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El Dios de todos los días

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A las 8:30 de la mañana Pablo Marchetti entró a la Casa Rosada a despedir a Diego Maradona, al igual que lo están haciendo miles de personas en estos momentos. La ceremonia comenzó ayer por la tarde, siguió durante la madrugada y concluyó esta tarde. Del velorio multitudinario participan personas de todas las edades, clases sociales y colores, que lo vieron jugar y que no; que cantan, saltan y lloran. Las sensaciones y los análisis. Las preguntas que habilita su muerte. Y qué significa el ritual colectivo de quienes hacen tres horas de cola para despedirlo en 30 segundos: «Estamos aquí en la Plaza de Mayo tratando de llenar un vacío. Tratando de pensar cómo seguir. No digo que no se pueda seguir. Digo que es imposible continuar colectivamente de la misma manera. ¿Es posible hoy construir un héroe popular, un ídolo colectivo, un dios pagano y pecador como lo fue él?«

Por Pablo Marchetti

Miles de personas esperan ver el cajón donde están velando a Diego Armando Maradona. Durante la espera, que es larga, la gente quiere cantar, la gente quiere desahogarse, la gente quiere tratar de entender este momento en el que se siente sola y desconcertada. Por eso, cuando se trata de saltar, salta. Eso sí, la gente no salta por cualquier cosa.

      Cuando la consigna es “y ya lo ve/ y ya lo ve/ el que no salta/ es un inglés”, todo el mundo salta, todo el mundo canta. Por eso el cantito vuelve seguido, como una forma de arengar a los presentes y que no decaiga, y que nadie se duerma ni quiera desertar.

      Ahora, cuando alguien se descuelga con un “hay que saltar/ hay que saltar/ el que no salta/ es militar”, la participación popular es mínima. Ni para cantar, ni para saltar. Por eso la consigna se escucha poco y nada.

      El asunto tiene lógica: Diego es el autor de los dos goles memorables contra los ingleses. Dos goles que son el yin y yang, la belleza y la astucia, la perfección estética y la trampa de la avivada, pura armonía en cuanto a cómo ganarles a tus rivales en la cancha y en la guerra. Pero, sobre todas las cosas, Diego es quien nos representa en el mundo.

      Maradona es universal y de acá a la vuelta. Es el desparpajo de nuestras miserias y nuestras avivadas, con una genialidad única y una llegada planetaria. Lo de los militares no prende porque Diego está más allá de consignas domésticas. Obviamente, tomó partido político y jugó fuerte. Como siempre lo hizo en cada lugar donde jugó. Pero entre la gente que lo ama, las cosas van por otro carril.

      Diego enfrentó a los ingleses, los venció y los humilló, como no pudieron (o quisieron) hacer los militares. Entonces en la lógica maradoniana no tiene sentido saltar para decir que no somos militares. Debemos saltar para decir que no somos ingleses. ¿Militar? ¡Puesto menor!

La nueva normalidad

La gente es la que vino hasta la Plaza de Mayo para despedir a Diego. Gente formando una fila tras unas vallas, todo perfectamente organizado, a prueba de prejuicios y estigmatizaciones.

      La cola se extiende a lo largo de toda Plaza de Mayo y sigue un par de cuadras más, por Avenida de Mayo, hasta Florida o Chacabuco, depende el momento. El comienzo es en la Casa Rosada: allí está el objetivo, donde hay que llegar para despedir a D10s.

      Sí, despedir a D10s. Porque si estamos acá es porque llegó el día que nunca hubiéramos querido que llegue. El día que sabíamos que iba a llegar. Pero como había habido tantos momentos que parecía que sí, pero al final no, nos habíamos acostumbrado a vivir con la ilusión de que este día no llegaría nunca. Después de todo, estábamos habituados a sus gambetas, a su magia, a sus reinvenciones, a su arte.

Acostumbrados, habituados. Tal vez allí radique esa condición a la que le atribuimos carácter de deidad: en el habernos hecho creer que lo irreal podía volverse real. No sólo a creerlo: a imaginar que el asunto era parte de lo normal, de la nueva cotidianeidad.

Diego Armando Maradona fue el creador de la nueva normalidad. Él inventó una nueva normalidad, muy distinta a la normalidad que había hasta entonces. Con él nos acostumbramos a lo increíble. Nos fuimos haciendo a la idea de que lo imposible era posible. Por virtuosismo y por rebeldía.

