CABA
La combustión del aceite
Cooperativa Aceitera La Matanza fue la fábrica recuperada de tres hectáreas y media que los trabajadores lograron rescatar durante el primer año del macrismo. Soportaron la violencia del desempleo, y el costo de poner en marcha el sueño cooperativo. Hoy cosechan sus frutos: mayor producción, más fuentes de trabajo y retiros que están por sobre el convenio de los aceiteros. Por Lucas Pedulla.

«Te la vuelo”.
Hay variables económicas que, en una tierra en crisis, algunas voces miden en riesgo país, los récords del blue, la segmentación tarifaria, los lock outs patronales o el déficit fiscal, pero que Maximiliano Correa, que no es economista sino operario aceitero, sintetizó en un concepto que nadie estudiará jamás en ningún posgrado de Oxford, Harvard o sus derivados.
-Tiro algo en los tanques de solvente y acá vuela todo, no queda nada.
El axioma se lo dijo a su expatrón, cara a cara.
Valga una breve traducción:
- Tanques de solvente: dícese del proceso que implica la extracción de aceite del grano de girasol mediante el tratamiento con disolventes, como el hexano, un material calificado como “altamente inflamable”. Es el método más usado debido al alto porcentaje de aceite recuperado de los materiales que son prensados.
- “Acá vuela todo”: dicho de una persona con dos hijos y una hija que, junto a otras 99, era obligada a trabajar en condiciones humillantes, con salarios atrasados, por fuera del convenio colectivo, y con amenazas de despidos, reacción química que acelera la combustión.
- No queda nada: expresión que refiere a las tres hectáreas y media que ocupaba Agroindustrias Madero, con silos de cemento de dimensiones surrealistas, en el límite de las localidades de La Tablada y Villa Madero, en la también surrealista La Matanza.
Correa, que no es economista, cumplió.
La chispa fue la bronca y la posibilidad.
Sus compañeros, la combustión.
Voló todo: el modelo de precarización y vaciamiento de la fábrica estalló por los aires.
No quedó nada: esa estructura humillante de Agroindustrias Madero hoy es la Cooperativa de Trabajo Aceitera La Matanza, que este julio festeja seis años de trabajo sin patrón.
Y en estas tres hectáreas y media estuvo sentado Alberto Fernández en lo que fue la primera vez que un presidente de esta tierra en crisis pisó una fábrica recuperada.
Del fósforo al Presidente, en un movimiento: todos los fuegos el fuego.





