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Una ocupación Mundial

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Miles de soldados ocuparon el Complejo da Maré, en una zona estratégica de Rio de Janeiro, donde viven 130 mil personas en quince favelas. Los uniformados permanecerán hasta el 31 de julio para garantizar la “paz social” durante la Copa del Mundo. Por Raúl Zibechi.

Una ocupación Mundial
Cuando se cumplía medio siglo del golpe de Estado que irradió autoritarismo la región, dos mil soldados de la Marina y el Ejército a bordo de dieciséis blindados ingresaron en el Complejo da Maré transportando unidades del Batallón de Operaciones Especiales (bope) de la Policía Militar. Helicópteros tripulados con tiradores de elite sobrevolaron la zona con vuelos rasantes dando cobertura a las fuerzas de tierra en una operación acordada por los tres poderes de Brasil: municipal, estatal y federal.
El operativo fue anunciado muchas veces y se realizó con amplia cobertura mediática permitiendo que muchos milicianos del narcotráfico emigraran hacia otras favelas donde la presencia policial es menor. En pocas horas detuvieron a 118 personas, incautaron fusiles de asalto, ametralladoras y droga, además de motos y coches robados.
Los soldados peinaron algunas zonas casa por casa pero debieron disparar al aire cuando una multitud se opuso al trasladado de un joven herido de bala, mostrando las limitaciones de ese tipo de intervenciones. El objetivo es implantar una Unidad de Policía Pacificadora (upp) que estará integrada por 1.500 policías como ya se ha hecho en otras zonas. Sin embargo, el periodista del diario El País señala que además las autoridades deberán “reforzar otras áreas que últimamente parecen hacer escapado del control policial, como el Complejo de Alemán, ocupado en 2010, y la favela Rocinha”.

PAZ OLÍMPICA

El Complexo da Maré es la mayor favela de Rio. Pero a diferencia de las que se levantan en las laderas de los morros, ocupa tierras planas ganadas a la bahía de Guanabara con rellenos y nivelaciones. Son 15 comunidades con 130 mil habitantes entre tres grandes vías de comunicación: la avenida Brasil, ocho carriles de intenso tránsito, las Líneas Amarrilla y Roja. Un sitio estratégico por donde pasan las tres vías rápidas de la ciudad que conecta con el aeropuerto internacional Antonio Carlos Jobim (ex Galeão), lugar de arribo de miles de turistas para el Mundial y las Olimpíadas.
La Maré combina las viviendas autoconstruidas, típicas de las favelas, con edificios precarios en malas condiciones. En Nueva Holanda predominan los conjuntos habitaciones construidos por el Estado en la década de 1960, que se favelizaron por la pobreza, la sobrepoblación y la falta de servicios.
Pese a la elevada densidad poblacional y la abundancia de jóvenes, no hay lugares de esparcimiento ni equipamiento cultural. Un desierto para pobres apilados. Maré, marea en portugués, se construyó en terrenos inundables poco aptos para la especulación inmobiliaria. Dos bandas de narcotraficantes, Comando Vermelho y Amigos dos Amigos, se disputan el territorio pero son los pequeños transas, siempre adolescentes, las víctimas predilectas de la policía militar.
Escaldados por décadas de malos tratos, los vecinos desconfían. “No va a mejorar nada, ya que en otras favelas las upp fueron un fracaso”, dice un comerciante. El coordinador de la ONG Observatorio de Favelas, Mario Simão, asegura que “la  población desconfía de las fuerzas policiales ya que están asociadas a agresiones y falta de respeto” (El País, 30 de marzo de 2014).
A la larga lista de agresiones de la Policia Militar contra la población favelada, deben sumarse antecedentes cercanos que avalan lis temores. En 2007, en el marco de la preparación de la ciudad para los Juegos Panamericanos, la ocupación militar del Complejo de Alemán se saldó con la muerte de 43 personas y 81 heridos. En junio de 2013, cuando millones de personas se manifestaban en las principales ciudades sin que se produjera un solo muerto, el bope entró en el Complejo da Maré persiguiendo a pequeños delincuentes. Mataron a un joven y un sargento fue muerto por gente del barrio.
Poco después volvieron a guerra. Más de 300 policías, el siniestro caveirão (blindado que lleva por distintivo una calavera y sólo se usa en las favelas), helicópteros de apoyo y fusiles. Dispararon contra los transformadores de luz para provocar apagones y cobijar la masacre en la oscuridad. Dispararon a todo varón que estuviera en la calle, entraron a las casas derribando puertas. Esa noche se saldó con diez muertos, incluyendo al sargento. Todos varones. Todos pobres y casi todos negros. El mayor tenía 42, los dos menores 16. La propia policía reconoció que hubo “tres muertos inocentes”, como si los demás fueran culpables.
Una ocupación Mundial

