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Agroecología: la red humana que crece más allá de las “redes sociales”

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Este lunes ocurrieron al menos dos cosas insólitas: colapsaron durante horas ciertas redes llamadas “sociales” y al mismo tiempo brotó una red humana que se tejió de modo a la vez presencial y virtual con un libro como nexo: allí se habló de producción, de alimentación, de nuevos caminos, de creatividad, de economía, de transiciones, transformaciones y re-evoluciones.

La presentación de Agroecología – El futuro llegó, reunió al público en MU-Trinchera Boutique, presencialmente y a través de la pantalla, con figuras que han construido experiencias agroecológicas que ya son emblemáticas: Irmina Kleiner y Remo Vénica (Granja Naturaleza Viva, de Guadalupe Norte, Santa Fe), Rubén Gutiérrez, Rosalía Pellegrini, Celeste Gasper, Anahí y Ruth Paco (Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra- UTT), Marcelo Schwerdt, Norman Brest y Cecilia Agner (Guaminí), Clara Alberdi  (Coronel Suárez), Mabel Vesco, Carlolina Sgarbi, Paz Passone y Soledad Varela (Lincoln), Rubén Kika Kneeteman, (Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana del Municipio de Gualeguaychú), el doctor Martín Roberto Piaggio (por la Municipalidad de Gualeguaychú), el ingeniero agrónomo Damián Pettovello (Lincoln) y su colega Facundo Alvira (Trenque Lauquen) del proyecto Tekoporá, Patricia Domínguez (también de Trenque Lauquen), Amadeo Riva (también ingeniero agrónomo y responsable del campo La Primavera, Bolivar). Estuvo también Pablo Aristide, de la Fundación Heinrich Böll que trabajó junto a la Cooperativa lavaca para la primera edición del libro, y no alcanzaron a estar por razones familiares y de viajes Juan Kiehr (La Aurora, en Benito Juàrez), el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá (gran impulsor y asesor de proyectos y actual Director Nacional de Agroecología, en viaje a Catamarca en el momento del encuentro) y el  intendente de Gualeguaychú, Martín Esteban Piaggio.

Agroecología: la red humana que crece más allá de las “redes sociales”

El periodista de la revista MU, de lavaca.org y autor del libro, Sergio Ciancaglini, planteó al encuentro más que como una presentación del trabajo, como un homenaje a las personas que llevan adelante la agroecología en el país. Las historias relatadas en el libro (compuesto por dos volúmenes, uno de textos –El viaje- y otro de fotos –El paisaje- con las imágenes de Ignacio Yuchark, Martina Perosa y Lina Etchesuri) son el símbolo de una tendencia en  crecimiento exponencial, destacó el autor, que al llevar adelante esas experiencias están haciendo un aporte crucial desde el punto de vista productivo, ambiental, alimenticio, cultural, económico y muchas más perspectivas que fueron surgiendo a lo largo de las intervenciones.

Comentó luego el ingeniero Pettovello: “Fue una alegría estar con un grupo tan espectacular, es casi imposible de pensar en poder estar con las personas que se encontraron allí”. El encuentro surgió de la idea del diseñador del libro y de la revista MU, Sebastián Smok, de reunir lo presencial con lo virtual, como viene haciendo lavaca en su Diplomado en Periodismo y Comunicación Ambiental, con el agregado de transmitirlo para la gente que no podía acercarse a Riobamba 143. Pese al colapso de las empresas del señor Zuckerberg, la presentación pudo realizarse y superar ese aislamiento social que tal vez confirma que el Covid 19 no es la única pandemia del presente.

2025: liberar al país de agrotóxicos

Agroecología: la red humana que crece más allá de las “redes sociales”

Algunos conceptos:

Irmina Kleiner contó parte de la historia de Naturaleza Viva. “Los grande expertos nos decían: ‘lo que hace ustedes no va andar’. Era hace más de 30 años. Pero nosotros estábamos felices sintiéndonos protagonistas, trabajando a favor de la vida, en contraposición a otro modelo que contamina agua, suelo, cultivos y alimentos, enfermando también a los animales y a las personas”. Contó cómo fueron poniéndose en contacto con otras experiencias continentales, y se abrieron a visitantes y pasantes como un modo de difundir el trabajo agroecológico.

“Este viaje del libro fue uniendo todas estas experiencias y me encantó como se fue hilando profundo, encontrando las motivaciones económicas y filosóficas de estos proyectos. Ahora que tenemos este viaje del libro ya recorrido, creo que ya nadie se debe sentir solo en este andar. Vamos a ir encontrando los grandes temas que nos quedan pendientes a resolver, el hambre en la Argentina y en el mundo, de qué manera podeos aportar a solucionar eso. Cómo sostener y cultivar una tierra cada vez más fértil. El acceso a la tierra de quienes quieren producir y transformar los alimentos primarios, y el tema de la comercializacón. El cambio climático, y de qué manera construir estos nuevos paradigmas desde la agroecología con una visión social, sostenible, del mundo productivo en el medio rural”.  

