Nota
Estreno 13 horas de rebelión: últimos días de la víctima
El próximo 11 de junio, a las 19, María Galindo presentará en MU. Punto de Encuentro, con entrada libre y gratuita, su último documental 13 horas de rebelión. En esta nota nos cuenta qué motivó este trabajo, qué muestra y por qué nos invita a reflexionar sobre cómo las mujeres están desafiando al machismo. Este documental fue seleccionado para el festival latinoamericano de video arte Flavia que se realiza a partir del 12 de junio en el Centro Cultural Borges.
(María Galindo) Todos los días, a través de todos los medios de comunicación, la sociedad toma su dosis de veneno machista, destinada a reforzar todos y cada uno de los prejuicios crónicos que lo sustentan.
Asistimos con normalidad al asesinato, violación, humillación y cosificación de las mujeres, como parte del almuerzo, la cena y el desayuno.
Escuchamos en el colectivo, en el colegio o la universidad todo tipo de justificaciones para la opresión de las mujeres. El machismo en nuestra sociedad goza de status de normalidad, se lo hace parecer muy sólido e imposible de resquebrajar.
Yo disfruto de la confianza de cientos de mujeres que diariamente me buscan para tan sólo conversar conmigo y poner sobre la mesa sus sueños, sus miedos, sus búsquedas. Como depositaria de esa confianza, pero sobre todo como depositaria de ese latir mujeril rebelde, me he sentido en la obligación de producir una réplica pública a todo ese machismo.
Mostrar sus grietas, sus contradicciones. Mostrar sobre todo cómo el machismo no recae en las vidas de las mujeres como se pretende. Un golpe disciplinador no representa una respuesta disciplinada de sumisión. Una imagen cosificadora no representa una respuesta de acomplejamiento. La capacidad de la cosificación de las mujeres de imponerse sobre nuestros cuerpos tiránicamente está siendo puesta en cuestión por las propias mujeres.
13 horas de rebelión es un trabajo que quiere dar cuenta de algo que está sucediendo y que está siendo invisibilizado por el conjunto de las instituciones de la sociedad: las mujeres de las edades y proveniencias más diversas estamos en estado de rebelión.
Estamos produciendo una rebelión invisible de gran escala: una rebelión que ha cambiado las estructuras de las familias, que ha cambiado los presupuestos de la maternidad, de la felicidad y de nuestros propios cuerpos. Una rebelión que ha cambiado las bases mismas de la economía boliviana.
Las mujeres hemos roto con el padre proveedor, somos la base de sustento de nuestras familias y del fenómeno económico más extendido que es la economía informal. Nos estamos inventado el sustento diario, y esa capacidad de invención del sustento supone la invención de nosotras mismas.
Las mujeres estamos construyendo un nuevo lugar social, modos de subsistir y sueños y aspiraciones capaces de revertir el sentido de todo.
Las protagonistas son mujeres de a pie. No hay héroes, no hay príncipes azules, no hay heroínas. No hay imágenes aéreas, ni gran derroche de recursos. La fuerza expresiva del trabajo está en la mirada feminista que contiene.
Desde el primer momento puedes sentir que está en pantalla otra forma de mirarlo todo. Basta pensar que vivimos en un mundo donde todo está producido desde el punto de vista y a medida de las necesidades masculinas, para ubicarse en que romper con esa lógica, además de ser una hazaña en sí misma, resulta ser refrescante y sorprendente.
A falta de otro tipo de cobertura, he tenido que utilizar esta columna para invitarles. El próximo viernes 3 de octubre se estrena en la Cinemateca, contiene seis cortos. Un trabajo de 80 minutos que será proyectado durante un mes en dos funciones, a las 19:30 y a las 21:30. La función de las 19:30 contará, además, con un espacio de debate con el público.
Uno de los cortos (Úteros ilegales) ha sido ya estrenado en la 31 Bienal de Arte de Sao Paulo y está siendo ahora mismo proyectado allí, con subtitulación en inglés y portugués.
Las instituciones culturales en nuestro país están destrozadas y puedo decirles que obtener la Cinemateca Boliviana para la proyección de un trabajo boliviano ha sido muy difícil. Más difícil aún ha sido lograr que las entradas tengan un costo en todas las funciones de dos por uno.
13 horas de Rebelión
Sinopsis:
Estamos acostumbrados a que los procesos de rebelión social sean sólo marchas, protestas reinvidicativas colectivas. Planteo otra esfera de la rebelión social, la esfera justamente cotidiana. De ahí viene el título del trabajo. Pretendo visibilizar una rebelión subterránea que está aconteciendo y que está siendo protagonizada por las mujeres.
El filme está compuesto por seis cortometrajes. El primero se refiere a la cosificación del cuerpo de las mujeres y se llama Pasarela feminista. Se trata de una relectura feminista de un espacio universal como es la pasarela. El segundo está dedicado a la trabajadora de limpieza que fue violada en la Asamblea Legislativa de Chuquisaca., creo que es un documento inédito sobre lo que realmente está aconteciendo con las mujeres en el proceso boliviano. El tercero es úteros ilegales y trata el tema del aborto. El cuarto trata sobre la masculinidad y se llama “el desertor”. Finalmente, los dos últimos se centran en el tema de la violencia machista.
Sobre la metodología de trabajo debo decir que ha sido enteramente rodado en la calle, que ha sido trabajado con mujeres que no son actrices sino que la mayor parte del trabajo ha sido consegiuir que las protagonistas hablaran en primera persona.
El corto referido al aborto ha sido exhibido en la 31 Bienal de Arte de Sao Paolo por 3 meses con subtítulos en inglés y portugués en dos pantallas.
Ficha técnica:
Creación y dirección: Maria Galindo
Cámaras y edición: Rafael Venegas
Producción: Mujeres Creando
Protagonistas: Romina Ramírez, Emiliana Quispe y Pedro Costa
Género: docu ficción
Duración: 80 minutos, año de producción: 2014

María Galindo
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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