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Trabajadores de otra clase: las nuevas cooperativas obreras

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Unión y Fuerza es la más consolidada de estas nuevas cooperativas. Hace dos años, sus integrantes estaban debajo de un puente, suspendidos por un empresario-modelo del modelo. Tomaron la fábrica y, tras una larga resistencia, lograron ponerla a producir. Hoy, es una empresa metalúrgica líder del mercado interno de fabricación de caños. Y sus integrantes, en asamblea, decidieron trabajar el 1º de Mayo. En esta nota cuentan qué significa el costo patronal y cuáles fueron las claves para recuperar la planta, el trabajo, y el futuro.

Había un dilema:

-¿Qué hacemos el 1º de Mayo? ¿Trabajamos o no? Nos reunimos en asamblea, se conversó, y la mayoría votó por venir a trabajar para ponernos al día con la producción.

Así lo explica Roberto Salcedo, que antes era el electricista de la metalúrgica Gyp Metal, y ahora es el presidente de Unión y Fuerza, la cooperativa que logró expropiar esa fábrica a la patronal tras un conflicto de seis meses que incluyó la toma de la planta.

Se trata de la primera fábrica recuperada en un proceso que en los últimos dos años alcanzó a decenas de empresas y resulta todo un símbolo de los contrasentidos y las potencialidades que atraviesan a ese jeroglífico llamado Argentina.

Hoy son 54 miembros de la cooperativa, tienen a 30 personas más contratadas (elegidas entre familiares y allegados), y ganan lo suficientemente bien con la producción de caños de cobre y bronce como para que les resulte poco elegante reconocerlo en público, en medio del marasmo económico argentino.

Salcedo guiña un ojo y susurra: «No decimos cuánto cobramos para que no se enteren nuestras mujeres».

Todos ganan lo mismo. La cooperativa no es del viejo estilo, con módulos jeráquicos, sino absolutamente igualitaria. Otra diferencia es la horizontalidad: la asamblea toma las decisiones importantes, que el consejo de administración aplica.

Los obreros se hicieron cargo de la gerenciación (con perdón de la palabra), aplicando sentido común: los mecánicos y operarios metalúrgicos no hicieron masters en administración ni leyeron a Peter Drucker, parece. Sin embargo lograron sanear y hacer eficiente y rentable a una empresa que estaba en quiebra pese al cúmulo de ingenieros, analistas y contadores que había antes. Descubrieron, de paso, que el cáncer de la fábrica no era el costo laboral (latiguillo neoliberal típico de estas décadas), ni la crisis (latiguillo patronal), sino el costo empresarial.

El 18 de agosto del año 2000 estos señores, que hoy recorren en overol las oficinas de dirección, estaban bajo un puente, en Avellaneda, a media cuadra de la fábrica, a punto de sumarse a la muchedumbre de obreros desocupados de esta era.

Pero allí tomaron una decisión.

«Decidimos ocupar la fábrica para reclamar los salarios que nos debían, y defender los puestos de trabajo» explica Salcedo. Habían recibido los telegramas de suspensión, y la empresa estaba en quiebra: «Tomamos la empresa. Engañamos al portero diciendo que nos habíamos olvidado cosas adentro. Había policía en la puerta. Pero cuando abrieron la puerta pusimos el pie, nos metimos, y no nos sacaron más».

Poco después descubrieron que ese mismo portero era uno de los testaferros que figuraban como dueños de la empresa.

La maniobra

¿Cuál era la maniobra? Son tres pasos sumamente creativos.

