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Hotel Bauen: la historia de nunca acabar

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La noticia llegó en vísperas de una celebración especial: los trabajadores del Bauen estaban preparando los festejos por los once años de la recuperación del Hotel cuando recibieron una orden de desalojo que los obliga a abandonar el edificio en treinta días. La sentencia, a cargo de la jueza Paula Hualde, estaba firme desde el año 2007 pero había quedado suspendida en 2012, cuando los trabajadores presentaron ante la justicia una denuncia penal contra los antiguos dueños, la familia Iurcovich.

La historia

La historia del Bauen está llena de instancias legales, apelaciones y tensiones por desalojos. Trataremos de resumirla en algunos puntos:

  1. Marcelo Iurcovich recibe un préstamo del ex Banco Nacional de Desarrollo por iniciativa del gobierno militar para construir un hotel en una zona estratégica como parte de un plan de ampliación de la infraestructura de servicios de cara al mundial que se llevaría a cabo ese mismo año.
  2. En 1997, luego de años de decadencia, Iurcovich vende parcialmente el hotel al Grupo Solari, a cargo de una cadena hotelera chilena, que debía pagar aquella deuda con el Estado. En febrero del 2000 la firma llama a convocatoria de acreedores. Había pagado solamente 4 de los 12 millones que le debía al Estado.
  3. El 28 de diciembre de 2001, el Hotel Bauen cierra sus puertas y deja a 70 trabajadores en la calle.
  4. Recién en 2003, luego de un acuerdo con el Gobierno de la Ciudad, los trabajadores, organizados en forma de cooperativa, volvieron a explotar comercialmente las instalaciones del Bauen.
  5. En 2005 los Iurcovich anuncian la venta del Hotel a la empresa Marcoteles S.A, de la cual forma parte Hugo, uno de los hijos.
  6. En diciembre de ese mismo año, el macrismo gana en la Legislatura –con el mínimo de votos- la aprobación de una ley que perdonaba la deuda, pero proclamaba nula la cooperativa para manejar el hotel. Gracias a la presión de los trabajadores, el entonces jefe de gobierno porteño Jorge Telerman demoró la firma de la ley. En julio de 2006 la Justicia determinó que el hotel pertenecía a la firma Mercoteles, y el 30 de ese mes la jueza comercial Paula Hualde intimó al desalojo del Bauen.
  7. La orden se mantuvo durante años hasta que los trabajadores, luego de apelar a diferentes presentaciones legales que fueron sistemáticamente rechazadas, llevaron ante la justicia la causa penal contra los Iurcovich.
  8. Finalmente, a fines del año pasado, el juzgado federal número 7, a cargo de Sebastían Casanello, consideró que no había motivos suficientes para acusar a los Iurcovich y la causa quedó archivada.
  9. Así fue como la jueza Hualde reactivó la orden de desalojo.

La salida

Federico Tonarelli, expresidente de la Cooperativa que nuclea a los trabajadores, explica: “Fue un golpe duro porque estábamos preparando el festejo y la presentación del Cuarto Relevamiento de Empresas Recuperadas. Aun así, aprovechamos la fiesta para armar una comisión de apoyo que nos permita trabajar en una campaña para insistir con la idea de siempre: no se puede devolver un inmueble a deudores históricos del Estado. Tratamos de buscar mecanismos que nos den una salida que no implique el desalojo. Igualmente sabemos que no va a ocurrir: va a primar la sensatez. No se puede venir a desalojar un hotel donde hay una empresa cooperativa que funciona al 100%, con pasajeros, huéspedes y comensales”, agrega Tornarelli.
Diego Ruarte, miembro de la cooperativa, aclara: “Por más que querramos llegar a un acuerdo con Iurcovich, la deuda que tiene con el Estado ya proscribió. Por lo tanto, el verdadero dueño del hotel es el Estado Nacional”.
Tornarelli agrega: “No falta voluntad de nuestra parte, pero es imposible llegar a un acuerdo con gente que ha hecho maniobras de todo tipo para no pagar lo que le debían al Estado y desalojar a la cooperativa”.
El Bauen hoy en día, y desde hace once años, se encuentra en pleno funcionamiento y es fuente de trabajo de 130 personas. Durante el próximo mes se llevarán a cabo una serie de actividades para hacer público un caso que ya ha pasado por todas las instancias legales y que solo puede resolverse, coinciden los trabajadores, con apoyo social.

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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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