Nota
La caravana centroamericana en México: relato de un éxodo político por dentro
Miles y miles de personas, la mayoría hondureñas, entran a la ciudad de México desde el 19 de octubre para pasar hacia Estados Unidos. Fueron recibidas con gases lacrimógenos, balas de goma y violencia estatal. En esta crónica junto a familias con niños, mujeres embarazadas y adolescentes viajando solos, la periodista Eliana Gilet describe el rumor político de una caravana histórica que desnuda la crisis social profunda en Centroamérica.
Por Eliana Gilet, desde Ciudad de México, para lavaca.org. Fotos de Ernesto Álvarez.
Primero, una ubicación geográfica: para llegar a la Ciudad de México, la cabecera del éxodo centroamericano, la caravana recorrió 1.200 kilómetros por Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Puebla, en 15 días de caminata y “jalón”. Según la estimación oficial, entre 13 y 17 mil personas entraron a México entre el 19 de octubre y el 2 de noviembre.
La primera caravana del éxodo centroamericano, “la cabecera”, entró el viernes 19 y fue recibida con gases lacrimógenos. La gente saltó del puente de entrada legal al río y comenzó a andar en grupo. Fue la más grande, de más de 7.000 personas, según los datos del primer punto al que llegaron en México, al día siguiente: 2234 mujeres, 2622 hombres, 1307 niñas y 1070 niños. Casi todos originarios de Honduras. Casi todas familias con niños. También se supo que hay unas 20 mujeres embarazadas, y unos 300 adolescentes viajando solos.
El segundo grupo entró el domingo 28 de octubre y fue hostigado por un helicóptero de las fuerzas federales mexicanas, que impidió que la gente abordara las balsas que organizan el tránsito irregular, pero cotidiano, entre México y Guatemala. Un joven hondureño, Henry Adalid Díaz Reyes, murió por el impacto de las balas de goma de la Policía Federal mexicana.
El tercer grupo, de unas 200 personas que llegaron desde El Salvador, cruzó a México por el río el viernes 2 de noviembre.

Ciudad Hidalgo, Chiapas. Elemento de la Gendarmería vigila la frontera sur.
Foto: Ernesto Álvarez
Los medios hablan de una cuarta caravana para referirse a la gente que aceptó la oferta del gobierno mexicano de solicitar asilo aquí y que quedó confinada en Tapachula, Chiapas. Primero, el Instituto Nacional de Migración los tuvo presos en un espacio llamado Feria Mesoamericana durante dos semanas, hasta que los desalojó sin aviso previo ni alternativas para esperar el tiempo que se demore el trámite de su solicitud para permanecer legalmente en México. Son alrededor de 2000 personas.
Para el 9 de noviembre, un grupo pequeño de 200 fue detenido por migración cerca de Metapa, camino a Tapachula, la primera ciudad grande a 60 kilómetros de la frontera entre Chiapas y Guatemala. El dato sin confirmar es que fueron deportados.
Un periodista salvadoreño, Félix Meléndez, reportó que del otro lado del río, en Tecún Umán, Guatemala, se acumula gente que espera que se junte un nuevo grupo al cual unirse para pasar a México con el impulso de la masividad.
El salvadoreño dice que los migrantes buscan viajar “acuerpados en la fuerza del colectivo” que los hace zafar de pagarle a un pollero que los traslade por estas rutas desconocidas, porque juntos logran la atención pública que no consiguen en soledad, y el sostén de la gente por los pueblos que pasan y les donan agua, comida y ropa cuando los ven llegar.
Correr es mi destino
Ahora, una ubicación política: la sangría centroamericana lleva una década sucediendo, porque las sucesivas crisis institucionales en Honduras hicieron que la gente tomara el camino silenciosamente.
Mientras los hondureños copaban la ruta, en México se liberó la violencia en Tamaulipas, la zona fronteriza de la ruta más corta hacia Estados Unidos. El momento más significativo de esto que se menciona ocurrió en 2010 con el hallazgo de que 72 personas fueron fusiladas juntas en San Fernando, a dos horas de la frontera entre Reynosa y McAllen, Texas, tras haber sido bajadas por paramilitares de los autobuses en que viajaban.
El siguiente golpe al camino migrante por México vino en 2014, con el control de la frontera sur mexicana gracias a un vidrioso acuerdo de cooperación internacional con Estados Unidos, que financió el control del comienzo de la ruta con dinero que llega a México para la llamada «guerra al narcotráfico».
La ruta del tren que antes se usaba para viajar subidos al techo, apodado «La Bestia», fue militarizada y se volvió una zona de violaciones sistemáticas a cualquiera que se le animara. Se multiplicaron las denuncias contra funcionarios de policía, migración y seguridad privada desde entonces.
La canilla pareció cerrarse pero no: la gente sólo tomó caminos más ocultos.