  • Gyp Metal era propiedad del señor Beto Wulfman (su nombre de pila ha quedado en el olvido). Describe Salcedo: «Se ve que quiso ganar plata fácil endeudándose. Había 4 millones de dólares de deuda. La empresa entró en concurso de acreedores, y él pidió autorización al juez para vender la planta, para evitar la quiebra. Lo autorizan, y simula una venta al portero. El portero era un indigente, dormía en un cuartito de dos metos por uno y medio, y Wulfman encima le cobraba por dejarlo vivir ahí, y si no firmaba como testaferro lo echaba».
  • Concretada la falsa venta se le dijo al juez que la empresa se mudaba a otro local. Fue otra farsa: «En un garaje alquilado pusieron dos máquinas viejas y un inodoro que no tenía agua ni nada, lo apoyaron sobre la tierra, para engañar al síndico», narra Salcedo. De ese modo, cuando Wulfman pidiera la quiebra, lo que iban a rematar eran las máquinas viejas y el inodoro, mientras él se quedaba con la fábrica original a nombre del portero.
  • La fábrica reabriría luego con otro nombre, sin deuda, sin quiebra, con el empresario enriquecido y con todas las posibilidades de comenzar nuevamente esa ronda.

El fraude se intentó con tanta naturalidad e impunidad, que al ocupar la planta (supuestamente vendida y trasladada al predio del inodoro seco) los obreros encontraron que todo el grupo directivo había dejado allí sus objetos personales, anteojos, calculadoras, agendas, sabiendo que un par de días después volverían a ocupar los mismos escritorios. Explica Salcedo.

«Al grupo gerencial no lo echaban. Nos despedían a nosotros que quedábamos sin los salarios adeudados, las vacaciones, el aguinaldo. Además así tampoco pagaron impuestos, proveedores, juicios, aportes jubilatorios, teléfono, luz, nada». Todo iba a la quiebra que se saldaría con la venta de las máquinas viejas y el inodoro. La empresa con otro nombre empezaba desde cero.

Aquel 18 de agosto la decisión de los obreros cambió ese circuito.

«Nosotros sabíamos que era una fábrica que podía ser rentable pero que había sido manejada por una persona inescrupulosa», dice Salcedo. Comenzaron la resistencia dentro de la planta. Hicieron colectas en las universidades, recorrían juzgados, municipios y ministerios buscando una solución. La Iglesia aportó comida.

La idea

Pero la sola resistencia tiene un límite, si no cuenta además con un proyecto que la canalice hacia algún lado. Ellos querían reabrir la fábrica, pero un abogado de la Unión Obrera Metalúrgica les explicó que eso iba a resultar imposible. Recuerda Salcedo: «Nos dijo que nos teníamos que ir a casa, y olvidarnos de cobrar algo porque con la quiebra no había salida alguna. Nos dijo que tampoco íbamos a poder ponerla en marcha, aunque lo intentáramos, porque si el patrón con todo su aparato de profesionales y con su experiencia, había ido a la quiebra ¿qué iba a cambiar con 50 obreros sin ninguna experiencia? No tienen capital, no tienen nada, nos explicaron. No es que no tenían voluntad, porque la UOM nos ayudaba. Lo que no tenían era la idea de que algo podía hacerse».

El otro contacto que habían sostenido recorriendo el Concejo Delibertante de Avellaneda era con la concejal Liliana Caro. Su marido, Luis Caro, era estudiante de derecho. Liliana propuso que Luis se reuniera con ellos, para analizar si había alguna alternativa a esa muerte anunciada.

Había. La idea clave fue la de propiciar una expropiación por ley provincial, temporal, en defensa de un bien público: una fábrica quebrada, puestos de empleo, producción. El estudiante de Derecho detectó una solución que los políticos los funcionarios del Estado y los sindicatos nunca habían aprovechado.

Los legisladores provinciales vieron con simpatía este tipo de acción (que les permitía la sensación -infrecuente- de ser genuinamente útiles). Un enigma: en una expropiación, hay que pagarle al dueño. ¿Quién lo haría? La situación quedó momentáneamente salvada al concretarse la expropiación temporal. Otra idea del estudiante de Derecho. Los obreros, de todos modos, asumieron un riesgo que así recuerda Salcedo: «Pensamos que ya veríamos quién pagaría el valor de la fábrica, pero mientras tanto salíamos a trabajar con dos objetivos: poder vivir de nuestro trabajo, e ir capitalizándonos para comprar nosotros mismos la fábrica».

