CABA
El rebelde del Fondo: quién es Jaru Rodriguéz, preso por protestar

Detenido sin pruebas desde hace 50 días, a raíz de las últimas protestas contra el acuerdo del FMI, Jaru Rodriguéz se transformó en un nuevo preso político del actual gobierno. Dirigentes que celebran junto a la oposición, una justicia que ataca las marchas, un migrante que vino al país para estudiar y progresar, tras las rejas: perfil de un joven estudiante, y su voz desde el otro lado del vidrio de la alcaldía donde se encuentra detenido. Hoy 17hs se hará una jornada de clases públicas y luego una conferencia frente a la facultad de Ciencias Sociales, donde Jaru cursaba. «La consigna será posicionar a la facultad contra la criminalización de la protesta», asegura la convocatoria, motorizada por sus amigos.
Por Facundo Lo Duca
Lo siguen. Lo sabe. Él frena. Ellos frenan. Así dos, tres veces. Jaru Rodríguez, a bordo de su auto, acelera por Acassuso, provincia de Buenos Aires. Está asustando y llama a un amigo en la secretaría de desarrollo social de Vicente López.
─Alguien me está siguiendo en un auto. Ayudame, por favor ─le dice.
─Venite ya para la secretaría.
Cuando llega, el auto que lo venía siguiendo también se detiene. Una moto se suma. Son policías de civil. Explican que su auto tiene “irregularidades”, que no querían que se metiera en algún taller mecánico. Su amigo sale del edificio público con más personas. Nada de esto los convence. “No pueden perseguirlo así, muchachos”, les dicen. Los efectivos se van. Pero a la noche, cuando Jaru Rodríguez regrese a su casa, mientras duerma junto a su novia, todo sucederá rápido. El estallido de la puerta, las esposas, el viaje hasta una celda fría en una alcaldía de Lugano. Rápido: el escarmiento. “Supimos que uno de los detenidos por el ataque al despacho de Cristina Kirchner era beneficiado del Potenciar Trabajo”, dirá el ministro de desarrollo social, Juan Zabaleta. “Ya lo dimos de baja. La sociedad los ayuda para que puedan trabajar, no para que atenten contra la vicepresidenta”, concluirá. “Muy bien que le saquen el plan”, sumará la presidenta del PRO, Patricia Bullrich. “Ahora anímense a sacárselo a aquellos que todos los días cortan las rutas”. Todos: “Atentado piquetero”. “Planero”. “Zurdo”. Pero nadie: ollas populares en Constitución, huertas agroecológicas en Ciudadela, la ayuda a otros migrantes en pandemia. “La calle”, dirá semanas después Jaru Rodríguez ─venezolano, 29 años, alto─ a través de una pared gruesa y vidriada en la alcaldía de Lugano. “Extraño la calle, marchar con mis compañeros. Protestar no es un delito”.
El 16 de marzo, Jaru Rodiguéz fue detenido en su casa de Acassuso, tras un allanamiento policial. La orden de su captura había sido dictada por la justicia porteña, luego de acusarlo falsamente de ser unos de los responsables de los piedrazos del 11 de marzo al Congreso de la Nación, mientras se desarrollaban las protestas contra las negociaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Otras dos personas que marchaban ese día, Julián Lazarte (liberado en los últimos días) y Oscar Santillán, también fueron arrestados en las mismas condiciones. Las pruebas presentadas por la Justicia contra Jaru, explica su abogado Martín Alderete, carecen de sustento legal: no hay cámaras, ni testigos que lo ubiquen en alguno de los momentos donde se produce la pedrada al parlamento y, como se supo después, al despacho de la vicepresidenta. Para Alderete el encierro de Jaru solo contribuye a “criminalizar la protesta” a través de una causa con “alto contenido xenófobo”.


