Algunos piensan así, pero la gente de la asamblea no.
-Ahí el cuestionamiento es que se han obsesionado con el corte en sí mismo. Que hay una actitud cerrada en la asamblea.
-(Mira sorprendida) No, para nada. Acá no hay nadie emperrado en nada. Y lo que se busca es generar diálogo. Algún dirigente de los que tienen miedo puede pensar esas cosas porque no lo obedecen, porque la gente viene a la asamblea y decide por sí misma. Ahora, si yo no estoy de acuerdo con alguien, tampoco me pueden contestar que estoy cerrada. Simplemente, no estoy de acuerdo. Mire, le voy a contar: muchos vienen a hacer lobby, a tratar de convencer a cada uno de hacer esto o de hacer lo otro. Y la gente después te dice: “Yo escucho, pero a la hora de levantar la mano nosotros sabemos qué es lo que queremos”. Eso me da mucha paz. Lo más hermoso que hay es la libertad de elegir. Los pueblos tenemos que elegir.
“No somos como nos muestran los medios”
María Elena está un poco enojada, aunque hay que reiterar que su tono y sus modos son totalmente opuestos a cualquier idea urbana de persona crispada. El enojo a la entrerriana es con el modo en el que se trata a veces a la asamblea.
-Nos dicen talibanes, fundamentalistas, ¿a usted le parece que estos vecinos con sus hijos aquí son eso?
-No, no me parece.
-En lo diarios y en las radios nos dicen esas cosas, y te quieren hacer olvidar que lo que hay que pensar es en lo de allá (señala hacia la frontera) en hablar con los hermanos uruguayos, dialogar allá, armar juntos equipos de trabajo y de conversaciones.
-Los ataques tal vez den la medida de la fuerza del corte.
-Pero te ponés mal porque esos periodistas o dueños de medios, ¿quiénes son? ¿Qué se creen? ¿Nos quieren matar? Es feo. Si un uruguayo se enoja con nosotros, yo lo entiendo, tiene lógica y yo por eso quiero que hablemos y dialoguemos. Pero no estos que tratan de formar ideas y opiniones. No somos como nos muestran los medios. Yo no soy así como ellos dicen. Nadie aquí es así.
-Cualquiera que se ponga firme en la defensa de sus derechos corre el riesgo e ser reflejado por los medios como un violento, irracional, sordo y agresivo.
-Pero justamente estamos luchando por el diálogo, que Tabaré no nos quiere dar. Él dice, levanten lo cortes y las papeleras no se paran. Ese es su tema. Nosotros entonces decimos: nunca vamos a levantar los cortes hasta que no paren las papeleras y nos sentemos a dialogar y a que nos expliquen por qué no van a contaminar. Tabaré lo sabe, pero no sé qué es lo que lo ata. Él tuvo la oportunidad de terminar con esto sin un costo.
-¿Por qué cree usted que no lo hizo?
-No sé qué pensar. Quiere que otras empresas vengan a instalarse. Los del grupo Guayubira decían: “queremos pensar que él quiere demostrarle al mundo que se respeta a las empresas”. Pero yo digo así no es el caso: podemos respetar respetando la vida, porque si no otra vez venimos con todos esos capitales que son garrapiñeros… Se supone que Tabaré siempre estuvo contra esos que vienen a sacarnos todo, que vienen a instalarse acá en Sudamérica como hicieron hasta ahora, roban y se van, nunca pagan nada.
-Se pasó de la economía de especulación a la de extracción. Y los gobiernos acompañan.
-Es lo que te decía: de la globalización se pasó a extraerte la materia prima, y el ser humano queda totalmente depreciado. Esto es como Cromañón: nos encierran en una situación donde nos van a matar, pero nadie es responsable de nada. Yo no sé si los que piensan así son los únicos que se presentan para políticos. Yo a veces pienso, ¿por qué una persona que sube, al día siguiente se da vuelta?
-Seguimos con los teoremas, María Elena: el sillón, como usted decía, tiene un efecto contaminante sobre las convicciones.
-Busti sigue estando, dice que se pone al frente de esto, va a escucharlo a Kirchner y vuelve diciendo que hay que levantar el corte. Y Kirchner dice que no hay que levantar nada. ¿Sabe qué son? El camaleón. Yo estoy contenta porque se logró meter el debate, que se vea el problema, que todos puedan hablar de esto. Ojalá haya un final feliz, y no algo doloroso en el medio. Una mamá decía: “Si esto sale mal, si ponen las plantas y la gente se va, yo no me voy a poder ir”. Es una mujer muy pobre. Yo le dije: vamos a ser dos, porque yo tampoco me voy a ir. Que nos aplasten los camiones.
Unos metros más allá hay música de chamamé, y llaman a la asamblea. Junto a la ruta se arma una especie de enorme anfiteatro de asambleístas sentados en reposeras o en el pasto. Mucho mate, ningún antidepresivo. Y ahora silencio: empieza el debate y van votar si se sigue o no con el corte.

