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Puntadas sin patrón

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Camisas, pantalones y otros anhelos, forman parte del stock de Marta Alejandra, cooperativa textil que cuenta con una tecnología inapreciable: la de saber cómo salir del abismo del desempleo. Radiografía de cierto empresariado criollo, y la trama de un grupo que aprendió todo de nuevo.

Puntadas sin patrón

La cooperativa de trabajo más flamante que existe en el país está formada por diez mujeres, un hombre y una ausencia. Tiene nombre femenino –Marta Alejandra– y se formó el 3 de abril. Confecciona ropa de trabajo de tal calidad que se convierte en elegante ropa de vestir. Sus integrantes fabricaban prendas para marcas “de prestigio” (como dirían los comerciales de Peter Capusotto): Van Heusen y Pierre Cardin. Hoy las mujeres y el hombre de Marta Alejandra hacen lo mismo, pero mejor, porque lo sienten propio y a la vez colectivo. Ya no es la burocracia del trabajo, sino un estilo de vida. Berta lo dice fácil: “Esto es en serio, acá no hay mamarrachos”. Y cada puntada involucra la tecnología más compleja y valiosa: la de saber cómo se hace para salir del pozo. Veamos cómo.
La fábrica de camisas Aomi fue durante décadas una de las más importantes del país. Durante 30 años trabajaron allí Irma y Miguel, hoy en la cooperativa. Llegó a tener 2.000 trabajadores y varias sedes en todo el país. A contramano de otras empresas que quebraron o fueron vaciadas, Aomi fue sobreviviendo y achicándose. El colapso se desencadenó en el momento más inesperado: en 2004, cuando todos proclamaban la recomposición de la economía criolla. “Murió el fundador, heredaron los hijos y perdieron todo –resume Miguel–. Cerraron una planta en La Pampa, empezaron a achicar la de Buenos Aires, y nos iban mudando a lugares cada vez más chicos”. Terminaron en un galpón de Almagro.
A esa altura eran 60 trabajadores que presenciaban absortos las estrategias de management de los Sassón Jr: “Cambiaban el nombre de la empresa y hacían que la gente renunciara para tomarla de nuevo sin antigüedad”. Qué otras oscuridades había detrás del cambio de nombre es algo que los trabajadores no alcanzaron a detectar. Les pagaban diez (10) pesos por semana, lo cual dificultaba su posibilidad de financiar investigaciones sobre los secretos de la empresa. Para completar el panorama, estos emprendedores dejaron de pagar el alquiler. Se comprenderá entonces por qué los trabajadores que encontraban cualquier otra forma de ganarse el sustento huían cual tren bala. “Algunas compañeras no tenían ni para viajar hasta la fábrica”, cuenta Miguel. Berta es una de ellas: llegó a caminar 70 cuadras por día . “Yo era así”, dice abriendo los brazos como para señalar sobrepesos de otros tiempos.
El 19 de octubre de 2006 los desalojaron. Laura todavía se lamenta, pero aquel día no pudo estar porque estaba pariendo a su bebé Francisco.
El destino de las mujeres de Aomi se parecía al papel que vieron en la puerta: faja de clausura.