Diego fue un desacatado. Un renegado, un paria. El que podría haber puesto todo su talento al servicio de algún club grande. Pero prefirió brillar en Nápoles antes que en Barcelona, Madrid, Milán o Turín. La nueva normalidad que creó Maradona tenía mucho de justiciera.

Nada podía salir mal. O eso parecía. Hasta que un día el asunto falló. Y aunque sabíamos que algún día iba a fallar, que finalmente esto que construimos como deidad no era más que una figura humana de carne y hueso, vulnerable hasta el extremo, nos negábamos a pensar que podía ser cierto. Más allá de las señales, más allá de la evidencia. Porque nada era evidente en DIego. Nada podía darse por sentado.

La noche del Diez

A las seis y media de la mañana, la cola avanza lentamente por avenida de Mayo. Son miles de personas para ver el cajón, para despedirlo, para partirse el alma por él. Pero no es el único lugar donde lo están despidiendo. Ni tampoco el único horario.

Anoche, a las 22, hubo un aplauso estruendoso en toda la ciudad. Y posiblemente en todo el país. Les puedo contar lo que pasó en mi barrio, en mi cuadra. Justo enfrente de mi casa para un grupo de cartoneros que al anochecer se empiezan a juntar, a ordenar lo recogido, a clasificar todo y a subir en los carros.

Hoy se pusieron a gritar “Maradooooo… Marado…” o “Diegooooo… Diegooooo”. Durante horas no dejó de escucharse un “vamos Diego” o alguna referencia a él. Un homenaje, sí. Pero cargado de incredulidad y hasta de esperanza. Como si alguien estuviera esperando aún el milagro que indique que en realidad nada de eso era verdad. Que en realidad, él seguía aquí, entre nosotros. fredes sociales. A esta muerte se le pone el pecho, como lo hizo él en vida, cuando se hizo cargo de esta representación colectiva de este, su país.

Después del aplauso de las 22 empezaron los fuegos artificiales. Y así sigue la noche: entre gritos de gente que aún no lo puede creer, entre aullidos de quienes creen que otra vez va a gambetear y a hacernos comer el amague, entre fuegos artificiales que cada tanto siguen retumbando.

En Buenos Aires, la despedida popular a Diego había comenzado donde suelen comenzar estas cosas: en el Obelisco. Hubo un montón de gente que fue hasta allí porque algo había que hacer, porque había que juntarse. Gente que pasó meses encerrada, cuidando la salud, siguiendo al pie de la letra las instrucciones sobre la cuarentena, la distancia social y la vida durante la pandemia.

Vi a dos chicas de unos veintipico, morochas de Zabaleta, con una nena de unos cinco o seis años. Madre, hija, tía. O hermanas e hija/sobrina. Las tres con una remera hecha especialmente para la ocasión, blanca con una foto de DIego en Boca estampada en el pecho, y otra de Diego en la Selección estampada en la espalda. Ninguna de las tres lo habían visto jugar. Pero allí estaban, llorándolo.

Vi otro carro de cartonero, esta vez frente al Obelisco, unos pibes que se habían desviado de su rutina para elevar una plegaria, para intentar encontrar las preguntas que buscábamos todos.

Había gente de todas las edades, de toda condición social, con camisetas de los equipos más inverosímiles. Muchos de Boca, pero también de Newell’s y de Argentinos, su terruño. Y también de Sevilla, muchas de la Selección. Hasta ahí, las que él vistió. Y la de Gimnasia. Porque recordemos que se fue de este mundo siendo técnico de Gimnasia.

Había también camisetas de Racing, de San Lorenzo, de Independiente, de San Telmo, de Deportivo Morón… lo que se dice de todo. En Plaza de Mayo estaban los pibes de Laferrére, que vinieron juntos desde el Partido de La Matanza para despedir “al más grande”, como dicen.

En un momento lo llamé a Juanosky, mi querido amigo, que vive justo enfrente de la cancha de Argentinos Juniors, en Gavilán y César Díaz. Venía de la cancha, había ido un rato a la casa y se volvía.

Me dijo que allá se estaba juntando mucha gente. Que habían cortado Boyacá e iban a seguir cortando calles porque se estaba juntando mucha gente. Estaban haciendo altares, la gente lloraba. Desde Nápoles llegaba la noticia de que la cosa estaba más o menos igual: llantos, altares callejeros. Y la novedad de que el estadio pasaría a llamarse San Paolo-Diego Maradona.