Nota

La Ronda en la mirada de Alejandra López

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Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

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Nota

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

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Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

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Nota

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

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La familia de la joven asesinada en Capilla del Monte volvió a viajar de Buenos Aires a Córdoba para reclamar que se asigne urgentemente un fiscal en la causa y que se investigue su femicidio. Hace 4 años el cuerpo de Cecilia fue encontrado luego de estar 20 días desaparecido; su familia denuncia una trama local que involucra a la última persona que la vio con vida, el ex boxeador Mario Mainardi, jamás investigado, y la complicidad de la justicia de Cruz del Eje, representada por Paula Kelm, que buscó inculpar a un perejil. Gracias a la lucha familiar se logró anular esa línea de investigación, que culminó en un juicio nulo, pero desde entonces no se retomó la instrucción; y pese a que en diciembre se anunció que un nuevo fiscal tomaría la causa, eso no sucedió, y las dilaciones siguen. Crónica de una nueva reunión con promesas y sin hechos, cuando la impunidad se hace cada vez más grande y el reclamo, también: “Verdad y justicia para Cecilia Basaldúa”.

Por Bernardina Rosini

Daniel y Susana, padre y madre de Cecilia Basaldúa ya perdieron la cuenta de las veces que han viajado desde la ciudad de Buenos Aires a Córdoba con el único objetivo de lograr justicia por su hija. Han perdido esa cuenta pero no la cantidad de días que contabiliza la impunidad: 1460, es decir, cuatro años. 

En efecto, hace cuatro años (el 25 de abril de 2020) encontraron el cuerpo de Cecilia Gisela Basaldúa en un codo del Río Calabalumba en Capilla del Monte, luego de veinte días de estar desaparecida. Cuando Daniel y Susana llegaron ayer a los Tribunales en Córdoba Capital, se los ve invadidos por la bronca y el hartazgo. Son cuatro años sin Cecilia y a la par sostienen que las líneas de investigación han sido deliberadamente manipuladas y el material probatorio  de contundencia, ignorado

La última vez que estuvieron parados sobre esa vereda fue el pasado 7 de diciembre, tras reunirse con el Fiscal General Juan Manuel Delgado. Celebraban la noticia: “Tenemos fiscal, vinimos con 3.000 firmas de apoyo pidiendo fiscal y lo tenemos. Es el Nelson Lingua y comienza el 1° de febrero, después de la feria judicial”. Cinco meses después, otra vez viajan 700 kilómetros para golpear la puerta del Palacio de Justicia pues tal designación no sucedió y la causa acumula once meses sin fiscal a cargo de la instrucción.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas
Daniel Basaldúa y Susana Reyes, papá y mamá de Cecilia: viajaron desde Buenos Aires para mantener una reunión y reclamar justicia por su hija.

El baile del fiscal

Mientras los Basaldúa llegaban el 25 de abril nuevamente a Córdoba para pararse frente a Tribunales y exigir justicia, fueron notificados que la Fiscal General Adjunta Bettina Croppi los convocaría a una reunión. 

Antes de ingresar al edificio Daniel comparte la situación actual de la causa “Nos vienen diciendo que no designan fiscal porque falta una firma: me cuesta creerlo. No puedo hacer nada más que venir y reclamar. Hasta ahora la única justicia que logramos fue que no metan preso a un inocente”. 