La chispa
El fogonazo prendió en 2016.
Ese año, el primero del macrismo en Argentina, el empresario Carlos de Pina convocó a todos sus empleados para informarles que Agroindustrias Madero no era “solventable”, y que de 100 trabajadores iba a dejar a 70 en la calle. De Pina era dueño en triple escala: Molinos Navarro era la propietaria del predio, que le alquilaba a Agroindustrias Madero, dueña de todas las maquinarias, y esta le alquilaba, a su vez, a Biomadero, productora de biodiesel.
“Siempre fue un explotador: hubo compañeros que se pasaron trabajando acá adentro 36 horas de corrido”, recuerda Correa. El adentro de esta fábrica implica laberintos ascendentes entre tolvas, escaleras, prensas, tableros, más escaleras, y un ruido incesante de motores que nunca parecen detenerse. “Su idea no era irse de acá, sino echar a los quilomberos y empezar de nuevo: era el boom del biodiesel y toda la producción que hacíamos era para exportación. Por lo económico, esto era súper viable”.
En 2013 los trabajadores habían logrado meter al sindicato dentro de la fábrica. El primer reflejo patronal fue casi un cliché: echó a 20 obreros. “Estuvimos parados y logramos reintegrar a los compañeros. Ahí nos pudimos armar más fuerte: de un delegado pasamos a ser cuatro. Pudimos pelear por más cosas. Lo primero fue el salario. Estábamos fuera del convenio. Y después los pagos: pagaba cuando quería, siempre atrasado. Yo entré en 2009 y siempre fue así, muy desprolijo. En los últimos tiempos hasta le parábamos la planta si no pagaba al cuarto día hábil”.
Correa era uno de los cuatro delegados de la empresa. ¿Qué hizo el sindicato ante la comunicación de echar a 70 personas? “Acompañó la decisión del patrón porque dijo que era el mal menor. Su teoría: ‘Antes de quedar todos en la calle, no se metan, no hagan quilombo y que los despedidos cobren la indemnización’. Pero yo dije que no. Y ahí comenzó todo: nos agarró la euforia. Era a todo o nada”.
Este tipo de frases, en estos conflictos, también tiene su correlación práctica: ¿qué significaba a todo o nada en una aceitera de La Matanza? “Echamos al sindicato y casi le prendimos fuego el auto a la contadora de la empresa. Al otro día me llevaron a la comisaría con otro compañero porque nos denunciaron por amenazas y usurpación”.
Un día en el juzgado un trabajador de otra aceitera le preguntó si conocía a Eduardo Vasco Murúa, referente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), actualmente en la Dirección de Políticas de Inclusión Socioeconómica en el Ministerio de Desarrollo Social. Fueron a verlo, le comentaron su situación, y Murúa soltó una nueva chispa:
“Se puede”.
Correa: “Sin el movimiento no hay camino, es todo oscuro. Acá hubo mucho respaldo, que te da una inyección anímica muy grande. Uno piensa: ‘¿Una recuperada? Si ahora no nos podemos poner de acuerdo en cómo seguir, nos vamos a matar entre todos’. Pero lo hicimos, al menos en mi caso, por la rabia a todo lo que habíamos pasado. ¿Qué perdemos si nos va mal, si ya nos dejaron en la calle?”.
Los trabajadores hacían guardia en la fábrica, y comenzaron el camino cooperativo. “El sindicato nos decía que era imposible, que nos íbamos a esclavizar, que íbamos a tercerizar el laburo”, recuerda Correa, y deja el pie al remate de la historia: “Ahora, en lo que nos llevamos todos los meses, estamos en iguales y hasta mayores números que los del sindicato”. Cabe subrayar con mil crayones que el aceitero es uno de los gremios que mejor paritaria viene logrando hace años: la última revisión salarial llevó el básico inicial a $184.000 a partir del 1º de julio. Correa: “Nos metimos en la cabeza hacer todo lo posible, cuando arrancamos, para tener el retiro que nos merecemos. Y lo estamos logrando”. La diferencia es que ya no se trata del sueldo que paga una empresa, sino del fruto del trabajo cooperativo que se reparte entre quienes trabajan.
De la amenaza de 70 despidos a una cooperativa con retiros por sobre el convenio.
Correa confiesa: “Yo era uno de los 30 que no iban a echar”.





