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Retrato de una utopía retrógrada

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El nuevo gobierno Temer está tomando decisiones desconcertantes que lo colocan en una posición de notable fragilidad. La impresión inicial es que se trata de un gobierno sin rumbo claro, tironeado por políticos deslegitimados que lo pueden llevar al naufragio. Por Raúl Zibechi, en Brecha.

Retrato de una utopía retrógrada

Michel Temer. Foto: Evaristo Sa/AFP.


El flamante Ejecutivo de Brasil está tomando decisiones desconcertantes que lo colocan en una posición de notable fragilidad. La impresión inicial es que se trata de un gobierno sin rumbo claro, tironeado por políticos deslegitimados que lo pueden llevar al naufragio.
De los 23 ministros que integran el gabinete del presidente interino Michel Temer, siete están procesados o investigados por delitos de corrupción, mientras que otros 12 recibieron donaciones de empresas vinculadas al escándalo de lavado de dinero de Petrobras.
La contumacia y la continuidad de la corrupción destrozan el argumento principal de quienes se empeñaron en destituir a Dilma Rousseff. Es, apenas, un síntoma de los retrocesos que encarna el nuevo gobierno. Buena parte de los ministros que integran el gabinete Temer han sido antes ministros de Rousseff. Es otra forma de corrupción: saltaron de un barco que se venía a pique para abordar otro que, esperan, siga navegando pese a las tempestades que jalonan la política brasileña. Corrupción, sinónimo de putrefacción.
Hasta la Orden de Abogados de Brasil (Oab), ferviente promotora de la destitución de Rousseff, se manifestó contra la presencia de dos ministros en el gabinete que son investigados por corrupción, los de Planeamiento y de Turismo, afirmando que “quien sea investigado en la Operación Lava Jato no puede ser ministro de Estado” (Valor, sábado 14).
TRES CRISIS EN UNA. La salida del PT, después de 13 años en el gobierno, se produce en medio de la mayor crisis económica de la historia nacional. El editorial del Financial Times, el mismo día de la destitución de Rousseff, se muestra escéptico de que Temer, de 75 años, sea capaz de lidiar con las tres crisis que enfrenta Brasil: la económica, la ética y la que provoca el sistema político.
Según el diario londinense, urge estabilizar la economía apoyando a la industria privada, ya que las inversiones colapsaron durante la larga agonía del impeachment y el crédito se desmorona. Las acusaciones de corrupción que afectan a buena parte del Congreso pueden debilitar al recién nacido gobierno tanto como la situación de la economía, dice.“Temer debe permitir que las investigaciones sigan su curso –razona el diario de la City británica–, aunque eso lo deje expuesto, puesto que cualquier otra actitud va a corroer su magro apoyo popular.”
La tercera crisis deriva de la increíble fragmentación política que ha hecho de la democracia presidencialista brasileña una de las más complejas en el mundo, volviendo casi imposible lidiar con un arco parlamentario que incluye la friolera de 30 partidos.
No será sencillo que el interinato consiga el primer objetivo. Los otros dos están fuera de su alcance. El panorama que presentan las cámaras, el principal apoyo institucional de Temer, es desolador: 313 de los 503 diputados están procesados o acusados; en la misma situación figuran 49 de los 81 senadores. El defenestrado Eduardo Cunha, el archicorrupto ex presidente de la Cámara de Diputados, nombró esta semana tres cargos en el gobierno, pese a estar apartado de sus funciones por orden del Supremo Tribunal Federal.
El caso más grotesco es el del diputado André Moura, escogido por Temer como líder del oficialismo en la Cámara de Diputados y considerado una suerte de brazo derecho de Cunha, pese a pertenecer a un pequeño partido que cuenta con apenas nueve diputados. Moura tiene tres juicios en el Supremo, no sólo por corrupción (peccata minuta a esta altura) sino también por tentativa de homicidio, según reveló Folha de São Paulo el mismo día de su nombramiento.
El prontuario de Moura es alarmante. Fue alcalde del pequeño municipio de Pirambú, en Sergipe, cargo que aprovechó para apropiarse de alimentos y celulares y para poner a su servicio una flota de vehículos con sus respectivos conductores. Según la Policía Civil, cuatro encapuchados dispararon sobre la residencia de su sucesor en la alcaldía hiriendo a un vigilante, ya que se negó a entregarle un millón de reales para su campaña electoral para diputado por Sergipe.
FUTURO CONFLICTIVO. Que Temer no haya sido capaz de poner distancias con Cunha revela como mínimo dos graves problemas: que forma parte de la misma camada de corruptos y que tiene miedo del ventilador que puede encender el ex presidente de la Cámara en caso de ser procesado.
Aunque grave, el paso dado por Temer es apenas una pequeña muestra del camino que está comenzando a transitar. La periodista Eliane Brum lo resume en tres frases: “Sólo blancos, sólo viejos, sólo hombres. Ninguna mujer, ningún negro. Ese retrato es una imagen poderosa porque no representa al Brasil actual”, sostiene al analizar el nuevo gabinete (El País, lunes 16). Temer cerró el Ministerio de Cultura. Una decisión no sólo polémica sino que muestra un deseo de volver al pasado.
El cientista político André Singer, portavoz del primer gobierno de Lula, lo dice sin vueltas: “Con la traumática caída del lulismo se interrumpe una vez más el intento –en el fondo el mismo de Getúlio Vargas– de integrar a los pobres a través de una extensa conciliación de clases. Venció nuevamente la fuerte resistencia nacional a cualquier tipo de cambio verdaderamente civilizatorio. Incluso el más moderado y conciliador”(Folha de São Paulo, 15-V-16). Pero el Brasil de hoy es bien distinto de aquel de 1954 que empujó a Vargas al suicidio.
De algún modo, el gobierno interino puede interpretarse como un intento de frenar los avances de las clases subalternas, de reconstruir un orden agrietado, una utopía acariciada por las clases dominantes a lo largo de la historia. Pero esa utopía, como lo muestran los dos siglos posteriores a la revolución francesa, nunca consiguió aterrizar sus sueños, porque eran pesadillas para la inmensa mayoría de la sociedad. Es difícil imaginarse un Brasil sin Bolsa Familia, sin cuotas raciales en las universidades o, como recuerda Brum, regresar a un país donde “los estudiantes de las escuelas públicas aceptaban en silencio la violación de sus derechos más elementales”.
Brasil está ante cambios invisibles, profundos, demoledores. No tanto desde 2003, cuando Lula llegó a Planalto, sino desde 2013, cuando millones de jóvenes ganaron las calles luchando contra la desigualdad. Primero en San Pablo, luego en Goiás y Rio de Janeiro, en estos momentos en Porto Alegre y Ceará, cientos de colegios secundarios fueron tomados y gestionados por jóvenes de 13 a 17 años. Sabemos lo que esto significa: una nueva generación de militantes sociales llama a las puertas del escenario político dispuesta a moverlo todo, a trastocar los planes de los poderosos.
En tanto, la vieja clase política se muestra incapaz de comprender el mundo real. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, el socialdemócrata aliado de Washington José Serra, declaró que Brasil hará acuerdos bilaterales porque “el multilateralismo de la última década fracasó”. El país cuyo primer socio comercial es China y tiene estrechas relaciones con Asia puede tener problemas serios si insiste en la senda anunciada por su canciller.

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

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Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.

Por María del Carmen Varela.

La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen

La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia. 

La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.

Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.

La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional.  A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.

Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.

Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro. 

MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA

Viernes 30 de mayo, 20.30 hs

Entradas por Alternativa Teatral

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