Sigamos en contacto

Nota

Bolivia: 1º sesión del Parlamento de las Mujeres: un encuentro para pensar sin miedo

Publicada

el

Reunidas en un cine, lo que pasó es de película. Afuera, las calles de La Paz están desiertas por un toque de queda declarado por el miedo y el cielo surcado por aviones y helicópteros militares. Adentro, el cine colmado por mujeres que llegan temblando, llorando o ambas cosas, y que con ese temblor y ese miedo, están dispuestas a compartir palabras y sentimientos. Es el Parlamento de Mujeres. Así se llama este espacio, que según explica la anfitriona, María Galindo, referente de Mujeres Creando, van a parir juntas un  “con la idea de generar una estrategia”. También explica Galindo en qué se han inspirado: “Es un idea que la estamos pidiendo prestada al mundo del arte y que nació en la Grecia , cuando se había revelado contra el ajuste estructural.  En ese contexto es que el filósofo Paul Preciado decide constituir el Parlamento de los  Cuerpos, como una estrategia del mundo del arte. Nosotras lo hemos llamado Parlamento de Mujeres porque en una sociedad tan patriarcal, donde el machismo es tan fuerte, temíamos que este espacio se convierta en una pelea de egos de machos y no hemos querido. La idea es generar una voz colectiva de mujeres, sin que estemos de acuerdo ni que generemos representación alguna”.
La primera sesión de este Parlamento –que fue transmitida en vivo por Radio Deseo y por las redes sociales- tuvo un marco significativo que Galindo hizo explícito: “Hacer hoy esto en Bolivia, mientras circula un pacto policíaco y militar, es un acto profundamente subversivo. Y yo no sé si es buena o mala noticia, pero quiero decirle a la gente que mientras este cine está prácticamente lleno -en una ciudad donde casi no hay transporte público- y está sesionando este Parlamento de las Mujeres, la Cámara de Diputados no ha podido sesionar”.
Lo que siguió es una invitación a hablar en voz alta, en intervenciones de no más de tres minutos y para responder a una pregunta: ¿qué es la democracia?  Así se tejió una whipala de voces muy diferentes, zurcidas con una misma puntada. La palabra que la define es una sola: coraje.
Estas fueron algunas de las voces que se escucharon:
Paola  Barriga: “Si tenemos un sistema electoral con elecciones primarias y después  tenemos listas con candidatos elegidos a dedo, entramos mal a este proceso electoral. ¿Cómo se habilitó esa forma de sustitución? Pongo mi ejemplo:  el Partido Demócrata Cristiano, al cual pertenezco, invita al coreano Xin Xin Xun  a ser candidato y él, en su primer alegato público, dice que yo tenía un complejo de ama de casa… Pero más allá de esta barbaridad, el Tribunal Electoral le acepta sus credenciales. Ahí presento mi renuncia y el tribunal me la niega. Interpongo un amparo constitucional pidiendo la suspensión de las elecciones porque ya era inválido este procedimiento. Si ese tribunal me hubiese aceptado esa nulidad de proceso, seguramente hubiéramos evitado todas estas muertes. No se trataba de una persona, se trataba de un país y unas circunstancias en las que estábamos permitiendo ir a una elección fraudulenta. No es solo el después lo que tenemos que analizar, sino el antes, y ese antes les acabo de contar”.
Silvia Rivera Cusicanqui: “En estos años he visto necesidad de cierta política del silencio. He visto excesiva exageración discursiva. Esa coyuntura nos ha  dejado una gran lección frente al triunfalismo. El triunfalismo de que con la caída de Evo hemos recuperado la democracia me parece un exceso, un análisis que se está saliendo de foco. Mucho falta para recuperar la democracia. Falta un trabajo de hormiga, falta un reconocimiento de cómo están en en este momento las compañeras de las regiones, todas las luchadoras: en qué andan. Nos faltan hacernos cargo de esas realidades en las cuales la democracia es una meta muy lejana, porque todavía están manejadas por sindicatos capturados por la misoginia, por intereses que se acercan con intenciones tenebrosas, y donde también hay gente que ha  puesto el cuerpo, que ha luchado, y que a la  hora de figurar en los espacios públicos se les ha privado la palabra.
Este es un futuro muy tremendo, pero también  muy positivo para empezar a discutir qué entendemos por democracia. Y también qué entendemos por ser indio, india, por ser originario.  Es una posibilidad que tenemos de discutir lo multiétnico, lo pluricultural. Por eso estamos con la whypala: esa pluraliridad es lo que tenemos que recuperar, hermanas.
La segunda hipótesis equivocada que me parece sumamente peligrosa es la hipótesis del golpe de estado, que simplemente quiere legitimar, enterito, con paquete, a todo el gobierno de Evo Morales en su momento de degradación mayor. Por lo tanto debemos pensar cómo ha empezado esa degradación. Nos estamos rifando por las nostalgias izquierdosas de un grupo de machos. También hay machos izquierdosos misóginos que nos tratan como anzuelos para crear sus redes de perversión de los barrios populares.
