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A dos años de Ayotzinapa: la intemperie

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Crónica desde El Plantón, un campamento levantado en Ciudad de México en recuerdo de los 43 estudiantes de Iguala desaparecidos hace 2 años.

Por Eliana Gilet para Brecha
Llueve de a ratos. En la entrada del Plantón, el grupo de las “Batallones Femeninos” rapea que “yo sólo menstrúo cuatro días al mes, tú eres un idiota todo el año”. Toda la semana hay actividades porque el 26 se cumplen dos años de la masacre de Iguala, en donde 5 personas fueron asesinadas y 43 estudiantes de magisterio fueron desaparecidos. Tres meses después de aquel 26, en diciembre de 2014 un grupo variado de gente y organizaciones montó un plantón en plena avenida Reforma, “la” avenida de la ciudad, en el cantero frente a las oficinas de la Procuraduría General de la República.
La biblioteca está a la izquierda apenas entrar y más adelante, pasando el maíz sembrado a la derecha, en el pedazo de tierra que había disponible, están las mesas y la cocina; las carpas alrededor. El perímetro está rodeado por las fotos de los estudiantes, que apuntan hacia la PGR. Para “la cotidiana” de los padres de los jóvenes, que tienen una reunión al mes en ese punto, el plantón sirve de base y de apoyo. Allí, en la calle, ofrecían una conferencia de prensa apenas bajados de las oficinas de justicia, en dónde los padres planteaban públicamente cuáles eran sus puntos de acuerdo y discrepancia con la investigación oficial, y que acciones tomarían a continuación. Cada mes.
Sentado en una de las mesas, Reynaldo señala el portón de madera de la entrada e indica que el Plantón empieza en la alcancía esa que cuelga afuera, y que a ver si le deja usted algo cuando sale. Tiene 76 años y desconfía de las preguntas. Dice que es pesimista y que por eso se guarda lo que piensa. Por ahora cuenta que se alternan para cubrir los días, para que siempre haya gente y nadie se desgaste.
Luis, a su derecha, tiene 20 años y barba. Sonríe. Tiene pinta de estudiante. Lleva poco más de un año apoyando en el Plantón el que, dice, incluye también a la buena cantidad de presos políticos que tiene el país y cuyas fotos también están colgadas, así como las de otras personas desaparecidas. Se integró poco a poco, a través de otros compas que conocían el lugar. “No hay sólo un tipo de ideas que predominan, hay muchas personas que se acercan, y yo aprendí mucho de otro tipo de luchas. Ninguno de nosotros tiene un parentesco directo con los estudiantes, pero sí hay un sentimiento. Si esto nos hubiera pasado a nosotros, ellos estarían buscándonos”
¿Por qué hacerlo con un Plantón en el medio de la ciudad? “Es para mostrarle a la gente que la lucha no ha pasado, que seguimos buscando mantenerla viva, pero no somos nomás nosotros, hay mucha gente atenta y haciendo algo.”
Explicar los motivos de la dimensión que el ataque a los normalistas de Ayotzinapa  tuvo para este país no es tan importante como señalar algunas de sus consecuencias. Uno tras otros los familiares de desaparecidos de distintos puntos de la República, que vivían sus procesos de dolor y búsqueda más o menos aisladamente entendieron una básica: “si los padres de los 43 buscan, nosotros también podemos”. Otra fue una toma de conciencia de la fuerza de cierta mecánica del horror, que venía acechando a los mexicanos desde al menos diez años antes y que se sintetizó con un lema que se hizo carne: “Fue el Estado”.
“Explotó la olla, duele, es nuestra gente, nuestro país. Fue un gran abuso de poder y creo que los padres con dignidad exigen justicia con sobrada razón.” Rosa María, 74 años, lo vivió en carne propia durante otro período duro, el de la presidencia de Salinas de Gortari, en los noventa. Ella misma sufrió que sus hijos fueran torturados por integrantes del Ejército, cuando dieron alojo a un luchador social en su pobre casa. Violentaron sus derechos y luego se deslindaron de la situación, dice.
Adrián cierra la ronda, 37 años. “Ayotzinapa es un parteaguas en esta compleja sociedad mexicana. Tiene todos los elementos de una desaparición forzada, que no son algo nuevo tampoco, ya se practicaban en 1969. La diferencia es que antes los mataban, entonces había un auge de las ejecuciones extrajudiciales.” Explica que Ayotzi sucedió una vez que el norte del país ya había sufrido un recrudecimiento “bien cabrón” de las desapariciones masivas. “Lo que se logra ver con Ayotzi, ya sucedía en el norte, pero en este caso hubo una reacción inmediata, que no sé por qué fue.”