Yo estaba en el Obelisco, pero las redes que él había tejido por el mundo estaban funcionando a la perfección. Una red de afectos y pasión, de sentimientos inexplicables, que es como suelen ser los sentimientos más poderosos, más genuinos, los que realmente nos conmueven.

Me encontré con César, mi hermano, los dos buscando respuestas donde sabíamos que no íbamos a encontrar más que preguntas. Con César arreglamos para encontrarnos, allí, en el Obelisco, en la calle, entre la multitud, en el año en el que no fueron posibles las multitudes.

Me encontré con mi hermano porque los dos necesitábamos llorarlo a él, a quien estaba llorando un montón de gente más. En el año sin multitudes, en el año en el que murió nuestro padre, en el año en el que no pudimos ni velar a nuestro viejo, de repente estábamos en la calle, entre la multitud, intentando pensar si estábamos velándolo a Diego.

Velándolo, invocándolo, pensándolo, extrañándolo. Todo eso estábamos haciendo con él. Pero además, estábamos haciendo algo más, con nosotros: llenar el vacío que dejó él.

Lo llamamos a mi sobrino, que también estaba en el Obelisco, con unos amigos. Dante cumple 22 en tres días y sus amigos tenían su misma edad. Estaban desconsolados. Y eso que ellos tampoco lo vieron jugar a él. “Acá mismo estuvimos en 1986”, les contó César a Dante y a sus amigos, señalándome.

“Yo tenía 18 y él 16”, agrego yo y los pibes se quedan mirándonos con admiración y cierta envidia. Hasta que Dante dice: “Lo que daría yo por haber tenido 16 o 18 años en el 86”. De la Mano de Dios al Tiempo de Dios. Porque en la nueva normalidad maradoniana el tiempo no es lo que solemos llamar el tiempo.

Porque así como todo el gol del siglo, esa gambeta a seis rivales, dura apenas unos segundos, en Plaza de Mayo, el tiempo de cola es de unas tres horas, para ver algo que no dura más de 30 segundos. Pero esos 30 segundos son tan intensos, tan cuestionadores de nuestras existencias, que todo vale la pena.

El vacío y la calle

Por eso hay tanta gente de todos lados. Por eso hay camisetas de clubes tan diferentes. Algunas donde Diego jugó, como el grupo de pibes de Newells que viajó especialmente, estacionó sus autos frente a Plaza de Mayo sin hacerse muchos problemas. También hay muchísimas camisetas de Boca e incontables de la Selección. ¡Hasta hay algunos con la camiseta de River!

El orgullo maradoniano implica, primero, lucir la camiseta que el Diego vistió. Y luego dar testimonio de la devoción sin disimular nada, sin ocultar los verdaderos colores de la pasión futbolera de cada uno. Porque con Diego no había que caretear nada. Diego era un D10s y, como tal, era ecuménico, inclusivo, estaba más allá de peleas menores, de nimiedades.

En la cola hay pocos colados, mucho respeto, algunos chistes. Como para matizar el momento de ver el cajón, que descontamos, será muy fuerte. Y es por eso por lo que estamos acá. ¿O no? ¿Para qué estamos acá, haciendo varias horas de cola?

Sí, definitivamente estamos aquí en la Plaza de Mayo (con antes en el Obelisco o en los aplausos en la cuadra) tratando de llenar un vacío. Tratando de pensar cómo seguir. No digo que no se pueda seguir. Siempre se puede seguir, siempre, de alguna manera, seguimos. Digo que es imposible continuar colectivamente de la misma manera. ¿Es posible hoy construir un héroe popular, un ídolo colectivo, un dios pagano y pecador como lo fue él?

No sé qué pensarán ustedes. Pero a mí se me ocurre que la única respuesta posible es: no. Quedan Charly y el Indio Solari. Y no creo que muchos más. Eso sí, ninguno trasciende las fronteras como él. Ningún otro puede enfrentarse como él a los ingleses.

Ninguno puede ganar las gestas internacionales, llevar la bandera celeste y blanco y plantarla en cualquier lugar del mundo. Una bandera que flamee igual que la que está ahora en Plaza de Mayo, gigante y a media hasta. A su lado, la estatua ecuestre de San Martín. En estos momentos, el caballo de bronce de San Martín luce un 10 en el culo.

