CABA
Mi vecino, un desaparecido
Los desaparecidos de San Telmo estuvieron, este sábado, presentes.
Trescientas personas lo gritaron 29 veces, una por cada militante popular del barrio que secuestró allí mismo la última dictadura.
Se hicieron presentes, además, no sólo en la memoria; también en cada una de sus viejas casas, donde esta procesión que recorrió más de seis kilómetros en tres horas, dejó estampada sus fotos, sus historias y sus sueños.
La marcha de homenaje a los desaparecidos de San Telmo se convirtió así en una gran aguja humana que se propuso coser y coser. Cosió la memoria para remendar el olvido. Cosió los sueños de ayer y de hoy para cerrar las pesadillas. Zurció tiempos distintos en un mismo territorio, el barrio, convertido en refugio de la resistencia contra el poder y la desigualdad.
A las cuatro de la tarde, el punto de partida es la Plaza Dorrego. Allí comienza a desplegarse la bandera de H.I.J.O.S., pero también la de la Asamblea vecinal de Plaza Dorrego. Están los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo, pero también los negros y rojos de la agrupación de trabajadores desocupados Movimiento Tierra y Liberación. Hay remeras del Che Guevara y también las diseñadas por el Taller Popular de Serigrafía, esas que dicen «Somos nosotros. 19 y 20 de diciembre». Están las siluetas de cartón de tamaño humano, las que evocan a los desaparecidos desde aquel siluetazo realizado a fines de la dictadura, y están también las poéticas pintadas del Grupo de Artistas Callejeros.
La militancia de ayer y hoy enhebran sus hilos.
La avanzada de la marcha es una especie de «brigada» universitaria, conformada por estudiantes de las agrupaciones independientes de la Universidad de Buenos Aires. Hay integrantes de El Mate, T.N.T y La Mariátegui, entre otras organizaciones. Los jóvenes caminan varios metros delante de la columna, pegando stickers en paredes y columnas de alumbrado. «Sin el golpe de Estado del 76… ¿habría chicos muriéndose de hambre?», pregunta una calcomanía. «En la dictadura no se enteraban de nada…, ¿se enterarán de lo que está pasando ahora?», cuestiona otra. «Faltan 30.000 militantes para cambiar el país», afirma una tercera.
La primera puntada ya está dada.
«Presente», se grita por primera vez en Defensa 1066, donde hace 26 años vivía Sergio Aneiros, escenógrafo del Teatro Discépolo. Desapareció el 16 de diciembre de 1977 a las 0.40. Hoy en ese lugar funciona la galería El Solar de French, donde los turistas y anticuarios se mezclan con mendigos y cartoneros.
La historia oficial indica que Buenos Aires nació en el actual Parque Lezama, mientras que otras teorías arriesgan que don Pedro de Mendoza plantó banderas en lo que hoy son las calles Paseo Colón y Humberto Primo. Las dos versiones localizan a esa primera y fallida fundación en San Telmo, una geografía marcada a fuego por la experiencia de ese conquistador que soñaba con El Dorado y se encontró con tierras inhóspitas y violentas. Sobre esa contradicción se sostiene, aún hoy, la fisonomía de este barrio que hace equilibrio entre las promesas de la gran ciudad y la condena de ser Rivadavia al sur. Desde sus orígenes, es un espacio en pugna: españoles/indios, inmigrantes/criollos, anticuarios/artistas vanguardistas, turistas/nativos, las casas recicladas y las ocupadas.
La aguja se clava en la puerta de la casa que habitó Paloma, la hija del pintor Carlos Alonso, hasta aquel 30 de julio de 1977, y por la de Adelina Gargiullo, una artesana de la Feria de San Telmo, secuestrada por doce civiles el 8 de julio de 1976. En cada casa, los manifestantes pegan una hoja con la foto del desaparecido, las circunstancias en que se produjo el secuestro y otros aspectos de su vida. Mientras encolan la papeleta que recuerda a Gargiullo, un hombre se asoma a la puerta. Es su hermano Carlos. «Yo estaba cuando se la llevaron. Todavía me acuerdo ese día», es lo único que alcanza a decir, visiblemente conmocionado.
Sobre el cordón, como en cada cordón, el Grupo de Arte Callejero pinta versos o frases de cantantes populares. «Cuando se descarta lo imposible, lo que queda aunque improbable debe ser la verdad», escriben frente a la mirada perdida de Carlos.
La parada siguiente es en Perú 923. En en el cuarto piso vivieron Graciela Verdecanna, Daniel Carricondo y Guillermo Ercolano, tres militantes del Partido Comunista Marxista Leninista que desaparecieron el 6 de diciembre de 1977. Ahora, en la puerta del edificio hay un pequeño cartelito que dice: «El departamento del cuarto piso ya fue alquilado». Una vecina, Vanesa no resistió la tentación y salió a la calle para ver de qué se trata esa bulliciosa manifestación. «Mi mamá vivió acá toda la vida y nunca comentó nada de todo esto», alcanza a decir, también conmocionada .
La marcha sigue por la calle Perú. Pasa por el teatro del Sindicato de Luz y Fuerza. Ninguna columna gremial sale para sumarse. Hubiera sido una postal de otra época.
