CABA
Trabajadores de otra clase: las nuevas cooperativas obreras
Unión y Fuerza es la más consolidada de estas nuevas cooperativas. Hace dos años, sus integrantes estaban debajo de un puente, suspendidos por un empresario-modelo del modelo. Tomaron la fábrica y, tras una larga resistencia, lograron ponerla a producir. Hoy, es una empresa metalúrgica líder del mercado interno de fabricación de caños. Y sus integrantes, en asamblea, decidieron trabajar el 1º de Mayo. En esta nota cuentan qué significa el costo patronal y cuáles fueron las claves para recuperar la planta, el trabajo, y el futuro.
Había un dilema:
-¿Qué hacemos el 1º de Mayo? ¿Trabajamos o no? Nos reunimos en asamblea, se conversó, y la mayoría votó por venir a trabajar para ponernos al día con la producción.
Así lo explica Roberto Salcedo, que antes era el electricista de la metalúrgica Gyp Metal, y ahora es el presidente de Unión y Fuerza, la cooperativa que logró expropiar esa fábrica a la patronal tras un conflicto de seis meses que incluyó la toma de la planta.
Se trata de la primera fábrica recuperada en un proceso que en los últimos dos años alcanzó a decenas de empresas y resulta todo un símbolo de los contrasentidos y las potencialidades que atraviesan a ese jeroglífico llamado Argentina.
Hoy son 54 miembros de la cooperativa, tienen a 30 personas más contratadas (elegidas entre familiares y allegados), y ganan lo suficientemente bien con la producción de caños de cobre y bronce como para que les resulte poco elegante reconocerlo en público, en medio del marasmo económico argentino.
Salcedo guiña un ojo y susurra: «No decimos cuánto cobramos para que no se enteren nuestras mujeres».
Todos ganan lo mismo. La cooperativa no es del viejo estilo, con módulos jeráquicos, sino absolutamente igualitaria. Otra diferencia es la horizontalidad: la asamblea toma las decisiones importantes, que el consejo de administración aplica.
Los obreros se hicieron cargo de la gerenciación (con perdón de la palabra), aplicando sentido común: los mecánicos y operarios metalúrgicos no hicieron masters en administración ni leyeron a Peter Drucker, parece. Sin embargo lograron sanear y hacer eficiente y rentable a una empresa que estaba en quiebra pese al cúmulo de ingenieros, analistas y contadores que había antes. Descubrieron, de paso, que el cáncer de la fábrica no era el costo laboral (latiguillo neoliberal típico de estas décadas), ni la crisis (latiguillo patronal), sino el costo empresarial.
El 18 de agosto del año 2000 estos señores, que hoy recorren en overol las oficinas de dirección, estaban bajo un puente, en Avellaneda, a media cuadra de la fábrica, a punto de sumarse a la muchedumbre de obreros desocupados de esta era.
Pero allí tomaron una decisión.
«Decidimos ocupar la fábrica para reclamar los salarios que nos debían, y defender los puestos de trabajo» explica Salcedo. Habían recibido los telegramas de suspensión, y la empresa estaba en quiebra: «Tomamos la empresa. Engañamos al portero diciendo que nos habíamos olvidado cosas adentro. Había policía en la puerta. Pero cuando abrieron la puerta pusimos el pie, nos metimos, y no nos sacaron más».
Poco después descubrieron que ese mismo portero era uno de los testaferros que figuraban como dueños de la empresa.
La maniobra
¿Cuál era la maniobra? Son tres pasos sumamente creativos.
- Gyp Metal era propiedad del señor Beto Wulfman (su nombre de pila ha quedado en el olvido). Describe Salcedo: «Se ve que quiso ganar plata fácil endeudándose. Había 4 millones de dólares de deuda. La empresa entró en concurso de acreedores, y él pidió autorización al juez para vender la planta, para evitar la quiebra. Lo autorizan, y simula una venta al portero. El portero era un indigente, dormía en un cuartito de dos metos por uno y medio, y Wulfman encima le cobraba por dejarlo vivir ahí, y si no firmaba como testaferro lo echaba».