Necropolítica

Las lonas que hacen de techo suenan cuando las levanta el viento que viene a vaciarlos del agua acumulada a unos metros de la mesa en dónde estamos sentados. Nadie parece inmutarse, como si esta gente hubiera nacido en la intemperie.
Muchos de los que se acercan tienen presos o desaparecidos, otros no, vuelcan los que están en la conversa. Pura sociedad civil que, como en cualquier proceso del estilo, tuvo y tiene altibajos. Pero la razón común en la que acuerdan es que, si los padres no se han rendido, ellos tampoco pueden hacerlo. Llevan 629 días de convivencia y han aprendido a bancarse. Esa es otra de las consecuencias del ataque a los normalistas, la lucha por la presentación con vida de los 43 ha llevado a gente de diversa estirpe a aunarse y “vivir un proceso de tolerancia”, todo frente a los ojos de la gente que pasea en una de las zonas más caras de la ciudad.
Hay otro punto en el que están de acuerdo los “plantonistas”: el efecto devastador de las campañas mediáticas. “La gente tiene idea de quien lo hizo, pero cuando viene y platica con nosotros, nos dicen ´ya están muertos´, tal y como se promueve desde arriba para cerrar el caso sin que nada se resuelva. Desde que comenzaron la guerra contra el narco, la gente tenía idea de lo que sucedía, pero con Ayotzinapa armó ese rompecabezas.” Ya no se contentaron las familias con una caja de cenizas y la frase “fueron los zetas” (en alusión a uno de cárteles de narcotraficantes) por parte de la justicia como explicación del destino de sus familiares.
“Nadie sabe el número de muertos, ni siquiera los asesinos”, como si Jaime Sabines hubiera podido ver el futuro en los primeros versos de su poema a Tlatelolco – otra gran masacre, crimen de estado, en 1968 –, se estima que en los últimos diez años fueron desaparecidas entre 27 mil y 30 mil personas y asesinadas otras 50 mil. La participación de las fuerzas estatales en uno y otro es ampliamente abrumadora.
¿De qué se dio cuenta la gente pues? “De que el gobierno indica que aumenta la violencia porque hay narco, pero en este país siempre ha habido narco, pero no esa violencia. Para lo que sirvió el narco fue para crear un enemigo interno, culpable de todos nuestros dolores, con lo que se diluye la responsabilidad del Estado en esta situación. ¡Y hay gente que lo cree! Que acepta que a su familiar se la llevaron “los zetas” o “los templarios”. Incluso nosotros, al primer lugar al que fuimos a buscar a los estudiantes, a los 15 días, fue a los cerros de Iguala: estábamos buscando fosas, los estábamos buscando muertos”
Serafín se suma a la conversación. Él también se remonta al año 2006, pero no al comienzo de la guerra contra el narco, sino a la represión en San Salvador Atenco, en un pueblito del estado de México – que rodea a la capital y concentra la mayor población del país, la zona de los extintos grandes lagos – que resiste aún la construcción de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México para el que, entre otras tantas, habría que secar el Lago de Texcoco. A los presos en Atenco los habían condenado a cumplir 132 años de cárcel – fueron liberados en 2010 – hubo heridos y violencia sexual de los uniformados hacia un grupo de mujeres, por el que se ha condenado internacionalmente al estado mexicano.  Habla Serafín: “Lo que Atenco enseñó al Pentágono es que el despojo al que nos sometieron no iba por ahí, con una confrontación directa. Entonces la estrategia de quita de nuestros recursos varió. Sembrando el terror, vimos cómo nos sometieron a una despoblación estratégica de ciertas partes del país. ¿Por qué sucedió en el norte? Porque allí se encuentra la cuarta reserva más grande de gas natural en el mundo, la cuenca de Burgos. Si no hay gente, no hay quien se oponga a sus proyectos extractivos.”
Así la supuesta guerra contra el narco, opinan a distintas voces, sólo ha tenido victimas que no lo son. La otra gran cara de esta crisis es la entrega a grupos paramilitares del cordón migratorio, tanto en la frontera sur como en la norte, en dónde se les permite actuar con libertad. Serafín cita a Achille Mbembe, intelectual africano, las máquinas de guerra y la necropolítica. El poder último de decidir quien vive y quien muere.
“Creo que Ayotzinapa no fue algo que hubiesen planeado, sino algo que se les salió de las manos. Y en eso es importante la hipótesis planteada por el Grupo de Expertos Internacional (GIEI) del quinto autobús como parte de la ruta de tráfico de drogas al norte”
Los miembros del GIEI sostuvieron desde su primer informe al año de la masacre, que las pistas indicaban que el móvil de un ataque tan flagrante y obsceno – decenas de policías persiguieron a los normalistas por la ciudad llamando la atención de todo el mundo – pudo deberse a que, el quinto autobús tomado por los estudiantes en la terminal de Iguala – para trasladarse a la capital a conmemorar un nuevo aniversario de la masacre de Tlatelolco, el 2 de octubre  – estaba acondicionado para aquella travesía, y que los jóvenes se lo llevaron sin saber el infierno que eso les desató encima.
“Desde la década del sesenta, en el estado de Guerrero hay señales de la colusión entre el Ejército y el narco, al propio Lucio Cabañas (maestro, ex estudiante de Ayotzinapa y líder guerrillero) lo entregaron dos narcos al Ejército cuando lo toparon en la sierra en 1974. O con figuras como la de Ruben Figueroa Figueroa” El Partido de los Pobres, integrado por Cabañas, había secuestrado ese mismo año a Figueroa, caudillo del PRI, pieza central en la guerra sucia de los setenta y de la coordinación con el narco. Los Figueroa Figueroa son la familia dominante en Huitzuco, un municipio vecino de Iguala, al que se señala como destino final de los estudiantes, según un testimonio recabado este año por la Comisión Nacional de Derechos Humanos. “¿Por qué el presidente y toda su estructura meten las manos para manipular la verdad y proteger a un municipio como Huitzuco? Porque hay un poder mayor al del presidente que lo quiere así”, dice Serafín, y todos coinciden en el plantón.

