Sigamos en contacto

Nota

Miradas

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Crónicas del Más Acá. Por Carlos Melone.

Era una media mañana de muchas toneladas. El cielo agrisado y el calor húmedo anunciaban la escasa piedad de la primavera.

Salí de mi dentista sin gritar ni buscar un hombro donde llorar lo que no es usual por dos razones: soy hombre flojito y los dentistas son una secta donde su dios es el dolor.

Una mixtura entre terrorismo bucal y sanación con sufrimiento.

Ligeramente feliz, resolví celebrar mi paso por el consultorio sin tragedias y me acerqué a una confitería a tomar algo. Lo frío me estaba permitido. La confitería ubicada en ese centro inexplicable de Lomas de Zamora llamado Las Lomitas, surgida a fuerza de dinero más inexplicable aún, recibió a mi costado burgués, siempre dispuesto a orientarse por el principio de placer.

Dos filas de mesas y sillas al aire libre, haciendo ángulo en la esquina, sobre una vereda muy ancha. Con buena distancia entre sí proponían un estar sin demonios sanitarios evidentes.

Esperando al mozo, la vi sentada frente a mí, en la otra fila de mesas.

Joven, bella hasta el ahogo, pelo azabache muy largo y un espléndido conjunto deportivo completamente negro. Ojos oceánicos y una campera entreabierta hasta la mitad de su torso que no mostraba nada y sugería todo.

Leía un libro atentamente y nunca, nunca me vio. Y si lo hizo (¿por qué lo haría?), jamás me enteré.

La llegada del mozo me sacó de un estado de éxtasis visual peligrosamente inclinado a ser considerado como una conducta invasiva, prepotente, indiscreta.

¿Alguien creería que simplemente me quedé fascinado?

Abrí mi libro, pero no leí. 

¿Qué separa la mirada fascinada de un varón cis, blanco, adulto veterano, clase media, sobre una morocha que se le ocurre muy bella, con la mirada de un viejo verde baboso y lascivo?

¿Un concepto? ¿Un error? 

¿Cómo diferenciar las miradas que aprecian de las miradas que insultan?

En otra mesa cercana, detrás de la morocha que nunca me miró (¿qué era lo que leía con tanta atención?) había un muchacho joven, delgadísimo, vestido con ropa que le quedaba enorme, multicolor, un gorro piluso también multicolor y un copa helada intacta.

Estaba con los auriculares puestos y balanceaba la cabeza de un lado a otro con entusiasmo. Contra lo usual, no cantaba a los gritos sino que hacía mímica. 

Había algo espasmódico en sus movimientos que no me cerraba. Algo.

¿Qué escuchaba el chico del gorro piluso y que leía la morocha que nunca me miró? ¿Cuáles son los muros que me impidieron pararme y preguntar, preguntar y luego retornar a mi mesa?

Mientras tomaba lentamente una cerveza de frío vacilante, vi llegar a un hombre mayor, post 70 pirulos, de caminar inseguro y sentarse trabajosamente en la mesa del chico multicolor. El chico del gorro piluso salió de su mundo, se sacó los auriculares, se levantó velozmente, le dio un abrazo de esos que nos faltaron tanto tiempo y un beso con ruido como los que nos pedían las mamás y las tías.

Escuché un “¡abuelo!”, como un festejo navideño. 

Mi libro dormitaba mientras me preguntaba que empezaban a hablar ese muchacho/niño y su abuelo. Veía la sonrisa iluminada del muchachito multicolor que desbordaba de felicidad mientras hablaba y gesticulaba y callaba todo a la vez.

La morocha seguía leyendo sumergida en un mundo que no era el mío. 

¿Cuántos mundos hay?

En su mesa había ausencia de papeles, resaltadores y lapiceras. No estaba estudiando. 

Como un trueno, en la esquina estalló una constelación de insultos que una voz masculina le dirigía a alguien. Una voz potente, sonora, limpia, furiosa.

Lo vi. Lo conozco. Muchos lo conocemos. Lo conocemos y no sabemos nada. 

¿Lo conocemos?

Moreno, pelo ensortijado, robusto, debe medir algo menos de un metro setenta y no llega a los 40 años. Sucio desde el infinito, pobre desde antes de ese infinito.

Yira por el centro de la ciudad y cada tanto se desatan sus demonios e inicia brutales discusiones con sus fantasmas. No hay aviso previo, no hay lugares prefijados, no parecen existir estímulos externos.

Su reacción es extemporánea, vigorosa, furiosa, con un repiqueteo: “Te  dije que te vayas”.

Es inofensivo pero asusta cuando explota su ira.

El abuelo del chico multicolor se paró inmediatamente con sorprendente agilidad y cubrió con su cuerpo al nieto aunque el hipotético peligro estaba lejos. El muchachito multicolor miraba agarrado del brazo de su abuelo.

Un gesto de cuidado veloz y fuerte que daba cuenta de una fragilidad particular en el protegido

La morocha cerró su libro, dedicó una mirada sin curiosidad al sujeto del escándalo,  volvió a abrir su libro y continuó leyendo.

Las historias transitan caminos fatigados: que es un abogado que enloqueció, que es un ingeniero (¿porqué nunca un albañil?), que le ocurrió una tragedia familiar, que siempre fue así, que lo abandonaron de niño…

Lomas de Zamora abandona a los desvalidos como la ciudad de un millón de habitantes que es y chismosea como si aún fuese un pueblito quieto y pecador.

Los mozos calmaron rápidamente los demonios del hombre sin nombre, que todos conocemos y que nadie sabe de él. 

La escena no duró más que un minuto. 

Se fue manso, con sus bolsitas llenas de misterio. 

Igual y distinto que el libro de la morocha.

Igual y distinto que la conversación que el abuelo y el chico del gorro piluso retomaron.

Me fui despacio, en una mañana agrisada y húmeda aplastando la polis indiferente y multitudinaria. 

Con la duda cartesiana. Con la ignorancia socrática. Vaya novedad.

Nota

Orgullo

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Seguir leyendo

Nota

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

Seguir leyendo

Nota

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Seguir leyendo

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente. ©2025 Agencia lavaca.org. Riobamba 143, Ciudad Autónoma de Buenos Aires - Argentina - Editor responsable: Cooperativa de Trabajo Lavaca ltda. Número de propiedad intelectual: 50682265 - [email protected] | Tel.: +54 9 11 2632-0383

Vistas el día de hoy: 37.033