- Concretada la falsa venta se le dijo al juez que la empresa se mudaba a otro local. Fue otra farsa: «En un garaje alquilado pusieron dos máquinas viejas y un inodoro que no tenía agua ni nada, lo apoyaron sobre la tierra, para engañar al síndico», narra Salcedo. De ese modo, cuando Wulfman pidiera la quiebra, lo que iban a rematar eran las máquinas viejas y el inodoro, mientras él se quedaba con la fábrica original a nombre del portero.
- La fábrica reabriría luego con otro nombre, sin deuda, sin quiebra, con el empresario enriquecido y con todas las posibilidades de comenzar nuevamente esa ronda.
El fraude se intentó con tanta naturalidad e impunidad, que al ocupar la planta (supuestamente vendida y trasladada al predio del inodoro seco) los obreros encontraron que todo el grupo directivo había dejado allí sus objetos personales, anteojos, calculadoras, agendas, sabiendo que un par de días después volverían a ocupar los mismos escritorios. Explica Salcedo.
«Al grupo gerencial no lo echaban. Nos despedían a nosotros que quedábamos sin los salarios adeudados, las vacaciones, el aguinaldo. Además así tampoco pagaron impuestos, proveedores, juicios, aportes jubilatorios, teléfono, luz, nada». Todo iba a la quiebra que se saldaría con la venta de las máquinas viejas y el inodoro. La empresa con otro nombre empezaba desde cero.
Aquel 18 de agosto la decisión de los obreros cambió ese circuito.
«Nosotros sabíamos que era una fábrica que podía ser rentable pero que había sido manejada por una persona inescrupulosa», dice Salcedo. Comenzaron la resistencia dentro de la planta. Hicieron colectas en las universidades, recorrían juzgados, municipios y ministerios buscando una solución. La Iglesia aportó comida.
La idea
Pero la sola resistencia tiene un límite, si no cuenta además con un proyecto que la canalice hacia algún lado. Ellos querían reabrir la fábrica, pero un abogado de la Unión Obrera Metalúrgica les explicó que eso iba a resultar imposible. Recuerda Salcedo: «Nos dijo que nos teníamos que ir a casa, y olvidarnos de cobrar algo porque con la quiebra no había salida alguna. Nos dijo que tampoco íbamos a poder ponerla en marcha, aunque lo intentáramos, porque si el patrón con todo su aparato de profesionales y con su experiencia, había ido a la quiebra ¿qué iba a cambiar con 50 obreros sin ninguna experiencia? No tienen capital, no tienen nada, nos explicaron. No es que no tenían voluntad, porque la UOM nos ayudaba. Lo que no tenían era la idea de que algo podía hacerse».
El otro contacto que habían sostenido recorriendo el Concejo Delibertante de Avellaneda era con la concejal Liliana Caro. Su marido, Luis Caro, era estudiante de derecho. Liliana propuso que Luis se reuniera con ellos, para analizar si había alguna alternativa a esa muerte anunciada.
Había. La idea clave fue la de propiciar una expropiación por ley provincial, temporal, en defensa de un bien público: una fábrica quebrada, puestos de empleo, producción. El estudiante de Derecho detectó una solución que los políticos los funcionarios del Estado y los sindicatos nunca habían aprovechado.
Los legisladores provinciales vieron con simpatía este tipo de acción (que les permitía la sensación -infrecuente- de ser genuinamente útiles). Un enigma: en una expropiación, hay que pagarle al dueño. ¿Quién lo haría? La situación quedó momentáneamente salvada al concretarse la expropiación temporal. Otra idea del estudiante de Derecho. Los obreros, de todos modos, asumieron un riesgo que así recuerda Salcedo: «Pensamos que ya veríamos quién pagaría el valor de la fábrica, pero mientras tanto salíamos a trabajar con dos objetivos: poder vivir de nuestro trabajo, e ir capitalizándonos para comprar nosotros mismos la fábrica».
La organización: obreros empresarios
Un primer problema fue cómo organizar la cooperativa. Durante un tiempo, uno de los integrantes ofició simultáneamente como mandamás, tesorero y factótum, hasta que se observó que esa delegación de poder funcionaba mal: «En la asamblea los compañeros decían: ¿por qué hiciste tal cosa? ¿por qué no consultaste tal otra? No era desconfianza personal hacia él, sino que a nadie lo convencía eso de que uno solo tomara las decisiones». El problema no era la persona, sino el mecanismo. Se decidió cambiar el consejo de administración. Y en lugar de que el consejo tomara decisiones para luego dar cuenta a la asamblea, se invirtió el método: comenzó a decidirse en conjunto para que luego el consejo actuase. Conflicto superado.