Qué viene

“Soy pesimista y creo que estamos en un proceso de descomposición muy fuerte. Como en el 68, que se resistió para intentar parar y bloquear la represión, pero eso no evitó Aguas Blancas, tampoco Acteal”, replica Reynaldo, el veterano, aludiendo a dos masacres cometidas por fuerzas policiales y parapoliciales, la primera en 1995 en el estado de Guerrero y la segunda dos años después, en Chiapas.
“Tampoco detuvo a Nochixtlán” apunta otro, en referencia a las nueve personas asesinadas el 19 de junio último, por la Policía Federal en el pueblito mixteco de la sierra de Oaxaca, durante la resistencia al avance de la Reforma Educativa. “Esa reforma, la energética o las otras promovidas fueron resistidas por la gente durante años y sólo se lograron aprobar cuando la gente estuvo lo suficientemente aterrorizada. Las reformas del despojo son las leyes que requiere el capitalismo para un nuevo proceso de acumulación.”
Replica Adrián: “Creo que estamos en un momento en que la sociedad tiene que evolucionar en sus formas de resistencia. El mensaje enviado con la remoción de Tomás Zerón de Lucio en este caso fue un mensaje para los que estamos luchando”
A mitad de Setiembre, Tomás Zerón de Lucio renunció a su cargo como director de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR y coordinador de las investigaciones oficiales sobre la matanza de los normalistas. El GIEI lo había acusado – apoyándose en evidencias – de diversas manipulaciones. Fue él, señaló el grupo de expertos, quien “plantó” restos humanos en el río San Juan y quien contruyó la verdad oficial, la “verdad histórica” como se la llama en México, de que los cuerpos de los 43 estudiantes habían sido quemados en el basurero del municipio de Cocula, un relato desmentido por los antropólogos y especialistas que han trabajado en el caso. Los padres de los 43 habían cortado el diálogo con la PGR hasta que Zerón fuese separado del cargo y entregado a la justicia.
Al día siguiente de su renuncia, se supo que en realidad fue trasladado a un cargo de dirección en la Comisión Nacional de Seguridad, sin consecuencias penales hasta ahora. Lo ascendieron.
Los del plantón refieren a otra pelea legal que se batalla ahora: la sanción de una ley que tipifique el delito de desaparición forzada adecuándose a los estándares internacionales. La que existe actualmente, excluye de la categoría de “servidores públicos” a los cuerpos policíacos y el Ejército, ni contempla un mecanismo nacional de búsqueda, que las familias exigen que incluya a la sociedad civil.
“La ley que exigimos contiene lo mínimo para acreditar el cuerpo del delito y armar un mecanismo nacional de búsqueda. Pero como son ellos que legislan, nos dicen que la ley está bien salvo algunas cosas que quieren cambiar, que son las que a nosotros nos parecen medulares”. Buscan el apoyo del parlamento de la Unión Europea para que, al menos en el papel, México cumpla los estándares internacionales de derechos humanos. La ley sería un candadito mínimo que permitiera empezar a acusar al Estado. Y mientras tanto, resistir, dicen. “Resistir como hasta ahora”.

