Nota
Qué pasa en la Villa 31: Crónica de un desastre anunciado

Crónica de un sábado de pandemia en la Villa 31, donde no hay nada: los centros de salud, cerrados; las mujeres con fiebre, llorando; los comedores, con miedo; y la organización que sostiene como puede, mientras el barrio llora la muerte de dos referentes: hoy, Ramona; ayer, el Oso. Las denuncias sobre el crimen que significa la falta de planificación en un lugar donde factores como el hacinamiento, la alimentación o el agua son esenciales para enfrentar una pandemia. La mala o nula reacción estatal, que devela sus prioridades en la Ciudad. El problema del trabajo ante la estigmatización que genera el aumento de los contagios en el barrio. Y los casi 800 infectados que empiezan a contarse en muertes, mientras la desesperación comienza a transformarse en bronca.
Por Claudia Acuña. Fotos de Nacho Yuchark.

La postal es la siguiente: de un lado, el imponente edificio del Ministerio de Educación porteño reconvertido por la pandemia en el centro de control sanitario; del otro, el complejo de casi 800 departamentos, vacíos; en el medio, dos puestos móviles para realizar los test –uno del Ministerio de Salud porteño, otro de Nación-, cerrados. Son casi las cuatro de la tarde, es sábado y eso significa que hace una hora esta postal sirvió de marco para la visita del ministro de salud de la Ciudad, Fernán Quirós. Ahora, sólo queda un micro escolar esperando a los últimos vecinos que serán trasladados al hospital Muñiz. El personal médico se está retirando y el barrio Carlos Mugica, que hoy alcanzó la cifra de 780 infectados, queda tal cual está la mujer sentada en la puerta del imponente edificio: desolada.
Tiene 20 años.
Tiene una beba de once meses.
Tiene fiebre.
Y tiene miedo.

Llora.
Su mamá está desesperada.
Me pide un favor: “Si ven que usted me filma, a lo mejor la atienden”.
La filmo.
El celular registra la voz acongojada de la mamá que pide que ayuden a su hija.
También la de su compañero que clama: “Acá no puede haber horarios de atención ni fines de semana. Estamos en emergencia. El país está en emergencia y este barrio es en este momento el foco de la pandemia. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es que nuestras vidas no importan porque somos villeros?».
Funciona: la mamá sabe que los vidrios del imponente edificio son espejados. No se puede ver hacia adentro, pero sí desde el interior monitorear lo que pasa afuera. En pocos minutos, una médica sale, luego otra, y realizan ahí, en la calle, el cuestionario –qué síntomas tiene, si fuma, si estuvo en contacto con personas infectadas-, entran y salen con un formulario que deberá entregar cuando llegue al Muñiz, donde le harán el hisopado: ahí no pueden, informan, porque ya agotaron los insumos del día.
También sale un policía para anotar nuestros nombres, porque, explica, “tenemos que dejar registro de todos los medios que ingresan al barrio”.

La joven madre deja a su bebé en brazos en su abuela y sube al micro que la llevará a lo que ya sabe: en el hospital tendrá que esperar que la atiendan, luego tendrá que esperar el resultado, y luego, volver al barrio como pueda –el micro, apenas deja el contingente, se va- para cumplir en su casa el aislamiento obligado. Pero no: la presencia de la prensa registrando el caso le garantiza la espera del resultado en un hotel. Medida extraordinaria en un barrio en el que ya hay màs más de 600 personas en esta villa que están así, encerradas en sus casas, desoladas.
Lo que reciben durante el encierro es definido, relato tras relato escuchado en esta larga tarde de recorrida, con una misma palabra: insuficiente. “Fideos y harina. Un litro de aceite. Nada para la higiene. Ni siquiera lavandina. Ni carne, ni pollo. Y si reclamás, te dan más fideos y más harina”. La consecuencia es la lógica: muchos deben romper el aislamiento para buscar lo que necesitan y les falta.
Lo insuficiente entonces tiene una dimensión concreta: este barrio está habitado por 60 mil almas olvidadas.