Hemos puesto  mucho el cuerpo por este proceso. Nos ha dolido la degradación, la entrega. Tenemos todo el litio: eso nos quieren sacar los capitales chinos, rusos, venezolanos.  Toda esa mafia es el enemigo principal que está vivito y coleando y armando gente, y armando mentalidades”.
Bolivia: 1º sesión del Parlamento de las Mujeres: un encuentro para pensar sin miedo
Antonella, mujer trans: “Aquí está la que no nació con vagina ni vulva, lo que no sabe lo que es el dolor de la menstruación, de parir. Si, compañeras: también soy mujer. Nosotras, las mujeres transexuales también somos mujeres y sufrimos igualito o peor que ustedes: tenemos que luchar con un cuerpo que no coincide y, a la vez, tenemos que entrar en la norma que rige el ser mujer, en este binarismo machocrático: nuestra mirada es tal vez muy diferente a la de las mujeres CIS.
La iglesia es una de las instituciones que más daño, que más persecución nos ha hecho. Eso son los discursos de Camacho, que nos echa la culpa de todos los males de la humanidad: de la extinción de los dinosaurios, de la llegada de los meteoritos… somos culpables de todo y por eso todas tenemos que pagar ese pecado. Eso es retroceder. Eso no está bien. No debemos permitir eso. Es importante que no regrese la tiranía religiosa, que conservemos un Estado laico porque las mujeres somos las primeras oprimidas. No debemos permitir que vuelva la derecha y de ninguna manera que vuelva la discriminación y el racismo. Un Estado laico, por siempre.
Las mujeres transexuales, cuando los padres se enteran de que su hijo no es un hombre, somos echadas por nuestras propias familias. El 80% de las mujeres transexuales vive en la pobreza, el otro 15% en la absoluta pobreza. Sólo un 5% somos las poquitas privilegiadas de haber estudiado y tener los huevos bien puestos (risas). Es una manera de decir.
La mirada de las mujeres transexuales y de las personas trans de la salida de Evo, es una mirada muy triste.  Desde nuestro punto de vista Evo Morales es quien nos hizo ver como personas. Porque no éramos consideradas seres humanos. Estábamos ahí, caminábamos… pero no éramos consideraras seres humanos. No teníamos ni con quien quejarnos. No había ley que nos protegiera. Entonces, desde la Constitución política del Estado dos conceptos tan básicos ingresan: orientación sexual e identidad de género. Eso ya nos incluye y nos da la certificación de que nuestro deseo está incluido y debe respetarse. Y luego, con la ley contra el racismo y toda forma de discriminación, en la cual hay sanción por no respetar nuestra naturaleza. Después viene la Ley de identidad de género, algo tan necesario, por la cual se nos otorga el derecho a ser como nos sentimos, a llamarme Antonella.
Cuando nos enteramos que Evo estaba renunciando, lloré un mar de lágrimas. Y muchas chicas me llamaron igual: llorando. Porque sentíamos que se había ido nuestro protector, el que nos había dado el derecho a ser considerados seres humanos, mujeres. Eso ha  sido muy fuerte para nosotras, mientras otros festejaron que se iba. Nosotras somos agradecidas. Yo agradezco al señor Evo Morales, por darme una vida nueva para poder ser feliz. Las miradas, entonces, son diferentes. Respetemos eso.
Yolanda Mamani: “Quiero decirles que la lucha de los pueblos indígenas no ha empezado con el presidente Evo, así como su renuncia no es el fin de nuestra lucha. Somos mujeres de lucha, así que continuamos, sea con quien sea.
Es real  en estos días que me he sentido mal. En este movimiento surgido en la ciudad todas las consignas eran racistas, clasistas, misóginas, machistas. El facho Camacho decía ´chola´ como una manera de humillación. Ser chola  para mí es una forma de vida, es mucha rebeldía. Cuando era más joven la gente me decía: ´eres una chola de mierda´. Y eso me ha  dado la fuerza para decir: ´sí, soy chola, ¿y qué? Es una manera de rebelarte con tu propia ropa frente a una sociedad que no quiere verte. Ser chola es pensamiento. Chola no es un adorno ni el paisaje de fondo, como lo ha usado el gobierno de Evo Morales. Ser chola es pensamiento, rebeldía y purita dignidad”.
Bolivia: 1º sesión del Parlamento de las Mujeres: un encuentro para pensar sin miedo
Cielito Saravia , Integrante de Hackeando al machismo: “Tenemos que estar preparadas contra esta nueva guerra que se viene. Una guerra paranoica de noticias falsas, de alarmas en cualquier momento, del conservadurismo, con la excusa de la religión. Eso es lo que nos espera, sea cual sea la decisión que tome el Estado. Tenemos que ir entendiendo quiénes son las personas que vamos identificando como enemigos: los antiderechos. Ya sabemos quiénes son. Para enfrentarlos este tipo de espacios son los que hacen falta. Espacios para debatir, para crear estrategias de autodefensa, de resistencia integral, no solo física. Creo que el celular y todos los dispositivos que supuestamente nos informan deberían ser un arma para nosotras. Es una guerra psicológica contra todos. Es una cacería de brujas en la vida real y en la digital.
