Nota
Posta Cultural, voguing y #AbortoLegalYA: el momento de hacer historia
La última Posta Sanitaria Cultural del 2020, creadas para mover al arte en tiempos de aislamiento, terminaron con una fiesta en la calle comandada por jóvenes que bailan voguing. El tema dedicado a Lohana Berkins, las palabras sobre el aborto y por los derechos que faltan. Y el agite de Susy Shock: «¿Están preparades para las luchas culturales que vienen?».

En un clima de gran expectativa por el debate que se está dando en el Senado, a pocas cuadras de MU Trinchera Boutique se llevó a cabo la Posta Sanitaria Cultural N° 20 – la última del año- acompañando la larga espera de un grito postergado: Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
La artista Susy Shock y las músicas Caro Bonillo y Andrea Bazán acomodaron sillas, micrófonos e instrumentos en la vereda de Riobamba al 100, esta vez acompañadas por la cantante, compositora y charanguista Aldana Bello. Traspasando el cordón, el público aguardaba el show y estallaron en aplausos apenas apareció Susy. Con calzas y flores verdes adornando sus cabellos, Susy insistió en que ya hay una batalla ganada y es la de la calle.

Chacarera, tango, milonga, milongón y cumbia. Un huayno diablada titulado “Traviarca” dedicado a la activista Lohana Berikns, con letra de Susy y música de Aldana Bello despertó alegría por el ritmo y emoción por la letra: “Celebrándote, Lohana / andará este huaynito / mientras lo canto hermana / bailan viejas y chinitas / invocándolo a tu nombre / como antaño a Cristo / ay bailándote, Lohana / ahora tu nombre lo reclama”.

Al terminar de cantarlo, Susy recordó que Lohana fue la primera en salir con el pañuelo verde en la mano en las marchas, proclamando el derecho a elegir en nombre del propio cuerpo. Las artistas transitaron distintos ritmos y climas, con la caricia de la complicidad de les espectadorxs que se fueron sumando a lo largo de la hora y media compartida en la Posta por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.
Para continuar con la algarabía del encuentro y calmar la ansiedad de las horas por venir, el show siguió. Esta vez con danza. Dos “casas” participaron con su baile encendido: House of the Hand y Kiki House Tropikalia. Con los movimientos típicos del voguing y el waacking, ambos grupos ofrecieron no sólo su danza sino el espíritu de estos estilos nacidos de la resistencia. En los años 80, en Harlem, el barrio neoyorquino marginal germinó el voguing, devenido de la imitación de las poses que aparecían en la revista “Vogue”, por parte de la comunidad LGTBQ que se fue formando por personas que eran echadas de sus casas e iban a parar a la calle.

De esa manera fueron constituyendo “familias”, en las que había una “madre” que les cuidaba y protegía, compartían un espacio físico y encontraron el abrazo de la contención. También les unió la danza y armaron las ballroom (competencias de baile) que aún perduran. Vestuario, glamour, audacia y técnica definieron este estilo. “Las casas vienen del vogue. El waacking es contemporáneo con el voguing, se originaron en lugares diferentes. En el waaking no hay casas, formalmente. Nosotres formamos esta house de waacking, House of the Hand”, cuenta la bailarina Solmi. El waacking está inspirado en las poses de las actrices de cine de los 50, como Greta Garbo. “El voguing tiene más que ver con la moda y el waacking con el cine”, agrega Iván.

La movida del voguing apareció en la Argentina en el 2017, en lugares frecuentados por la cultura drag. Las ballroom vinieron de la mano de las Fiestas Turbo, incluyen varias reglas y categorías. “Actualmente hay alrededor de nueve o diez casas acá en Buenos Aires, solamente. Nos encontramos en diferentes batallas”, dice Laurent.
En una tarde especial, la Posta fue el lugar de encuentro que ofreció música y danza. Las canciones que traspasan el pecho con su vibración, las reflexiones de Susy, el recuerdo de Lohana siempre presente en cada lucha –no podía faltar hoy su retrato enmarcado por flores violetas junto a una velita encendida- y los pies danzantes que con la belleza de su arte, saben resistir para vivir y nos recuerdan que su poder está en no quedarse quietos y avanzar hacia el lugar al que se quiere llegar.

Mientras tanto, los pañuelos no dejan de agitarse.
Saben que es momento de hacer historia.

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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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