La organización: obreros empresarios

Un primer problema fue cómo organizar la cooperativa. Durante un tiempo, uno de los integrantes ofició simultáneamente como mandamás, tesorero y factótum, hasta que se observó que esa delegación de poder funcionaba mal: «En la asamblea los compañeros decían: ¿por qué hiciste tal cosa? ¿por qué no consultaste tal otra? No era desconfianza personal hacia él, sino que a nadie lo convencía eso de que uno solo tomara las decisiones». El problema no era la persona, sino el mecanismo. Se decidió cambiar el consejo de administración. Y en lugar de que el consejo tomara decisiones para luego dar cuenta a la asamblea, se invirtió el método: comenzó a decidirse en conjunto para que luego el consejo actuase. Conflicto superado.

Un segundo problema ya se los habían anunciado: no tenían capital para comenzar. Ellos consideraban que la fábrica podía ser rentable, y tal suposición se confirmó cuando, apenas se hicieron cargo, aparecieron gerentes de bancos ofreciendo préstamos para reiniciar el trabajo.

Contra lo que hubiera aconsejado cualquier gurú de la economía y las finanzas, Unión y Fuerza rechazó tales ofrecimientos.

Explica Salcedo: «Hay muchas empresas que aceptan esos créditos, y al final terminan siendo de los bancos. ¿O no?».

Reaparecieron además los clientes de la fábrica, ofreciéndoles a los obreros poner el dinero a cambio de asociarse a la empresa. También rechazaron esas tentaciones: «Si para los tipos era un negocio poner dinero y quedar como socios, ¿por qué no intentar hacer las cosas nosotros mismos?».

Optaron por mantener su autonomía, invertir parte del seguro de desempleo que habían cobrado al ser despedidos, y compraron un crisol con un documento de la Municipalidad de Avellaneda a 60 días, que ellos devolvieron a los 30 días, ya que pagaron el crisol con recursos genuinos de ese primer mes de trabajo.

Con los clientes aceptaron el siguiente trato: que les aportaran la materia prima, la cooperativa fabricaría los caños, y cobraría sólo el valor agregado de la mano de obra.

Salcedo sintetiza: «Así fue que nos recuperamos sin un mango de nadie».

¿Cómo hicieron estos señores (ninguno con título universitario y la gran mayoría sin siquiera título secundario) para administrar, gerenciar, comercializar y llevar adelante nada menos que una fábrica entera en medio de la complejidad actual del mercado, la economía y las finanzas? Sostiene Salcedo:

-Quisimos hacer una economía bien de almacenero. Nada complicado. Se compra esto, se vende esto, queda tanto, se acabó. Primero hicimos una evaluación del mercado.

-¿Los ayudó algún contador, algún especialista?

-No, lo hacían los muchachos, obreros, trafiladores, mecánicos. Lo primero fue definir ¿a qué precio salimos a vender? La idea fue buscar las boletas de luz, gas y demás del antiguo dueño. Sabíamos las toneladas que se fabricaban y los montos que se gastaban. Dividimos todo por kilo, y así supimos cuánto nos costaba cada kilo de caño elaborado. Sumamos cuánto éramos capaces de producir, y cuánto podríamos sacar cada uno de los miembros de la cooperativa, y así pusimos el precio, teniendo en cuenta el precio del mercado. La cuenta era muy sencilla, la hicieron los mismos obreros. Acá no hubo ingenieros…

-Analistas de costos…

-Ninguna de esas cosas. Cobrábamos, repartíamos si se podía, pero lo primero era pagar gas, luz y esas cosas para no tener deudas.

Los clientes volvieron. Uno de los casos más inesperados fue el de José Wulfman, hermano del anterior dueño de la fábrica: «Yo le compraba a mi hermano, pero si él no está más, yo no tengo ningún problema en comprarles a ustedes» explicó este señor, de la empresa Wellman de Haedo. Como él, todos los anteriores clientes decidieron seguir adelante con Unión y Fuerza.