Las mujeres, que siempre hemos sido discriminadas, tenemos todas las de perder. Y no tenemos nada que perder. Necesitamos estrategias que enfoquen a cómo cuidar nuestra privacidad en momentos de vigilancia. En acceder a información verídica. Y a tratar de encontrar una respuesta a toda esta machocracia, a este sistema patriarcal y extractivista”.
Juliana Maidana, de Las discas (así es como en la lucha las personas con discapacidad se han denominado en Bolivia): “En estos años las leyes han avanzado, pero ninguna norma nos la han regalado. He luchado día tras día. Primero como trabajadora de hogar en los 70-80, cuando era muy difícil organizarse y más aún ser migrante del campo a la ciudad. Esta situación ha sido difícil. Nuestra ley – mal hecha- salió en el 2003, pero  ¿cuantos años se ha luchado por esa ley? Siempre hemos vivido un sistema que nos va a aplastando en muchas épocas, de distintas formas: nada es regalo de nadie. Hemos llorado, hemos reído también. Y me parece excelente recordar hoy que no nos han regalado nada. Los momentos de crisis – en este caso política, del Estado- nos ha hecho hacer una reflexión: a pesar de vivir en esta situación de “guerra de intereses”, ¿cómo construir un poco de paz? Y ¿quién tiene que construirla? Nosotras, nosotros, nosotres. A partir de sentarnos, regalarnos diez o quince minutos, mejor si es una hora, para entender cómo hago esta construcción, qué debo hacer. Cuando nos desesperamos y nos alarmamos, cuando nos alteramos porque ya no hay alimentación, está subiendo la carne… cuando nos preocupamos y le preguntamos a una amiga  ¿tienes alimentos? Casi no podemos pensar en otra cosa. ¿Por qué? Si nos desesperamos, ¿qué vamos a lograr? Hay que entender que podemos que aportar algo: tranquilizar. Decir: “sentate un momento, piensa en ti, porque en este minuto túno puedes solucionar nada porque si estás llorando, ¿qué vas a solucionar? Nada. Más bien al contrario: te deprimís. Por eso es importante la reflexión, para notar que eso quieren y contra eso tenemos que luchar”.
Eliana Quiroz: “No tengo madurado el proceso. Hay cosas que me ponen bien, y otras no. La lista de lo triste es más larga. Una de las primeras cosas que veo desde mi especialidad -que es Internet- es que este ha sido un evento en el que los geeks, los nerds, la gente apasionada por la informática han sido protagonistas en algo que nunca creí que iba a ver: este tipo de chicos que no se politizan mucho se convirtieron en este control social que ha presentado 250 pruebas no digo yo de “fraude” –yo sostengo que no ha habido fraude- pero sí de  que había algo que estaba mal. Había un sentimiento de que esto estaba demasiado podrido.
Me pone mal enterarme que hay mensajes en whatsapp de amenazas sexuales a una chica y que se justifican “por no creer en Dios”. Es un ejemplo chiquito y no el peor de violencia digital, pero que grafica lo que significa la persecusion digital.
Y luego, me pone mal callar. Ahora me siento más autocensurada, siento más miedo que antes: ese un síntoma de que algo está mal. Si no puedo compartir que me parece un buen análisis, porque es una mirada crítica, algo está mal. No puede ser. Vamos construyendo algo juntos con nuestras diferencias. En nuestra comuna estos días de desastre nos estuvimos dando calor. Y construyendo lo común con esas diferencias: eso es democracia”.
Luciana Molina: “No podemos dar un paso atrás y menos en nombre de esa Biblia con la que se han cometido tantas atrocidades. No podemos entrar a este espacio con miedo, como lo hicimos hoy. He llegado llorando, pero me siento mejor por estar aquí. Por alguna razón me siento más aliviada de todo el peso que traía. Gracias por eso compañeras. La lucha continúa”.
Bolivia: 1º sesión del Parlamento de las Mujeres: un encuentro para pensar sin miedo
Carla Cárdenas: “Sintiéndome más aliviada del pánico colectivo, mientras escuchaba a las otras compañeras he escrito algo (lee) “Creo que democracia es un lindo pensamiento que se maneja solo en época de elecciones, pero no nos estamos democratizando. La democracia propone luchar por las condiciones de vida de los más débiles. La democracia es el derecho a elegir, desde lo más cotidiano hasta elegir a alguien que nos represente. Y como mujer y desde el feminismo, me pregunto: ¿tengo el derecho a elegir? Y así como lo digo en forma personal, lo transfiero al área política y social. Se viene una ola muy odiadora. Creo que éstos son momentos de reflexión donde el desafío es democratizarnos colectivamente. La cosa está jodida y necesitamos este abrazo”.
Rafaela Rada: “Soy dibujante y en estos días me han dicho: ´dedícate a dibujar, ¿por qué tienes que opinar? Y he respondido: ¿por qué tengo que callarme? Lamentablemente estaba hablando con gente que no existe, porque una buena parte de las guerras digitales que estamos soportando está librada por gente inexistente. Elegí entonces dar la cara porque creo que la desinformación es un daño tremendo a la democracia y porque solo se estaban difundiendo las noticias que les interesaban a los medios, no lo que estábamos viviendo las personas”.
Marta: “Democracia es vivir en un lugar donde todas las voces, identidades y sentires sean respetados, también los de la tierra”.

