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Jean gastado, camisa rayada y canciones viajeras

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Adrián Berra es un joven cantautor que viene trepando con sus canciones y viajando para seguir componiendo. Cuatro discos, un taller para «no músicos», y el desaprender y la simpleza como ejes creativos.
En la adolescencia Adrián Berra escribía letras de canciones, pero no sabía tocar ningún instrumento que pudiera ponerles melodía. La guitarra del tío fue la primera aliada para comenzar a recorrer su camino musical. Buscó un profesor y así aprendió a tocar. Compuso un tema casi al finalizar la secundaria, se lo cantó al profesor y él le propuso grabarlo. “Un beso en la nariz” fue esa primera canción, redondita, simple, con un mensaje sin vueltas: “Piensa menos y vive más / lo que me pone de mal humor hoy está de más / no vale la pena vivir angustiado / si al fin y al cabo todo es prestado / lo que alguna vez te hizo llorar ya pasará”, dice el estribillo.
Tal vez esa propuesta sencilla fue la que pegó.
No necesitó contrato de ninguna discográfica ni manager influyente. El tema se viralizó y Adrián no lo podía creer. A los pocos días le llegó un mail de la gerenta de Coca Cola de México para comprarle los derechos de la canción e insertarla en una publicidad. Le pareció un delirio vender la única canción que había compuesto. La repercusión de su primogénita lo motivó para escribir más temas, y en un lapso de dos años grabó su primer disco de manera independiente: “A favor de mi corriente”.
Luego vino “Mi casa no tiene paredes”, su segundo disco editado en 2010, hecho con “más conciencia e intención”. Incluye “Natural”, escrita en 2008 para una chica que conoció durante un viaje y que atravesaba un mal momento. “Te quiero al natural y al carajo con la compostura / las tetas al aire, la mirada segura / No compres en oferta el plan del indeciso / ese busca llevarte por caminos conocidos / y enseñarte a vivir pidiendo permiso”.
“El Funeral” y “Mundo debajo del mundo” fueron sus siguientes discos. Cuatro a sus jóvenes 33 años. Películas y documentales como “La educación prohibida” se incluyeron en algunos de sus temas. Hizo giras por varias ciudades de la Argentina, por España, Portugal, Inglaterra, Chile, Paraguay y Uruguay, país que conoció y que hace unos meses lo aloja en una casita cerca de la playa junto a Clara y Roberta, su compañera y su hija de cuatro años.
Hace pocos días cantó con su guitarra y músicos invitados en el ND Ateneo. Con localidades agotadas a pocos días de salir a la venta, sus seguidores demostraron a viva voz que conocen todas sus canciones. Con un jean gastado y una camisa rayada, Adrián se manejó con naturalidad sobre el escenario, dialogó con el público como si estuviera tocando para amigos en el living de su casa. Contó que a su abuela le gusta escribir, que en shows anteriores se subió al escenario a leer poesía, y que un día le pidió compartir marihuana para comprobar si tenía algún efecto en ella que la ayudara a soltar palabras. Un poco sorprendido, Adrián accedió y así surgió “No quiero”. Su abuela lanzó algunas frases que él fue anotando en su libreta: “No quiero morir de vieja” fue lo primero que dijo. Y Adrián armó el rompecabezas de frases para componer un nuevo tema: “No quiero que la vida se canse de mí / no quiero que un día el espejo me pase factura de lo que no di / No quiero morir en misa / prefiero morir de risa en alguna ocasión / No quiero ser noticia / por no haber estrenado nunca el corazón”.
En otro tramo del concierto Adrián desafía con una propuesta: Compongamos entre todos y todas una canción. Explica sobre la métrica y va surgiendo una canción espontánea. Tiene sentido, coherencia, suena linda y la cantamos entre todes. La creamos, la cantamos y la disfrutamos. Lo logramos.
¿Cuáles son los desafíos de tu generación? “Cuestionar, desaprender. Soltar ideas viejas todo el tiempo, no acumular, aprender a mutar. En este momento el feminismo viene a deconstruir un montón de cosas, a parar de arrastrar cosas que ya no sirven más. Es un tema que me atraviesa mucho y con mi compañera se da ese diálogo. También en la crianza de nuestra hija, de plantearnos no queremos esto pero cómo se hace esto otro”.

Jean gastado, camisa rayada y canciones viajeras

Foto: Martina Perosa


Dice Adrián en su tema “Desaprender”: “Desaprender lo que creo haber aprendido / vaciar de agua el bote para que salga a flote/ las leyes han cambiado el viento sopla de otro lado / y uno crece o eso intenta / el que no busca no se mueve, el que se queda se avejenta / no es cuestión de años, es cuestión de ser”.
Concibe la música como una herramienta, un lenguaje al servicio de las personas desde la honestidad, un camino de autoconocimiento y sanación. Este espíritu guía los talleres que cada tanto organiza y bautizó como “Taller de música para no músicos”. La idea surgió en 2011, cuando de ocho a diez de la noche se formó sin planearlo un espacio de experimentación en un centro cultural. Para hacer música jugando, romper los cánones, investigar y experimentar la sensación de estar haciendo música.
¿Con qué conectás para componer? “Me gusta encontrarle la vuelta a lo simple, no por complejo es mejor, pero no siempre por simple es bueno, soy mas minimalista que barroco. Me gusta el despojo en general. Pocos ingredientes, pero bien usados. El poder está en lo pequeño”.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

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