Así se funde lo sanmartiniano en el sincretismo maradoniano. Demasiado bueno para ser cierto. Pero igualmente lo es, Maradona existió y algunos tuvimos la enorme dicha de ser contemporáneos. Contemporáneos de una clase de ídolo popular, sin redes (ni sociales, ni de condicionamientos a la hora de decir cosas), que hoy, tras la muerte de Diego, parece ser definitivamente asunto del pasado.

Podrán venir muchos campeonatos del mundo en un deporte que seguirá siendo el más popular de todos. Ojalá. Pero es muy difícil que un futbolista (o un artista) logre el grado de pasión desbordada, de delirio, de amores (y también de odios) que supo conseguir él.

Sí, él. ¿O hace falta que lo nombre una vez más? ¿No está claro a quién me refiero? ¿Existe hoy alguien más? Ni nadie, ni nada. Por eso hoy el milagro fue volver a encontrarnos en la calle y que nadie se cuestionara absolutamente nada. Hoy la calle volvió a ser nuestra, de quienes creemos en ese ámbito soberano, democrático y libre donde poder expresar razones y pasiones.

La calle, el único ámbito posible donde llenar el vacío que nos deja su ausencia. En este, el año que pensábamos que era el del covid, el de la pandemia, el de la cuarentena. Ahora sabemos que no, que este año es mucho más difícil de lo que creíamos: este es el año en que tenemos que aprender a vivir sin él.

Sin él y sin todo lo que él representaba. Todo lo que él nos permitía a los demás ser simples mortales con preocupaciones de simples mortales. En el año de la peste nos quedamos sin él. Y lo peor de todo es que sabemos que para ese dolor infinito no hay vacuna.

      Gracias. Gracias por todo lo que nos diste, por todo lo que nos ayudaste a pensar quiénes somos. Gracias, D10S, por enseñarnos a los ateos a creer en milagros. No, no te nombro. No hace falta. Hoy nadie habla de nadie más. Hoy es todo en tu honor y en tu memoria.

      Gracias, D10S. Rezamos por vos. Aún los ateos. Recemos, que después de vos nadie se quedó sin fe. Es lo mínimo que podemos hacer por vos. Y de paso, saltemos. Que el que no salta, no entiende nada.   

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Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

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Jubilados y jubiladas se movilizaron desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo en una nueva jornada de reclamos y denuncia por los ingresos de pobreza que perciben y el fin de la moratoria previsional, cuya prórroga sigue durmiendo en Diputados. Como siempre, los carteles manuscritos fueron una forma de expresión y creatividad. En uno se leía: «Francisco está feliz. Jubilados haciendo lío!!!»

La marcha comenzó nuevamente con un operativo desproporcionado con las cuatro fuerzas federales -PFA, Gendarmería, Prefectura y PSA- que reprimió la protesta pacífica: la Comisión Provincial por la Memoria contabilizó una persona detenida y 13 heridos por efectos de los gases lacrimógenos, entre ellos jubilados y trabajadores de prensa.

Frente a la Rosada, realizaron un acto donde distintas agrupaciones de jubilados se manifestaron contra el acuerdo con el FMI y cantaron por la salud de Pablo Grillo.

«Hasta el próximo miércoles», saludaron los jubilados y jubiladas.

La próxima semana, la marcha contará con la participación de los gremios de la CGT como previa al Día del Trabajador y la Trabajadora del 1 de mayo.

Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Foto: Juan Valeiro para lavaca

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Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos

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Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.

Por Claudia Acuña

Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.

Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.

Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.

A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Hasta lograrlo.

Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.

Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.

Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.

Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.

Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.

Quizá.

Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.

Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.

La presentación

Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.

Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.

Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».

El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.

Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
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La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

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La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.

Por Francisco Pandolfi

Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.

La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”. 

Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».

Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.

En la conferencia de prensa convocada por la familia de Pablo Grillo, fotógrafo que fue impactado por una granada de gas lacrimógeno lanzada por las Fuerzas comandadas por Patricia Bullrich, Fabián, su papá, habló sobre la salud de su hijo.

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:35:39.538Z

Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.

Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”. 

En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.

La causa, sin avances

Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.

Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”. 

La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.

Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.

Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.

Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, es junto a Paula Litvachky, del CELS, la abogada que representa a la familia jurídicamente. En este video cuenta los avances de la causa judicial:

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:54:48.310Z

Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.

Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.

Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.

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