Cierre con consigna

La primera sesión del Parlamento de las Mujeres fue clausurada con estas palabras de María Galindo:
“Esto no es un cabildeo para mostrar fuerzas, ni para forzar la conclusión abajo no sé quién, arriba no sé quién. Este Parlamento tiene el carácter de catarsis, pero también el carácter de análisis político. Mañana tenemos la segunda sesión, pero la propuesta es abrir estos espacios en todas las ciudades y barrios. Hoy hemos entrado por la puerta lateral para cuidar este espacio que es simbólicamente importante  para lanzar un mensaje contra todos los odios y todos los fascismos. Tenemos miedo, claro que sí. Las mujeres conocemos el miedo y gracias a la capacidad de tener miedo pensamos las cosas muchas veces. Hoy como un acto de desobediencia y rebeldía hemos pensado mucho juntas, ante el cielo lleno de aviones, las calles militarizadas y el país a punto de convertirse en una dictadura fascista y racista. Nos quieren arrinconar, nos quieren intimidar, nos quieren silenciar. En desobediencia contra toda esa presión de fascitización de la sociedad boliviana y de la región -porque este no es un problema que termina en las fronteras bolivianas-, contra la privatización de la política –que es la razón por la cual estamos en este crisis profunda-  ahora vamos a salir por la puerta de adelante. Las esperamos a todas, a todos y a todes, mañana a las tres en punto de la tarde. ¡La machocracia no es democracia! Muchas gracias”.

Bolivia: La Noche de los cristales rotos, por María Galindo

Nota

Las cosas que hay que hacer para trabajar – Capítulo 1

Publicada

el

La nueva serie documental de lavaca: el mundo de la autogestión en Argentina a través de ocho capítulos sobre experiencias recientes de diferentes cooperativas que lograron recuperar empresas vaciadas o quebradas por las patronales. Con dirección de Patricio Escobar, autor de La crisis causó 2 nuevas muertes.

Capítulo 1

Dos mil personas que integran empresas recuperadas de toda la Argentina se reúnen en un acto histórico en la Aceitera La Matanza. ¿Qué buscan? Impulsar el proyecto de Ley de Recuperación de Unidades Productivas que facilite que cooperativas de trabajo pongan en marcha empresas quebradas o vaciadas por las patronales. El movimiento lleva 20 años sin ley, pero ha recuperado no sólo trabajo sino también dignidad y vida, con 400 fábricas en el país que dan trabajo en total a más de 14 mil obreras y obreros. Su lema: Ocupar, resistir y producir

Capítulo 2

Aceitera La Matanza fue la primera fábrica recuperada visitada por un presidente argentino durante su mandato. Alberto Fernández reconoció que siempre vio a las cooperativas como parte de la “economía informal” sin comprender que involucra otros modos de producción: “Ahora soy yo uno de los que tiene que convencer al resto de la Argentina de que la economía popular existe, y que hay que darle las herramientas para que siga creciendo”, dijo ante 2.000 trabajadoras y trabajadores. Sin embargo, durante la pandemia, la asistencia del Estado no fue la misma que para las empresas privadas. ¿Qué dice sobre esto? ¿Y qué le responden quienes trabajan?

Las cosas que hay que hacer para trabajar Dirección: Patricio Escobar.
Producción integral de Cooperativa de Trabajo Lavaca: Claudia Acuña, Sergio Ciancaglini, Anabella Arrascaeta, Lina Etchesuri, Sebastian Smok, María del Carmen Varela, Franco Ciancagini, Lucas Pedulla.
Fotografía: Lina Etchesuri y Sebastian Smok. Cámara: Patricio Escobar, Guillermo Guevara, Sebastian Smok.
Música: Guido Donato y Tomás Lobov.
Edición: Damián Finvarb.

Seguir leyendo

Nota

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Publicada

el

Octava entrega del registro colaborativo de la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, realizada por la fotógrafa Alejandra López.

Toda la producción de La Ronda será entregada a ambas organizaciones de Madres y al Archivo Histórico Nacional. Invitamos a quienes tengan registros de las rondas realizadas estos 40 años a que los envíen por mail a [email protected] para sumarlos a estos archivos. Esta iniciativa es totalmente autogestiva.

Por Alejandra López

Cuando Claudia Acuña me propuso que fotografiáramos la Ronda de las Madres con un grupo de colegas, acepté sin dudar con gran alegría por varias razones. Por una lado, la urgencia del registro ahora que se nos van poniendo viejitas, y por otro, la necesidad de emprender un proyecto colectivo.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

He ido muchas veces a la Ronda. Una de mis primeras veces, yo fotógrafa debutante, lloré durante toda la cobertura y una de las Madres (no sé quién fue) me retó con ternura: “Sin llorar”, me dijo, y repitió: “Sin llorar”. 