Un segundo problema ya se los habían anunciado: no tenían capital para comenzar. Ellos consideraban que la fábrica podía ser rentable, y tal suposición se confirmó cuando, apenas se hicieron cargo, aparecieron gerentes de bancos ofreciendo préstamos para reiniciar el trabajo.
Contra lo que hubiera aconsejado cualquier gurú de la economía y las finanzas, Unión y Fuerza rechazó tales ofrecimientos.
Explica Salcedo: «Hay muchas empresas que aceptan esos créditos, y al final terminan siendo de los bancos. ¿O no?».
Reaparecieron además los clientes de la fábrica, ofreciéndoles a los obreros poner el dinero a cambio de asociarse a la empresa. También rechazaron esas tentaciones: «Si para los tipos era un negocio poner dinero y quedar como socios, ¿por qué no intentar hacer las cosas nosotros mismos?».
Optaron por mantener su autonomía, invertir parte del seguro de desempleo que habían cobrado al ser despedidos, y compraron un crisol con un documento de la Municipalidad de Avellaneda a 60 días, que ellos devolvieron a los 30 días, ya que pagaron el crisol con recursos genuinos de ese primer mes de trabajo.
Con los clientes aceptaron el siguiente trato: que les aportaran la materia prima, la cooperativa fabricaría los caños, y cobraría sólo el valor agregado de la mano de obra.
Salcedo sintetiza: «Así fue que nos recuperamos sin un mango de nadie».
¿Cómo hicieron estos señores (ninguno con título universitario y la gran mayoría sin siquiera título secundario) para administrar, gerenciar, comercializar y llevar adelante nada menos que una fábrica entera en medio de la complejidad actual del mercado, la economía y las finanzas? Sostiene Salcedo:
-Quisimos hacer una economía bien de almacenero. Nada complicado. Se compra esto, se vende esto, queda tanto, se acabó. Primero hicimos una evaluación del mercado.
-¿Los ayudó algún contador, algún especialista?
-No, lo hacían los muchachos, obreros, trafiladores, mecánicos. Lo primero fue definir ¿a qué precio salimos a vender? La idea fue buscar las boletas de luz, gas y demás del antiguo dueño. Sabíamos las toneladas que se fabricaban y los montos que se gastaban. Dividimos todo por kilo, y así supimos cuánto nos costaba cada kilo de caño elaborado. Sumamos cuánto éramos capaces de producir, y cuánto podríamos sacar cada uno de los miembros de la cooperativa, y así pusimos el precio, teniendo en cuenta el precio del mercado. La cuenta era muy sencilla, la hicieron los mismos obreros. Acá no hubo ingenieros
-Analistas de costos
-Ninguna de esas cosas. Cobrábamos, repartíamos si se podía, pero lo primero era pagar gas, luz y esas cosas para no tener deudas.
Los clientes volvieron. Uno de los casos más inesperados fue el de José Wulfman, hermano del anterior dueño de la fábrica: «Yo le compraba a mi hermano, pero si él no está más, yo no tengo ningún problema en comprarles a ustedes» explicó este señor, de la empresa Wellman de Haedo. Como él, todos los anteriores clientes decidieron seguir adelante con Unión y Fuerza.
El comienzo fue duro. Como obreros en relación de dependencia ganaban unos 600 pesos mensuales. La cooperativa comenzó repartiendo no más de 200 pesos «y a veces ni eso». Pero la sola acumulación de trabajo comenzó a variar el panorama. «Una parte de lo que cobrábamos lo poníamos para comprar materia prima, y así pudimos tener stock propio, y hacer el proceso de fabricación completa con nuestros propios recursos».
Las cuentas funcionaban bien. Descubrieron que una diferencia con la gestión anterior era el costo empresarial (pese a que ellos también habían sido víctimas de la letanía neoliberal según la cual las economías modernas no funcionan por el costo laboral).