El comienzo fue duro. Como obreros en relación de dependencia ganaban unos 600 pesos mensuales. La cooperativa comenzó repartiendo no más de 200 pesos «y a veces ni eso». Pero la sola acumulación de trabajo comenzó a variar el panorama. «Una parte de lo que cobrábamos lo poníamos para comprar materia prima, y así pudimos tener stock propio, y hacer el proceso de fabricación completa con nuestros propios recursos».

Las cuentas funcionaban bien. Descubrieron que una diferencia con la gestión anterior era el costo empresarial (pese a que ellos también habían sido víctimas de la letanía neoliberal según la cual las economías modernas no funcionan por el costo laboral).

El dueño de la empresa -relata Salcedo- se llevaba 25.000 pesos mensuales en los malos tiempos, o hasta 50.000 si lo creía necesario. Y había un grupo de jerarcas: «El ingeniero cobraba 6.000 pesos, y había otros seis o siete personajes que estaban en esa cifra. Y otros 15 que estarían en 3.500 o 4.000 pesos.»

El caso muestra la utilidad que tuvo tal burocracia-vip, que forma parte de ese vasto Kremlim gerencial del capitalismo moderno. «Y creo que nosotros estamos administrando todo mucho mejor y más organizadamente» razona Salcedo. «Antes no había cascos, o escaleras metálicas, guantes, pinzas. O compraban todo de la peor calidad. Ahora es al revés, y para colmo estamos comprando un horno más, haciendo mejoras, reinvirtiendo, las máquinas ya son nuestras porque las compramos, y estamos capitalizándonos por si tenemos que hacernos cargo de la compra definitiva de la planta».

Salcedo sabe que Wulfman, mientras tanto, no vivía abrumado. En pleno concurso y pedido de quiebra, compraba autos importados, le regaló un 0 kilómetro a uno de sus hijos y una moto a otro. «Tenía un flor de chalet que conocí una vez me hizo ir a arreglarle algo. Ahora fijate: ni siquiera tuvo la intención de pagarme por ese trabajo. Me lo sumó como un par de horas extras, con lo cual se te hacían monedas». Lo dice sin resentimiento, apenas como un trazo más del perfil del empresario.

Café, mate amargo y mercado interno

-Ahora que conoce los dos lados del trabajo, ¿qué diferencia a la parte administrativa de la de producción?

-Los obreros toman mate amargo, y los empleados de oficina café. Siempre hay esa diferencia y ese encono. Ahora descubrí que en la oficina tomás café no porque seas más fino, sino porque tenés poco tiempo y lugar para el mate. Te diría que el trabajo de oficina es más ingrato. Agarrás papeles en lugar de sopletes y herramientas, pero a la vez tenés otras responsabilidades, no tenés horario, estás expuesto a equivocarte.

Su principal conclusión, frente a otras fábricas que pasan por experiencias similares de encontrarse más o menos repentinamente ante el abismo es, en primer lugar, que nada se puede discutir si no se ingresó en la fábrica. «Si estás adentro podés pensar qué tipo de cooperativa, qué tipo de producción. Pero si estás afuera, no tenés cómo negociar».

Otra conclusión es que hay que superar el miedo: «Hay que romper muchos miedos, creer que no se puede estar al frente de una empresa como ésta. En realidad, se aprende. Y te queda la satisfacción de que lo estás haciendo para vos mismo».

Considera que por eso la actitud de los obreros también es muy distinta: «No es lo mismo cuando tenés a un supervisor mirándote por arriba del hombro, que cuando estás trabajando para tu propia empresa. Hay compañeros que aquí vienen a trabajar hasta enfermos. Si uno es vago, los mismos compañeros le van a decir que se ponga las pilas.»

