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Naomi Klein en Buenos Aires: Sobre vallas y ventanas
«Ustedes, vos, ¿sienten o te sentís parte de un movimiento global?». Así abrió el debate la periodista y escritora canadiense Naomi Klein, frente a un público de casi 400 personas (con una mayoría de adolescentes y universitarios) que se apretujaban en las escaleras para poder escucharla. La cita, que duró tres horas e incluyó la presentación de seis panelistas jóvenes y argentinos, fue en el auditorio de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Naomi contó allí algunas de sus conclusiones de su primer viaje por la Argentina: se interesó por las manifestaciones espontáneas que surgieron a partir del 19 de diciembre último y ahora puede relacionarlas con los movimientos indígenas en Chiapas o el movimiento antiglobal de Seattle, aclarando que «son parte de un movimiento de movimientos que no es reproducible en todo el mundo, sino que existe en tanto tiene particularidades propias». Para ver si su idea tenía fundamento, propuso un ejercicio de preguntas a los panelistas que ella misma invitó para saber cómo se construye localmente esta nueva forma de democracia participativa, centro actual de sus investigaciones.
Antes de darles la palabra, habló de «esta red mundial que empieza a conectarse». Y aclaró: «No vine a pregonar nada ni ha convencer a nadie de alguna cosa, sino a incluirme en ésta que llamo ‘conspiración de participación e inspiración’, que es lo que creo que se está distribuyendo globalmente y que implica aprender y confiar en otros y poder compartir las prácticas de cada uno. Por eso estoy hoy aquí».
Para explicar qué une a esta red usó dos imágenes: la valla y la ventana. «La valla -dijo Klein sin perder de vista sus apuntes-, nos hace preguntarnos contra qué estamos. Y la ventana nos ayuda a preguntarnos hasta dónde hemos llegado». Las vallas, según explicó la canadiense, «son límites que nos imponen y desde aquí podemos pensar en las privatizaciones de las formas de vida y hasta de los materiales genéticos. Pero la más importante de las privatizaciones de estos tiempos es la privatización del yo, que convierte a los sujetos en mercancías y los ubica en un rol de consumidor opuesto a un sujeto activo, que puede participar». Entonces Klein recordó haber escuchado en varias asambleas barriales de Buenos Aires, vecinos que le decían: «Abrí mi puerta por primera vez y ahora veo las cosas de una manera diferente». También percibió «la caída de las vallas» en los piqueteros «cuando transformaban el espacio del barrio en la nueva fábrica donde otros, que no eran obreros, podían acercarse».
Entonces disparó una crítica severa: «La privatización para el capitalismo no sólo tiene que ver con producir mercancías que puedan intercambiarse entre fronteras sino con la construcción de nuevas formas de clausura que se le imponen al otro. Por ejemplo, la exclusión social que implica la criminalización del diferente. Y hay otro modo de valla: la virtualización. Cuando el poder se hace invisible pero está. Esto tiene que ver con el comercio intelectual que produce un modo de valla o la refuerza».
Según Klein, vallas y ventanas son parte de una paradoja: «Estas vallas han podido visualizarse a partir de la aparición de ventanas, que han permitido hacer tangible este poder invisible. Y las ventanas se han abierto a partir de las vallas. ¿Cómo? Más allá de las protestas contra el ALCA y el Grupo de los 8, se ha abierto una percepción de cómo se produce hoy ese poder. Esa visualización se hizo posible a partir de las vallas que han tenido que poner para protegerlo. En Canadá, cuando se discutió sobre el ALCA tuvieron que construir una valla de 3 kilómetros para proteger al poder de las acciones de los que estaban afuera de esa valla, o corralito». Para Klein estas «Contra Cumbres» son las ventanas que se han abierto en las vallas Y mencionó dos imágenes paradójicas que también hablan del mismo fenómeno, tanto en México como en Argentina: «Los zapatistas taparon su rostro para hacerse visibles y los piqueteros bloquearon las rutas para actuar. El bloqueo es la ventana abierta».
