Nota
Policía Metropolitana: radiografía de la violencia
Las imágenes podrían ir desde las batallas en el Parque Indoamericano hasta las del Borda, pasando por la Sala Aberdi en el centro porteño. La portada del informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) sobre la actuación de la Policía Metropolitana en situaciones de “conflicto social” muestra una foto en la que hay ocho agentes de esa fuerza formando un cordón desordenado detrás de un escudo, cuatro de ellos con armas largas. Detrás y fuera de foco, el campo abierto del Indoamericano y la gente que ocupó ese predio a fines de 2010. La actitud y los gestos congelados de estos uniformados diseñan una imagen de violencia precipitada, desproporcionada y desubicada.
Bautismo
Aquel fue el bautismo de fuego de la Metropolitana en el desalojo del Parque Indoamericano, en Lugano, el 7 de diciembre de 2010. En el marco de un operativo conjunto con la Policía Federal y hasta personas no identificadas con armas de fuego – que los medios asociaron con barras de clubes de fútbol-, murieron dos personas y hubo seis heridos por balas de plomo. Un año después y tras investigar los hechos fatales y violentos, el fiscal Sandro Abraldes concluyó que los balazos mortales se originaron de un grupo de agentes de la División Operaciones Especiales Metropolitanas (DOEM) – una guardia de Infantería- encabezados por el comisario Ricardo Ferrón, quien había sido vinculado por el legislador Marcelo Parrilli con un operativo de la dictadura. Todos los oficiales fueron luego sobreseídos por el juez Eliseo Otero – hoy apartado de la causa por la Cámara del Crimen-, mientras que se mantuvo el procesamiento a dos dirigentes sociales de las familias que intentaron ocupar el predio.
El caso, como la foto, tiene todos los detalles que han caracterizado a la Policía Metropolitana cuando le tocó actuar en situaciones de protesta desde que fue creada, y que se demuestran en el Informe: agentes con prontuarios temibles, autorización dudosa de los procedimientos, abuso de autoridad, anonimato de agentes, violencia desmedida, sobreseimiento de la justicia ante estos procedimientos irregulares y criminalización de la protesta.
Cosa de locos
El Informe nace de un monitoreo que viene llevando a cabo el CELS desde fines del 2010 – cuando sucedió el desalojo violento del Indoamericano, causa de este otro Informe – y que se redondea con las sucesivas represiones en el conflicto por la Sala Alberdi y la intromisión en el Hospital Borda.
Tras la represión a los jóvenes que reclamaban la autogestión de la Sala Alberdi del Centro Cultural San Martín, y que terminó con tres periodistas heridos con balas de plomo en pleno centro porteño, lavaca y el CELS intercambiaron sensaciones acerca de las características del accionar de la Metropolitana y la perspectiva de una fuerza que crecía interviniendo violentamente para desplazar conflictos que provocaban otras carteras del Gobierno de la Ciudad: Espacio Urbano en el caso del Parque Centenario, Cultura en Sala Alberdi y el Ministerio de Salud en el Borda.
Las conclusiones de esa charla fueron enriquecidas a través de testimonios de expertos en seguridad, ministros, antropólogos y las víctimas de esas represiones para la nota de la Mu de abril llamada “La Macricana” que adelantaba la historia, las prácticas y la tendencia de esta nueva fuerza que están profundizadas en el Informe del CELS. (La nota puede buscarse en www.lavaca.org clickeando la Mu de abril).
Gestión violenta
El Informe elabora la conclusión al principio en el encabezado principal: “La gestión violenta de los conflictos sociales en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. No sólo se demuestra en qué consiste esa “violencia”, sino por qué razón se la asocia justamente a un modo de gestión: “Una serie de episodios mostraron modos violentos de actuación de la Policía Metropolitana (PM) en diferentes conflictos en el espacio público, privilegiando la represión por sobre la gestión no violenta a través de instancias políticas de negociación y diálogo. Estas prácticas no pueden atribuirse a errores o excesos de agentes puntuales, sino que responden a decisiones políticas del gobierno porteño orientadas a reafirmar el perfil de fuerza de choque de la nueva policía, al mismo tiempo que tolera el uso abusivo de la fuerza como respuesta a los conflictos relacionados con el uso del espacio público”, dice el informe. Esta intención se evidencia en una serie de acciones:
Ausencia de investigaciones internas y medidas de prevención.
- Protección institucional.
- Utilización y compra de armamento de guerra.
- Ataques a la prensa.
- Gatillo fácil y violencia.
A esta combinación que vuelve impenetrable a la fuerza, el Informe agrega que la Metropolitana funciona como brazo armado de otras carteras del Gobierno de la Ciudad. La investigación muestra que la Metropolitana actúa del mismo modo ante un hecho delictivo corriente que ante una situación de protesta social que se enmarca dentro de la toma de decisiones de funcionarios porteños: “Son precisamente las autoridades políticas de la ciudad de Buenos Aires las que plantean las respuestas represivas y criminalizantes. La Policía Metropolitana no es, en este sentido, una policía autonomizada. Por el contrario, sus operativos contaron con el respaldo de las autoridades aún cuando los procedimientos contradecían los principios rectores del accionar policial estipulados en la misma ley de seguridad pública de la Ciudad”.