5. Niño centroamericano descansa a las afueras del estadio Jesús Martínez.
Foto: Ernesto Álvarez
Por eso, el surgimiento de grandes grupos de gente que se junta para salir de su tierra a la luz pública sólo puede entenderse siguiendo el devenir de la vida política en Honduras.
La respuesta de México, por su parte, que tiene a cientos de efectivos en la frontera con Guatemala, es un paso más en dirección a lo exigido por Estados Unidos. En el fondo, la potencia quiere obligar a que todo solicitante de refugio que pase por México lo pida aquí y no allá.
Las cifras demuestran que México ya torció la solidaridad que lo caracterizó siempre: entre 2016 y mediados de 2017, deportó a 60.000 niños al triángulo norte de Centroamérica. Desde el 2015 México supera a Estados Unidos año a año, en la cantidad de gente que deporta sin mayor proceso que una entrevista. Esto no sucedía desde 1971.
A medio camino
Las tres jovencitas (entre 20 y 26 años) habían decidido salirse de Honduras con destino a Guatemala, gracias al contacto de otra amiga que ya había migrado. La mujer que les habló no les decía para qué trabajo las requerían y a la mayor del grupo se le hizo raro la insistencia de alguien que, en realidad, no conocían. Que cuando llegan, les preguntaba, que el patrón las está esperando, les decía. Entonces no se fueron.
El instinto fue más fuerte y estando en la terminal cambiaron rumbo con sus maletas y avanzaron hasta entrar a México. De acá para allá cargando con sus bártulos en una desconocida ciudad fronteriza, buscaron hospedaje con el dinero que traían (cobré y con eso salí, dice la mayor).
Entonces escucharon sobre la caravana y viajaron para alcanzarlos. “Ni se imagina todo lo que hemos pasado”, dice la más joven mientras toma café y estornuda. No quiere hablar mucho aunque suelta algún comentario, sobre todo cuando llegamos a hablar de lo innecesario y pesado que se vuelven todas las porquerías que uno cree imprescindibles para vivir y en el camino se vuelven un estorbo.
Fue dejando cosas nuevas tiradas en la ruta, pero hace un gesto como que no le importa. La mitad del trecho está hecho: llegaron a la Ciudad de México.
Entre la gente esa noche en el estadio donde la Ciudad hospedó al éxodo está Bartolo Fuentes, un periodista hondureño, ex diputado del partido Libre de oposición, a quien ahora el gobierno de su país persigue y amenaza con abrirle una causa judicial. Fuentes se defiende diciendo que lo acusan de cosas contradictorias: por un lado, de tráfico de personas, cobrándole a la gente; y por otro, se lo acusa de darles dinero para que se movilicen.
Fuentes tiene el ojo acostumbrado a ver salir gente de El Progreso, en el departamento de Yoro, pero cuando se pone a hablar con las jovencitas del comienzo ellas no lo reconocen. Sin embargo, el sí conoce su aldea y saca de la galera el nombre de alguien que ambos tienen en común. Se ríen. Fuentes describe lo que ha visto: “En esta caravana va bastante gente de la zona rural. Como venían de la ruta de Occidente hacia San Pedro (Sula, la salida oficial de esta caminata que se transformó en éxodo, el 12 de octubre) salió mucha gente de Lempira, del mismo Copán y de Ocotepeque. Hay un municipio, El Porvenir, cerca de La Ceiba en la mera costa Atlántica, tiene playa incluso, que salieron 50 personas desde el día que inició la caminata”.
De las dos metrópolis, San Pedro Sula y Tegucigalpa, se sumaron mil personas por cada una desde el arranque. “Pero fíjese un detalle que nadie lo ha escrito: estos son migrantes en segunda ocasión, es gente que viene de San Pedro, pero ahí llegó migrando recientemente de algún municipio rural del país. No sus padres, ellos».

