Nota
La ley de la calle
La Ley por el aborto legal sigue su trayecto tras la sesión del plenario de comisiones en la que se escuchaban con toda claridad los sonidos y reclamos que venían de la calle. Los senadores anti Ley no lograron ponerse de acuerdo, y no presentaron dictamen en contra. Los diarios habían operado en sus tapas de la mañana dando el proyecto por fracasado. Sin embargo todavía hay que esperar al 8 de agosto, en el que se juega a todo o nada en el Senado: se debatirá la media sanción de Diputados y se discutirán modificaciones que no alteran el fondo del proyecto. El resultado sigue siendo incierto. Crónica de los entretelones de un día en el que la música de Miss Bolivia confundió al senador Pinedo.
Por Pablo Marchetti
Afuera, en la calle, se escucha una multitud que canta uno de los grandes hits callejeros de los últimos tiempos: “La iglesia católica apostólica romanaaaa/ que se quiere meter en nuestras camaas/ les decimos que se nos da la gana/ ser putas, travestis y lesbianas/ aborto legaaaaal… aborto legaaaaal”.
En el recinto del Senado donde se desarrolla el plenario de comisiones, Federico Pinedo trata de defender lo indefendible: la inviabilidad del dictamen de mayoría por un argumento reglamentario absurdo.
Conclusión: todo se decide el 8 de agosto. Se sabía que se decidía el 8 de agosto. Pero se llega sin dictamen de comisión. ¿Qué significa eso? Que se mantiene lo que se aprobó en Diputados. Y que el proyecto de consenso, con las modificaciones que propusieron algunos senadores, deberá tratarse el próximo miércoles 8 de agosto en el recinto.
En términos prácticos, no cambia mucho la cosa. Pero hay un dato insoslayable: los opositores al aborto legal no pudieron llegar a ningún consenso. Y lo que puede parecer un triunfo (la falta de dictamen) en realidad marca una derrota de los antiderecho.
Los opositores al aborto evitaron llegar al dictamen de mayoría por un argumento reglamentario absurdo. Que se resume en lo siguiente: no los une el amor sino el espanto. Es decir, no tienen propuesta. Porque no se pueden poner de acuerdo. Si bien no quieren legalizar el aborto, hay quienes quieren despenalizar. Otros quieren dejar todo como está. Y hay quienes quieren penas más duras.
Ayer, Miguel Ángel Pichetto se había reunido con diputadas a favor de la Ley, integrantes de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito y distintas personalidades, más algunos senadores que también acompañan el Aborto Legal. Y habían llegado a un acuerdo sobre las modificaciones, que no cambian sustancialmente el espíritu de la ley. Las más significativas: bajar de 14 a 12 semanas el plazo para interrumpir el embarazo y la posibilidad de la objeción de conciencia institucional.
Cosas extrañas de la política argentina: Pichetto fue el principal operador a favor del Aborto Legal en el Senado. El equivalente a lo que fue Daniel Lipovetzky en Diputados, el “sororo”. Suena absurdo, de ciencia ficción, pero así fue.
Pichetto fue operador y también cara visible: en el plenario de comisiones donde finalmente no se logró el dictamen, fue el senador que llevó la voz cantante de quienes apoyan la ley. Fue muy fuerte ver en el recinto a Pichetto hablando adelante, arengando, mientras Cristina Fernández de Kirchner estaba callada, escondida en tercera fila. Argentina año verde.
Todo se define el 8, entonces. Con un dictamen que no está en los papeles, pero parece que sí está en los hechos. Y que, de mantenerse el consenso, permitiría que el 8 de agosto podría aprobarse en el Senado con las modificaciones, para que vuelva a Diputados y allí se defina.
“¿Qué es ese baile?”, preguntó el senador Pinedo, opositor al Aborto Legal, mientras desde afuera se escuchaba la música de Miss Bolivia. “La calle”, le respondió la diputada Victoria Donda, sentada en primera fila.
La calle, el escenario donde terminará de definirse todo este 8 de agosto. Porque si hay algo que quedó claro en el plenario de comisiones es que desde el interior del Senado de la Nación se escucha la calle.
Falta menos. Y las cosas están mejor de lo que parecen. Adentro del Senado no hay dictamen pero hay acuerdo. Afuera, no hay ley (todavía) pero hay multitudes y una sola consigna: Aborto Legal Ya. Y calle para siempre.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: