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PepsiCo: despidos y ocupación en defensa de los puestos de trabajo

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Las trabajadoras y los trabajadores de la multinacional PepsiCo ingresaron a la planta en Florida a casi una semana de la notificación del cierre de sus puertas que dejó a 600 familias en la calle. Son obreras y obreros con más de 20 años de antigüedad que se enteraron de los despidos con un cartel pegado en la puerta. Sostienen que la fábrica es rentable y denuncian que el plan de relocalizarla en Mar del Plata responde a recuperar el margen de ganancias. Y dejan en claro: “Queremos trabajar”. 
Natalia Ferreira estaba en Bariloche cuando le sonó el celular. “Me había reservado la semana, eran mis vacaciones”, dice a lavaca, una semana después, en Vicente López. Es una de las 600 personas despedidas por la multinacional PepsiCo que este lunes ingresaron a la planta de Florida para resguardar sus maquinarias y en defensa de sus fuentes de trabajo. “Me llamaron a las 11 de la noche. Me decían que tenía que presentarme en una dirección para un arreglo”. Horas más tarde, a 1600 kilómetros, sus compañeras y compañeros le confirmaron lo que estaba pasando, resumido en una hoja A4 en horizontal que encontraron pegada en la puerta de la empresa.
Decía:
“Con motivo del cese de operaciones de Planta Florida y la relocalización de su producción en otro establecimiento, y mientras da cumplimiento a las instancias legales correspondientes ante el Ministerio de Trabajo, se comunica al personal que queda transitoriamente liberado de prestar servicios manteniendo el goce de haberes. La empresa los estará contactando para mayor información, pudiendo Uds. también comunicarse al 0800-666-7377”.
La firma: “PepsiCo Alimentos”.
Natalia, obrera hace 9 años en el sector producción, se volvió el sábado a Buenos Aires. “No nos llamó nadie de la empresa, nadie de recursos humanos, ningún gerente: nadie dio la cara. Sólo llamaditas de un call center. Y ese cartel en la puerta”. A su lado está Valeria Escobar, tres hijos, trabajadora hace 8 años, que dice: “Que sea lo que tenga que ser, pero que por lo menos hagamos algo. Ahora hay que esperar. Tenemos mucha bronca”.

PepsiCo: despidos y ocupación en defensa de los puestos de trabajo

El cartel que los trabajadores se encontraron en la puerta.

La semana negra

PepsiCo es una de las mayores corporaciones mundiales de alimentos y bebidas, con producciones en 200 países, más de 250 mil empleados y con ganancias netas en 2016 por más de 63 mil millones de dólares, según anuncia en su sitio oficial. “La empresa venía trabajando muy bien y hasta teníamos horas extras”, dice Catalina Balaguer, 20 años en la fábrica, sector logística, dos hijas, dos nietas. “Lo que sí veníamos denunciando, desde hace dos años, es que se estaban llevando producción a la empresa en Mar del Plata. Eso lo advertimos con denuncias al Ministerio de Trabajo, juntada de firmas, contando el clima de lo que pasaba. La semana anterior al cartel nos dijeron que no iban a cerrar, que eran especulaciones. Hoy estamos así”.
Los trabajadores se encontraron con el cartel el 20 de junio, Día de la Bandera, y mientras el Presidente Mauricio Macri valoraba su gestión desde el acto oficial en Rosario (“estamos haciendo lo que había que hacer, y los primeros resultados comienzan a asomar, el país ha comenzado a crecer, hemos recuperado los puestos de trabajo que habíamos perdido en el último año”), los obreros y las obreras levantaron una carpa como respuesta a los 600 despidos de PepsiCo, en una semana que no la tuvo como la única noticia laboral. Fue la semana de los más de 2000 despidos:

  • Puma: 180 despidos.
  • Lanxess: 170.
  • Talleres Rioro: 80.
  • Atucha: 600 (pueden llegar a 1000).
  • Dass: la empresa confirmó suspensiones que irán de 500 a 1960 empleados.

Por esa razón, lxs trabajadorxs de PepsiCo convocaron a una concentración a las 6:30 del lunes para realizar una manifestación en Panamericana. Ricardo Pacheco, uno de los delegados de la Comisión Interna: “No era un corte total, sino parcial, para no exponer a los compañeros. Pero nos enteramos de que la empresa iba a avanzar y a llevarse la maquinaria del establecimiento mientras nosotros estuviéramos en el corte”. Ese es el motivo -aducen- del fuerte operativo con el que la empresa amaneció rodeada. “Retrocedimos y volvimos a la planta y entramos. Por eso estamos aquí: en resguardo de las maquinarias y para preservar nuestros puestos de trabajo”.

PepsiCo: despidos y ocupación en defensa de los puestos de trabajo

Las familias de los trabajadores, hoy en la puerta de la fábrica.