Para Klein, el 11 de septiembre se abrieron nuevas formas de acción y desafíos para los movimientos antiglobales: «Desde el 11 de septiembre las personas reciben un discurso donde hay dos opciones: el bien y el mal. Pero, en realidad, son dos tipos de fundamentalismos. Uno es económico y el otro religioso. Ambos creen en un sistema de reglas capaz de ser aplicadas en cualquier lugar del mundo, aunque ellos mismos las violen. El desafío es abrir una ventana a la democracia entre ambos fundamentalismos, el económico o neoliberal y el religioso, el de Bin Laden».
Luego le siguieron los panelistas argentinos que respondieron a sus preguntas: si se sentían parte de un movimiento global; cómo se podía corporizarlo y cómo producir una cultura de participación. Fue el turno, entonces, de Mariano, del Movimiento de Trabajadores Desocupados de Almirante Brown; Raquel Robles, de la organización HIJOS; Ezequiel Adamovsky, activista del Movimiento de Resistencia Global en Argentina; Mariana Corral del GAC (Grupo de Acción Callejera); Iván Heyn, flamante presidente de la FUBA y Natalia de la Puente, de la organización Pro-techo de la Boca.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar:
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La transfiguración de Miguelito Pepe: los milagros seducen
Una obra teatral que recurre al milagro como ingrediente imprescindible para una transformación. Un niño santo en un pueblo perdido. Su primera intervención paranormal desata furor y de todas partes van a suplicarle lo imposible. La transfiguración de Miguelito Pepe es un unipersonal con la dramaturgia y dirección de Martina Ansardi en el que el actor Tuco Richat se pone en la piel de varios personajes que dialogan con lo sagrado y lo profano. Este viernes 30 de mayo a las 20.30 podés ver en MU Trinchera Boutique la primera de tres funciones.
Por María del Carmen Varela.
La transfiguración de Miguelito Pepe gira en torno a un fenómeno que sucede en un pueblo norteño. Miguelito, un niño de Famaillá, se convierte de la noche a la mañana en la gran atracción del pueblo. De todas partes van a conocerlo y a pedirle milagros. En todo el pueblo no se habla de otra cosa que del niño santo, el que escucha los pedidos de quien se le acerque y concede la gracia.
La obra tiene dramaturgia y dirección de la activista y artista travesti Martina Ansardi, directora teatral, actriz, bailarina, coreógrafa y socia de Sintonía Producciones, quien la ideó para que fuera itinerante.
Se trata de un unipersonal en el que el actor Tuco Richat se luce en varios personajes, desde una secretaria de un manosanta que entrega estampitas a quien se le cruce en el camino, una presentadora de televisiòn exaltada a un obispo un tanto resentido porque dios le concede poderes a un changuito cualquiera y no a él, tan dedicado a los menesteres eclesiásticos.
La voz de la cantante lírica Guadalupe Sanchez musicaliza las escenas: interpreta cuatro arias de repertorio internacional. A medida que avanza la trama, Richat irá transformando su aspecto, según el personaje, con ayuda de un dispositivo móvil que marca el ritmo de la obra y sostiene el deslumbrante vestuario, a cargo de Ayeln González Pita. También tiene un rol fundamental para exhibir lo que es considerado sagrado, porque cada comunidad tiene el don de sacralizar lo que le venga en ganas. Lo que hace bien, lo merece.
Martina buscó rendir homenaje con La transfiguraciòn de Miguelito Pepe a dos referentes del colectivo travesti trans latinoamericano: el escritor chileno Pedro Lemebel y Mariela Muñoz. Mariela fue una activista trans, a quien en los años `90 un juez le quiso quitar la tenencia de tres niñxs. Martina: “Es una referenta trans a la que no se recuerda mucho», cuenta la directora. «Fue una mujer transexual que crió a 23 niños y a más de 30 nietes. Es una referenta en cuanto a lo que tiene que ver con maternidad diversa. Las mujeres trans también maternamos, tenemos historia en cuanto a la crianza y hoy me parece muy importante poder recuperar la memoria de todas las activistas trans en la Argentina. Esta obra le rinde homenaje a ella y a Pedro Lemebel”.