ORDEN MINISTERIAL

En diciembre fue aprobada la Ordenanza 3.461 del Ministerio de Defensa que prevé la utilización de las fuerzas armadas para mantener el orden interno. La decisión estuvo estrechamente ligada a los llamados megaeventos, los Juegos Olímpicos de 2016 y el Mundial Fútbol. “Vamos a restablecer la presencia del Estado”, dijo el general Ronaldo Escoto, comandante la llamada Fuerza de Pacificación. Una de las tareas centrales de los uniformados la definió como “patrullaje de satruación”.
Según un informe del organismo de derechos humanos Justicia Global, el 29 de marzo, la víspera de la ocupación, un juez penal de Rio “expidió una orden colectiva de búsqueda y aprehensión, autorizando a la Policía a ingresar en las viviendas de la población”. La figura jurídica de la “orden colectiva” es duramente criticada por juristas y abogados por criminalizar la pobreza ya que se utiliza sólo en las favelas. La orden colectiva permite el allanamiento de las casas en dos favelas de Maré, Nova Holanda y Parque União.
El Observatorio de Favelas informó que el domingo 30 se realizó en Maré un encuentro entre organizaciones de la sociedad civil de esa favela en el que se debatió e problema de la “orden colectiva”. Los participantes entienden que están ante una actuación ilegal del Estado que será denunciada ante la justicia en los próximos días.
El 31 de marzo el diputado federal Chico Alencar (psol) criticó la figura de la orden colectiva por ser “una herramienta jurídica que convierte a todo habitante de una favela en sospechoso y por extensión ve a la favela como territorio enemigo”. El sociólogo Cândido Grzybowski, director de Ibase, denunció que “la política de seguridad actual se dedica a proteger a la ciudad de las favelas y de sus habitantes en vez de garantizar derechos iguales en cuanto a la seguridad, de no sufrir violencia para todos los que vivimos en Rio de Janeiro”.
En opinión de Justicia Global, que trabaja en la denuncia policial y defensa de los favelados, las prácticas policiales en esos territorios violan los derechos de las personas utilizando figuras genéricas, para encubrir las ejecuciones sumarias de la policía, como “auto de resistencia” y “resistencia seguida de muerte”.
En la opinión pública comienza a abrirse paso la necesidad de desmilitarizar las fuerzas de seguridad. La Policía Militar surgió a principios del siglo XIX para proteger a la familia real bajo el nombre División Militar de la Guardia Real de Policía de Rio de Janeiro. Se consolida como policía justamente después de la abolición de la esclavitud, cuando se especializa en proteger a las elites de los pobres. Durante la dictadura militar (1964-1985) el papel de la Policía Militar fue muy destacado en la persecución de los opositores.
Pero fue a raíz de las manifestaciones de junio que la Policía Militar volvió a ocupar un lugar destacado en el debate político. Los organismos de derechos humanos presentaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la oea más de 200 casos de violaciones ocurridas desde las protestas de junio de 2013. Brasil es uno de los pocos países en los que esta policía depende de las fuerzas armadas y está amarrada a su estatuto militar.
En ese sentido, Justicia Global enfatiza que la desmilitarización que se reclama no consiste sólo en poner fin a la Policía Militar como corporación sino, sobre todo, en “enfrentar un modo de funcionamiento, modos de gobernar, trabajar y vivir” que se arrastran desde el período colonial esclavista.
 

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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