Una cuadra más y la columna pasa por una casa desvencijada con un letrero que anuncia «Cooperativa de vivienda autogestionaria», compuesta por miembros del Movimiento de Ocupantes Inquilinos y de la Federación Tierra y Vivienda. Una postal de estos tiempos.
El primer descanso es en la plazoleta a la que le han zurcido el nombre del periodista desaparecido Rodolfo Walsh, el primero en denunciar públicamente que el plan sistemático de desaparición de personas se correspondía con un plan sistemático de destrucción de la economía nacional.
Los chicos de un merendero saludan desde unos balcones y piden que los saluden por el megáfono. Sus deseos son órdenes.
La columna retoma la marcha por la calle Tacuarí y se detiene frente al Círculo de suboficiales de la Gendarmería Nacional. «Milicos, muy mal paridos…», gritan todos hasta hinchar las venas. Desde adentro, dos mozos que trabajan en ese edificio aplauden y alientan a los manifestantes. ¿Conciencia social? ¿Cinismo? ¿Las dos cosas a la vez? ¿Otra costura?
Después, llega el momento de recordar a Raúl y Olga Decurger, estudiantes de abogacía y medicina. Tenían un hijo de cinco meses y desaparecieron el 29 de abril de 1977, cuando los sacaron por la fuerza de su hogar: San Juan 835.
La casa fue destruida. Y a su lado, en el solar vecino, funciona ahora la asamblea popular de Plaza Dorrego con sus talleres productivos, entre ellos la panadería que cocinó lo necesario para que ofrecer choripanes durante el festival con que se selló todo el recorrido.
Lo recaudado, dicen, servirá para restaurar la Plazoleta Rodolfo Walsh.
La costura sigue.
Cuando la marcha pasa por la Asamblea, un chico de ocho años toma el megáfono. La vocecita amplificada canta, entonces, pidiendo explicaciones a los militares: «Qué es lo que han hecho con los desaparecidos, la deuda externa y la corrupción.» Y se despide con una amable, pero también inquietante presentación: «Me llamo Manuel, soy de la asamblea, pero por suerte no tengo ningún familiar desaparecido».
La marcha llega a Piedras 1385, donde vivía Carlos Fernández, un actor al que todos conocían por su seudónimo: Polo Cortés. Estaba casado, tenía una hija de dos años y había sido candidato a Presidente de la Asociación Argentina de Actores por la Lista Naranja. Cuando todos estos datos están por ser pegados en el mármol que recubre la entrada del edificio, una señora mayor suplica en nombre de las paredes. «Pónganlo al costado, así no arruinan el frente», argumenta. Sin embargo, cuando advierte qué dice el cartel, su gesto es otro. «Yo vivía en el mismo piso-balbucea-. Yo le pasaba los llamados telefónicos por trabajo. Me acuerdo el día que se lo llevaron; la policía tapó la mirilla de mi puerta para que no vea nada». Un vecino que la escucha también quiere coser: acerca el nombre de otro desaparecido del barrio.
Antes de llegar a la última parada, la manifestación pasa por la comisaría 14, la misma donde estuvieron detenidos en febrero los desalojados del edificio Padelai y del Movimiento de Trabajadores Desocupados de San Telmo, la semana pasada. «Por una pizza reprimís a tu mamá», les cantan hoy.
Los reclamos vuelven a asociarse. También los verdugos, que no se dan por desanimados. A unas pocas cuadras de allí, otras dos organizaciones sociales corren el riesgo de ser las siguientes: ya tienen orden de desalojo la Asamblea Popular del Parque Lezama y el Centro Social y Cultural Tierra del Sur, donde dos decenas de jóvenes que viven en comunidad brindan talleres y actividades gratuitas para uno de los barrios más relegados de la ciudad.
Es el turno de Brasil 410, donde vivía Alicia Pais, militante de la Juventud Peronista y enfermera del Hospital Posadas, desaparecida el 1 de marzo de 1977.
«Presente» repiten otra vez los manifestantes.
Vecinos de distintas edades se asoman por diferentes balcones para sumarse al grito.
El recorrido termina en El Atlético, el centro de detención clandestina que está ubicado en Paseo Colón y Cochabamba. Por allí pasaron 1500 desaparecidos entre el 11 de febrero y el 28 de diciembre de 1977, cuando el edificio fue demolido para permitir el trazado de la Autopista 25 de Mayo. El gobierno de la Ciudad de Buenos comenzó a realizar excavaciones en el lugar como parte del Proyecto de Recuperación de la Memoria. Dos celdas ya están a la vista, debajo del nivel de la tierra.
Mario Villani, uno de los ex detenidos desaparecidos que pasó por ese campo, explica a los manifestantes cómo funcionaba ese lugar de tortura y muerte. Señala rincones, describe recorridos con el dedo, apunta hacia el pozo para descubrir a los ojos de todos las huellas de calabozos y salas de torturas.
Las Madres de Plaza de Mayo siempre dicen que a los desaparecidos hay que recordarlos con alegría. Nada de minutos de silencios, sino minutos de aplausos. No parece increíble, entonces, que mientras Villani nos hunde en las profundidades del Atlético, lleguen los sonidos que anuncian la murga y el folklore.
La costura culmina en una fiesta, que cierra el cierre de esta celebración.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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