Remo Vénica consideró que el libro es una especie de semilla. “Al tocar y plantear las experiencias maravillosas que están creciendo en Argentina nos permite ir a una idea: que en el 2025 Argentina esté libre de agrotóxicos”. Explicó lo problemático de seguir con el modelo actual. “El libro va a abrir más la posibilidad del debate y la discusión, y hay que ver cómo consolidar el crecimiento enorme de campesinas, campesinos, que están despertando hacia un nuevo amanecer”. Planteó que el gran debate pendiente es cómo seguir construyendo una nueva ruralidad argentina a partir de lo que consideró una “revolución” a partir de las comunidades, transformadas en experiencias productivas alimenticias. Postuló a la agroecología como “un horizonte de transformación social ambiental y política”.

Agroecología: la red humana que crece más allá de las “redes sociales”

En el libro además se relata la historia de cómo Irmina y Remo huyeron de la dictadura en los años 70, escondiéndose en la selva durante cuatro años, donde tuvieron dos hijos, aprendieron a sobrevivir, e incorporaron una notable lectura sobre la naturaleza y su significado. Hablan también en el volumen sobre los cambios en lo que se postulaba como “toma del poder” y sobre el concepto de re-evolución, entre muchas otras cosas.

Marcelo Schwerdt intervino desde Guaminí, donde los productores entusiasmados por Eduardo Cerdá hicieron un viaje similar al del libro conociendo Naturaleza Viva “y nos rompió la cabeza”. Destacó la acción de generar trabajo, ambiente sano, alimentos locales. “Lo que muchos dicen en los discursos, aquí se construye. Hablo de la soberanía alimentaria, metiendo las manos en la tierra”.  Guaminí fue de los municipios incorporados a la RENAMA (Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología),  que ya reúne cerca de100 mil hectáreas cultivadas y más de200 productores. ”A la vez proponemos leyes nacionales y provinciales para que haya más herramientas que favorezcan la agroecología, que está demostrando que es cierto: el futuro llegó”.

Clara Alberdi, de Coronel Suárez, destacó la idea romper la soledad: “Y además la necesidad de cultivar de otra manera tiene que ver con un cambio de mentalidad, de la manera de vincularnos entre las personas, con los animales y las plantas, Es un camino de sanación. Restaurar el amor como paradigma, apoyarnos, ayudarnos, contenernos. En Guaminí es algo que nos une permanentemente. Y te lleva a otras transiciones: ser mujer en el ámbito rural es todo un desafío, y me llevó a militar muy fuertemente el feminismo. Y dejar de ser crueles con los animales, y ver cómo seguimos”.

Norman Brest y Cecilia Agner, también desde Guaminí, compartieron el radical cambio de vida que decidieron al abandonar la ciudad y sus trabajos relacionados con industrias contaminantes, historia también detallada en el libro.

Mabel Vesco, de Lincoln, contó de qué modo dejaron d utilizar fertilizantes y agroquímicos. “Es algo maravilloso, ojalá puedan visitarnos también”. Paz Passone, técnica del INTA destacó cómo el grupo de Lincoln fue contagiando a toda la región y a otros equipos técnicos. Otra vecina, tambera de la zona, Carolina Sgarbi, describió la formación del grupo de Lincoln junto a Pablo Argilla y Daniela Rumi, entre tantos que hoy son un caso emblemático de las transiciones agroecológicas.

De Bayer a la agroecología

Agroecología: la red humana que crece más allá de las “redes sociales”

El ingeniero agrónomo Damián Pettoverllo contó que fue parte del sistema de agronegocios, hasta uno de sus últimos trabajos desarrollando los productos y esquemas de aplicación de multinacionales como Bayer. Describió “un mundo hipócrita y careta donde nos ganamos mucho respeto por hacer cosas que hoy puedo decir que no estaban bien”. Trabajaba en el desarrollo externo de producto y evaluaba a los pesticidas que salían al mercado.

Relató su crisis personal al comenzar a percibir que el vínculo y el amor por la naturaleza por el cual había querido estudiar Agronomía, chocaba con una práctica “con la que estaba haciendo todo lo posible por destruirla y dañarla”. Reconoció que el sistema le ofreció dinero, el materialismo “tan enfermizo al que nos lleva la sociedad”. El libro describe cómo Damián vivió su propia transición y con su amigo y colega Facundo Alvira, descubrieron lo agroecológico y se volcaron a ese enfoque productivo a través del proyecto Tekoporá.

Rescató de la agroecología sus aristas sociales, ambientales, “y algo que es muy fuerte, que es recuperar toda nuestra cultura, aprender, escuchar, leer, todo tiene implicancia política no  partidaria, sino por la ética. Otra diferencia con el agronegocio es el tema del individualismo. Acá nos motiva el amor, la cooperación, la sinergia”. Otro aspecto: “Es muy importante el rol de los consumidores. estamos con un sistema inmune totalmente deteriorado”. Así Daián relacionó la macroeconomía con los efectos en la salud del modo actual de producción.