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Siempre hay algo de esa primera vez: la emoción, la admiración sin límites, y,  sobre todo, el asombro ante esa capacidad increíble de sostener el ritual de lucha durante 47 años.

La Ronda en la mirada de Alejandra López

Hice mis fotos el jueves 21 de marzo, en la Ronda número 2397.

Hoy más que nunca #memoriaverdadyjusticia.

Mi humilde homenaje a estas mujeres que, junto con Abuelas, son nuestro faro.

La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López
La Ronda en la mirada de Alejandra López

Sobre Alejandra López

Retratista.

Empezó a trabajar profesionalmente en 1990 haciendo fotografía teatral y en la revista El Porteño.

Durante 14 años fue fotógrafa de staff de la revista Viva del diario Clarín, donde fotografió a innumerables personajes del espectáculo y ha publicado en revistas como Elle, La Nación Revista, Brando, Harper’s Bazaar, Le Figaro Magazine, Bacanal.

Actualmente se dedica a la fotografía para gráficas de teatro y cine, colabora con la revista L’Officiel y es reconocida además por sus retratos de escritor, algunos ya icónicos, para editoriales de libros como Penguin Random House y Planeta.

Ha realizado numerosas muestras: Retratos (2001), La máscara (en el Festival Internacional de Teatro), Retratos de la Memoria, (imágenes de sobrevivientes del Holocausto) en el Museo Judío de Frankfurt, Calendario FOE 2009 y en junio del 2011, la exposición Algunos escritores, en la Fotogalería del Teatro San Martín. En 2021, realizó Ese día, una serie de retratos de víctimas sobrevivientes del atentado a la Amia. En 2023, Belleza Marrón, en el Centro Cultural Borges, (ensayo en colaboración con la agrupación Identidad Marrón).

Para ver más: en Instagram @alejandralopezfotografa

Seguir leyendo

Nota

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…

Publicada

el

Se cumplen hoy 47 años de la primera aparición de las Madres en la Plaza de Mayo. La fecha llega en un momento en el que lavaca ha puesto en marcha un registro fotográfico colaborativo sobre las actuales rondas de Madres: una forma de homenaje, sabiendo que la memoria no es hablar del pasado, sino comprenderlo para actuar en el presente y el futuro.

Esta es una recorrida entonces, con un resumen del antes, el durante y el después de la instauración del terrorismo de Estado. Cuenta el nacimiento de la organización de estas mujeres que salieron a reclamar por la vida y, frente al horror y la desaparición de sus hijos e hijas, y lograron lo que parecía inconcebible: transformar el dolor en acción. ¿Cómo lo hicieron? Un recorrido por las últimas décadas, y algunas cuestiones prácticas sobre los tejidos, los territorios, las brujas y los alumbramientos. El video que muestra parte de la historia.

Por Sergio Ciancaglini

La historia de las Madres de Plaza de Mayo: Érase una vez 14 mujeres…
La historia de las Madres de Plaza de Mayo.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos.

La historia suele ser infinita, ¿cómo contarla?

Habría que hablar de un siglo XX Cambalache, que empezó con el país granero del mundo, con trabajo para pocos, democracia para pocos, dinero para menos, alguna ilusión de tiempos mejores, seguida de décadas infames. Surgió luego un gobierno que generó una expectativa de más justicia, y más democracia. La política empezaba a estar en las calles, en las plazas, en la cabeza y en el corazón de cada persona.

Ese gobierno fue tumbado en 1955 por los poderes económicos, políticos y militares de siempre. Poco antes los golpistas habían bombardeado con la aviación militar a transeúntes inocentes en plaza de Mayo. Más de 300 muertos. Que hubiera más igualdad de oportunidades, o mejor distribución de la riqueza, era una maldición que había que mutilar. Tierra extraña; aquí siempre hubo una envidia al revés. Los ricos envidiaron a los pobres, odiaron que los pobres pudiesen mejorar.

En 1956 aquella dictadura fue pionera: secuestró ilegalmente a decenas de personas acusándolas de planear una rebelión. Los militares ordenaron los fusilamientos en los basurales de José León Suárez. Fue la Operación Masacre, como la llamó Rodolfo Walsh en un libro inolvidable. Lo que nadie sabía, ni siquiera Walsh, es que la Operación Masacre apenas empezaba.

Poco después, en una pequeña isla del Caribe frente a las narices de los Estados Unidos, hubo una revolución que se proclamó socialista. Los militares argentinos temieron que esa revolución fuese contagiosa, y gatillaron sus armas junto a los de todo el continente.

Siguieron los tiempos de proscripción política, censura, gobiernos civiles derrocados, gobiernos militares que se iban tumbando entre ellos, mientras las fuerzas armadas actuaban como tropas de ocupación en su propio país, como trincheras contra la democracia, en nombre de la lucha contra el socialismo.

Frente a eso, crecía la resistencia de quienes que no se resignaban al silencio, la censura, ni al olvido. Resistían los mayores, con una especie de nostalgia por el pasado. Y resistían también los jóvenes, como añorando el futuro, pero un futuro que querían construir con sus propias manos.