Hoy le cuesta hablar; tiene un nudo en la garganta y el rostro de su hija estampado sobre el pecho. “Sólo espero que esta investigación vaya tras los verdaderos sospechosos, tras Mario Mainardi, última persona que vio a Cecilia con vida, quien tenía pertenencias de ella y las regaló; la policía y la fiscal Paula Kelm contaban con ésta y más información y nunca lo investigaron. No podemos creer que Mainardi, que dijo trabajar en Uber porque no podía acreditar ingresos, tenga más poder que Diego Concha, quien fue durante décadas Director de Defensa Civil de la provincia y sin embargo hoy está preso”. 

Daniel pasa lista de todos los uniformados que participaron del caso y que hoy se encuentran desplazados, procesados o presos por distintas causas: el común denominador es la violencia de género. 

Mientras las abogadas ingresan junto a los padres de Cecilia a la reunión, afuera les esperan periodistas, agrupaciones feministas, trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos y familiares víctimas de violencia institucional. Repiten el colgado de banderas, los carteles con rostros de otras víctimas, y los cantos que se recitan como mantras: “¡¡Queremos fiscal, queremos fiscal, queremos fiscal!!” y “¡¡Justicia, justicia, justicia!!”.

Al salir, Giselle Videla -una de las abogadas de la familia- comparte lo conversado en la reunión: “Para iniciar nos han pedido disculpas puesto que en noviembre nos dieron la seguridad que tendríamos fiscal apenas finalizada la feria judicial. Como hoy no hay fiscal, y están subrogando fiscales de otros territorios que toman la causa por un plazo corto de tiempo, el avance es mínimo. Nos informaron en relación a esta situación que la designación de Nelson Lingua espera la firma del gobernador, Martín Llaryora. Ahora bien, nos enteramos que será designado como Fiscal reemplazante, y no como Fiscal titular puesto que Lingua no ha rendido el concurso que lo habilita para ese cargo; debe rendirlo ahora y recién en julio- agosto podremos saber si será finalmente el fiscal titular de la causa”. 

Para que se entienda: desde que el tribunal absolviera a Lucas Bustos en julio del 2022 reconociendo su inocencia y su no vinculación al crimen, y ordenara una nueva instrucción para dar con los responsables del femicidio, la causa demoró meses en ser asignada a un fiscal. Luego recaería en el Dr Raymundo Barrera de Cruz del Eje, fiscal que, hábil con el calendario, entre feria judicial y licencias llegó a junio del 2023, mes en el que se jubiló. 

Por la presión de la familia Basaldúa, en diciembre el mismísimo Fiscal General anunció la designación del Lingua el 3 de febrero; eso no sucedió y no hay certeza de que Lingua resulte el fiscal que definitivamente dirigirá la instrucción, puesto que no cumple con los requisitos.

4 años sin Cecilia Basaldúa, sin fiscal y sin respuestas

Preguntas sin respuesta

Es mediodía y el cielo se refleja en las ventanas del edificio neoclásico de la calle Caseros; da la impresión que adentro estuviera vacío, que sólo es una fachada. “Hoy, 25 de abril se cumplen cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Cecilia Gisela Basaldúa” lee Susana de la pantalla de su celular; ella también lleva una remera con el rostro sonriente de su hija. Sigue:

Cuatro años de impunidad y de violencia sistemática por parte del Poder Judicial a quienes pedimos y exigimos justicia por ella. La causa volvió a foja cero en el 2022 luego de pasar por un juicio vergonzoso.

El tiempo pasa y los asesinos de Cecilia siguen libres e impunes. No tenemos fiscal ni respuestas” y continúa “¿Cómo vamos a llegar a la verdad? ¿Qué fue lo que pasó con Cecilia? ¿Por qué tardó tanto en aparecer? ¿Dónde está Mario Mainardi? ¿Por qué la fiscal Paula Kelm ordenó tan rápidamente detener a un joven sin tener pruebas? Todas estas preguntas nos conducen una y otra vez a un círculo cerrado de impunidad entre funcionarios judiciales que se jactan en demostrar un abuso de poder constante”. 

La carta leída en la vereda, casi sobre la calle, concentra todas las preguntas que la investigación del femicidio debiera responder. 

Y la carta también cierra como se espera que cierre la investigación: “Verdad y Justicia para Cecilia Basaldúa”.

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