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Más allá de tu vereda: un documental sobre personas en situación de calle en CABA

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Más allá de tu vereda.

Así, a secas, es el nombre del documental que acaba de estrenarse. 

No es un documental más. Así se llama el programa de radio de y para personas que viven o vivieron en la calle, que se realiza semanalmente en la organización Sopa de Letras. Esta cobija y aborda la problemática así como la salud mental, desde hace más de 10 años en el barrio porteño de Parque Patricios.

El documental explicita la importancia de la radio, el valor de la comunicación, la potencia de lo colectivo, la necesidad de comunicarse, y que alguien escuche del otro lado, o mejor aún: al lado. Y también refleja la historia de Víctor Rodríguez Lizama, su director, que tiene 64 años y vivió varios en situación de calle.

El Cuervo, como le dicen a Víctor por su fanatismo por San Lorenzo, visibiliza en primera persona junto a otrxs protagonistas lo que se ve a diario, pero no tanto. Lo que se sabe, pero no tanto. 

En Más allá de tu vereda, Víctor entrevista a muchos de los integrantes del programa que se emite en Radio Parque Vida (105.9) desde hace más de tres años.

Marcela dice que antes sólo escuchaba. Y que ahora se animó a decir.

Luciana dice que perdió un poco la timidez. Y que, quizá, eso la ayudó a crear la sección “la música que nos hizo”. 

Cata dice que encontró un espacio para hacer arte. Para animarse a leer sus poesías.

Alicia dice que antes hablaba “poquito”. Y que ahora “habla un poquito más”. 

Lautaro habla cuando llora, emocionado. Dice que no tenía experiencia. Y que ahora se sorprende de sí mismo.

Juan Bautista dice que es el encargado de informar las noticias. Y que ahora sí, alguien escucha su punto de vista.

Cristian dice que está más atento a su alrededor. Tanto, que ahora se anima a opinar.

Víctor dice que hasta no hace mucho, había personas que no agarraban el micrófono. Y que ahora no lo quieren soltar.

Termina el documental, con una última imagen; pantalla en blanco y una sola línea en letras negras.

«A todos los que estuvieron en situación de calle y ya no están».

Hay aplausos, hay felicidad, hay valoración. 

Hay orgullo.

Luego, se abre el micrófono para que quien quiera diga lo que quiera. 

Jorgelina: “Hagamos más radios”.

Adrián: “Podría estar en cualquier otro lado, haciendo cualquier otra cosa en este momento y gracias a ustedes estoy acá, me ayudaron un montón desde lo emocional”.

Cierra Víctor Rodríguez Lizama, con la remera puesta de su San Lorenzo querido y su pelo repleto de canas:

“La finalidad de este documental es mostrar cómo a través de la salud mental podemos llegar a la gente invisibilizada, que está ignorada. Ojalá que se reproduzca en otros lugares, que sirva de herramienta para salir adelante. Hoy hay mucha más gente viviendo en situación de calle. Además de haber vivido mucho tiempo, participé de los censos populares. Recientemente censamos en la comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Monserrat y Constitución) y sólo acá contamos 1480 personas, por donde vos camines están. En la olla popular que hacemos en el Parque Lezama se ve algo similar al 2001. Más personas en calle y más hambre”.

Detrás del Cuervo hay un pizarrón donde se completa al nombre de su documental: 

“Más allá de tu vereda,

hay otra realidad,

atrás de tu puerta”.

Al costado, un mural con un puñado de palabras escritas en letra cursiva: 

“Hasta que no quede ni una sola persona en situación de calle, 

allí seguiremos estando”.

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La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos

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Este domingo a la madrugada murió María Teresa López, asambleísta contra la contaminación en su ciudad natal, Caleta Olivia, luego mudada a Capital Federal y parte del grupo Jubilados Insurgentes. Mary se enfermó de cáncer producto de la contaminación que ella misma denunciaba, y luego fue abandonada por el Estado en modo motosierra: el PAMI se negaba a entregarle medicamentos, pese a amparos judiciales a su favor. Una historia que genera bronca e impotencia, pero que a través del recuerdo de sus compañeras de lucha se revela como una lección de vida, en el más profundo sentido de la palabra: lo colectivo frente a lo personal, la idea de no perder el tiempo, la movilización permanente, la generosidad, la sabiduría, y qué es la muerte.

Por Franco Ciancaglini

Algunos dirán que Mary era bajita y otros que tenía el porte enorme de Nora Cortiñas.
Desde la pandemia solía esconder su sonrisa detrás de un barbijo, aunque sus motivos de alegría eran cada vez menos:

  • su salud era cada vez más delicada;
  • los medicamentos oncológicos no llegaban;
  • y la lucha que encaró desde siempre —primero en su Caleta Olivia natal contra la contaminación, luego contra el sistema de salud público y, al final, como parte del grupo Jubilados Insurgentes— cada vez implicaba poner más el cuerpo.

Fue su cuerpo lo que, este domingo 21 de julio, dijo basta.

Mary se convierte así en algo odioso: un símbolo. Un símbolo de la muerte sistemática que genera un sistema que enferma y abandona. Pero también en un símbolo de lucha por la vida, en el sentido más profundo de la palabra.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Mary junto a Nora Cortiñas.

Contaminada

María Teresa López nació en 1959 en Caleta Olivia, Santa Cruz. Falleció el domingo pasado a sus jóvenes 67 años, en un hotel de la calle La Rioja, en Once, ciudad de Buenos Aires. Sí: vivía en un hotel. Sola, producto del desarraigo que le produjo tener que trasladarse para atenderse de un cáncer de hígado.

Ese fue el diagnóstico médico: una metástasis que avanzó en el último tiempo al ritmo frenético de una motosierra.

La causa que no figura en su partida de defunción es aquella que ella misma denunció hasta el final: a Mary le negaban medicamentos oncológicos indispensables para su tratamiento.

Lo que tampoco figura en su partida es que Mary fue arrancada de su Caleta Olivia natal porque se enfermó, al igual que decenas de personas de esa localidad, producto de la contaminación del agua por actividades extractivas en la zona.

Contaminada

La vida de Mary fue la de una militante social de una estirpe rara: austera, firme, silenciosa, estudiosa, imparable.

Sus compañeros reconstruyen sus historias: que de chica le hicieron un test de inteligencia y un profesional le dijo a su madre que ella era más o menos superdotada; que seguramente podría hacer dos carreras universitarias a la vez; que terminó la secundaria antes de tiempo y luego cursó dos carreras; que se enganchó con el ambientalismo muy joven y empezó a investigar cuando las empresas petroleras negaban la contaminación de las napas de agua.

Formó parte de la Asamblea Ambiental de Caleta Olivia, desde donde luchó sin descanso contra la contaminación provocada por el fracking. Mucho antes de enfermarse, denunciaba que el agua que llegaba a las casas estaba contaminada con petróleo. Lo sabía por la evidencia científica más contundente que tiene una comunidad contaminada: que sus vecinos, familiares y amigos enfermen y mueran.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
En Plaza de Mayo, con una bandera contra la megaminería contaminente en Chubut.

Ante los medios Mary describía lo que vivía y veía alrededor: “La gente se muere o queda discapacitada”. En una entrevista para el programa Conciencia Solidaria, precisaba sobre su territorio:

  • “Caleta Olivia… tiene un problema grave: falta de agua potable, y encima está contaminada por la industria petrolera. Los muestreos de agua que hemos sacado y analizado han dado positivo: está contaminada el agua que estamos tomando.”
  • “La situación es muy grave, se está muriendo muchísima gente de esas 11 localidades, 9 están en terrible condición… además tuvimos un caso muy grande de gastroenteritis que afectó a 340 personas”.
    También contextualizó el vínculo entre agua contaminada y salud pública: “Los metales pesados son cancerígenos, mutagénicos, van mutando de una generación en otra… nacen chiquitos con problemas… o fallecen de cáncer».

Denunciaba en Caleta Olivia la presencia de hidrocarburos, arsénico y metales pesados en el agua, además de enfermedades poco frecuentes que, como decía ella, “no tienen cura” y crecen en esa región patagónica. Alertaba con claridad: “No es solamente cáncer, sino Enfermedades Raras o Poco Frecuentes. Muchos pacientes no están bien atendidos… La situación se agrava cuando se trata de estas patologías: solo se ofrecen tratamientos paliativos.”

Un mal día le tocó a ella, ya con la certeza profunda de que la contaminación ambiental fue parte del combustible de su cáncer de hígado.