El surgimiento de las Madres de Plaza de Mayo

Un argentino que había puesto la mente y el corazón para aquella revolución en la isla del Caribe, fue capturado y fusilado cuando quiso hacer algo parecido en Bolivia. Le decían Che. Los que lo mataron no sabían que lo estaban inmortalizando. El mundo se ponía violento. En todo el planeta oleadas de jóvenes salían a reclamar justicia, igualdad, rechazo a la guerra y la muerte, un mundo distinto.

En la Argentina las dictaduras seguían tropezando con las resistencias. Hubo un Cordobazo, un Rosariazo, la juventud se movilizaba pintando paredes y pintando proyectos. La democracia seguía presa. La violencia militar seguía libre. Nacieron las organizaciones guerrilleras, que quisieron agregarle armas a toda esa resistencia.

Tal vez esta historia haya que comenzarla, entonces, en 1972. El 22 de agosto en Trelew hubo una nueva versión de la Operación Masacre. Allí habían detenido a miembros de varias agrupaciones guerrilleras. Fueron acribillados a balazos, indefensos, con el falso pretexto de un intento fuga. Mataron a 16. Hubo tres que sobrevivieron por milagro, y contaron lo que había pasado. Tal vez en aquel momento, cuando el crimen fue evidente, los estrategas militares empezaron a diseñar la represión del futuro: matar sin evidencias.

Las movilizaciones protagonizadas fundamentalmente por la juventud, empezaban a ser gigantescas. La trinchera militar no soportó la correntada de tantos sueños, y en 1973 la vida pareció cambiar. Una multitud obligó a liberar a los presos políticos. La ilusión no duró demasiado.

Fue una danza alucinada.

Cámpora ganó las elecciones. Volvió Perón. En Ezeiza las patotas de la derecha peronista acribillaron a las columnas juveniles. Perón apoyó a esos grupos, contra la juventud. Cayó Cámpora. Asumió Lastiri que era el yerno de José López Rega. López Rega era ex policía, nazi militante, secretario privado de Perón, ministro de Bienestar Social, y astrólogo esotérico. Como si su brujería funcionara, concentró cada vez más poder. Lastiri llamó a nuevas elecciones que ganó Perón. Ocho meses después, murió Perón y asumió su esposa Isabel. La sociedad miraba aturdida, mientras el sistema de la muerte se instalaba alrededor de López Rega, que organizó a los matones policiales, militares y a las patotas de la derecha, para crear un monstruo al que llamaron Triple A. Alianza Anticomunista Argentina.

La Triple A era un escuadrón de la muerte, un grupo paramilitar con vía libre para salir a matar. Estudiantes, intelectuales, sacerdotes, artistas, sindicalistas, obreros: la sucesión de fusilamientos se hizo cotidiana, el terror empezó a ser la genética de cada día.
La lista es macabra. Cientos de víctimas. Por recordar algunos: Rodolfo Ortega Peña, diputado nacional y abogado de presos políticos. Carlos Mujica, sacerdote del Tercer Mundo, Silvio Frondizi, uno de los principales intelectuales que dio la izquierda argentina, Julio Troxler, que había sobrevivido a los fusilamientos de 1956. Atilio López, uno de los dirigentes del Cordobazo, que durante la breve etapa camporista fue vicegobernador de Córdoba.

Los bombardeos en Plaza de Mayo y la matanza en los basurales habían sido premoniciones.
Los fusilamientos de Trelew fueron una secuela.

La Triple A fue el perfeccionamiento del crimen mafioso.

El terrorismo de Estado y la desaparición forzada

Pero ahora imaginemos.

Imaginemos por un momento que hubiera miles de masacres como las de los basurales de José León Suárez. Imaginemos que hubiera de pronto miles de fusilamientos como los Trelew. Y miles de Triple A matando por las calles con absoluta impunidad.

Eso fue la dictadura militar, cuando los militares dieron el golpe de Estado para imponer la máquina de matar corregida y aumentada al infinito. Fue hace exactamente 30 años. Le pusieron un nombre que sería cómico, si no fuera tan patético. Proceso de Reorganización Nacional. El comunicado número uno que emitieron decía:

Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones.

Más que nunca, la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Pero esta vez, además, inventaron una especie de acto de magia superior a los de López Rega. La magia más perversa que alguien pueda imaginar.

No más bombardeos, ni basurales, ni fusilamientos en cárceles, ni homicidios mafiosos a la luz del día.

Los perseguidos, las víctimas, iban a desaparecer.

No iban a estar más: secuestrados y esfumados de la noche a la mañana.

Los militares creían que al no haber cuerpos, al no haber pruebas ni quedar en evidencia, nadie podría acusarlos de crimen alguno.

Eso es el terrorismo de Estado. Las Fuerzas Armadas se dedicaron a la muerte clandestina, mientras en público sus jefes iban a misa a ser bendecidos, a comulgar, y a la salida sonreían. En sus discursos hablaban de la ley, el orden, la paz y el progreso.