Ciudad de México. Centroamericanos hacen fila para acceder a los alimentos donados por el gobierno de la capital.
Foto: Ernesto Álvarez
El economista Noé Pino, que tuvo altos cargos en Honduras y ahora se dedica a la docencia universitaria lo explica de manera cruda: “La principal exportación de Honduras son las personas. Las remesas que envían los migrantes han llegado a representar la principal fuente de divisas del país. Se calcula que para 2018 vamos a recibir alrededor de 4600 millones de dólares”.
Sobre la caravana: “La caravana ha desnudado esta situación, la ha puesto gráficamente en su forma más dramática el pueblo hondureño. Y ha servido para contrastar que esa Honduras que pintaban los medios de comunicación y que pintaba diariamente Juan Orlando, no es la Honduras real”.
Oiga mami
Él miraba qué anotaba yo en mi cuaderno y yo chusmeaba qué mandaba él en sus mensajes de texto. Teníamos los intereses cruzados. “Oiga mami”, escribió y abrió el micrófono para enviarle el audio de la asamblea.
No fue una asamblea típica, sino más bien una con pocos oradores. Esa noche decidieron que esperarían un día más en el campo de refugiados instalado en un estadio dentro de la ciudad deportiva Magalena Mixhuca, de la Ciudad de México.
Ahí nos espiábamos, como a las ocho de la noche del miércoles 7 de noviembre hora de iniciar la asamblea, como acostumbran hacer desde que el éxodo entró a México y Pueblos sin fronteras, una organización de abogados gringos, tomó la posta del apoyo.
Al día siguiente, un grupo de unas 300 personas se manifestó ante las oficinas del Alto Comisionado de la ONU en México para pedirle autobuses para todos que los llevaran a la frontera con Estados Unidos. A pesar de que 18 coordinadores de distintos departamentos de Honduras, así como una representante de Guatemala, Nicaragua y un hombre de El Salvador fueron recibidos, no obtuvieron respuesta favorable.
Los coordinadores estaban furiosos y repitieron varias veces en la conferencia que dieron al día siguiente, antes de tomar la ruta sin apoyo como hasta entonces, que «la gente de la ONU bien podía irse con sus chalecos celeste-azulado a otra parte, que no eran bienvenidos». Después de casi una semana en la capital, volvieron a salir.

Tecún Umán, Guatemala. Joven centroamericano juega fútbol en la cancha del Foro Cultural Erik Suñiga. Las personas del lado guatemalteco esperaban a juntar un gran contingente para abrir paso por el río Suchiate.
Foto: Ernesto Álvarez
Les habilitaron cuatro viajes en el metro de la Ciudad hasta una terminal al norte y de ahí a pedir jalones en trailers, aunque un grupo pequeño llegó al siguiente punto pagando su pasaje de autobús.
Las autoridades de los Estados que siguieron –Estado de México, Querétaro y Jalisco- se empeñaron por tomar control de la situación y acelerar la salida del grupo de sus territorios.
Algo así como el garrote tras la zanahoria, la represión escondida en un acto humanitario. Eso fue sacarlos del centro de la ciudad de Querétaro para llevarlos a un estadio frío y periférico a pasar la noche helada. Martín Martínez, de la Estancia del Migrante de esa ciudad dijo a esta cronista que fueron irradiados de la ayuda por la autoridad, cuando ellos tienen 18 años trabajando en esa zona con población que migra.
Señaló que el primer pico similar que les tocó atender en esta zona -que es netamente de tránsito y no de estancia- fue en el año 2010. Recuérdese el golpe de Estado sufrido en Honduras en 2009 y tiene sentido.
Ahora, si consideramos como señalaron múltiples fuentes, que fue el fraude electoral de 2017 que mantuvo forzosamente a Juan Orlando Hernández en el poder, la causa de este nuevo pico migratorio también tiene sentido. Estos migrantes son políticos. “El fraude escandaloso de 2017 creó un ambiente de polarización política en Honduras que sumado al desempleo y la pobreza, hizo que buena parte de la población haya perdido la esperanza de mejorar y haya llegado a la conclusión que la única forma es emigrando bien sea a México o a los Estados Unidos”, dice el economista Noé Pino.
Y cierra: «La debilidad institucional de Honduras, que la mantiene atrapada en un círculo vicioso de bajo crecimiento por la violencia y la pobreza masiva, demuestra un agotamiento del sistema político hondureño, que no responde a las necesidades de la población”.

Centroamericano levanta sus maletas y se alista para salir de viaje rumbo a los EEUU.
Foto: Ernesto Álvarez
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

Revista MuHace 1 semanaMu 209: Una de terror

Derechos HumanosHace 11 horasA 40 años de la sentencia: ¿Qué significa hoy el Juicio a las Juntas?

ActualidadHace 2 semanasExtractivismo en Mendoza: movilización y rechazo ante la legislatura por el intento de votación del proyecto San Jorge

NotaHace 3 díasEncuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

#NiUnaMásHace 5 díasAdiós a Claudia Rodríguez: la Trans andina que propuso politizar el amor

