Salcedo explica que actualmente la empresa produce entre 60 y 70 toneladas de caños, con lo que se constituye en la principal proveedora del mercado interno (los datos técnicos pueden conocerse accediendo a la página de Internet www.unionyfuerza.8k.com). Tienen pedidos de exportación a México por 150 toneladas, pero no dan abasto. «Y no queremos descuidar el mercado interno, aunque creo que podemos complementarlo con la exportación. Estamos estudiando la compra de más máquinas, pero todo lo vamos a hacer con tiempo y de acuerdo a cómo se resuelva lo de la expropiación». Allí tendrán que resolver si la capitalización que han ido logrando deben volcarla a pagar la expropiación definitiva de la fábrica, o si pueden disponer de esos fondos para seguir creciendo.

Por ahora, sólo saben que les conviene producir más dentro de lo posible. La planta trabaja 24 horas por día, en tres turnos, y no han querido que se les escape ni siquiera el 1º de Mayo. Fue una decisión que tomaron por mayoría, en asamblea, en el país del desempleo, la recesión y la desindustrialización, para seguir alejándose de un modelo ya pasado: el de la desunión sin fuerza.

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

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Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.

Por María del Carmen Varela

La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.

La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro
Gabriela Pastor en escena. Detrás, Juan Zuberman interpreta a un ciego que toca la guitarra.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario.  Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.

El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.

Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.

Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.

La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.

Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA

Domingos 18 y 25 de mayo, 20  hs

Más info y entradas en @perlaguarani

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Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado

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Todo lo que se narra a continuación sucedió mientras, en el Congreso, la policía reprimía a mansalva a jubilados, periodistas –incluido Lucas Pedulla, integrante de lavaca– y personas que se acercan a movilizarse cada miércoles. Fin.

Crónica de Franco Ciancaglini. Fotos de Sebastian Smok.

La historia comienza así: el partido del gobierno La Libertad Avanza organizó un acto de cierre de la campaña del vocero presidencial y candidato a legislador porteño Manuel Adorni, en Plaza Mitre, Recoleta.

El montaje del escenario afirma: “Adorni es Milei”.

Se espera que ambas personalidades estén y hablen hoy.

Pero falta para eso.

Media hora antes de la convocatoria, en distintas esquinas de la avenida Libertador, hay grupos de personas que, muy organizadas, esperan.

En las esquinas la mayoría va vestida de negro pero, en un acto de magia política, luego se las verá llegar a la plaza con la misma remera violeta, puesta arriba de sus verdaderas remeras o incluso de buzos y camperas.

Un notero de TN primero y luego de C5N hablaron con estas personas, que confesaron haber sido convocadas para trabajar en “prevención” bajo la promesa de una paga de 25 mil pesos.
El Whatsapp de la convocatoria, revelado a cámara por uno de ellos, decía: “Ahy (sic) un acto político de 17 a 21. 25 mil pesos. El que quiere se anota”.

Finalmente no era para prevención, sino para “presencia”.

Pero lo peor no es nada de esto, sino que finalmente no les pagaron los 25 mil, sino que quisieron darles 10 mil; ante la presión, algunos recibieron 20 y otros, nada: “Porque no me quiero poner la remera esa sucia no me quieren pagar”, denunció el más sincero ante las cámaras.

Fin.

Lo cierto es que estas columnas de unas 50 personas cada una fueron las que lograron ocupar una plaza Mitre que estaba semivacía.

Temprano, los remera violeta se negaban a hablar con la prensa, aún disciplinados por la promesa de la paga. Luego, ante la deflación de lo prometido descargaron su bronca ante las cámaras dejando en evidencia cómo trabaja el puntero Sebastián Pareja en la provincia de Buenos Aires, de donde provenían estas personas, para el cierre de una campaña porteña.

Alicia es jubilada pero no está marchando alrededor del Congreso, sino que está acá, colándose entre los violetas para saltear unas vallas y pasar más rápido hacia el sector del escenario. Hace un año y medio que se afilió al partido en la Comuna 13 Belgrano, Núñez. Habla de Milei como obnubilada, apurando su paso como ansiosa por la posibilidad de verlo en vivo. Faltan, al menos, dos horas.