Con el correr de la obra, los distintos personajes nos irán contando lo que sucedió con Miguelito… ¿Qué habrá sido de esa infancia? Quizás haya continuado con su raid prodigioso, o se hayan acabado sus proezas y haya perdido la condición de ser extraordinario. O quizás, con el tiempo se haya convertido, por deseo y elección, en su propio milagro.
MU Trinchera Boutique, Riobamba 143, CABA
Viernes 30 de mayo, 20.30 hs
Entradas por Alternativa Teatral

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Relato salvaje guaraní: una perla en el teatro

Una actriz que cautiva. Una historia que desgarra. Música en vivo. La obra Perla Guaraní volvió de la gira en España al Teatro Polonia (Fitz Roy 1475, CABA) y sigue por dos domingos. El recomendado de lavaca esta semana.
Por María del Carmen Varela
La sala del teatro Polonia se tiñe de colores rojizos, impregnada de un aroma salvaje, de una combustión entre vegetación y madera, y alberga una historia que está a punto de brotar: Perla es parte de una naturaleza frondosa que nos cautivará durante un cuarto de hora con los matices de una vida con espinas que rasgan el relato y afloran a través de su voz.
La tonada y la crónica minuciosa nos ubican en un paisaje de influjo guaraní. Un machete le asegura defensa, aunque no parece necesitar protección. De movimientos rápidos y precisos, ajusta su instinto y en un instante captura el peligro que acecha entre las ramas. Sin perder ese sentido del humor mordaz que a veces nace de la fatalidad, nos mira, nos habla y nos deslumbra. Pregunta: “¿quién quiere comprar zapatos? Vos, reinita, que te veo la billetera abultada”. Los zapatos no se venden. ¿Qué le queda por vender? La música alegre del litoral, abrazo para sus penas.

La actriz y bailarina Gabriela Pastor moldeó este personaje y le pone cuerpo en el escenario. Nacida en Formosa, hija de maestrxs rurales, aprendió el idioma guaraní al escuchar a su madre y a su padre hablarlo con lxs alumnxs y también a través de sus abuelxs maternxs paraguayxs. “Paraguay tiene un encanto muy particular”, afirma ella. “El pueblo guaraní es guerrero, resistente y poderoso”.
El personaje de Perla apareció después de una experiencia frustrante: Gabriela fue convocada para participar en una película que iba a ser rodada en Paraguay y el director la excluyó por mensaje de whatsapp unos días antes de viajar a filmar. “Por suerte eso ya es anécdota. Gracias a ese dolor, a esa herida, escribí la obra. Me salvó y me sigue salvando”, cuenta orgullosa, ya que la obra viene girando desde hace años, pasando por teatros como Timbre 4 e incluyendo escala europea.
Las vivencias del territorio donde nació y creció, la lectura de los libros de Augusto Roa Bastos y la participación en el Laboratorio de creación I con el director, dramaturgo y docente Ricardo Bartis en el Teatro Nacional Cervantes en 2017 fueron algunos de los resortes que impulsaron Perla guaraní.
Acerca de la experiencia en el Laboratorio, Gabriela asegura que “fue un despliegue actoral enorme, una fuerza tan poderosa convocada en ese grupo de 35 actores y actrices en escena que terminó siendo La liebre y la tortuga” (una propuesta teatral presentada en el Centro de las Artes de la UNSAM). Los momentos fundantes de Perla aparecieron en ese Laboratorio. “Bartís nos pidió que pusiéramos en juego un material propio que nos prendiera fuego. Agarré un mapa viejo de América Latina y dos bolsas de zapatos, hice una pila y me subí encima: pronto estaba en ese territorio litoraleño, bajando por la ruta 11, describiendo ciudades y cantando fragmentos de canciones en guaraní”.
La obra en la que Gabriela se luce, que viene de España y también fue presentada en Asunción, está dirigida por Fabián Díaz, director, dramaturgo, actor y docente. Esta combinación de talentos más la participación del músico Juan Zuberman, quien con su guitarra aporta la cuota musical imprescindible para conectar con el territorio que propone la puesta, hacen de Perla guaraní una de las producciones más originales y destacadas de la escena actual.
Teatro Polonia, Fitz Roy 1475, CABA
Domingos 18 y 25 de mayo, 20 hs
Más info y entradas en @perlaguarani
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