En agosto de 2015, en un foro en defensa del agua organizado en Comodoro Rivadavia, otras asambleístas como Lidia Campos, de la asamblea contra el fracking de Allen (Río Negro), la conocieron personalmente luego de años de tramar resistencia contra el extractivismo: “En el Foro en Comodoro había gente de todos lados… Y estaba Mary, que ya tenía problemas, como un problema en la boca del estómago… No se sabía bien… Uno tapa esas cosas y habla de la lucha, la salud quedaba en segundo plano. Mary no era de hablar de lo personal; siempre se preocupaba más por lo colectivo».

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Lidia y Mary, durante el acampe del Malón de la Paz en Buenos Aires, hace dos años.

La describe así: “Era menuda, callada. Pasaba desapercibida. Pero cuando abría la boca, te dejaba con la boca abierta. Sabía muchísimo. Y tenía una convicción inquebrantable.”

Recuerda Lidia que, en 2019, Mary pasó de la denuncia mediática a la judicial: presentó un amparo colectivo ante la Corte Suprema contra la contaminación del agua con hidrocarburos, arsénico y metales pesados. Denunciaba así, ante el máximo tribunal argentino, el abandono del sistema cloacal, basurales a cielo abierto, y exigía la puesta en marcha de una planta de ósmosis inversa paralizada (actualidadjuridicaambiental.com). En ese expediente Mary detallaba:

  • “Frecuentes interrupciones en el suministro… agua contaminada con hidrocarburos totales y arsénico… napas freáticas contaminadas por fracking…”.
  • Solicitaba medidas cautelares urgentes: provisión gratuita de agua apta, saneamiento cloacal, cierre de basurales y puesta en funcionamiento de la planta de ósmosis inversa.

Esa presentación inédita, que firmó ella misma, reflejaba años de trabajo comunitario, denuncias y… enfermedades. Pero su denuncia fue ignorada, archivada y judicialmente ninguneada: tras seis años, la Corte se declaró “incompetente” y desestimó el recurso, sin resolver la situación de fondo.

Mary no se rindió: en 2020 fue caminando hasta Balcarce 50 para presentar a través de Mesa de Entradas de la Casa Rosada una carta firmada por una red de organizaciones en defensa del agua dirigida a Alberto Fernández, denunciando la contaminación del agua y relacionándola lúcidamente con argumentos que el ex Presidente daba como recomendaciones durante la pandemia.

Lidia Campos es la que recupera y comparte a lavaca este documento, y la que como asambleísta define su legado: “Lo que ella hizo fue histórico. Vale la pena hablarlo para las próximas generaciones… En esta época hemos perdido tanta humanidad que a nadie le importa. Pero acá hay alguien que dio su vida. Dio, literalmente, su vida.”

El último recuerdo que Lidia conserva data del 14 de julio de 2023, durante una jornada de lucha contra Mekorot, la empresa nacional de agua israelí que intentaba desembarcar en Argentina con intenciones sospechosas. Relata Lidia: “Ella estaba afuera del Anexo del Congreso con los Jubilados Insurgentes para protestar… Después fuimos a una confitería. Le pregunté si había comido al mediodía… no había comido nada. Le sugerí unos tostados o medialunas con queso. Pidió un té. Cuando llegó lo que pedimos, no lo pudo comer”. Igual, se sacaron esta hermosa foto compartiendo. Y ese mismo día, antes de despedirse, Mary le regaló una pashmina rosa a Lidia para protegerla del frío.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Carlos Ponce, Mary y Lidia Campos: una amistad atravesada por la lucha ambiental del sur del país.

Abandonada

Cuando se enfermó y vio que su asamblea se desarmaba –entre otras cosas precisamente porque muchos enfermaban- Mary se trasladó a Buenos Aires. Pretendía resistir y atenderse bien, cosa que logró durante muchos años: su lucha logró que PAMI le asignara el Hospital Italiano para su tratamiento.

Tuvo un cáncer controlado que se descontroló al ritmo del deterioro del sistema de salud: primero Macri, luego Fernández, la pandemia y finalmente Milei como garrotazo final.

Desde 2023 su situación empeoró drásticamente. Su compañera Zulema, de Jubilados Insurgentes, relata: “El PAMI decía que tenían medicamentos para esa patología, pero no eran los que había indicado su médica… entonces no los aprobaban. A veces los recursos judiciales salían favorables, pero el PAMI tampoco los entregaba. La impotencia era terrible».