Describe a Milei como un “bocho en economía” y se ríe al recordar que en la última elección, hace dos años, votó al actual jefe de gobierno, Jorge Macri. Está claro que no repetirá voto: “Está la ciudad muy abandonada. Mucho linyera, ratas por todos lados. En mis 82 años nunca había visto ratas en la ciudad”. Voto cantado: Adorni, a quien define como “alguien muy correcto”.

Sobre el otro Macri, el Mauricio, dice que “en su momento gobernó bien” pero ahora lo ve fuera de escena. No está al tanto de sus últimas apariciones contra Caputo, Karina y al propio Presidente, o no le interesan.

Alicia prefiere no hablar más y busca un lugar cerca del escenario para ver a su Presidente.

Lucía y Paula, también jubiladas, vinieron de Vicente López y prefieren mirar la escena desde atrás de todo. Es que llevan dos perritos de raza, o de diseño: Coca y Cola. ¿Qué les gusta de Milei? “Te puede gustar o no pero él habla desde el sentimiento. De lo que sentimos muchos”, dice Paula. Lucía suma: “Me gusta porque va a fondo”.

Sobre Mauricio Macri: “Yo lo voté. Ahora, de política no entiendo mucho, pero me da un poco de tristeza porque creo que tienen (con Milei) más coincidencias. Pero tiene que haber una oposición con responsabilidad. Tal vez Macri sea la oposición”.

Marta también es jubilada de 87 años bien llevados. Por qué vino acá (y no al Congreso): “Porque quiero escuchar quiero informarme quiero saber. Son tantos años de lo otro, que esto merece una oportunidad”.

Sigue sola: “El tono no me gusta. Cuando dice malas palabras es un mal ejemplo para la juventud”.

Qué le pedirías al gobierno a nivel Ciudad: “Por favor que saque las villas. La 31 es infernal”. Se pregunta y se responde: “¿Porque avanzaron tanto? Porque les han dado plata”.

¿Marra? “Sí, me gusta. Qué paso ahí, no sé. Me gusta, te soy sincera, pero ahora hay que unir fuerzas”.

¿Está de acuerdo con la medida anti-inmigratoria? “¿Vos te podés hacer ciudadano dinamarqués, o paraguayo? Acá entran todos. Los chorros, los burros. Y si no les gusta que se vuelvan a sus países”.

¿Y la pobreza? Marta cambie el eje: “Basta de decir ‘hagan lío’. Francisco se terminó. Basta de decir la iglesia de los pobres. Pepe Mujica era comunista. Se han hecho ricos con los pobres”.  

Precisamente Mujica pareciera que no. Ella: “No sé. Déjame dudar. Pero basta”.

¿Qué representa para vos Mujica y qué Milei? “Apoyo a Milei y lo nuevo. Y que dios nos ayude”.

¿Y si sale mal? “Creo que ya no voy a estar con vida. Que se arreglen los que quedan”.

Fin.

Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Fotos: Sebastian Smok

A su lado hay un joven con una pala gigante. Posa sonriente para decenas de cámaras. Parece haber logrado su objetivo: llamar la atención.

Se llama Santiago y se tomó dos colectivos desde “la zona más fea de la provincia”, Florencio Varela, donde vive. Tiene 21 años, camisa manga larga a cuadros y una enorme mochila roja sobre la que ató un pañuelo celeste.

Cuenta sobre el sentido de la pala: “Hay que trabajar en este país. Nada se puede conseguir gratis. Todo es trabajo en la vida”.

De qué trabaja: “Soy Rappi y Pedidos YA”. ¿Cuánto gana? “Un poco, mi mamá me decía: muy bien Santiago, ese dinero lo sacaste de tus esfuerzos”. No dice números. Y finalmente revela que ahora ya no trabaja.

Al joven de la pala lo interrumpe Franco, otro joven, vestido de traje, que quiere sacarse una foto con el instrumento. Me da la cámara y posa de mil maneras para fotos que luego subirá a su Instagram. Franco Vera, sabré después, es un joven militante que ha irrumpido hace pocos meses en el colegio Nicolás Avellaneda de Palermo –estando él domiciliado en el conurbano- para postularse como Presidente del centro de estudiantes de la institución.