Empezó la cacería. Zonas liberadas, gritos en la noche, secuestros de gente indefensa, la absoluta desaparición de la justicia.

Hay bibliotecas enteras que podrían leerse para entender lo que pasó. Pero hay también una carta. Apenas un año después del golpe Rodolfo Walsh –otra vez- escribió en la clandestinidad su Carta abierta a la Junta Militar, donde explicó lo que nadie se atrevía a decir.

Hablaba de un lago cordobés convertido en cementerio lacustre. De personas arrojadas desde aviones militares al Río de la Plata, cuyos cadáveres afloraban en las costas uruguayas. Denunciaba un sistema de tortura absoluta, intemporal y metafísica, aplicada tanto con métodos medievales como el potro o el torno, como con la tecnología de la picana eléctrica, para machacar la sustancia humana. Hablaba de las guarniciones y comisarías convertidas en campos de concentración. De las mentes perturbadas de los militares que torturaban. Decía, apenas un año después del golpe y en medio de la censura y el terror: “Quince mil desaparecidos y desaparecidas, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Pero hay otro párrafo, que cada día se entiende mejor. Le decía a los militares:”Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”.

Ahí estaba la clave para entender el crimen: la miseria planificada.

Walsh fechó esa carta el 24 de marzo de 1977, distribuyó varias copias, y un día después fue secuestrado por los militares.

Nunca más se supo de él.

Es otro desaparecido.

Érase una vez 14 mujeres: La historia de las Madres de Plaza de Mayo

En esa noche, hubo un parto.

En medio de la oscuridad, un alumbramiento.

Nació una historia.

Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.

Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.

La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.

Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre.

Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.

Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos.

Una de esas mujeres dijo: Basta.

Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor.

Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo.

La plaza sería el territorio de estas madres.

No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.

No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.

No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta.

No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando.

No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino.

No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando.

La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.

La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.

Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.

Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.

Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.

En octubre de 1977 se sumaron a la peregrinación a Luján, que congregaba a un millón de jóvenes. El problema era cómo encontrarse y reconocerse en la multitud. Alguien propuso que todas se pusieran un pañuelo del mismo color. Lo del color era un problema, pero entonces una de las madres tuvo una ocurrencia: ¿Por qué no nos ponemos un pañal de nuestros hijos? No existían los pañales descartables y la mayoría de las madres todavía guardaba los de tela, tal vez pensando en los nietos.

Frente a la Basílica, reclamaron y rezaron por los desaparecidos y desaparecidas. Todos los que estuvieron pudieron verlas, identificadas con los pañales blancos en sus cabezas. Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. Gracias a tanta eficiencia, el mundo empezaba a enterarse de lo que ocurría. En la comisaría las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.

El hecho de reunirse, romper el aislamiento, buscar a sus hijos, se convirtió en sí mismo en un delito. Diciembre de 1977, un oficial de la marina que se hacía pasar por hermano de un desaparecido organizó el secuestro y desaparición de tres de las madres, dos monjas francesas y otros familiares y amigos. Así era el coraje militar.

Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones.

El 8 de diciembre secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon. Esther era paraguaya. Ya había encontrado a su hija adolescente, a la que los militares habían liberado. Las otras madres le habían pedido que volviera a su casa, que ya no se arriesgara más. Esther no les hizo caso, decidió seguir junto a ellas hasta que encontraran a cada uno de sus hijos.

Dos días después, desapareció la mujer con nombre de flor. El terror de aquellos tiempos superó todo lo imaginable. Desaparecían quienes buscaban a los desaparecidos y desaparecidas. Pero los militares habían sido selectivos: secuestraron a quienes todas siempre consideraron “las tres mejores madres”. Sin Azucena, había que elegir: seguir, esconderse, o volverse a casa. Para las madres no hubo demasiadas dudas: ahora no solo debían buscar a sus hijos e hijas, sino también a sus amigas y compañeras. Lograron sobreponerse a la parálisis y al terror, para seguir su marcha.

Azucena había parido la idea de que las madres se organizaran para nunca más estar solas en su lucha. Y había dicho algo: “Todos los desaparecidos son nuestros hijos”. Así estaba socializó la maternidad, potenció a cada madre y le dio grandeza a cada minuto de resistencia.

Llegó el Mundial 1978. El fútbol tapando de gritos y sonrisas la realidad, mientras a pocas cuadras de la cancha de River seguían torturando gente en la ESMA. El mundial fue oxígeno para los militares: para seguir matando y seguir castigando cada vez a más gente con la miseria planificada. Las madres cambiaron sus lugares y horarios de reunión. No todos los jueves iban a la Plaza, para evitar que las detectaran. Cuando iban, la policía les largaba los perros. Cada una llevaba un diario enroscado para sacarse a los perros de encima, una de las pocas cosas útiles para las que servían los diarios de esa época.

Muchas veces detenían o demoraban a alguna de ellas en las comisarías. Se les ocurrió una idea: cuando una iba presa, se presentaban todas y pedían ir presas ellas también. Los policías veían llegar a decenas y decenas de mujeres que exigían ser encarceladas junto a su compañera. Una vez fueron tantas las que exigieron ser detenidas, que tuvieron que llevarlas en un colectivo de la línea 60.