“No somos delincuentes: queremos laburar”

“La planta está impecable para producir, hay materia prima, no están apagados los tableros: es una planta a la que le estuvieron haciendo mantenimientos millonarios antes del cierre”, dice Camilo Mones, otro de los delegados. “Sólo estamos preservando la fuente de trabajo, y esas condiciones se van a mantener para que si la empresa quiere, venga y se ponga a producir”.
Entre los pedidos de “fuerza”, de “lucha” y los reclamos por solidaridad, en las paredes de la fábrica dos palabras pintadas rojo se repiten: “Daer traidor”. Se refieren a Rodolfo Daer (hermano de Héctor, uno de los triunviros de la CGT), secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria Alimenticia (STIA), titular de la CGT durante el menemismo. El viernes lxs trabajadorxs realizaron un plenario en el que presentaron al sindicato un plan de lucha. También, le propusieron que el porcentaje que les descuentan como aporte solidario (2%) sea destinado a los despedidos mientras continuara el conflicto. Balaguer: “Se negó a todo, y pretendió que lo autoricemos para que pueda negociar en el Ministerio la mejor indemnización posible. Desde ya lo rechazamos porque estamos convencidos de que queremos recuperar nuestros puestos”.
Mones: “Como la empresa ya dijo que era un cierre total y definitivo, el sindicato dijo que iba a ir por las indemnizaciones, lo cual es una locura porque estamos todos en la calle. En ese sentido nos sentimos traicionados, porque convalidaron los despidos en vez de luchar. En el plenario Daer dijo que era éste el Gobierno más antiobrero de toda la historia, pero ayer estuvo comiendo con Macri. Sigue: “Hay compañeras con hijos discapacitados que dentro de un mes no saben si van a pagar el alquiler. Compañeras embarazadas. ¿Dónde vamos a trabajar? No tenemos opción. Son nuestros puestos de trabajo o, si no, la pobreza o la miseria”.
El delegado Pacheco cuenta que la empresa presentó un plan preventivo de crisis. “Por ley, debe tener 30 días, ser analizado por el Ministerio y recién ahí tomar una decisión. La empresa lo presentó el lunes pasado, el Ministerio lo elevó, lo aceptó y el martes quedamos todos en la calle. Automáticamente, el Ministerio aceptó el llamado de la empresa, que es una incoherencia y una fantasía: la empresa tiene plantas en Mar del Plata, paga millones en depósito, en logística y en gente tercerizada, y lo único que quiere es eliminar toda la antigüedad de los trabajadores”.
Mones dice, mientras tanto, que ningún funcionario del Gobierno los llamó.
-¿Cómo se ubica este conflicto en este panorama de despidos?
-Es un ataque tanto de las patronales como del Gobierno. No está claro si esto le sirve o no, porque hay elecciones, pero sí es un ataque para que la clase obrera se quede quieta, mansita, que no reclame paritarias ni ningún derecho más, incluso para se avance sobre los convenios para volver a la jubilación privada. Es una medida que quiere disciplinar a la clase trabajadora para que termine con sus reclamos, con una complicidad evidente de la CGT que se sienta a cenar con Macri. Esto es una realidad, no es discurso: vamos a quedar todos en la pobreza. Acá estamos haciendo algo normal: preservar los puestos de trabajo. No somos delincuentes ni estamos tomando por asalto nada: queremos laburar. Lo que pasa es que como muchos gremios evitan hacerlo, nosotros somos la noticia.
PepsiCo: despidos y ocupación en defensa de los puestos de trabajo

El nuevo slogan

Sonia Brizuela (sector empaques) y Gabriela Luque (producción) están sentadas sobre el cordón. “No vinimos por política ni por nada, queremos trabajar”, dice Gabriela, 39 años, 16 en la empresa. “No estamos ni de un lado ni del otro. Sólo queremos recuperar nuestros puestos de trabajo. Tengo cuatro hijos y mi marido también trabaja acá. Nos quedamos los dos en la calle. Es muy duro. Estoy por cumplir 40, pero ¿dónde voy a conseguir trabajo ahora?”.
Sonia (36 años, 8 en la empresa, un bebé de 2 años) dice:
“Fue sorpresivo. Ya veíamos todo medio raro, medio vacío, medio sombrío. Pensamos que estaba pasando algo, porque sabemos lo que es la crisis del país. No hay trabajo, las industrias están cerrando, están quebrando, no hay fábricas, no tenemos dónde buscar trabajo. ¿Sabés lo que es ganarnos el puesto después de mucho esfuerzo y perderlo de un día al otro? De indemnizaciones no se vive, a nadie le sirve el 1000 por ciento, el dinero se esfuma. Es muy angustiante: nos afectó la salud, lo emocional, la vida, nuestras familias. Todo. Y sabemos que afuera no hay nada, esto no se soluciona con ´andá y buscá otra cosa afuera´, porque no la hay. No queremos volver a la crisis del 2001, que era tres meses en un lugar, tres en otro, y que te despidan, que te echen como perros: no estamos para eso otra vez. El país se está yendo a las ruinas. Acá ya teníamos nuestros derechos ganados, nuestras vacaciones, antigüedad. Acá nadie viene a romper ni a destruir nada, nadie quiere hacer escándalo, sólo queremos recuperar nuestra fuente de trabajo. La lucha la quiero para mi hijo, no me importa el color. Ahora nos queda la esperanza de resistir esta lucha y ganar la victoria y volver a trabajar. Nos dicen que salimos adelante trabajando, pero nos sacan el sustento y nos cierran todas las fuentes. Es alarmante. No hay pesada herencia: es una crisis que se está dejando pasar y ningún poder está interviniendo”.
El delegado Pacheco suma: “No es pobreza cero: es todos a la miseria”.
Continuará.

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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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