Desde Trenque Lauquen, Patricia Domínguez contó las acciones del grupo Vecinxs Autocovocadxs por la Salud Ambiental. “Hay una perversión del modelo que enferma, convivimos con la enfermedad de nuestros cuerpos. Y ayer mismo veíamos un avión fumigador sobrevolándonos y pulverizando”. Sus padres fueron los primeros que señalaron los efectos de contaminación gracias al alerta de los árboles: se estaban muriendo los paraísos. Se aclaró en la charla que no se trata de una metáfora sino del signo de lo que después Trenque Lauquen vivió como contaminación de sus aguas y de la salud humana.

Facundo Alvira planteó, entre tantas, la cuestión de la falta de nutrientes en los alimentos, y más tarde destacó la falta de apoyo concreto del Estado a los proyectos agroecológicos que postulan nuevos estilos productivos.

Agroecología: la red humana que crece más allá de las “redes sociales”

Amadeo Riva, del campo La Primavera, de Bolivar, reconoció que entró a lo agroecológico “porque no me cerraban los números”. Conoció a Eduardo Cerdá y comenzó su transición. “En un campo de 1.200 hectáreas usaba de 9 a 13.000 litros de glifosato por año, pero hoy ya casi no estoy usando” informó sobre un proceso gradual en los últimos cinco años. “Entré por una cuestión de bolsillo, pero uno no se da cuenta cómo se termina transformando uno. Empecé a mirar la vida de otra manera. El horizonte que me estaba aplastando, se me hizo infinito. Es algo que me trajo energía de dedsafío, de búsqueda. Volví a pensar, antes era todo recetas, ahora es creatividad, observación. Otros productores alrededor mío decían que estaba perdido, que iba para atrás. La gente de a poco empezó a imitarme. Y mucha gente quiere venir a ver qué estoy haciendo para ver si pueden reproducir eso”. Sobre el libro utilizó una palabra: “fenomenal”.

Rubén Kneeteman es mucho más conocido como Kika. Planteó desde Gualeguaychú lo relacionado con el Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana (PASS), consideró que la alimentación es el gran punto de contacto entre sectores rurales y urbanos. “El alimento es lo que nos une y es la solución a muchos problemas sociales y ambientales”. Destacó el placer que le generó leer sobre las experiencias agroecológicas, entre las que figura la propia Gualeguaychú. Postuló una hipótesis: “Si comiéramos sano, seríamos buenos tipos. Somos jodidos porque comemos mierda. No hay posibilidad de producir bien, comercializar justo y ser jodidos. Si comiésemos de otra manera tendríamos otros políticos, otros comerciantes y hasta otros banqueros. Y este libro también es una forma de alimentarse de otra manera”.  

Rosalía Pellegrini, una de las fundadoras de la UTT: “Mi historia de llegada a la agroecología tiene que ver con cuánto horizonte de vida podés tener en un asentamiento donde solo comés polenta y fideos. Llegamos pensando que el acceso a la tierra y la producción de alimentos es la posibilidad de que muchos sectores excluidos tengan una vida digna. Por eso lo enlazamos con el buen vivir. La agreocología tiene algo fabuloso: no es solo dejar de producir con agrotóxicos, reconstruir los suelos y el ambiente, sino también plantear un horizonte social, político y de justicia para los que menos tienen. Trabajo digno, igualdad de género, nuevas relaciones sociales, y todo lo que se ha venido mencionando hasta aquí”. Advirtió que simultáneamente “el mundo colapsa, cada vez hay más pobreza, la crisis económica y alimentaria es cada vez mayor y un puñado de corporaciones se enriquecen cada vez más” frente a lo cual reivindicó lo agroecológico como norte político para un esquema que incluya la justicia social.  

Anahí (19 años), Ruth (17) y Celeste (19) relataron la experiencia del COTEPO (Consultorio Técnico Popular de la UTT) creado bajo el criterio de la enseñanza entre campesinos para difundir lo agroecológico, a partir de cómo obtener bioinsumos con elementos muy sencillos que permiten dejar de utilizar fertilizantes y pesticidas químicos, logrando a su vez una regeneración absoluta de los suelos para que vuelvan a producir frutas y verduras sanas. Organizan talleres para que participen otros jóvenes y familias que deciden hacer la transición a la agroecología. Rubén Gutiérrez, también de la UTT, dijo: “Estamos demostrando que en el campo hay futuro. Conocí a mi compañera Maritsa, me enamoré de ella y me enamoré del campo, ella me explicó cómo se podía producir de otra manera. Yo defendía usar agrotóxicos, pero ella me hizo entender y aprendí todo de nuevo. No solo es un modelo de producción sino un estilo de vida” dijo, sumándose al sueño que Remo planteó al comienzo de la charla: llegar a un 2025 con un país sin agrotóxicos. Otro desafío tras la presentación del libro, mientras la agroecología sigue creciendo.

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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