Madres locas, dirían los policías, que no sabían bien qué hacer: muchas veces las soltaban para sacárselas de encima.

Cuando en la Plaza le pedían documentos a una, todas las demás se acercaban a la policía a entregar también los suyos. Cientos de documentos, cédulas y libretas cívicas, que la policía tenía que verificar. De paso, las madres se quedaban más tiempo en la plaza.

En 1979 llegó al país la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. También el fútbol jugó en contra. El mundial juvenil tenía a todos pendientes de Maradona, y los militares aprovecharon para que relatores de fútbol y periodistas radiales llamaran a la gente a Plaza de Mayo, y que de paso repudiaran a quienes hacían cola para declarar ante la Comisión. Querían mostrar lo que llamaban “la verdadera imagen del país”. Decían: “los desaparecidos algo habrán hecho”, o “por algo será que se los llevaron”. Los hinchas, sin embargo, no molestaron a los que estaban esperando para hacer sus denuncias.

Ya era la época de la plata dulce, la fiesta de las multinacionales, el dólar barato, miles de argentinos gastando en el exterior lo que nunca habían sabido ganarse, gracias a la miseria planificada de millones.

Los diarios y las revistas no sólo censuraban la información para defender su negocio, sino que hacían campañas por los militares: “Los argentinos somos derechos y humanos”. Confirmado: nunca hay que subestimar la estupidez humana, la capacidad de negación, el tamaño de la crueldad.

En ese 1979 hubo otro parto, otro alumbramiento: las Madres decidieron crear la Asociación Madres de Plaza de Mayo. Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. La casualidad, o el destino, determinaron que la asociación fuese creada en una fecha imposible de olvidar: 22 de agosto. Habían pasado siete años de la masacre de Trelew, aunque parecían siete siglos.

Los militares asesinos argentinos inventaron un conflicto contra los militares asesinos de Chile, que a todos les servía para ganar tiempo en el poder. En esos días fue muy próspero el negociado de la fabricación de ataúdes, hasta que el Papa intervino. Secuestros clandestinos y desapariciones en la noche, permitían mirar para otro lado. Guerra abierta entre gobiernos tan vecinos y tan beatos era demasiado. Hasta para el Vaticano. Amén.

Seguían encontrándose en plazas y bares. Para que no las descubrieran cambiaban el nombre. Si iban a ir a Las Violetas, decían Las Rosas. Ellas mismas llevaban en sus carteras las carpetas, las denuncias, los expedientes.

Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.

Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas. Ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie podía detener. Llevaban diarios enroscados. Pronto aprendieron de sus hijos, y llevaban también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones.

Los militares eran la rigidez y la violencia. Las madres eran la fluidez y la energía. Los militares y la policía eran la muerte. Los verdugos. Las madres eran la vida.

Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.

Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.

El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.

Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. Los militares que secuestraban cobardemente, torturaban clandestinamente y asesinaban tirando cuerpos al río, no podían convertirse de un día para otro en patriotas impecables y valerosos guerreros. Por decir eso, acusaron a las Madres de antinacionales. Ellas inventaron un cartel: “Las Malvinas son argentinas. Los desaparecidos también”. Muchos que acompañaban a las Madres las criticaron: había que estar del lado de la guerra, del lado de los militares. El tiempo mostró quién tenía razón sobre los guerreros, entre ellos el mismo que había delatado a Azucena, Esther y Mary.

La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.

En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos e desaparecidas habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.

El gobierno formó la CONADEP, la comisión nacional para la desaparición de personas. Las madres desconfiaron, no quisieron integrarla. Siempre prefirieron la calle, y no las comisiones. Crearon un periódico, la Asociación iba creciendo y seguía reclamando aparición con vida y castigo a los culpables.

En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.

Se hizo el juicio a las Juntas, pero sólo hubo dos condenas a prisión perpetua. Las de Videla y Massera. Los otros jefes militares recibieron penas bajas, o fueron absueltos. Las Madres opinaron del siguiente modo: se levantaron y se fueron de la sala de audiencias.

Seguían las acciones, marchas, escraches a los militares en sus casas, viajes y campañas en todo el mundo, la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas, La marcha de las manos, La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales.

El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos.

Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.

Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.

Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.

Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.

La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.

Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.

Había una vez un país con nombre de mujer, donde la muerte andaba suelta persiguiendo a los sueños, acorralando a la vida. Y en ese país de nombre plateado, los sueños y la vida tuvieron que aprender cómo enfrentar a los verdugos. Las madres están dejando esa herencia.

Cómo convertir al dolor, en acción.

La parálisis y el miedo, en lucha.

La desesperación, en coraje.

Las lágrimas, en acciones.

Para acorralar a la muerte, como el primer día:

tejiendo luchas,
haciendo circular los sueños,
y alumbrando la vida.

Seguir leyendo

LA NUEVA MU. Generación Nietes

La nueva Mu
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Lo más leido