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Operativo en la Costanera: el día que la calle cambió

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«A partir de ahora la calle cambió. Nos vamos a juntar y no vamos a volver a dejar que nos levanten los puestos» dijo Martín Amitrano, uno de los vendedores de la Costanera que se encadenó a su puesto para evitar que lo desmantelaran inspectores municipales durante la madrugada del jueves 17, en un operativo porteño que cercó la zona para evitar que entraran periodistas para informar lo que ocurría. La mayoría logró evitar la medida, pero 14 de los puestos fueron levantados pese a contar con los permisos correspondientes.
Unos 200 inspectores sitiaron la Costanera Sur durante la madrugada del jueves 17, Desde Brasil hasta Perón, para desmantelar puestos de venta de hamburguesas y choripanes, medida que los propios vendedores resistieron encadenándose a las instalaciones. De todos modos, 14 puestos fueron levantados y se suspendió el operativo cuando se logró que la prensa rompiera el cerco para mostrar lo que estaba ocurriendo.
«Fue un desastre, no dejaban pasar a los medios ni a los peatones, para que no se viera lo que estaban haciendo» dice Martín Amitrano, uno de los que logró resistir la medida encadenado a su puesto. «tenemos los permisos, recursos jerárquicos, no te pueden levantar, pero eran 200 inspectores, grúas, y venían con moladoras para desguazar las instalaciones. Fue un infierno».
Amitrano -uno de los  vendedores ambulantes injustamente detenido durante 14 meses por los incidentes frente a la Legislatura, en el que todos los detenidos fueron declarados inocentes- explicó a lavaca que «todo comenzó a la 1 de la madrugada. Había puestos que no estaban trabajando porque los titulares los cierran y se van a dormir; los levantaron, se los llevaron cerrados, destruyeron todo lo que estaba adentro. Yo llegué como titular, pero no me respetaron los papeles. La gente empezó a subirse a los puestos para colaborar». Amitrano explica que la ley 1166 que regula la venta ambulante, se votó en 2004; en el 2005 entregaron los permisos por dos años. «O sea, en el 2007 estábamos sin permiso. Nunca más renovaron; pero empezaron a dar prórrogas de 30 días, de 60, de 90, hasta que se dieron cuenta de que lo ilegal eran las prórrogas porque la ley no las avala. Entonces dieron una prórroga definitiva, hasta que haya una legislación distinta. Es decir: todos los permisos de la calle están vencidos, y con esa prórroga. Pero de todos modos vinieron y levantaron puestos».
Para Amitrano lo peor fue el tipo de trato que le dieron (y él es de los que no terminó con el negocio desmantelado): «Te tratan como basura, no te dirigen la palabra, te sacan la vista. No somos gente trabajando, somos como el peor delincuente».
Más de 100 vendedores estarán reclamando en estos días el cese de esto que consideran una persecución. «El problema real es que no nos pueden tocar, pero a una mujer, por ejemplo, le llevaron el puesto entero sin saber si estaba o no en regla. Por las dudas te lo llevan, y después discutimos. Le rompieron todo lo que tenía adentro. La mujer tiene dos chicos paralíticos y por eso le habían dado el permiso. Hay mucha gente que no tiene otro ingreso y sobrevive con un puesto. Apenas, porque además con la crisis lo que tenés es una enorme desesperación».
Durante el procedimiento el director de Espacio Público, Juan Pablo Piccardo, les dijo a algunos de los puesteros: «Ustedes son empresarios». Difícilmente a un empresario le sucederá lo que relató Amitrano: «A uno o dos de los vendedores les pegaron. A mi no porque justo empezó a venir mucha gente, la prensa, y tuvieron que parar la mano».
Para Martín este momento implica un cambio en la historia cotidiana: «Creo que vamos a tener que entender que a partir de ahora la calle cambió. O sea, yo antes me dejaba levantar, pero a partir de ahora ya sabemos cómo son las cosas. Nos vamos a juntar en cada operativo y no vamos a dejar que nos lleven un carro más. Porque si no, nos pasan por arriba».
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Que nos boludeen como nos hacen en todas las reuniones, que nadie nos da nada en concreto. Pero les vamos a hacer entender que a partir de ahora la calle cambió; o sea, yo me dejaba levantar antes, pero a partir de todo esto, nos vamos a juntar en cada operativo y no vamos a dejar que se lleven un carro más. Porque si no nos pasan por arriba.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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