Nota
La caravana centroamericana en México: relato de un éxodo político por dentro
Miles y miles de personas, la mayoría hondureñas, entran a la ciudad de México desde el 19 de octubre para pasar hacia Estados Unidos. Fueron recibidas con gases lacrimógenos, balas de goma y violencia estatal. En esta crónica junto a familias con niños, mujeres embarazadas y adolescentes viajando solos, la periodista Eliana Gilet describe el rumor político de una caravana histórica que desnuda la crisis social profunda en Centroamérica.
Por Eliana Gilet, desde Ciudad de México, para lavaca.org. Fotos de Ernesto Álvarez.
Primero, una ubicación geográfica: para llegar a la Ciudad de México, la cabecera del éxodo centroamericano, la caravana recorrió 1.200 kilómetros por Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Puebla, en 15 días de caminata y “jalón”. Según la estimación oficial, entre 13 y 17 mil personas entraron a México entre el 19 de octubre y el 2 de noviembre.
La primera caravana del éxodo centroamericano, “la cabecera”, entró el viernes 19 y fue recibida con gases lacrimógenos. La gente saltó del puente de entrada legal al río y comenzó a andar en grupo. Fue la más grande, de más de 7.000 personas, según los datos del primer punto al que llegaron en México, al día siguiente: 2234 mujeres, 2622 hombres, 1307 niñas y 1070 niños. Casi todos originarios de Honduras. Casi todas familias con niños. También se supo que hay unas 20 mujeres embarazadas, y unos 300 adolescentes viajando solos.
El segundo grupo entró el domingo 28 de octubre y fue hostigado por un helicóptero de las fuerzas federales mexicanas, que impidió que la gente abordara las balsas que organizan el tránsito irregular, pero cotidiano, entre México y Guatemala. Un joven hondureño, Henry Adalid Díaz Reyes, murió por el impacto de las balas de goma de la Policía Federal mexicana.
El tercer grupo, de unas 200 personas que llegaron desde El Salvador, cruzó a México por el río el viernes 2 de noviembre.

Ciudad Hidalgo, Chiapas. Elemento de la Gendarmería vigila la frontera sur.
Foto: Ernesto Álvarez
Los medios hablan de una cuarta caravana para referirse a la gente que aceptó la oferta del gobierno mexicano de solicitar asilo aquí y que quedó confinada en Tapachula, Chiapas. Primero, el Instituto Nacional de Migración los tuvo presos en un espacio llamado Feria Mesoamericana durante dos semanas, hasta que los desalojó sin aviso previo ni alternativas para esperar el tiempo que se demore el trámite de su solicitud para permanecer legalmente en México. Son alrededor de 2000 personas.
Para el 9 de noviembre, un grupo pequeño de 200 fue detenido por migración cerca de Metapa, camino a Tapachula, la primera ciudad grande a 60 kilómetros de la frontera entre Chiapas y Guatemala. El dato sin confirmar es que fueron deportados.
Un periodista salvadoreño, Félix Meléndez, reportó que del otro lado del río, en Tecún Umán, Guatemala, se acumula gente que espera que se junte un nuevo grupo al cual unirse para pasar a México con el impulso de la masividad.
El salvadoreño dice que los migrantes buscan viajar “acuerpados en la fuerza del colectivo” que los hace zafar de pagarle a un pollero que los traslade por estas rutas desconocidas, porque juntos logran la atención pública que no consiguen en soledad, y el sostén de la gente por los pueblos que pasan y les donan agua, comida y ropa cuando los ven llegar.
Correr es mi destino
Ahora, una ubicación política: la sangría centroamericana lleva una década sucediendo, porque las sucesivas crisis institucionales en Honduras hicieron que la gente tomara el camino silenciosamente.
Mientras los hondureños copaban la ruta, en México se liberó la violencia en Tamaulipas, la zona fronteriza de la ruta más corta hacia Estados Unidos. El momento más significativo de esto que se menciona ocurrió en 2010 con el hallazgo de que 72 personas fueron fusiladas juntas en San Fernando, a dos horas de la frontera entre Reynosa y McAllen, Texas, tras haber sido bajadas por paramilitares de los autobuses en que viajaban.
El siguiente golpe al camino migrante por México vino en 2014, con el control de la frontera sur mexicana gracias a un vidrioso acuerdo de cooperación internacional con Estados Unidos, que financió el control del comienzo de la ruta con dinero que llega a México para la llamada «guerra al narcotráfico».
La ruta del tren que antes se usaba para viajar subidos al techo, apodado «La Bestia», fue militarizada y se volvió una zona de violaciones sistemáticas a cualquiera que se le animara. Se multiplicaron las denuncias contra funcionarios de policía, migración y seguridad privada desde entonces.
La canilla pareció cerrarse pero no: la gente sólo tomó caminos más ocultos.