Inercia y odio
A Correa le dicen “Fino”, tiene 33 años, es secretario de la Cooperativa y parte de una nueva generación de procesos de recuperación de empresas. La historia del sector indica que fueron obreros y obreras, con una edad que el mercado laboral vomita, las personas que inventaron un camino distinto, cooperativo y autogestivo. ¿Qué empujó a Correa, con 27 años entonces y con mayores posibilidades de armar un currículum, cuando era uno de los que no iban a ser despedidos?
Piensa en tres aspectos:
“Por un lado, es la inercia y el odio: yo entré en 2009, y pensaba que si había tirado seis años de mi vida, podía un poquito más. Pero siempre era un poquito más, y otro poquito, y cuando te diste cuenta habían pasado dos años”.
“También me afectó que este fue mi primer laburo: no quería perderlo. Lo que me dio mucha fuerza fue que iba recorriendo otras recuperadas, y veía la historia de esos compañeros: no habíamos vivido nada de eso, a ellos los cagaron a palos, los metieron en cana. Estaba seguro de que se iba a poder”.
¿Y qué hay más acá del odio y de la inercia? “Mis viejos habían sido delegados y fueron echados los dos. Quedaron frustrados. Y esta era como mi revancha con ellos: poder devolverles lo que ellos no pudieron”. Se emociona: “Fue una parte emotiva porque ellos me dejaron como una ‘doctrina’, de lucha, de pelea, de no abandonar. Yo tengo dos hijos de 12 y 11, y una hija de 8: ¿qué les digo cuando llego a casa?, ¿que no luché? ¿Qué enseñanza les voy a dar si abandono? Mi vieja no quería saber nada: cuando me metí de delegado me dijo ‘pensá en tus hijos, te van a echar’, y cuando pasa todo esto me dice: ‘¿Viste, te dije?’. Ahora te voy a demostrar que puedo, pensé. Son muchas cosas: el odio, otras recuperadas, tus hijos, tu familia. Son distintas cosas que te llevan a decir ‘mandale, mandale y mandale y no aflojés’”.
Y no aflojaron.
Lo más grande que hay
El camino no fue fácil. El deseo cooperativo comenzó en 2016 pero los primeros ingresos fueron en 2018. Nahuel Llanes tiene 40 años, hace 15 que trabaja en el sector de molienda, y cuenta esos dos años “tremendos” enfrente de un tablero que muestra con colores y dibujos un mapa: indica sensores, variables, revoluciones de las norias, zarandas, cocinas, el sector donde se inicia el proceso que prepara el grano de girasol para sacar el mayor porcentaje de aceite. “¿Sabés lo que es estar dos años parados?”, pregunta. “Si una semana a un trabajador le cuesta la vida, imaginate dos años, sin llevar siquiera noticias a tu casa. Veníamos ocho horas acá por nada, ni para cargar la SUBE, y esperando alguna noticia de la jueza”.
¿Por qué seguir? “Soy una persona de mucha fe, y esa fe te da un regocijo. Otra cosa fue venir y ver que hay un grupo de personas que la está pasando tan mal como vos. Si aflojás, los perjudicás también a ellos. También está el pensar que puede haber un futuro si nosotros luchamos. Y lo principal es la familia: sin la familia, uno decae”.
Hicieron changas para llevar algo a sus casas (construcción, remisería, fletes, basura), y entre la desesperación y la fe, cuando estaban por firmar su primer convenio de producción autogestiva, la jueza les falló en contra. Correa: “Se me desmoronó todo. Sabíamos que si poníamos a girar la rueda, no parábamos más. El dueño también sabía, y por eso arregló con la jueza”. Movilizaron al juzgado y lograron conseguir la continuidad, pero el empresario con el que iban a firmar quedó desconfiado: decía que las máquinas no funcionaban y quería verlas en marcha. “¿Cómo hacemos si no tenemos un peso?”, pensaba Correa.
Y el milagro llegó: de tanto llamar a proveedores, consiguieron uno que tenía cuatro camiones de semillas. “Era un muchacho que también había quedado con bronca porque el dueño le quedó debiendo mucha plata. Le dijimos que traiga los camiones cuanto antes. Acá necesitás diez camiones por día, pero ya con esos cuatro podíamos armar todo para poner en marcha las máquinas y que venga esta gente empresaria”. Así fue y así la rueda empezó a girar.
Llanes se emociona al recordar qué implicó: “Acá me subestimaron, me maltrataron laboral y psicológicamente. Cuando era nuevo me mandaban a barrer debajo de la lluvia, o me verdugueaban de mil maneras. La cooperativa es otro mundo: antes éramos más egoístas con nosotros mismos, pero hoy nos hermanamos entre todos, y si hay un problema es del colectivo”.
Ramón Ávalos –35 años, 14 en la fábrica, sector prensa, tres hijos– coincide: “Para poder salir necesitamos un objetivo común, siempre a la par, porque si no tiramos todos de la misma rienda esto se va al carajo”.
Eduardo Escobar –40 años, 17 en la empresa, operario, dos hijos– también es maestro de tableros y no duda: “Trabajar sin patrón es lo más grande que hay”.
El alma en el cuerpo
En la entrada de la fábrica hay un bar con productos cooperativos que funciona, también, como bachillerato de adultos. Lo gestiona un grupo de vecinos que lleva adelante un espacio llamado Galpón Cultural. Correa explica: “Nos dieron una mano grande en visibilizar el conflicto en el barrio: la fábrica estaba mal vista por los olores y esto fue un cambio radical. El olor a ácido se sentía desde la rotonda de La Tablada. Nosotros invertimos y ahora estamos saliendo de la categoría de ‘agente contaminante’. En ese proceso, lo cultural fue clave”.
Afuera del bar se escuchan motores: de aquellos cuatro vehículos iniciales a este julio de cumpleaños en el que no paran de entrar y salir camiones (cada uno con 30 toneladas de granos de girasol), Correa refleja ese flujo en números de producción por día:
400 toneladas de molienda en pellet de girasol (alimento para animales).
100 toneladas de aceite refinado.
De esas 100, 75 son a granel y 25 de envasado, que comercializan con las marcas El Cortijo (aceite de girasol) y Lago Espejo (aceite de mezcla).
Los números reflejan también decisiones cooperativas: al retomar la producción había solo dos turnos de molienda. Correa: “Trabajábamos 15 días de corrido, 12 horas cada jornada, y sin franco, porque la fábrica necesitaba continuidad: no podíamos frenar porque el costo era inmenso. Empezamos a llamar a otros compañeros”. Cuando comenzaron a mover la rueda, no llegaban a 50 trabajadores: hoy son 100. Sumaron un turno más y recuperaron el sector de envasado, que había sido cerrado por el patrón: “Ahí trabajan hoy 11 compañeros”.
Todo esto es lo que le contaron al presidente Alberto Fernández el 5 de mayo de este año, cuando visitó la fábrica en el marco del Encuentro Federal de Empresas Recuperadas. Ese día recibieron, además, a 2.000 personas de cooperativas de distintas provincias, impulsaron la nueva presentación del proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas y lanzaron el ReNacER (Registro Nacional de Empresas Recuperadas), herramienta para conocer el detalle de un sector que reúne a más de 400 experiencias, con más de 18 mil trabajadorxs.