El último desencuentro
Javier Martínez, de la organización social El Hormiguero, nos señala el complejo de departamentos vacíos para indicar el pedido que le hicieron en la reunión que mantuvieron este viernes con las autoridades porteñas los miembros del Comité de Crisis que formaron las organizaciones sociales: comedores, merenderos, asociaciones sociales y políticas, referentes e iglesias del barrio. “Podrían utilizarlo para armar ahí un lugar de aislamiento de los infectados, pero nos respondieron que después iba a ser muy difícil sacarlos. Les propusimos: hagan firmar ante escribano el compromiso de que una vez terminado el período de aislamiento obligatorio se tienen que ir. Pero no quisieron”. La propuesta fue, entonces, que lo monten en otro lado, cualquiera, pero que hagan algo, porque estar trasladando así a los infectados representa un peligro sanitario y hacerlos cumplir el aislamiento en sus casas, otro: la geografía de la villa es de por sí promiscua y la asistencia sanitaria y social que reciben en sus casas, ya está dicho, insuficiente. Fue entonces cuando el funcionario responsable les propuso lo siguiente:
¿Les parece muy estigmatizante hacerlo en el refugio de Retiro para gente en situación de calle?
Es el lugar donde hace dos días detectaron, entre 90 personas testeadas, 87 infectados.

Las autoridades porteñas habían propuesto hacer esa reunión en el imponente edificio, pero las organizaciones sociales se negaron: “Estuvieron ahí todo el día recibiendo posibles infectados y ni siquiera desinfectaron”. Era la tercera vez desde que se inició -en mayo- el llamado Operativo Detectar que los funcionarios porteños recibían al Comité de Crisis, conformado el 26 de marzo, apenas seis días después de la cuarentena obligada por decreto y cuando el virus no había atacado. Este viernes, con la pandemia ya instalada, la consecuencia es la lógica: la lista de reclamos es inmensa y acalorada.
El desencuentro entre las autoridades y las organizaciones sociales de la villa tiene historia y eso infecta el diálogo en momentos en los cuales la emergencia sanitaria lo torna imprescindible. El punto de inflexión tiene nombre y cotiza en millones: la urbanización. Una larga década de ignorar los reclamos del barrio que, con mucho esfuerzo, paciencia y sabiduría realizó su propio proyecto, ignorado por las autoridades. Hoy es una llaga que supura en cada detalle. Un ejemplo: donde instalaron el imponente edificio que ocupa el ministerio de Educación desde enero de este año, el barrio había soñado la construcción de un hospital. Ahora, la emergencia les confirma la necesidad que les negaron.

Julián, sentado en las gradas de la cancha de fútbol de El Campito, lo resume así: “Este virus tiene la virtud de desnudar todo. Nos muestra la realidad tal como es: se caen las caretas y queda al descubierto cómo los gobiernos actúan de distinta manera de acuerdo a la clase social de los infectados”. Los datos le dan la razón: el gobierno porteño pagó la estadía en hoteles cinco estrellas y durante catorce días de 5.414 repatriados desde Miami, Tailandia o los Emiratos Árabes -entre otros destinos- con la única finalidad de controlar que cumplan los 14 días de aislamiento, en tanto a los ciudadanos del Barrio Mugica los recluye en sus casas y durante 7 días, tras los cuales les realiza un nuevo test para comprobar si ya superaron al virus.
La pregunta lógica es por qué esta diferencia.
Responde Julián: “O son unos irresponsables que no saben manejar la situación ni escuchar al barrio o acá hay una política manifiesta de dejarnos librados a nuestra suerte. Ninguna de las medidas que están tomando son de prevención. Se lo preguntamos concretamente en la reunión del viernes y de alguna manera, la respondieron cuando asumieron que sólo se están limitando a detectar casos”.
Responde el cura Guillermo Torres: “Cuando empezó todo esto, hace dos meses, ninguna autoridad pensó un plan para los barrios populares, donde factores como el hacinamiento, la alimentación o el agua son esenciales para determinar cómo lo va a afectar una pandemia. El tema es que ahora estamos llegando a los 800 infectados, a eso sumale los contactos directos, más el desempleo generado por la cuarentena obligada y, encima, los pocos que han podido seguir trabajando, lo pierden por pertenecer a este barrio que está hoy estigmatizado como foco. A esta altura sabemos que al virus no lo vamos a parar, pero sí contener, si tuviéramos las condiciones de higiene, de alimentación y asistencia social que esta pandemia requiere en un barrio así. Si todos los comedores tuvieran lo que necesitan tener, otra sería la realidad hoy, por ejemplo. Si las obras básicas de la urbanizaciòn se hubieran hecho como es debido, también. Lo que necesitamos entonces y urgente son respuestas adecuadas y concretas. Lo que expone este virus es eso: la falta de respuesta del Estado durante décadas”.

