Nota
La trinchera en Internet: la batalla de la libertad de conocimiento, capítulo España
Las regulaciones están siempre al acecho, no desaprovechan su oportunidad. Basta que la gran masa de usuarios se distraiga con selfies en Facebook o micropaveando en Twitter para que el avance corporativo pegue el zarpazo. España es el último ejemplo al aprobar esta semana una reforma de la Ley de Propiedad Intelectual que tiene dos ejes esenciales: la casi desaparición del concepto copia privada y la llamada tasa Google.
Las regulaciones están siempre al acecho, no desaprovechan su oportunidad. Basta que la gran masa de usuarios se distraiga con selfies en Facebook o micropaveando en Twitter para que el avance corporativo pegue el zarpazo.
España es el último ejemplo al aprobar esta semana una reforma de la Ley de Propiedad Intelectual que tiene dos ejes esenciales: la casi desaparición del concepto copia privada — gracias al cual los usuarios podían duplicar un disco, película o libro para uso propio — y la llamada tasa Google — que cobrará un impuesto a las páginas web que reproduzcan fragmentos de publicaciones periódicas.
El nuevo marco jurídico, se dice oficialmente, brindará “la protección de los creadores culturales en internet, la mejora de la transparencia de las entidades de derechos de autor y la transposición de directivas europeas”. Acusaciones cruzadas entre gobierno y oposición de arreglos políticos y económicos, falta de consenso e incumplimiento de las promesas… pero concretamente, en palabras de los productores culturales y hacktivistas, esta norma restringe las libertades y favorece los intereses de grandes grupos mediáticos.
¿Por qué denuncian que favorece a grandes corporaciones si es aparentemente Google el afectado? Porque la reforma fue impulsada por la Asociación de Editores de Diarios Españoles que, ante la gran crisis económica que enfrentan, pretenden cobrar cada vez que el buscador los linkea. Y la movida no termina ahí: contempla también cargar contra quienes facilitan «la descripción o la localización de las obras (…) en particular contra quienes ofrezcan listados ordenados y clasificados de enlaces a las obras», con multas impagables y hasta potestad para pedir la clausura de la web en cuestión. Y acá el ataque caerá sobre cualquier sitio, en clara contradicción con la lógica de hiperenlaces de la www y con la jurisprudencia europea (más abajo se detalla esta situación).
Mi lucha 2.0
En este contexto que no es muy alentador, algunos especialistas se muestran preocupados. Incluso, llegan a ver cómo las corporaciones se aprovechan de la soledad cotidiana para hiperconectarnos, estudiarnos, comercializarnos y espiarnos.
Es el caso de Margarita Padilla, una hacker española que se autodefine como “una vieja militante del movimiento obrero que se convirtió en nueva activista cuando viajó (virtualmente, claro), allá por los años noventa, al núcleo de Internet y comprendió la potencia de las redes en la lucha social”. Es autora del libro “El kit de la lucha en internet”, editado bajo una licencia Creative Commons por el proyecto Traficantes de Sueños.
¿Cuáles son las tensiones actuales en la web?
En lo que yo veo de cerca, en el contexto de España, lo que está pasando es que desde hace más o menos un año casi todas las energías sociales se están enfocando en la capa político-electoral, con la hipótesis de que va a ser posible dar vuelcos electorales y «tomar» el poder político (supongo que estás al tanto de los éxitos electorales de Podemos). Como las energías no son infinitas, todo lo que se vuelca en lo político-electoral de alguna manera se «quita» o se deja de poner en activar luchas y movilizaciones sostenidas (como se hizo contra la Ley Sinde). Esto también tiene que ver con la brutal crisis económica que estamos sufriendo.
¿Cuáles son las legislaciones que resguardan los derechos de las personas y las protegen de los abusos corporativos?
En la comunidad europea se aplica la LOPD, Ley Orgánica de Protección de Datos Personales. Esta ley obliga a las entidades que almacenan datos personales (por ejemplo, si tu web ofrece un formulario de registro para enviar una newsletter) a informar al usuario para qué se van a usar sus datos personales, al derecho de que el usuario pida su borrado, prohíbe vender los datos personales, etc). En la práctica, solo sirve para poner multas grandes a entidades pequeñas, que no tienen buenos abogados, ya que las grandes corporaciones pasan por alto todo esto.
Otra ley que se aplica es lo que conoce como Ley de Cookies, que es una concreción de la LSSI, Ley de Servicios de la Sociedad de la Información. Esto obliga a todas las webs a informar del uso de estos mecanismos que permiten rastrear lo que una persona va haciendo por distintas webs, seguirle el rastro. Lo mismo que lo de antes, se ponen multas a los pequeños y los grandes no la aplican.
El repliegue de Anonymous, el encierro de Assange o la merma de acciones de hacktivistas, ¿indican el fin de una etapa de la batalla?