¿Quién es Jaru Rodríguez?
“Ponía el cuerpo. En las ollas populares, en la facultad, en huertas, en las causas migrantes. Pocos articulan la militancia y el territorio como lo hace él”, dice Facundo Cifelli, amigo de Jaru. Lo conoció en el Ciclo Básico Común (CBC) de la carrera de sociología en 2015. Ese año Jaru había llegado a Buenos Aires para empezar una carrera universitaria, tras vivir cinco años en Nueva York. Allí, en una ciudad fría y hostil para cualquier migrante sin recursos, había intentado acceder a una beca de estudio, pero no tuvo suerte. Entonces hizo lo que cualquiera: trabajar de lo que sea. “En Estados Unidos aprendió el oficio de barista, así que llegó y se abrió un café con un socio en frente del colegio Mariano Acosta”, cuenta Cifelli. La ubicación de ‘Café Furia’, frente al histórico Mariano Acosta, nutría a Jaru de debates políticos frecuentes. Sin embargo, su socio abandonó el proyecto a fines del gobierno macrista y precipitó el cierre del local. “Trabajaba él solo doce horas por día. No pudo mantenerlo. Yo lo ayudé un tiempo, pero con la crisis económica se hizo insostenible”, recuerda su amigo. Para fines fines del 2019, Jaru ya militaba en varios espacios políticos. Desde agrupaciones como el MTR (Movimiento Teresa Rodríguez), donde colaboraba cocinando en diferentes comederos, hasta organizaciones migrantes dedicadas a la asistencia social. Su apoyo en el territorio era cotidiano, quizás lo más importante. Facundo recuerda una anécdota particular que refleja esto. Para una materia de la carrera de sociología debían hacer una comparativa de dos situaciones socialmente opuestas. Muchos elegían la aristocracia del Patio Bullrich frente a lo populoso del Mercado de Constitución. O la pasividad de un partido de tenis en un club privado contra la euforia de una cancha de fútbol. Jaru, sin dudar, lo llevó a un boliche dominicano y luego a un bar de rock en Colegiales. “La tenía muy clara con el mapeo económico y social de Buenos Aires”, vuelve Cifelli. “No era un militante orgánico. Curtió experiencias que lo llevaron a entender que había que poner el cuerpo por el otro”.
Tras el cierre de su bar a fines del 2019, Jaru consiguió trabajo en la cooperativa de alimentos ‘Qué comés cuando comés”, dedicada a la distribución de frutas y verduras agroecológicas en Capital Federal. “Era una máquina de laburar”, recuerda Pablo Gandolfo, integrante de la cooperativa. “No paraba nunca. Tenía una metodología de trabajo con los alimentos muy práctica. Se notaba que tenía cancha”, agrega. Sus inquietudes por la soberanía alimentaria lo llevaron, meses después, a empezar a colaborar con una huerta en Ciudadela. La tierra húmeda entre sus dedos, la disputa por el acceso a la comida ─por los otros, por los espacios─ lo pondría en la calle en plena pandemia.
“Fue la primera persona que conocí que se contagió covid”, cuenta Lautaro Matéu, también compañero de Jaru en Sociales. “Cuando empezó el confinamiento estuvo en la primera línea de las ollas populares. Siempre estaba activando alguna”, dice. “Le gusta cocinar. Él desde ahí impulsa un espacio de debate. ¿Qué es realmente lo que comemos hoy?”. Lucas López, también estudiante de sociología, lo define así: “Un militante sin casete”. Y sigue: “No repetía discursos. Se involucraba mucho con el espacio que habitaba y eso lo hacía alguien querible. Sea en la facultad o en cualquier parte”.
Tras un año de trabajar en la cooperativa, Jaru había empezado un nuevo empleo como repartidor de comida para una aplicación digital. Por su salario precarizado, recibía una complementación a través del programa estatal Potenciar Trabajo. El 11 de marzo asistió a la marcha para protestar contra una nueva negociación con el FMI. Cinco días después ─tras ser perseguido de forma ilegal─ fue arrestado y trasladado a una alcaldía de Lugano.

De este lado de la reja
La sala es fría, un rectángulo de cemento opaco, liso. Hay una pared vidriada que separa, un teléfono, veinte minutos. Jaru Rodríguez, del otro lado, viste un buzo holgado y beige. Sonríe. Lo hará en cada respuesta. Como si hubiera aprendido a hablar así: un dejo de optimismo entre los labios.
─Extraño cocinar. Me gustaría preparar unas arepas para mis compañeros acá adentro, pero no nos dejan. El secreto para preparar una buena arepa es ser uno mismo. Porque es un plato con personalidad. Podes hacerlas más finitas, más gruesas, depende de quien seas.
De chico vivía con su abuela en unos monoblocs de Caracas. A los 18 años, se fue a Nueva York. Allí, dice, sintió el peso de las injusticias sobre sus hombros.
─Fue duro. Estuve cinco años. Vi de todo. Entendí lo que significa ser un inmigrante. Lo necesario que es que alguien te ayude, que te de una mano sin que las pidas.
Durante la pandemia, participó en la ciudad del censo migrante junto a su agrupación política. Iban casa por casa para charlar con diferentes migrantes socialmente vulnerados. Un espejo que lo asustó, dice, pero que también confirmó por qué estaba ahí mismo.
─Extraño la calle. A mis compañeros, a mi novia, la facultad, la huerta. Estoy preso por protestar, por ejercer mi derecho. Lo sé. Y la voy a pelear. Sé que mis compañeros lo están haciendo afuera. Por mí.
Un policía afuera dice que se terminó el tiempo. Jaru estira el brazo. Arriba. Más arriba. Apoya. Una palma que se abre sobre una pared vidriada. Dedos formando una estrella en el aire. Así son las despedidas del otro lado. Jaru Rodriguez, los ojos se le empañan, se ríe.
Portada
Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso
La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota en la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.
Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.
Fotos: Juan Valeiro.
Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos.
“Pan y circo”, dice.
Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro.
Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.



Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.
Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.
Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El poco pan
La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:
“Si no hay aumento,
consiganló,
del 3%
que Karina se robó”.
Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”.
Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”.

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
El mucho circo
Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes.
Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena.
“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial.
Silencio.
“¿Me pueden decir sí o no?”.
Silencio.
Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.
Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”
“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.
La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El despliegue incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería de la Policía de la Ciudad». El organismo observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza, y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival.
Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:
- “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
- “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
- El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.
El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.
Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!».

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Foto: Juan Valeiro para lavaca.org
Artes
Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.
Por María del Carmen Varela.
«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).
En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.
El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.
Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.
“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.
Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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