El Estado porteño ¿no quiere o no sabe cómo dar esas respuestas?
-Creo que es una mezcla. El funcionario que está en el territorio hace lo que puede y el que está más arriba, lo que quiere. Me parece que es un problema de miradas, fundamentalmente. La reunión del viernes es una muestra: encerrarse en justificar que lo que hacés está bien, sin escuchar al barrio, es un punto de vista político claro de esta gestión. Pasó con la urbanización y pasa con todo. Y es muy difícil trabajar así, más en una emergencia como esta.
La red invisible
Es sábado y eso significa que los tres centros de salud que el gobierno porteño instaló en el Barrio Mugica están cerrados. También los comedores. La tarea de atajar la emergencia sanitaria y responder al hambre recae el fin de semana en las organizaciones sociales y en cada pasillo hay ollas hirviendo, viandas y lo más preciado: lavandina, barbijos y pañales. Ninguna de estas tres cosas está incluida en los repartos oficiales, así que la provisión depende de la solidaridad y el trabajo gratuito y solidario. Un ejemplo: la cadena que se armó con el nombre de Convidarte, impulsada por un matrimonio que vive en Recoleta, vecino de esta villa, hoy entrega en ese barrio 700 de las 1.800 viandas que cocinaron los más de 500 integrantes que hilvanaron en estos dos meses. Los 500 barbijos que sumaron las integrantes de la Asociación Civil Detrás de Todo coronan las cajas de comida y elementos de higiene que recaudaron a través de donaciones y dejan preparadas en el jardín Sueños Bajitos, que repartirán este domingo las capacitadoras sanitarias entre las familias “aisladas”.

Son estas capacitadoras -seis para 60.000 almas- las que recorren el barrio de lunes a viernes para detectar “casos” e informarlos a las autoridades sanitarias. Lo hacen de 8 a 16, sin recibir comida, a cambio de 14.000 pesos al mes disfrazados como beca de capacitación en salud, sin obra social y sin ART, por lo cual le prohíben subir escaleras “por si les pasa algo” en un barrio donde trepar precarios escalones es obligatorio para llegar a las casas apiladas unas sobre otras, en filas de tres pisos en la parte más baja y alejada, y de seis pisos en la zona que ahora azota la pandemia. No es casual sino lógico cuál es la castigada: es la que estuvo más tiempo sin agua y la más cercana al borde urbano, vecino a Retiro.
Las ollas tienen hoy, además, una cicatriz que marca un punto de inflexión: están de luto. Lo gritan con un moño negro atado en la ventana, la puerta o la mesa para recordar así que ayer murió Victor Giracoy, a quien todo conocieron como el Oso, sostén del comedor Estrella de Belén. Lo mató el coronavirus, la diabetes “y la malasangre”, completa una vecina, preocupada porque el virus está atacando la trinchera desde donde han resistido tantas pandemias durante tantas décadas: la autogestión sostenida con el sudor de sus militantes. Hoy se sumó la muerte de Ramona, referente de la organización La Poderosa, quien desde el 3 de mayo venía denunciando la falta de agua, el hacinamiento y el desastre.

Es cierto que no es idílica la red social que sostiene a esta villa en pie como también es cierto que los diferentes gobiernos han alentado las divisiones y traiciones, fraccionando los derechos en prebendas a idéntico ritmo de frazada corta, pero en esa tensión se ha refugiado durante décadas la vida, no a pesar, sino a través de ella.
La síntesis de cómo está afectando esa tradición esta pandemia es, quizá, encontrar al emblemático Jony Tapia refugiado en su barbijo, preocupado porque se niegan a hacerle un hisopado para saber si está infectado. Tapia, cuenta la leyenda del barrio, fue monaguillo de Mugica, su casa fue la única que quedó en pie tras el paso de las topadoras de la dictadura y el punto de ingreso para volver, noche tras noche, a ocupar el barrio. En su comedor transcurrieron durante largos años las asambleas que tramaron la urbanización del barrio. Hoy está cerrado.

Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
Nota
La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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