Imputados al ataque
El Informe repasa varios de casos emblemáticos:
- Parque Indoamericano: “El accionar los efectivos de la PM incumplió totalmente los principios de razonabilidad y proporcionalidad del uso de la fuerza según la ley”),
- La represión a vecinos de la Villa 31: “En el operativo montado para evitar el corte de la Autopista Illia y reprimir a los manifestantes que realizaron el piquete en la avenida Castillo participaron efectivos imputados por la causa Indoamericano”.
- La del enrejamiento del Parque Centenario: “participación de personal de la PM de civil y sin identificación, traslado de los detenidos en móviles no identificados, agresiones a periodistas que cubrían lo que estaba sucediendo”.
- Sala Alberdi: “La Metropolitana utilizó balas de plomo y de goma, un carro hidrante, gases lacrimógenos y desplegó más de 130 efectivos protegidos con barita, casco, chaleco antibalas y escudo ante unas 70 personas que no agredían a los policías ni poseían armas”.
- Hospital Borda: “El jefe de Gobierno y el resto de los funcionarios involucrados conocían el estado del proceso y sabían que proceder como lo hicieron implicaba desobedecer una orden judicial”.
En este apartado el Informe comprueba la inexistencia de un protocolo de actuación policial para situaciones de protesta o conflicto social, por lo cual se interpeló al ministro Guillermo Montenegro en la Legislatura tras la represión en el Borda: respondió que la fuerza que comandaba responde al “protocolo de actuación general”, que el CELS define como “no más que una guía rápida de información para los agentes”. En cambio, Buenos Aires es uno de los pocos distritos del país que no adhirió al Acuerdo de “Criterios Mínimos sobre la Actuación de los Cuerpos Policiales y Fuerzas de Seguridad en Manifestaciones Públicas” elaborada por el Ministerio de Seguridad de la Nación.
Agredir sin discriminar
El CELS también recala en las agresiones a los periodistas en estas manifestaciones. Si en el conflicto de Parque Centenario el ataque con balas de goma a Julieta Egul de la TV Pública pareció mala puntería, las represiones siguientes de Sala Alberdi y el Hospital Borda parecen demostrar un accionar sistemático contra quienes registran los hechos. Esteban Ruffa, fotógrafo de la agencia AnRed y Darío de Los Santos, de la agencia DTL fueron heridos con balas de plomo en pleno Corrientes y Paraná tras la represión en la Sala Alberdi; y entre otros detenidos se llevaron al fotógrafo de Clarín Pepe Mateos el día de la demolición del taller 19 en el Borda. La Metropolitana, en este rubro, no discrimina a nadie: informadores de medios tan diversos como C5N, Fm La Tribu, Canal 13 y el Movimiento Argentino de Fotógrafos Independientes fueron también atacados con balas de goma.
Marca el Informe: “El hecho de que los reiterados ataques a trabajadores de prensa se hayan cometido disparando a muy corta distancia y hayan tenido como objetivo a personas que tenían en sus manos de manera visible micrófonos o cámaras, sugiere la intención de impedir el registro de las acciones violentas de la policía”.
De dónde vienen
La Metropolitana se presenta curiosamente como una fuerza nueva, aunque al revisar su constitución se comprueba que el 60% de sus integrantes proviene de otras fuerzas, porcentaje que se incrementa a la totalidad de los altos cargos. El CELS define esta constitución como “problemática”. Detalla: “De los 52 cargos jerárquicos (superintendentes, comisionados generales, mayores y simples), 43 están ocupados por ex policías federales, 4 por ex integrantes de Gendarmería Nacional, 3 por ex miembros de la Policía Bonaerense y 2 por ex funcionarios de la Policía de la Provincia de Santa Fe. De los 52 altos mandos de la fuerza, 38 tuvieron actuación en fuerzas de seguridad durante la última dictadura militar”.
Dos policías (Jorge Palacios (a) El fino y Osvaldo Chamorro) y un civil (Eugenio Burzaco) fueron los tres primeros jefes de la Metropolitana que fueron desplazados por denuncias en su contra, o por el accionar irregular de la fuerza que comandaban.
Por último, el informe compila una serie de casos de gatillo fácil por parte de agentes de la Metropolitana que describen las prácticas violentas en la calle: Francisco Nilda, Rodrigo Alfredo Romero, Jesús Ariel Marchioni y Bruno Pappa son algunos de los jóvenes muertos por la fuerza en situaciones arbitrarias, confusas e impunes.
También sobre el manejo de la calle se recuerda las historias de violencia en los desalojos y allanamientos en el Barrio Mitre, en La Boca, en la Villa 21-24 y a los manteros desplazados de la calle Florida.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
Nota
Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.


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