5. Niño centroamericano descansa a las afueras del estadio Jesús Martínez.
Foto: Ernesto Álvarez
Por eso, el surgimiento de grandes grupos de gente que se junta para salir de su tierra a la luz pública sólo puede entenderse siguiendo el devenir de la vida política en Honduras.
La respuesta de México, por su parte, que tiene a cientos de efectivos en la frontera con Guatemala, es un paso más en dirección a lo exigido por Estados Unidos. En el fondo, la potencia quiere obligar a que todo solicitante de refugio que pase por México lo pida aquí y no allá.
Las cifras demuestran que México ya torció la solidaridad que lo caracterizó siempre: entre 2016 y mediados de 2017, deportó a 60.000 niños al triángulo norte de Centroamérica. Desde el 2015 México supera a Estados Unidos año a año, en la cantidad de gente que deporta sin mayor proceso que una entrevista. Esto no sucedía desde 1971.
A medio camino
Las tres jovencitas (entre 20 y 26 años) habían decidido salirse de Honduras con destino a Guatemala, gracias al contacto de otra amiga que ya había migrado. La mujer que les habló no les decía para qué trabajo las requerían y a la mayor del grupo se le hizo raro la insistencia de alguien que, en realidad, no conocían. Que cuando llegan, les preguntaba, que el patrón las está esperando, les decía. Entonces no se fueron.
El instinto fue más fuerte y estando en la terminal cambiaron rumbo con sus maletas y avanzaron hasta entrar a México. De acá para allá cargando con sus bártulos en una desconocida ciudad fronteriza, buscaron hospedaje con el dinero que traían (cobré y con eso salí, dice la mayor).
Entonces escucharon sobre la caravana y viajaron para alcanzarlos. “Ni se imagina todo lo que hemos pasado”, dice la más joven mientras toma café y estornuda. No quiere hablar mucho aunque suelta algún comentario, sobre todo cuando llegamos a hablar de lo innecesario y pesado que se vuelven todas las porquerías que uno cree imprescindibles para vivir y en el camino se vuelven un estorbo.
Fue dejando cosas nuevas tiradas en la ruta, pero hace un gesto como que no le importa. La mitad del trecho está hecho: llegaron a la Ciudad de México.
Entre la gente esa noche en el estadio donde la Ciudad hospedó al éxodo está Bartolo Fuentes, un periodista hondureño, ex diputado del partido Libre de oposición, a quien ahora el gobierno de su país persigue y amenaza con abrirle una causa judicial. Fuentes se defiende diciendo que lo acusan de cosas contradictorias: por un lado, de tráfico de personas, cobrándole a la gente; y por otro, se lo acusa de darles dinero para que se movilicen.
Fuentes tiene el ojo acostumbrado a ver salir gente de El Progreso, en el departamento de Yoro, pero cuando se pone a hablar con las jovencitas del comienzo ellas no lo reconocen. Sin embargo, el sí conoce su aldea y saca de la galera el nombre de alguien que ambos tienen en común. Se ríen. Fuentes describe lo que ha visto: “En esta caravana va bastante gente de la zona rural. Como venían de la ruta de Occidente hacia San Pedro (Sula, la salida oficial de esta caminata que se transformó en éxodo, el 12 de octubre) salió mucha gente de Lempira, del mismo Copán y de Ocotepeque. Hay un municipio, El Porvenir, cerca de La Ceiba en la mera costa Atlántica, tiene playa incluso, que salieron 50 personas desde el día que inició la caminata”.
De las dos metrópolis, San Pedro Sula y Tegucigalpa, se sumaron mil personas por cada una desde el arranque. “Pero fíjese un detalle que nadie lo ha escrito: estos son migrantes en segunda ocasión, es gente que viene de San Pedro, pero ahí llegó migrando recientemente de algún municipio rural del país. No sus padres, ellos».