Franco Vera es de estatura pequeña pero en el debate del centro de estudiantes miró a sus contendientes de la lista oficialista, asociada al peronismo, y al ver que eran 8 personas dijo: “Yo estoy solo pero me la aguanto”. Primera gran ovación del público que recién lo conocía en un debate que ganó con comodidad con palabras clave como fútbol, Messi, Dios, diversidad.

Su lista, hasta antes del debate compuesta por él solo, se llama Ruge el cambio.

Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Franco Vera, candidato a presidente por la lista Ruge el cambio del centro de estudiantes del colegio Nicolás Avellaneda.

Ahora tiene una decena de seguidores, más después de su segunda jugada: hacerle una cámara oculta a la directora. En la cámara, subida a las redes, se ve cómo la mujer lo apercibe por una serie de hechos difíciles de entender desde afuera, supuestas actitudes de Franco desde que llegó al colegio. Es cierto, se lo nota sobre excitado y concentrado en su carrera estudiantil. Y si bien el video no lo muestra, él asegura que el objetivo de la directora es censurar a Ruge el Cambio para que no se presente –y gane- las elecciones del centro.
Así utilizó la cámara oculta para denunciar la censura institucional.

Su historia merece un documental aparte, que no entra en esta nota. Sobre la elección porteña, él no puede votar. Y pese a las preguntas sobre la actualidad él hablará como representante de los jóvenes de LLA en tono candidato y pedirá que sea a través de videos: “Menos Estado es menos peso al sector público. O sea… Si una persona no capacitada no nos sirve, ¿para qué lo vamos a tener como empleado? Necesitamos tener personas capacitadas. Hay que aprender en esta batalla cultural que los que nos gobiernan son personas normales, no son entes superiores, no tienen título de nobleza”.

¿Los Menem no serán parte? A Franco no le entra una bala: “Los jóvenes somos el cambio” responde en casete y mostrando su sonrisa de dientes con aparatos. Corta la charla para seguir sacándose fotos que subirá tanto a su Instagram como al de la agrupación Ruge el cambio, actividad que le sale muy bien: durante la tarde noche logrará cosechar selfies con personajes como el Gordo Dan o el diputado Martín… Menem.

Fin.

Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Lila Lemoine apareció vestida de playera de YPF.

Otras celebridades que se llevan las miradas:

El Zorro con la bandera de Argentina.

Mickey Mouse con un cartel que dice “Aguante Adorni”.

Lila Lemoine vestida como playera de YPF.

Una mujer que tiene tatuada en la cara, justo arriba de su ceja, la palabra “Castrate”. Hay que acercarse bien para entender bien de qué va… o no tanto. En su cachete izquierdo amplía las siguientes consignas:

  • Castrá
  • Adoptá callejeritos
  • Educá
  • No compres
  • No + piroctenia

Son tatuajes.

En la cara.

Fin.

Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado

Franco Carcedo es autor de un libro recién salido del horno que se llama Milei: Conexiones filosóficas. Lo escribió junto a su esposa en La Pampa, donde vive, de donde llegó hoy 7AM y a donde vuelve hoy mismo a las 22. Vino, además de para ver a Adorni y Milei con el objetivo concreto de vender su libro. Lleva 5 ejemplares en la mano, y cuenta que ya vendió otros 5. “Es un camión”, anuncia. Y cuenta sobre su contenido: “El libro relaciona distintos acontecimientos que sucedieron durante la vida de Javier Milei, lo que hizo y muchas veces lo que dijo y dice”. ¿Un ejemplo?

Lo que sigue es literal y no está trucado ni escrito maliciosamente: es parte del libro editado por la editorial Dunken, que cualquiera puede comprar. Dice Franco: “Cuando habla de la felicidad él sin saberlo está hablando de algo que dijo Oscar Wilde en 1888”. ¿Cómo? “Cuando Milei dice que la felicidad es no tenerle miedo a la muerte. Oscar Wilde dice algo parecido”.