El dueño de la empresa -relata Salcedo- se llevaba 25.000 pesos mensuales en los malos tiempos, o hasta 50.000 si lo creía necesario. Y había un grupo de jerarcas: «El ingeniero cobraba 6.000 pesos, y había otros seis o siete personajes que estaban en esa cifra. Y otros 15 que estarían en 3.500 o 4.000 pesos.»
El caso muestra la utilidad que tuvo tal burocracia-vip, que forma parte de ese vasto Kremlim gerencial del capitalismo moderno. «Y creo que nosotros estamos administrando todo mucho mejor y más organizadamente» razona Salcedo. «Antes no había cascos, o escaleras metálicas, guantes, pinzas. O compraban todo de la peor calidad. Ahora es al revés, y para colmo estamos comprando un horno más, haciendo mejoras, reinvirtiendo, las máquinas ya son nuestras porque las compramos, y estamos capitalizándonos por si tenemos que hacernos cargo de la compra definitiva de la planta».
Salcedo sabe que Wulfman, mientras tanto, no vivía abrumado. En pleno concurso y pedido de quiebra, compraba autos importados, le regaló un 0 kilómetro a uno de sus hijos y una moto a otro. «Tenía un flor de chalet que conocí una vez me hizo ir a arreglarle algo. Ahora fijate: ni siquiera tuvo la intención de pagarme por ese trabajo. Me lo sumó como un par de horas extras, con lo cual se te hacían monedas». Lo dice sin resentimiento, apenas como un trazo más del perfil del empresario.
Café, mate amargo y mercado interno
-Ahora que conoce los dos lados del trabajo, ¿qué diferencia a la parte administrativa de la de producción?
-Los obreros toman mate amargo, y los empleados de oficina café. Siempre hay esa diferencia y ese encono. Ahora descubrí que en la oficina tomás café no porque seas más fino, sino porque tenés poco tiempo y lugar para el mate. Te diría que el trabajo de oficina es más ingrato. Agarrás papeles en lugar de sopletes y herramientas, pero a la vez tenés otras responsabilidades, no tenés horario, estás expuesto a equivocarte.
Su principal conclusión, frente a otras fábricas que pasan por experiencias similares de encontrarse más o menos repentinamente ante el abismo es, en primer lugar, que nada se puede discutir si no se ingresó en la fábrica. «Si estás adentro podés pensar qué tipo de cooperativa, qué tipo de producción. Pero si estás afuera, no tenés cómo negociar».
Otra conclusión es que hay que superar el miedo: «Hay que romper muchos miedos, creer que no se puede estar al frente de una empresa como ésta. En realidad, se aprende. Y te queda la satisfacción de que lo estás haciendo para vos mismo».
Considera que por eso la actitud de los obreros también es muy distinta: «No es lo mismo cuando tenés a un supervisor mirándote por arriba del hombro, que cuando estás trabajando para tu propia empresa. Hay compañeros que aquí vienen a trabajar hasta enfermos. Si uno es vago, los mismos compañeros le van a decir que se ponga las pilas.»
Salcedo explica que actualmente la empresa produce entre 60 y 70 toneladas de caños, con lo que se constituye en la principal proveedora del mercado interno (los datos técnicos pueden conocerse accediendo a la página de Internet www.unionyfuerza.8k.com). Tienen pedidos de exportación a México por 150 toneladas, pero no dan abasto. «Y no queremos descuidar el mercado interno, aunque creo que podemos complementarlo con la exportación. Estamos estudiando la compra de más máquinas, pero todo lo vamos a hacer con tiempo y de acuerdo a cómo se resuelva lo de la expropiación». Allí tendrán que resolver si la capitalización que han ido logrando deben volcarla a pagar la expropiación definitiva de la fábrica, o si pueden disponer de esos fondos para seguir creciendo.
Por ahora, sólo saben que les conviene producir más dentro de lo posible. La planta trabaja 24 horas por día, en tres turnos, y no han querido que se les escape ni siquiera el 1º de Mayo. Fue una decisión que tomaron por mayoría, en asamblea, en el país del desempleo, la recesión y la desindustrialización, para seguir alejándose de un modelo ya pasado: el de la desunión sin fuerza.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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