Sino miren este video.

María Teresa López dice claramente: “El mecanismo es simple: es eliminarnos, gastando menos… llegar al déficit cero… matándonos.”

El video la muestra junto a sus compañeros de Jubilados Insurgentes en un reclamo frente al PAMI por sus medicamentos.

Sigue: “Es más fácil eliminarnos de manera nefasta e inhumana… Para mí ustedes son asesinos, y les importa un bledo”.

Hoy, un año y mes después, Mary tenía razón.

Zulema continúa: “Ella no podía hacer la quimio porque la droga fundamental no estaba… íbamos al PAMI con compañeros, hacíamos reclamos, pero no facilitaban nada. Cuando le autorizaban un tratamiento de ocho sesiones, solo le entregaban dos dosis. Nos confesaron que no se molestaban en dar el tratamiento completo porque muchos morían antes… Pero Mary resistía, resistía… llegó un momento en que el cuerpo no resistió más».”

Una de las últimas veces de manifestación ante el PAMI, sin Mary, el personal de seguridad preguntó por ella en la puerta: “¿Cómo está Mary?”

La respuesta era obvia: mal.

Insurgente

Pese al deterioro físico, Mary se unió a los Jubilados Insurgentes. Entendió que el sistema no solo descarta a quienes enferma, sino también a los que ya no pueden “producir”.
Zulema recuerda: “¡Tenía un carácter! Ese carácter es el que la hizo resistir cuando muchos se daban por vencidos”.

Llegó a ese espacio dos años atrás, íntimamente vinculada con su enfermedad. “Se metió en todo lo legal… recursos, fiscalías, Comodoro Py… sabía de litigio ambiental”, dice Zulema.

El 12 de junio de 2024, durante la lucha contra la Ley de Bases, estuvo firme en Plaza los Dos Congresos. “Nosotros la cuidábamos porque estaba débil, pero se escapaba, quería seguir.” Conocía a todos. “Era muy luchadora. Y hablaba con energía. Siempre nos pedía que unamos las luchas».

Lo que posiblemente sea su último legado lúcido: unir las luchas del ambientalismo con las banderas de los jubilados.

Sobre su convicción, Zulema dice: “Cualquier cosita que ella hacía la asumía con total responsabilidad… vino con cartulina, se traía el cartel… Cuando asumió Milei hizo un cartel que decía ‘Toda la clase política es responsable de la debacle del país’, lo diseñó ella misma”.

La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos
Un cartelito que le hicieron tras su muerte, Clarisa y Agus, que lo dice todo: «Se lo hicimos porque ella era doña cartelitos, y lo dejamos con ella».

Otra anécdota: “Una vez vino a una reunión, con anotador en mano, ya predispuesta. Algunos comenzaron a hablar de su vida personal, y se enojó. Se levantó, juntó sus notas y se fue. Dijo: ‘acá se pierde tiempo, no van a llegar a nada’. Pero volvió. Con dramas y todo, no quería perder el tiempo: estaba alerta. Era consciente de que la tarea era enorme, y le ponía ímpetu”.

Mary sabía que no le quedaba mucho tiempo y por eso nunca bajó la guardia.

Siguió yendo cada miércoles a las rondas frente al Congreso, siempre con barbijo, para cuidarse y cuidar. Participó del Malón de la Paz, llevó agua, militó con grupos ambientalistas, jubilados y religiosos. Organizó actos, escribió cartas, e insistía en que el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, había que salir a las calles. Siempre. Aunque lloviera, aunque doliera.

Porque Mary enseló que la muerte no es algo que ocurre al final: es eso que va sucediendo en vida ante la indiferencia, el silencio de los tribunales, el apagón de las protestas, la descomposición del cuidado, la impunidad de los contaminadores y la complicidad del silencio.

La muerte es el abandono.

La muerte es el olvido.

Y en ese sentido, Mary sigue más viva que nunca.

odas las agrupaciones de jubilados que se juntan los miércoles a protestar en Congreso, preparan un homenaje a Mary y, a través de ella, “a todas las víctimas del sistema y de este plan siniestro de exterminio de los más vulnerables”.

Será mañana, después de la marcha, en un acto en Plaza de Mayo.

Mary: gracias.

Hasta mañana.

