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Precarizada: la nueva obra de Josefina Gorostiza

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Precarizada: la nueva obra de Josefina Gorostiza
Foto: Martina Perosa.

Trabajo y precarización, ¿cómo hacer para que no vayan de la mano? En el ámbito de la danza, ¿por qué hay tanta precarización? ¿Por qué un ensayo si bien es trabajo no se cobra como tal? Estas y otras preguntas, la experiencia personal y grupal y las condiciones laborales más frecuentes en la danza inspiraron a la bailarina, coreógrafa y docente Josefina Gorostiza. Con estas inquietudes incómodas y movilizantes germinó su nueva obra de danza: “Precarizada”, que hoy se estrena en la sala Fundación Cazadores en Chacarita.

Josefina participa de “La Wagner”, la prestigiosa obra del coreógrafo Pablo Rotemberg y fue directora y coreógrafa de varias obras de danza, entre ellas “Coreomanía”, “Lo único que quiero es bailar” y “Cinco horas – Da da danza”, entre muchas otras. En “Precarizada” hay danza y también hay texto en la voz del actor Nicolás Goldschmidt. Mientras escuchamos a Nicolás, Josefina expone su cuerpo al movimiento, lo condena, le sobreexige. Nada está quieto y el arrebato de los músculos parece añorar la quietud, aunque sea por un instante. Un ventanal, un cuerpo imparable, la música marcando un ritmo a seguir indefectiblemente y sobre la pared, la cuenta regresiva. ¿Hacia dónde? ¿Hay dónde llegar? Cuerpo y voz latiendo juntos. En un mundo de vértigo incesante, ¿cómo escapar a lo precario?

Josefina: “La obra es una necesidad y en un momento decidí que estaba bueno hacerlo, fue como decir no aguanto más estar trabajando de esta manera. Está bueno hacer un testimonio de eso, es un testimonio de mucho tiempo de trabajar de una manera. Todos los trabajos que hago terminan remitiendo a eso, desde que entré en el proceso creativo todo lo que hago tiene material para este trabajo”.

¿Desde dónde surge? “Es en primera persona, hablo de mí, aunque es algo que sistemáticamente sucede. De hecho hicimos encuestas y los resultados demuestran que se considera que ir a ensayar es ir a trabajar pero no se cobra por ensayos. Hay gente que nunca trabajó ad honorem como camarera pero que siempre trabajó ad honorem como bailarina. Entonces me parece que hay una relación entre el trabajo remunerado y no remunerado en nuestra práctica que es un tema y a mí es un tema que me obsesiona desde hace mucho porque es un tabú hablar de dinero”.

¿Cuáles son las formas de precarización más habituales en la danza? “No cobrás los ensayos, los subsidios nunca te alcanzan, por ahí tampoco cobrás por las funciones o es muy simbólico lo que cobrás, lo que hacemos pareciera que no es un trabajo, dar clases sí, pero hacer funciones no. Es muy extraño porque es un sistema que también construimos nosotros. Por eso en un momento hablo de la autoprecarización”.

Cuenta Nicolás: “Yo he estado en una situación en la que pregunté cuánto iba a cobrar y me dijeron, ¿qué importa eso? Desde las instituciones deberían revisar estas cosas. Es un momento para que también nosotros empecemos a denunciar, organizarnos y ver cómo regular nuestro trabajo”. Hay también músicos, videoartistas que aportan su experiencia a esta obra que si bien refiere a la danza, extiende las zonas grises de la precarización laboral a los pies de los espectadores.

Eugenia Cadús es bailarina y en esta ocasión es la dramaturgista de “Precarizada”, participa del sindicato de bailarines: “Estamos pidiendo el trámite de la inscripción, supuestamente está avanzando. Igual ejercemos de hecho, es una construcción. En este momento estamos pensando que lo más importante es hacer un ejercicio de tomar conciencia, pensarnos como trabajadores precarizados y como hacer posible otra cosa”.

¿Pagarías por esto? ¿Cuánto creés que vale esta obra? Son preguntas que nos hacen los intérpretes mirándonos a los ojos. Josefina: “No se va a cobrar entrada sino que se va a cobrar salida. ¿Cuánto se paga una entrada? ¿Por qué pedís el 2 x 1? Cuando pagás una entrada pagás también el trabajo de investigación, el deseo es poner en juego esas preguntas”.

Precarizada
Fundación Cazadores, Villarroel 1440, CABA
Viernes 13 y sábado 14 de diciembre, 21 hs
Febrero, a confirmar lugar

Precarizada: la nueva obra de Josefina Gorostiza
Foto: Martina Perosa.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

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Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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