Ciudad de México. Centroamericanos hacen fila para acceder a los alimentos donados por el gobierno de la capital.
Foto: Ernesto Álvarez
El economista Noé Pino, que tuvo altos cargos en Honduras y ahora se dedica a la docencia universitaria lo explica de manera cruda: “La principal exportación de Honduras son las personas. Las remesas que envían los migrantes han llegado a representar la principal fuente de divisas del país. Se calcula que para 2018 vamos a recibir alrededor de 4600 millones de dólares”.
Sobre la caravana: “La caravana ha desnudado esta situación, la ha puesto gráficamente en su forma más dramática el pueblo hondureño. Y ha servido para contrastar que esa Honduras que pintaban los medios de comunicación y que pintaba diariamente Juan Orlando, no es la Honduras real”.
Oiga mami
Él miraba qué anotaba yo en mi cuaderno y yo chusmeaba qué mandaba él en sus mensajes de texto. Teníamos los intereses cruzados. “Oiga mami”, escribió y abrió el micrófono para enviarle el audio de la asamblea.
No fue una asamblea típica, sino más bien una con pocos oradores. Esa noche decidieron que esperarían un día más en el campo de refugiados instalado en un estadio dentro de la ciudad deportiva Magalena Mixhuca, de la Ciudad de México.
Ahí nos espiábamos, como a las ocho de la noche del miércoles 7 de noviembre hora de iniciar la asamblea, como acostumbran hacer desde que el éxodo entró a México y Pueblos sin fronteras, una organización de abogados gringos, tomó la posta del apoyo.
Al día siguiente, un grupo de unas 300 personas se manifestó ante las oficinas del Alto Comisionado de la ONU en México para pedirle autobuses para todos que los llevaran a la frontera con Estados Unidos. A pesar de que 18 coordinadores de distintos departamentos de Honduras, así como una representante de Guatemala, Nicaragua y un hombre de El Salvador fueron recibidos, no obtuvieron respuesta favorable.
Los coordinadores estaban furiosos y repitieron varias veces en la conferencia que dieron al día siguiente, antes de tomar la ruta sin apoyo como hasta entonces, que «la gente de la ONU bien podía irse con sus chalecos celeste-azulado a otra parte, que no eran bienvenidos». Después de casi una semana en la capital, volvieron a salir.

Tecún Umán, Guatemala. Joven centroamericano juega fútbol en la cancha del Foro Cultural Erik Suñiga. Las personas del lado guatemalteco esperaban a juntar un gran contingente para abrir paso por el río Suchiate.
Foto: Ernesto Álvarez
Les habilitaron cuatro viajes en el metro de la Ciudad hasta una terminal al norte y de ahí a pedir jalones en trailers, aunque un grupo pequeño llegó al siguiente punto pagando su pasaje de autobús.
Las autoridades de los Estados que siguieron –Estado de México, Querétaro y Jalisco- se empeñaron por tomar control de la situación y acelerar la salida del grupo de sus territorios.
Algo así como el garrote tras la zanahoria, la represión escondida en un acto humanitario. Eso fue sacarlos del centro de la ciudad de Querétaro para llevarlos a un estadio frío y periférico a pasar la noche helada. Martín Martínez, de la Estancia del Migrante de esa ciudad dijo a esta cronista que fueron irradiados de la ayuda por la autoridad, cuando ellos tienen 18 años trabajando en esa zona con población que migra.
Señaló que el primer pico similar que les tocó atender en esta zona -que es netamente de tránsito y no de estancia- fue en el año 2010. Recuérdese el golpe de Estado sufrido en Honduras en 2009 y tiene sentido.
Ahora, si consideramos como señalaron múltiples fuentes, que fue el fraude electoral de 2017 que mantuvo forzosamente a Juan Orlando Hernández en el poder, la causa de este nuevo pico migratorio también tiene sentido. Estos migrantes son políticos. “El fraude escandaloso de 2017 creó un ambiente de polarización política en Honduras que sumado al desempleo y la pobreza, hizo que buena parte de la población haya perdido la esperanza de mejorar y haya llegado a la conclusión que la única forma es emigrando bien sea a México o a los Estados Unidos”, dice el economista Noé Pino.
Y cierra: «La debilidad institucional de Honduras, que la mantiene atrapada en un círculo vicioso de bajo crecimiento por la violencia y la pobreza masiva, demuestra un agotamiento del sistema político hondureño, que no responde a las necesidades de la población”.

Centroamericano levanta sus maletas y se alista para salir de viaje rumbo a los EEUU.
Foto: Ernesto Álvarez
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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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