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El silencio no es salud: Un encuentro en el Garrahan para denunciar las enfermedades causadas por los agrotóxicos

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Mercedes Méndez trabaja en el Hospital Garrahan como enfermera de pacientes oncológicos, niños y niñas, que muchas veces provienen de pueblos fumigados. Desde 2011 organiza charlas junto a médicos, científicos y víctimas que asocian las enfermedades que se atienden en ese hospital con el modelo agroindustrial y contaminante.

En una nueva edición de estos encuentros que no cuentan con apoyo institucional sino sindical (junta interna de ATE), participaron el médico legista Damián Verzeñassi, director de la práctica final de Salud Socioambiental de la Facultad de Medicina de Rosario, y Anabel Pomar, vecina de Exaltación de la Cruz, miembro de la asamblea de esa localidad que denuncia la contaminación por agrotóxicos. Verzeñassi compartió los hallazgos realizados en zonas fumigadas junto a estudiantes («la primera causa de muerte en estos pueblos es de cáncer y todos los tipos de cáncer, salvo el de próstata, están por encima del promedio nacional»), y preguntas cuyas respuestas apelan tanto a esa evidencia como al sentido común: «¿Alguien puede pensar que venenos que fueron diseñados para matar a seres con los cuales compartimos carga genética, no nos hagan nada a nosotros?».

Carteles, pacientes y agrotóxicos

Anabel Pomar planteó otra pregunta desde las entrañas: «¿Desde cuándo naturalizamos ser el país más pulverizado del mundo?». El recuerdo de Kili, Nicolás y Celeste, y las advertencias a los propios profesionales de la salud para cambiar la mirada, y el silencio, sobre un modelo enfermo.

Hay 76 carteles que van pegando, uno por uno, médicos y enfermeras, médicas y enfermeros, que envuelven las paredes de una de las salas del segundo piso del Hospital Garrahan. Son muchos más carteles que trabajadoras y trabajadores de salud. Se trata de una lucha que la enfermera Mercedes Méndez viene dando casi en soledad desde 2011, en las mismísimas entrañas del hospital, contra el uso de agrotóxicos y la implicancia que tienen en la salud humana.

Meche vio morir a muchas nenas y a muchos nenes provenientes de pueblos fumigados; entendió múltiples enfermedades vinculadas al sistema de venenos; escribió decenas de cartas escritas a la institución donde trabaja que jamás fueron contestadas; y en esas no respuestas, sigue sin haber estadísticas ambientales ni laboratorio para medir las pulverizaciones que ingresan y enferman y matan a los cuerpos.

Los carteles abrazan una nueva actividad organizada por Mercedes Méndez para seguir debatiendo y pensando las complicidades que llevan al agronegocio a profundizarse más y más, a la par del deterioro de la vida. Esta vez, los invitados son Damián Verzeñassi y Anabel Pomar. Damián es médico legista y Director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario. Anabel es vecina de Exaltación de la Cruz, activista de la organización ambiental Exaltación Salud y periodista. Hablan en una charla cuyo nombre es “Agroindustria y Territorios de sacrificio”. Y rodeados de carteles, de dibujos de infancias, de notas periodísticas, que dicen cosas como “Basta de Cáncer”, “Paren de fumigarnos”, “Sí a la vida, no a los agrotóxicos”, “No son empresarios, son operarios de la muerte”, “El vaso de agua está fumigado”, “Hallan glifosato en la orina de alumnos de una escuela rural”, “Si mata y envenena no es agricultura”. 

La evidencia de sobra

Meche Méndez arranca: “Desde 2011 realizamos este tipo de encuentros porque en el Garrahan atendemos a niños fumigados con enfermedad crónica y aguda y eso es responsabilidad de las empresas extractivistas y la complicidad del Estado. Los damnificados portan la evidencia en sus cuerpos». Y da pie a un video desde Lavalle, Corrientes, donde el protagonista es un damnificado que ya no porta evidencia en el cuerpo. Un nene fumigado y asesinado por agrotóxicos, en 2012. Dice Eugenia Sánchez, la mamá de Kili Rivero, envenenado cuando tenía 4 años: “Exigimos que paren de matarnos”, sintetiza. Recién el próximo 1 de junio comenzará el juicio contra el productor tomatero Oscar Candussi, a 11 años del crimen. 

Expresa Damián al respecto: “El camino es entender lo que viven los territorios. Hay pruebas científicas, pero los pueblos son la prueba viva de la emergencia sanitaria”. 

Y cita a Gianni Tognoni, epidemiólogo y sanitarista italiano: “Las comunidades son las productoras del conocimiento. La narración de la vida de las comunidades es más importante que la medición de la contaminación”. Retoma Damián sobre uno de los ejes principales a atacar: “El problema está en los espacios de formación, que están cooptados y homogeneizados desde el siglo XIX, que no habilita preguntas ni dudas. Hay que cambiar desde esos espacios la visión de que los problemas de salud se originan solo por una causa, cuando refieren a procesos construidos temporalmente y espacialmente. Hay que reconocer el contexto para conocer los resultados”. Y plantea algo tan obvio, como desestimado: “En qué cabeza cabe que en un sistema biocida que afecta a especies que compartimos gran parte de la carga genética, no nos hará daño al ser humano”. 

A las evidencias corporales, Verzeñassi le suma estadística, surgidas de su trabajo de campo: “El 61% de la gente que visitamos en los pueblos donde hicimos campamentos sanitarios, aseguró tener alguna enfermedad relacionada a la contaminación. Y el 90% de esa población lo atribuye a los agrotóxicos». 

Hay cifras escalofriantes: «La primera causa de muerte en estos pueblos es de cáncer y todos los tipos de cáncer, salvo el de próstata, están por encima del promedio nacional». Puntualiza: «Mientras que el promedio nacional de muertes de cáncer es de 18.7%, en las ocho localidades relevadas es de 29.2%«. Y sentencia: «Se trata de una geopolítica de la enfermedad, o dicho de otra manera, la enfermedad como estrategia de dominación». 

Anabel Pomar, a su lado, lo escucha y alza la voz: «En Argentina no hay quien no esté fumigado, porque nosotros nos comemos los venenos desde la primera fila como pueblos fumigados, pero esto le llega al resto también». 

Anabel tiene muchas preguntas y las exterioriza: «¿Cuándo naturalizamos que para producir hay que envenenar? ¿Cuándo permitimos ser el país más pulverizado del mundo? ¿Cuándo naturalizamos decir agua potable si no se mide los agrotóxicos que contiene? ¿Se espera que sigamos contando muertes? ¿Cuánto vale un pibe?».

Responde la última pregunta: «No tiene precio». De fondo, un cartel con las caras de Kili Rivero y de Nicolás Arevalo, también de cuatro años, también de Lavalle, también muerto envenenado por agrotóxicos, en 2011.

¿Dónde ve luz Damián Verzeñassi? «En seguir resistiendo para construir un mundo diferente. Los médicos no debemos ser meros arregladores de cuerpos sino coproductores junto al pueblo en la búsqueda de una sociedad más libre». ¿Dónde ve luz Anabel Pomar? «Esto va a empezar a cambiar cuando el pueblo argentino se reconozca como nación fumigada. En ese momento, no le va a gustar, y ahí reaccionará».

El silencio no es salud: Un encuentro en el Garrahan para denunciar las enfermedades causadas por los agrotóxicos
Meche Méndez y la foto que recuerda a Kili, en las puertas del juicio por su muerte, 11 años después. Foto: Nacho Yuchark

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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