Correa: “Para las cooperativas fue un orgullo la visita, demostrando la viabilidad de las empresas recuperadas. No sé si es por el trabajo de la Dirección, pero creo que el movimiento está más instalado en la calle. Y da alegría ser parte de esa construcción: somos una parte grande de la economía”.
Fernández dijo en la aceitera: “Hay que darle las herramientas a la economía popular para que siga creciendo”, pero estos meses estuvieron atravesados por las discusiones de planes sociales vs. trabajo. Piensa Correa: “Estamos constituidos como cooperativa de trabajo, pero somos una empresa recuperada. Desde ese rol generamos mucho más que el propio Estado porque recuperamos y generamos trabajo genuino, inserto en la cadena alimenticia: durante la pandemia fuimos una de las actividades esenciales. Nunca se había apostado a invertir en este sector, a comprar maquinaria, recién ahora se está viendo. Es posible generar, con la misma plata de los planes, puestos de trabajo: si demostramos que siendo 100 coatíes pudimos poner en funcionamiento una planta con estas dimensiones, ¿cómo ellos que son ingenieros o economistas no pueden recuperar algo como Vincentín, por ejemplo?”.
¿Horizontes del movimiento? Además del proyecto de ley –cuya esencia es facilitar los procesos de recuperación de las fábricas–, Correa plantea la jubilación: “Yo soy joven, pero tenemos muchos compañeros de 70 años. La cooperativa acompaña con un retiro, porque se jubilan con la mínima: de un ingreso aceitero pasan a cobrar la mínima, que es de $37.000, es como volver a quedarse sin laburo. Hay pedidos de reuniones, pero hay que actuar: tenemos que volver a tomar despachos”.
Otra vez, un concepto: su traducción en un derecho recuperado se está escribiendo.
Una pista se entiende en el sector de refinado. Allí está Cristian Gaitán, 32 años: había entrado en 2008, se fue a una empresa constructora y regresó en 2020. “Nunca me adapté, y cuando mis compañeros me dieron el ok para volver, me volvió el alma al cuerpo”, dice, pañuelo en la cabeza, delantal blanco, con una sonrisa de tres hectáreas y media: “Acá trabajaron mi hermano y mi papá que falleció en mayo: es mi segunda casa. La cooperativa representa que esto es nuestro: ¿qué mejor que hacer algo tuyo, propio, con todo el cariño del mundo?”.
Y rescata una palabra, hoy tan perdida en esta tierra en crisis, pero que entre los silos de cemento quizá revele un secreto de esta historia que no hace falta traducir:
“Estar acá es un orgullo”.
CABA
Villa Lugano: una caravana en contra del “Máster Plan”

Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el Gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.
Por Francisco Pandolfi
Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra).
La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.
La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.
Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra.
Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran:
• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.
• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.
• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.
• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.
• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.
• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.
Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:
• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.
• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.
• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.
La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.
Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.
¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?
Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.
¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?
Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.
¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?
Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.



La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.
Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.
Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.
Actualidad
Marcha de jubilados: balas y bolitas

Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.
Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.
Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.
Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.
Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla.
- “Vacas gordas, jubilados flacos”.

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.
Números y un café
Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.
Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.
De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.
Abus en la calle
Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.
En la marcha hubo muchos carteles al respecto:
- No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
- Ni veto ni represión: fuera el FMI
- No al veto a las leyes en jubilaciones
- No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei).
Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”.

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.
Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.
Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”.

Jubilado hablándole a la pared.
Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”.
Vallas a donde vayas
El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.
Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”.

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.
Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.
La violencia y las bolitas
Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando.

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar).
La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

¿Qué escudan los escudos?
Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”.
Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.
Sin embargo, la gente no se fue.
La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió.
“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.
Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.
De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.
Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:
–Juguemos a las bolitas.
Todos se rieron, por el absurdo de la situación.
De nuevo, frente al horror, la creatividad social.
Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre


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