Nota
Desalojo en AGR-Clarín: retiro pacífico y acampe en la puerta
Luego de una semana cargada de falsas alarmas, los trabajadores de AGR-Clarín decidieron en asamblea retirarse pacíficamente de la planta en medio de un fuerte operativo que desde temprano cercó la fábrica con Policía Federal y Gendarmería. Tomaron la decisión después de 82 días en defensa de más de 380 puestos de trabajo. Ahora seguirán resistiendo con un acampe en la puerta de la empresa: “Es un cierre fraudulento, ilegal, solo para despedir a trabajadores y aumentar la precarización. Clarín busca quebrar la organización gremial”.
La noticia que venía circulando de boca en boca y por redes sociales a modo de falsa alarma durante la última semana se convirtió en realidad a las 14:48 de este viernes. Luego de un importante despliegue de Policía Federal y Gendarmería los trabajadores de Asociación Gráfica Rioplatense votaron en asamblea el retiro pacífico de la planta para evitar una posible represión. La orden de allanamiento y desalojo había sido dictada por el juez Pablo Casas, subrogante del juzgado Contravencional N°14. Antes de dejar la planta, los obreros recorrieron la empresa y registraron junto a efectivos policiales que las instalaciones estaban en perfecto estado.
Luego, salieron.
A llanto pelado
Varios de los trabajadores, al salir, lloraron. “Fuerza, compañeros: la lucha sigue”, fue uno de los tantos consuelos que escucharon los trabajadores luego de ocupar durante 82 días la empresa y soportar represiones y espionajes para defender más de 380 puestos de trabajo. El secretario general de la Comisión Interna de AGR-Clarín, Pablo Viñas, fue uno de los últimos en salir y se detiene a hablar. Piden silencio.
Dice: “Hemos sido notificado por el juez Casas de una orden de allanamiento y desalojo sin que el juez Casas ordenara ningún tipo de mediación. Salimos con la frente en alta y salimos enteros para seguir luchando. Hemos planteado a las fuerzas policiales una negociación en la cual hemos entrado con cámaras nuestras, y la policía con las suyas, y hemos mostrado, y está constando en actas, el estado impecable del inmueble, de las rotativas, de los stock”.
Viñas subrayó que los trabajadores votaron dos resoluciones en asamblea.
“En primer lugar, que la lucha sigue. Y dentro de poco se viene la Feria del Libro, que es el acontecimiento anual más importante del Grupo Clarín. Lo otro que hemos resuelto es un mandato a la Federación Gráfica Bonaerense y a la CGT reclamándole un paro activo nacional y un plan de lucha contra el ajuste y la represión, porque a los trabajadores no nos alcanza un paro para desahogarnos. Acá no es que nos queremos sacar la bronca: queremos que nos dejen de cagar de hambre. Pero los trabajadores estamos enteros, porque están las máquinas y están los operarios. Tenemos la capacidad de producir y poner la fábrica en movimiento. Reincorporación de los trabajadores”.
Las amenazas
Los trabajadores habían encendido la alerta ante los rumores de desalojo que se repitieron durante los últimos días y madrugadas. “No sabíamos si no vinieron por la reacción o porque nos están tanteando”, dijeron en ese momento los obreros a lavaca. Desde entonces decidieron reforzar la vigilia y extender la red de comunicaciones para tener una respuesta rápida en caso que se repitiera. En el medio, denunciaron que Clarín continúa imprimiendo la revista Viva (una de las publicaciones que trabaja AGR) en Chile, y por esa razón el 24 de marzo los contestaron en la calle con una edición llamada Viva las luchas obreras.
También denunciaron que la Cámara Civil había resuelto devolverla la causa al juez Alejandro César Verdaguer, del Juzgado Civil N°101, que se había excusado ya que su hermano, Hernán Verdaguer, es gerente de Asuntos Regulatorios del Grupo Clarín.
Defender el orgullo
Gustavo Castillo tiene 41 años, dos hijos (14 y 4 años) y maneja una rotativa 1008 que trabaja 64 mil pliegos por hora. Dice a lavaca desde la calle: “Amanecimos y nos llega la data de que nos iban a desalojar. Ya teníamos votado en asamblea cómo actuar de acuerdo a cómo estuviera el aparato represivo montado afuera. Entraron a verificar cómo estaban las máquinas: están para producir. Son nuestras fuentes de trabajo y no las íbamos a romper porque nosotros queremos volver a entrar, queremos la reincorporación y por eso las cuidamos como oro. Yo hace 20 años que trabajo ahí y es mi segunda casa, es mi laburo y con eso llevo mi comida a mi familia”.
Roberto Caroub, 45 años, del sector de preprensa, cuenta que las fuerzas llegaron preparadas para una batalla: “Estaba lleno de policías, prefectos y gendarmes: rodearon toda la planta”. Hace 23 años que trabaja en la fábrica. “Para nosotros es una gran decepción después de muchos años de sacrificio, de entregarse a la empresa, de cumplir con el trabajo, de irme contento con el sustento para mi familia. De todos modos, armamos un grupo tan grande, tan lindo, que llegar a este momento es emocionante y te queda para toda la vida. Ahora estamos afuera pero vamos a seguir todos juntos. Así no hay forma que nos detengan”.
Castillo comparte: “Quieren barrer con una organización gremial que viene desde hace seis años sin dejarse pisotear, defendiendo a los trabajadores. Eso Clarín no lo tolera: busca quebrar la organización. Esto va a volver a abrir, porque las máquinas valen millones de dólares, pero con gente precarizada. Ahora nos vamos a plantar en otro escenario: iremos a la CGT, al sindicato, donde sea para que el Estado medie porque acá tiene que haber una solución: no podemos quedarnos sin trabajo de la noche a la mañana porque a una patronal se le antojó quebrar la organización de un taller”.
Caroub: “Es una empresa que cerró fraudulentamente, que factura millones y millones todos los años, que incorporó tecnología de última generación, pero por un plan de ajuste decidieron cerrarla. ¿Para qué? Solamente para volver a tomar empleados de forma precarizada. Nosotros no queremos eso, no quiero enseñarle eso a mi hijo, y por eso vamos a pelearla hasta el final, para que el día mañana pueda contarle esta historia y que él la repita, con todo el orgullo del mundo”.

Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


Revista MuHace 2 semanasMu 208: Lara Brenda Morena

#NiUnaMásHace 2 semanasUn mes sin Brenda, Lara y Morena: lo que se sabe de la trama narcofemicida

Soberanía AlimentariaHace 2 semanasMiryam Gorban: hasta siempre, maestra

Derechos HumanosHace 2 semanasEstela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!

#NiUnaMásHace 3 semanasTransfemicidio en Neuquén: reclaman justicia por Azul, la trabajadora estatal por la que se declararon dos días de duelo

