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Pablo Grillo: llaman a indagatoria al gendarme Guerrero a seis meses de un disparo criminal

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El 2 de septiembre el gendarme que disparó una granada de gas lacrimógeno por fuera de todos los protocolos de la fuerza deberá comparecer ante la justicia. La decisión la tomó la jueza María Servini de Cubría más de cuatro meses después del hecho. Pablo Grillo luchó por su vida, perdió masa encefálica y hoy se encuentra en plena rehabilitación. Todo lo que deberá explicar Héctor Guerrero y que implica a su principal defensora y la responsable de la violencia estatal: Patricia Bullrich.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Cuatro meses y una semana pasaron desde el miércoles 12 de marzo. Ese día, durante otra violenta represión a la marcha de jubilados y jubiladas, el Gendarme Héctor Guerrero le disparó fuera de toda legalidad una granada de gas lacrimógeno al reportero gráfico Pablo Grillo, cuyo impacto casi lo mata, y por el que perdió parte de la masa encefálica, estuvo casi tres meses internado en terapia intensiva en el Hospital Ramos Mejía y por el que hoy continúa en proceso de rehabilitación. Cuatro meses y una semana pasaron hasta hoy, lunes 21 de julio, en el que la jueza María Servini citó a indagatoria al gendarme, autor material de lanzamiento, para el próximo 2 de septiembre.

Es decir: entre la ejecución y la audiencia habrán pasado 131 días, casi seis meses, casi medio año. 

El camino de la in-justicia

En un primer momento, la jueza había rechazado el expediente y el caso había pasado al Juzgado Federal N° 12, donde tramitaba otra denuncia por los mismos hechos. Como ese juzgado estaba vacante y subrogado por Ariel Lijo, quien también se declaró incompetente y declinó la competencia, el expediente regresó al Juzgado N° 1 el 28 de marzo y la jueza Servini lo tiene en sus manos desde el 10 de abril, a la vuelta de una licencia. 

La cronología detalla el tiempo que una familia debe atravesar para exigir justicia por un hecho de violencia estatal: desde el 21 de marzo en que el papá, la mamá y el hermano de Pablo se presentaron en la causa como querellantes, solicitaron se llame a Guerrero a declarar “en calidad de imputado, por tentativa de homicidio agravado por abuso funcional, abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público”. Pero no hubo respuesta. Por eso, el 6 de junio, reiteraron el pedido con estos argumentos: “Desde el inicio de la investigación, todas y cada una de las pruebas recabadas por el Juzgado corroboran lo que planteamos en nuestra querella del 21 de marzo: el cabo primero Héctor Jesús Guerrero de la Gendarmería Nacional Argentina fue el autor del disparo de la pistola lanzagases que hirió de gravedad a Pablo Grillo el 12 de marzo a las 17.18hs”. Y agregaron: “En el pedido que presentamos ante la jueza Servini ofrecemos una descripción de los hechos y un análisis pormenorizado de los elementos de prueba existentes hasta el momento”.

Y no hubo dos sin tres: el 15 de julio se le volvió a exigir al Juzgado que lo cite a Guerrero. 

Y la tercera fue la vencida: este lunes, Servini citó a prestar declaración indagatoria al cabo Guerrero como autor del disparo con cartucho de gas lacrimógeno calibre 38mm que impactó en la cabeza de Pablo Grillo. La audiencia será el 2 de septiembre a las 10. 

Guerrero es el primer efectivo formalmente imputado en la causa por el operativo policial del 12 de marzo. 

Desde la querella informaron: “El juzgado ordenó la realización de una pericia balística a cargo de la División Balística de la Policía de la Ciudad para reconstruir con el mayor nivel de precisión técnica posible el disparo que hirió de gravedad a Pablo. Si bien la jueza consideró que ya existen elementos de prueba contundentes respecto de la responsabilidad de Guerrero para esta instancia, sostuvo que la pericia es necesaria para afianzar la reconstrucción de la dinámica del hecho”.

 La pericia tendrá como objetivos precisar:

-La trayectoria y velocidad del proyectil que impactó en la cabeza de Pablo Grillo;

-La posición del arma al momento de efectuarse el disparo y el ángulo de salida del proyectil; 

-Analizar si el proyectil impactó previamente contra otra superficie, y si eso alteró su dirección o energía.

-Las ubicaciones de Grillo y de Guerrero al momento del disparo.

El juzgado también ordenó, previo a la pericia, una inspección en el lugar del hecho (la esquina de Hipólito Yrigoyen y Solís) que incluirá un relevamiento fotográfico terrestre y aéreo y la elaboración de un croquis detallado de la escena. 

Además, le prohibió a Guerrero la salida del país.

Compartimos el perfil de Pablo que realizamos en la edición 203 de MU.

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