La pido mejor hojear el contenido; al inicio hay dos citas. Una de Napoleón que dice: “Los hombres excepcionales son parte de un momento excepcional”. Y otra de Javier Milei: “No seré reconocido como economista sino como rockstar”. Ahí nos vamos entendiendo.

Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado
Franco Carcedo y su libro.

En el libro, profundiza Franco, “hay referencias a Nietzche, Maquiavelo, hay cosas de Spinoza… y la frutilla del postre”. Atención: “La cita de Wilde de la felicidad es de 1888. Milei en 1998 funda una banda que se llama Everest. ¿Sabés cuantos metros tiene el Everest? 8848.88”. Ante mi mirada atónita, Franco Carceda prosigue: “Pero hay más. El día que nació Milei se jugó un partido amistoso para homenajear a Arsenio Erico (futbolista paraguayo muy querido en Independiente). En ese partido debutan Bianchi, Carrascosa y César Laraignée. Ese día nació Milei”.

¿Y entonces? Franco Carceda repite: “El día que nació Milei ellos debutan con la casaca argentina”.

¿Pero cuál sería la conexión filosófica: “Es algo piola porque Milei es fanático de Boca y Bianchi es casi el máximo ídolo de Boca, con Riquelme y Palermo, ponele”.

Vuelvo a pedirle el libro. Sobre el nacimiento de Milei, se informa también que nació el mismo día que el guardameta ruso «Araña» Yasín (¡dos arqueros!) y que se editó un álbum del conjunto Jackson 5 de donde saltaría a la fama Michael Jackson.

Fin.

Equivalencias y bebidas.

Una señora envía videos a un grupo y le responden “como quisiera estar ahí”, “cuidate” y le ponen emojis de un león.

Una nena con la careta de Milei y una motosierra posa para las fotos mientras la mamá, al lado, tiene una careta de Adorni, un caniche y muchos pañuelos celestes atados a la mochila, como si los hubiera llevado para hacerse unos pesos.

Un remera violeta grita “viva la libertad” y otros remera violeta, alrededor, lo miran y estallan en carcajadas. Él también.

Franco Vera me contará luego, orgulloso y dolorido, que le tocó la mano a Milei pero que eso le costó que, literalmente, que los seguridad lo tiraran al piso y le pisaran la cabeza: “Estoy bendecido”.

Suena en el escenario un tema con acordes punk cuya letra asegura que Milei es “el último punk” y “el último superhéroe de la libertad”; eso significa que están al caer el Presidente y también Adorni, a quien nadie parece esperar demasiado. Menos que nadie, los remera violeta.

Aparece más allá otro contingente de remeras violetas que ahora llevan bengalas violetas y tocan bombos violetas, siguiendo a una bandera sostenida por jóvenes prolijos y sonrientes sin remera violeta.

La inscripción de la bandera en la cabecera dice «Jóvenes LLA» y otra atrás “Lugano”. La entrada es de cancha: se canta “el domingo cueste lo que cueste” y “un minuto de silencio para Macri que está muerto”.

Otro de los hits son “El que no salta es radical” y uno que cambia la palabra “Perón” por “León”.

Fin de campaña de Adorni: crónica de un país olvidado

Un hombre de 40 y pico, vestido de traje, es el que saca las canciones y agita.

Lidera a la barra hasta meterla en el centro mismo del escenario.

Mientras este cronista anota otras cosas, como la presencia de francotiradores en las terrazas de Recoleta y al lado del escenario, se ve que el hombre sale del tumulto, ofuscado.

Le han robado el celular.

Habla con una persona de seguridad, que abre las manos en señal de “no puedo hacer nada”.

El hombre está visiblemente afectado, dice “no lo puedo creer” y pide un celular para “dar de baja las tarjetas”.

Consigue una cómplice, a quien le confesará lo que él cree es la razón del robo:

-Es que está lleno de negros.

Fin.

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