Dar a luz o dar a oscuridad
Berta sostiene que “nos desalojaron porque nos agarraron desprevenidas. Y no tomamos el lugar porque muchas mujeres no se animaron”. La indecisión les complicó la existencia. El Poder Judicial se llevó las máquinas (como lo hubieran hecho en muchas de las fábricas recuperadas si los obreros no se hubiesen quedado en sus puestos de trabajo) y las guardaron en un depósito, donde están hasta el día de hoy. (Los juristas sabrán explicar por qué).
En la calle, las mujeres decidieron no quedarse quietas. Berta y sus compañeras continuaron con el obligado footing, recorriendo Tribunales y despachos de abogados y devanándose el alma pensando qué hacer. Hasta que se les ocurrió formar una cooperativa, y ponerse a trabajar. Estaban en plena tarea, inundadas de papeleríos y formularios, cuando en abril de 2007 se sumó la ausencia.
Una de las integrantes del grupo fue a dar a luz a un sanatorio de Montegrande. Berta cuenta que la rechazaron porque tenía hepatitis. La llevaron hasta la Clínica del Buen Pastor, en San Justo, y tampoco la recibieron. Recorrieron cuatro más y nada. La beba nació sin vida. Quince días después, murió esa compañera, la número doce de la cooperativa.
Se llamaba Marta Alejandra.
De algún modo, decidieron no morir con la muerte de Marta Alejandra. Impulsaron la cooperativa y le dieron su nombre. Pelearon para que les dieran esas máquinas en depósito como forma de pagarles salarios e indemnizaciones adeudados, pero la “justicia” fue inmune al reclamo. Berta: “Tuvimos que sobreponernos, hicimos trámites, reuniones, proyectos, nos faltaba tal papelito, tal otro, y así todo el tiempo”. Las mujeres de Marta Alejandra no se dejaron vencer. Puntada por puntada, consiguieron unas máquinas a través del Ministerio de Desarrollo Social y materia prima, vía el de Trabajo. Pero no tenían dónde trabajar, ni dinero para alquilar. María ofreció su casa, que quedó transformada en un taller,pero a la semana el consorcio les negó la autorización para funcionar ahí y tuvieron que hacer footing nuevamente hasta conseguir un nuevo lugar. Y dinero para alquilarlo.
Lo lograron: empezaron a producir pantalones y camisas, buzos polares, chalecos, algún traje, todo a pedido. El tiempo, la cabeza dura y el alma curtida lograron que pasaran de perdiendo a empatar, y a seguir en el juego. “Todavía no retiramos un peso, nos bancan nuestras familias, pero no perdemos plata –dice Miguel–. No podemos hacer grandes cantidades por falta de infraestructura, pero el boca a boca es muy positivo porque la gente que nos compró, nos trae otros recomendados”.
La cooperativa les generó un nuevo modo de entender el trabajo. “Decidimos entre todas los cargos que va a ocupar cada uno”, explica Laura. Berta quedó como presidenta. “Todo esto es un aprendizaje para nosotras. Imaginate que toda la vida trabajé bajo un patrón, y ahora es todo distinto. Decidimos nosotros qué hacer, cómo, y además nos vamos intercambiando en todos los roles”. Ese intercambio parece una vacuna contra la burocracia interna, y un modo de perder el miedo. Berta: “En mi vida me imaginé que haríamos tantas cosas, que andaríamos en ministerios, y que tendríamos que tomar decisiones sobre la marcha. Hay que animarse. Y lo hicimos. Estábamos desesperadas por trabajar. Siempre pensé que quería hacer algo para mí. Ahora sé que eso que quería era armar esta cooperativa”.
¿Cuál es la ventaja? Laura: “No tenés patrón, todo lo que haya se va a repartir, no como los empresarios que se enriquecen a costa de los que trabajan”. Miguel: “Aquí uno aprende, podemos rotar, y el trato es totalmente diferente”. Hay dos lemas sencillos para el trabajo: respetar los horarios, y ayudarse entre todos. Con esos símbolos de responsabilidad y solidaridad, Marta Alejandra sigue creciendo.

Los políticos y la soberbia
Cuando buscaban dónde instalarse conocieron una cooperativa de la que no recuerdan el nombre (o quizá prefieren olvidarlo) ubicada en Hurlingham que les pareció un acto de magia. Laura: “Era hermosa, todo impecable, más de 100 personas. Pero nadie sabía manejar una máquina. Tenían todo para trabajar, y nadie hacía nada”. Las llevaron para ver si podían ayudar a ese grupo a empezar a producir. “Era insólito. Ellos tenían todo, y no hacían nada. Y nosotras que sabíamos trabajar, no teníamos ni hilo. Nos fuimos pensando –más que nunca– en seguir adelante. Si ellos consiguieron hacer algo, ¿cómo no vamos a conseguir nosotros? Al tiempo nos enteramos de que esa fábrica la habían puesto unos políticos”, cuenta Laura. “Acá no nos importa la política –aclara Berta, con énfasis– porque queremos trabajar, seguir adelante”. Producir en esas condiciones, ¿no es política? “Ah, sí, pero es nuestra política. No la de las sinvergüenzadas”.
Los integrantes de Marta Alejandra andan con unos bolsos de los que sale mucho de lo que hacen. Otras de las cosas que hacen no se pueden acarrear en bolsos. “Nos jugamos por lo que creíamos”, dice Berta, mientras Laura se despide: tiene que ir a buscar a Francisco, el bebé que nació el día que las desalojaron.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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