Margarita Padilla
Después del 15M hay gente que ha ensalzado las capacidades de Twitter y de Facebook, pero sobre todo de Twitter, respecto a su potencial para organizar a su través las respuestas sociales. La mejor expresión de esto que digo es la investigación Datanalisys15m. Lo que investigan es interesante, pero me parece que tienen la hipótesis de que la gente ya está haciendo un uso político de las redes sociales, como quien dice de forma «natural». Desde esta hipótesis ya no sería tan necesario el hacktivismo como actividad «especializada», puesto que ya todo el mundo estaría haciendo hacktivismo espontáneamente en Twitter. Yo no lo veo exactamente así. Creo que la autonomía también debe darse a nivel de código, de servidores, etc. Así que yo también observo una especie de parón o retroceso respecto a años anteriores.
¿A qué tenemos que estar atentos para no morder el anzuelo y favorecer el control corporativo de la web?
El «pequeño» paso que va del ordenador al smartphone es una nueva vuelta de tuerca de las corporaciones. Sutil, pero con muchos efectos. El teléfono es mucho más caja negra que el ordenador. No tenemos conocimientos. No sabemos repararlos. No tenemos sistemas operativos completamente libres para él. Se usan aplicaciones específicas, por lo que tenemos mucho menos software libre. Está diseñado para estar todo el tiempo encendido y no permite cerrar o abrir las aplicaciones una por una con facilidad, así que se forma un continuo entre hardware, software y modos de comunicar que va modelando las prácticas. Por ejemplo, aplicaciones como Whatsapp, que han penetrado en los teléfonos sin ninguna resistencia, solo por el miedo de la gente a quedarse «fuera» de los círculos de amistades. Mucha gente ya empieza a considerar que un comunicación personal específica, dirigida únicamente a una persona concreta (una llamada telefónica, un mail, un SMS…) es demasiado «agresiva» o «intrusiva», así que mejor dirigirse a grupos difusos y a ver quién responde. Así, en lugar de invitar a unos amigos concretos a cenar a tu casa, pones un mensaje en whatsapp al grupo de amigos que diga «esta noche organizo una cena. ¿Alguien quiere venir?».
En resumen, por una parte está la soledad y la fragilidad personal que crea el neoliberalismo y que llevan a la gente a no querer desengancharse de los dispositivos y las prácticas conectivas. No solo a no querer desengancharse sino a engancharse cada vez más, a modo de epidemia o de droga o de única «salvación» contra la precariedad.
Por otra parte está el vuelco de lo social hacia lo político-electoral. En ese vuelco, todo lo demás tiende a ser instrumental, ya que todo está centrado en organizar alternativas electorales que den un vuelco a la situación política. Y si hay que estar en Facebook pues se está en Facebook. Digamos que todo se convierte en instrumental respecto al objetivo electoral.

Manifestaciones contra el canon en Hungría
No todo está perdido
Dos datos que demuestran que todavía hay esperanzas.
Por un lado, La Corte de Justicia de la Unión Europea estableció un veredicto que sienta jurisprudencia: la inserción de videos (aunque tengan derecho de autor) no es una infracción de copyright, incluso si la fuente de video se ha subido sin permiso. De alguna manera, complementa el llamado Caso Svensson, en el cual se dictaminó que linkear a una obra previamente publicada online no es violación de derechos. En la práctica, cualquier usuario puede utilizar libremente contenidos de terceros sin correr ningún riesgo (siempre y cuando no lo modifique). Vale una aclaración: en Argentina, la Cámara de Productores de Fonogramas (CAPIF) viene persiguiendo hace años a determinadas páginas web para cobrarles un canon mensual y autorizarlos a utilizar música o videoclips. lavaca intentó contactarse con esta organización que gestiona los derechos de las principales discográficas en nuestro país, pero hasta el momento no contestaron.
Por otro lado, miles de ciudadanos húngaros coparon las calles de Budapest para protestar contra un paquete de nuevos impuestos que intentaba aplicar el gobierno, en el cual se destaca una tasa a internet (la medida pretende cobrar €0,50.- por cada gigabyte de tráfico, que las compañías de telecomunicaciones trasladarían a los usuarios). Las manifestaciones espontáneas fueron tan firmes que el primer ministro Viktor Orbán dio marcha atrás. Al menos, por ahora.
Recursos
- Libro «El kit de la lucha en internet», para descargar en pdf
- Consecuencias de la nueva Ley de Propiedad Intelectual española
- Preguntas frecuentes sobre la nueva Ley de Propiedad Intelectual española
- Ley de cookies y sus violaciones
- DatAnalysis15m: la potencia de las multitudes conectadas
- De la Ley Sinde a la de Propiedad Intelectual: menos libertad en la red, ¿menor movilización?
- La cena del miedo (mi reunión con la ministra Sinde)
- Manifiesto «En defensa de los derechos fundamentales en internet»
Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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